Auto de fe (1935). Elias Canetti (Bulgaria, 1905 – Zurich,
1994).
Plaza & Janés Editores, primera edición, 1984. Traducción
de Juan José del Solar. Diseño de la colección y portada de Jordi Sánchez.
Narrativa, 469 páginas.
Nota aclaratoria: todas las fotos en el exterior están
realizadas mucho antes de decretarse el confinamiento. Dadas las circunstancias
considero conveniente señalarlo.
Foto, Paco Castillo.
Llevo
más de una semana con la película “El séptimo sello”, de Ingmar
Bergman, rondando entre mis libros, la saqué del cajón con la intención de verla, claro, aún estoy en ello.
Hace
unos tres días, mira por donde, me encuentro con un documental en RTVE sobre
el director sueco, haciendo especial hincapié en esta cinta. Será una señal, me
digo.
Pero
ayer, visionando un vídeo de youtube que ofrecía una conferencia sobre Elias
Canetti… el ponente, mencionando la obsesión del escritor con la
muerte, trae a colación esta película, “El séptimo sello”… y servidor ya
empieza a rascarse la coronilla, un tanto “mosca”, con la película en mis narices junto al ordenador.
El
colmo llega ahora, accedo al blog del amigo Joselu y, voilà, me encuentro con
un fotograma de “El séptimo sello” encabezando su escrito… ¡carajo con las meigas! Suelto ojiplático. De hoy no pasa sin que me siente a verla.
Ya os contaré, porque yo venía aquí por Elias Canetti.
Lógicamente me encanta leer por todas esas cosas que los
lectores nos contamos unos a otros; una prosa deslumbrante, una trama
envolvente… y características afines, pero sobre todo me fascina por aquello
que no soy capaz de explicar a los demás, hacia afuera, porque no sé como
decirlo, pero entiendo con nitidez hacia dentro, son certezas que no se elevan
desde el intelecto, o no tanto, sino a través de un pálpito, un entusiasmo
incipiente que hace brotar la emoción, surgida por estar frente a una
clarividencia que te ofrece la lectura.
No, no iba a quemar el libro en la pira, tras el auto de fe. Foto, Paco Castillo.
Quizás por ello, sea habitual en mí desentrañar más de los
libros refiriéndome a otros aspectos “aparentemente” al margen de ellos (los
que me seguís ya lo comprobáis en mis entradas), centrándome en asuntos de la
vida, incluso propios.
Me gusta el reto de ahondar en la realidad, a pie de calle (y fijaos, expresiones como ésta ahora han perdido su sentido), para desentrañar las
claves que pueda tener el libro. Es un juego mental de lo más estimulante y uno
de los grandes dones que, a mi modo de entenderla, me ofrece la literatura. Puedo leer un pasaje de Auto de fe, detenerme para observar las calles vacías... y el fragmento leído se interioriza con especial significación.
Y precisamente por eso, otra vez descubro, o me obceco en
verlo así, un cordón umbilical que une el significado del libro con el momento
presente, éste cuya realidad aquí, en Madagascar, Perú, o Islandia, o… se llama
CORONAVIRUS.
Ahora es una palabra omnipotente. Y yo, aunque lea, no soy
capaz de desligarme del ambiente reinante, ¿quién puede hacerlo?
Decía Canetti que las palabras son las que marcan el
límite a la realidad (en su obra “La conciencia de las palabras”). El coronavirus
ha desplegado una sola realidad para todo el mundo, de norte a sur y de este a
oeste.
Foto, Paco Castillo.
Este libro que os presento no es una lectura reciente, ni
mucho menos, hará unos 15 años, sino más, que lo leí, pero es de los que están
en mi escritorio y he vuelto a él en varias ocasiones, y me lo llevé hace
tiempo en mis paseos campestres. Ahora encuentro muy pertinente reavivar
determinadas impresiones.
Elias Canetti (premio Nobel, 1981) lo
escribió en 1935, por aquel entonces la situación en buena parte de Europa,
y del mundo, era un asunto jodido… ¿os suena?
En Europa, Hitler y sus tropas nazis iban devastando
buena parte del continente. Italia ensalzaba el fascismo de Mussolini. España
estaba a las puertas de la Guerra Civil que terminaría instaurando la dictadura
de Franco. La gran potencia mundial, Estados Unidos, aún estaba
curando sus heridas, las provocadas por el crack del 29.
Todo muy apocalíptico… ¿os suena?
El protagonista de Auto de fe es un personaje llamado Peter
Kien, a quien Canetti atribuirá la misma especialidad que tenía la esposa del escritor,
Hera Buschor, sinóloga, por tanto lo convertirá un prestigioso sinólogo
(estudioso de la lengua, la literatura y las instituciones de China… ya
solo nos faltaba eso) que prácticamente vive confinado en su casa, que es como
decir su biblioteca, pues está rodeado de libros por doquier.
Apenas tiene relaciones sociales, ha escogido ese modo de
vida voluntariamente, el contacto con sus semejantes se reduce a lo esencial…
¿os suena?
Foto, Paco Castillo.
Para Peter Kien la vida, más allá de sus libros y
estudios, es un espectáculo que desprecia, o que prefiere ignorar. Se entrega a
su existencia delirante, encerrado en su torre intelectual, aunque traba relación
con algún que otro personaje, especialmente Teresa, la mujer que limpia
y ordena su destartalado departamento, e incluso se llega a casar con ella. El
matrimonio es un despropósito a todas luces; una mujer antagonista de lo que representa
él (su erudición, pensamiento y aislamiento), y en consecuencia, por la vía
inversa, tan estrafalaria como el señor Kien.
El confinamiento de Peter Kien, el nuestro.
“Por los tragaluces se apreciaba el cariz general
del cielo, más tranquilo y atenuado que en la realidad. Un azul mate indicaba:
el sol brilla, pero no me llega. Un gris igualmente mate: va a llover, pero no
sobre mí. Un leve rumor anunciaba las gotas que caían. Las sentía a la
distancia, pero ellas no lo tocaban. Sabía simplemente que el sol brillaba, las
nubes pasan y la lluvia cae. Era como si viviese atrincherado contra el mundo;
como si se hubiese construido un refugio contra toda relación exclusivamente
material, contra lo que solo fuera terrenal (…)”
Foto, Paco Castillo.
Canetti acometió la obra durante su
estancia en Viena, y la ventana de su escritorio ofrecía la panorámica de un
sanatorio mental. Desconozco si quedaba cerca la Akademie der bildenden
Künste; la Academia de Bellas Artes de Viena que rechazó el ingreso
de Hitler, en su deseo de ser artista, pintor.
En mi neófita opinión no
lo hacía tan mal, pero no llegaba a lo exigido por tan prestigiosa institución.
Eso sí, el nazismo tampoco titubeó a la hora de prohibir esta obra de Canetti,
“Auto de fe”.
Cuadro pintado por Hitler, "Hofbräuhaus". Acuarela. Enlace: https://www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?t=2160
No solo el inquietante edificio sanitario anulaba la visión
de un horizonte en la lejanía al amigo Canetti, ese resquicio que ansía la mirada como
posibilidad de escape cuando la realidad, por ser hostil, invita a la huida,
también lo ocultaba el clima social, una Europa decadente, vacía de
humanidad, de valores, que ante el avance del nazismo certificó su ruina, sí,
una Europa pusilánime… ¿os suena?
En lo que respecta al periplo vital del escritor no es
descabellado afirmar que, más que vivir en Europa, es Europa la que habita
dentro de él.
Nació en 1905 en la ciudad búlgara de Rustschuk, la actual
Ruse, entonces importante puerto del bajo Danubio y crisol lingüístico, cultural
y comercial.
Los orígenes familiares de Canetti hay que situarlos en la
población española de Cuenca, eran judíos sefardíes que, tras el decreto
de expulsión firmado por los Reyes Católicos (en 1492), iniciaron su diáspora
europea. Canetti es la transformación del apellido genuino, Cañete.
Así que la lengua materna de su estirpe era el ladino,
el judeoespañol para entendernos. Sin embargo Canetti se educará en el
cosmopolitismo lingüístico, debido al éxodo familiar a través de Europa durante
siglos.
Tal y como refleja una magnífica semblanza de Tomás
Albaladejo Mayordomo, que me ha ayudado para establecer algunos aspectos.
“En 1911 va con sus padres a vivir a Manchester,
entrando así en contacto con la lengua inglesa, pero en la infancia de Canetti
la lengua alemana es la que hablan sus padres cuando quieren que no se sepa lo
que están diciendo, es una lengua que él no entiende y por la que siente desde
niño una especial atracción no ajena al misterio que es para él que sus padres
hablen en una lengua que no comprende.
(...) recuerda Canetti sus primeras lenguas, el español
sefardí, que nunca olvida, y el búlgaro, que sí olvida. Los hechos de los
primeros años de su infancia se producen para él en español o en búlgaro y
posteriormente, mientras los especialmente dramáticos se le quedan grabados en
español, los demás y sobre todo los que están en búlgaro se le traducen en su
mente al alemán, y así los conserva.“
Puestos a imaginar, me parece ver a un Elias Canetti apesadumbrado,
sumido en el escepticismo, mirando a través de su ventana (como hago yo cada
día) y preguntarse si en ese sanatorio mental, quien yace moribunda es aquella Europa,
un continente desangrado ante la ausencia de valores.
Y el gran escritor que es Canetti, saca una cuartilla
en blanco, agarra su pluma y piensa: ¿Cómo puedo escribir esto que contemplo,
reflejar algo así?
Su hoja permanece desnuda, sin el ropaje de esa primera
frase, durante interminables minutos, tal vez un par de horas, puede que días.
Foto, Paco Castillo.
Entonces ocurre lo inevitable. Si la mirada, obstaculizada,
no halla un destino al que huir, solo le queda replegarse en sí misma. Eso es
arriesgado, adentrarse en las oscuridades de nuestro ser suele desembocar en un
viaje hacia lo siniestro.
Si tal situación le acontece a un buen escritor, en donde
buen también significaría valiente, es muy factible que en la hoja se plasme
una frase, cualquiera… qué más da, luego otra, y otra, hasta sumar quinientas
hojas repletas de frases que acaban conformando una obra magnífica, y pudiera
ser que la única pretensión de esas palabras fuera eludir el inquietante
edificio sanitario, en donde yace maltrecho todo un continente, y buscar una
senda por la que escapar.
Foto, Paco Castillo.
Es así de sencillo, o de complejo, si el cuerpo está
aprisionado en esa realidad, en esa época, en la habitación donde penetra el
susurro del Danubio… pues al menos que escapen mis palabras, mi escrito, mi
obra, que se libere del tiempo, de este aquí y ahora de 1935 y mi
libro cruce las fronteras, más allá de esta época y este lugar sin horizonte.
Que se lo lleve el Danubio, el viento, lejos de aquí, lejos…
Entonces Elias Canetti se pone a soñar despierto,
barruntando que dentro de muchísimos años algunos lectores, muy pocos pensará
con seguridad, quizás hablen de esas frases errantes, que se deslizan entre el
simbolismo, la alegoría, pues si la escritura pretende salir indemne de ese
escenario sin horizontes, muchas veces no tiene más opción que avanzar
reptando, discurrir por debajo de la realidad, y ahí el simbolismo, la
alegoría, son inmejorables guías para abandonar el lugar infecto.
Señor Canetti, hoy, muchísimos años después, en otro tiempo y
lugar, rememoro su libro, de aquello que empezó con una frase, cualquiera, en
una habitación de Viena.
Tal vez como usted soñó…
Sin embargo, amigo Canetti, este presente europeo, mundial,
tiene poco de ensoñación, y mucho de pesadilla… es irónico, uno abre la ventana en esta Europa de hoy, de respiradores, fallecidos y convalecientes, y tiene la impresión de estar junto a un sanatorio de enfermos, como si fuera el mismo que tapaba el horizonte de Canetti.
Yo, por si acaso, me asomo por mi ventana preferida.
Vistas a las 18:00 pm. Foto, Paco Castillo.
No sabía lo del apellido originario de Cuenca. Por cierto, hay un pueblo en Cuenca llamado así, Cañete.
ResponderEliminarPor otra parte, decir que es imprescindible leer Masa y Poder, un libro que abre los ojos para saber el porqué a la masa se le puede dirigir y como esta obedece; amén del concepto de alienación que pienso, lo deja muy bien explicado.
Como siempre gracias por la entrada
salut y buenas vistas
Pues sobre ese pueblo de Cuenca, Cañete, es muy probable que exista una vinculación con las raíces de Elias Canneti y su familia.
EliminarSí, recuerdo tu mención sobre Masa y Poder, cuando todo vuelva a la normalidad... o a lo más parecido que teníamos a ella, echaré un vistazo por la biblio.
Gracias a ti, Miquel.
Salut y un abrazo.
Comencé hace bastantes años Auto de fe y llegué a la página cien, lo recuerdo, y lo dejé no sé por qué. Lo cierto es que no he olvidado aquel comienzo que has referido en tu entrada. Es un libro poderosísimo que no se me desvanece como tantos. Me he dicho que tengo que volver a empezarlo y terminarlo. Tal vez ahora, no lo sé pero llegará su momento. Su otro libro Masa y poder, que menciona Miquel, me gustaría leerlo también porque ahora estamos en esas con este confinamiento masivo cuyo sentido democrático no acabo de ver claro, pero toda la sociedad lo acata sin discusión, y no solo lo acata sino que te denuncian si te ven en una actitud que se salga de él. Me inquieta mucho esta renuncia a las libertades. Puede que esté justificado por un bien mayor, no lo sé, pero es un asunto serio.
ResponderEliminarAyer leí que Pedro Sánchez quiere imponer que todos vayamos con mascarillas cuando se afloje el confinamiento. Quiere asimismo confinar en hoteles, gimnasios, y todo tipo de locales a aquellas personas que den positivo en el coronavirus aunque sea de forma asintomática para lo que se harán millones de tests -cuando lleguen-. Me estremecí en ser uno de ellos, y por lo que esto significa. Aclaraba que esto se haría en el marco de las libertades y la constitución. Pero ¿qué pasa si el infectado asintomático se niega a confinarse en un marco ajeno, lejos de su casa y sus circunstancias? Se aplicarán los principios constitucionales. Todo esto me inquieta, y más me inquieta la falta de respuesta social ante esto. Alguien sugiere que esto es para que nos acostumbremos. Masa y poder. Esto es un magnífico experimento para comprender qué sucedió en Alemania. Yo también salgo a aplaudir con mi familia pero cada vez siento más repulsión ante ese hecho que veo muy sospechoso. Si has leído mi post de hoy, tengo mis dudas sobre lo que está pasando, pienso que hay una psicosis colectiva inducida por los medios de comunicación de todo el mundo. Me ha costado llegar a esto, he dado muchas vueltas a la situación. No me gusta lo que está pasando, todos somos prisioneros de una trampa mental y hemos renunciado a libertad a cambio de una imaginaria seguridad. Muchas gracias por este espacio abierto donde respiro con libertad. Un abrazo.
Yo tampoco me leí Auto de fe de una sentada, creo que esta lectura no es precisamente de las que incitan a ello, tiene pasajes un tanto áridos, difíciles, todo es muy alegórico, aunque mi sensación final fue muy satisfactoria, todo se vuelve coherente.
EliminarEl que menciona Miquel, Masa y Poder, considero que es una lectura ineludible para mí también, una indagación en nuestro ser social que, a buen seguro, encontraré reveladora. En ese sentido te recomendaría un extraordinario ensayo, "Discurso de la servidumbre voluntaria" de Étienne de La Boétie, me parece impresionante, tal vez lo hayas leído.
Las medidas de Pedro Sánchez son un poco las medidas de todos los dirigentes, están a verlas venir, muchas decisiones se toman según evoluciona la pandemia, esto es normal en todo el mundo, nadie tiene certezas sobre el coronavirus... más allá de los estragos que causa, la improvisación de todos los gobiernos es lo predominante.
Yo salgo a aplaudir, pero en ese momento no me permito más pensamiento que el agradecimiento a quienes se exponen por nosotros, como sociedad me acojo a las palabras de Einstein, cuando decía que todo lo que somos es gracias a otros, integrantes de la misma sociedad.
Es cierto que vivimos en reclusión, para estar seguros, pero la renuncia a la libertad de movimiento tiene una razón de peso, conservar tu vida y no quitársela (mediante contagio) a otro. Los que estamos hoy en casa... saldremos el día de mañana a las calles. Y, más que renunciar a la libertad, algo que en realidad es una entelequia, solo hemos renunciado a una idea de la libertad, pues de esa palabra es lo único que tenemos... una idea sobre ella.
Muchas gracias a ti, pues tus reflexiones enriquecen las mías.
Un fuerte abrazo, Joselu.
PENSAMIENTOS IMPOPULARES SOBRE EL CORONAVIRUS
ResponderEliminarGracias por el enlace, Joselu. Lo he leído con gran interés, pues sí, la histeria colectiva es la sensación predominante, como indica el autor del escrito, predicar con la mesura, siguiendo el consejo del autor, no está al alcance de todos, la verdad es que el escenario es sumamente cambiante, ya veremos...
EliminarAbarazo.
Eso que te pasa a ti con "El séptimo sello" es lo que yo llamo coincidencias que no son tales, aunque no sé qué otra cosa pueden ser. Menuda película para ver en esta situación. Yo sería incapaz.
ResponderEliminarLo preguntas reiteradamente y sí, nos suena todo lo que cuentas porque Europa cae una y otra vez en sus errores. Unas veces de forma más absoluta que otras, pero parece que no se aprende.
Nunca había visto una pintura de Hitler, pero la que nos pones, está bastante bien (para mi gusto tampoco nada experto).
De Canetti no he leído nada y eso que lleva en mi lista de pendientes muchos años. Algún día me animaré.
Un beso.
Estoy muy de acuerdo con esas "coincidencias" que no son tales, jeje, parecen cosas del subconsciente, de ese limbo impreciso, que conecta situaciones o realidades de una forma inexplicable, lo dejamos ahí.
EliminarEuropa es un fiasco, la UE es una pamplina monumental su único lei motiv es el monetario, la dimensión social de la institución es pura fachada.
Yo tampoco había visto sus cuadros, no lo hacía mal, pero supongo que la academia vienesa era muy exigente, pues tendría una alta demanda de solicitudes.
Auto de fe es un libro... complejo, o simplemente hay que leerlo en el momento adecuado (pues como cualquier libro, toda lectura exige un momento particular), yo no lo leí del tirón, ni mucho menos.
Un beso, Rosa.
Ja ja. No había visto esta respuesta cuando escribí el comentario a tu entrada de ayer. Por eso te pregunto acerca de las casualidades.
EliminarEstá claro que lo único que interesaba al crear ese ente que es Europa era el económico y la deslocalización de mercados y... aumentar el capital de los ricos y disminuir el reparto de la riqueza, porque como siempre he dicho, el capital solo es capital si está acumulado, si se reparte deja de serlo.
Un beso.
Jeje, seguro que nos iremos contando más casualidades que no son tal. A la UE se la está viendo el plumero como nunca.
EliminarUn beso.
Qué lujo de vista tienes, Paco. Aunque bien sé que es un pequeño consuelo y que no te faltan ganas de poder salir a dar uno de tus paseos.
ResponderEliminarEncontrar ideas, sentimientos propios que no sabemos nombrar y qué otro (el escritor) sí sabe ponerlos en palabras. Por ese pequeño y maravilloso milagro leemos. La mexicana Valeria Luiselli lo explica muy bien en un fragmento de su novela Desierto sonoro que he leído recientemente (parece que últimamente tus lecturas me hacen evocar mis lecturas más recientes). Es una lectura que no tiene nada que ver con este Auto de fe ni tampoco con la situación actual que estamos viviendo a nivel mundial, sin embargo, parece inevitable no encontrar algo que nos haga pensar en ello. Es un libro entre otras cosas sobre la migración, en concreto sobre los niños de Centroamérica que tratan de cruzar a los Estados Unidos. Así que no he podido evitar pensar en lo creativa que es la humanidad para levantar muros frente a otros seres humanos y lo poco que le ha servido en cambio contra el dichoso coronavirus, el cual ha resultado ser nuestra auténtica amenaza. El coronavirus de marras ha conseguido sin embargo que seamos capaces de identificarnos con cualquier ser humano independientemente de su nacionalidad o color siempre y cuando su país haya sido azotado por la epidemia. Nos alegraríamos de que la vencieran pues eso significaría que nosotros también podemos. Ya no nos producen rechazo los chinos porque ahora cualquiera de nosotros podemos estar infectados y transmitir el virus. Y nos importa más cerrar las fronteras ante alguien infectado que ante alguien libre del virus que proceda de un país tercermundista. Que no nos quepa ninguna duda, sin embargo, de que en cuanto todo esto pase volveremos a las andadas.
En cuanto a tu lectura, los escritores reviven cada vez que son leídos y tu has revivido a Canetti al leer esa primera frase y las que la han ido siguiendo.
Supongo que para cuando leas este comentario ya habrás visto El séptimo sello, dada la confabulación que ha orquestado el mundo para que así sea.
Un abrazo
No está nada mal esa vista, en esta situación uno ha de aferrarse a todo aquello que le procure un bien, como contemplar las montañas. Afortunadamente mis hijas me procuran muchos momentos divertidos, todo hay que decirlo.
EliminarHace un rato que te comenté sobre Valeria Luiselli, es muy acertada tu frase sobre lo laboriosa que es la humanidad levantando muros frente a otros semejantes más desgraciados... y lo incompetentes que somos para poner barreras al dichoso coronavirus, desde luego es así.
Pienso más o menos como tú, volveremos a las andadas, y seguiremos devastando el planeta y contaminándolo como antes, segurísimo.
Canetti, en cuanto a novelista en Auto de Fe, podría decirse que no es un escritor fácil, hay que encontrar el momento y el ánimo.
Ya he visto el Séptimo sello, tiene imágenes perturbadoras, y un mensaje poderoso, el mundo es un conflicto para el ser humano.
Un abrazo.
lo leí hace tiempo, con él siempre me quedó la sensación de que leyendo los comentarios sobre el libro, yo no veía lo que esos otros veían: Hoy leyendo a Michón, decía que todos somos poetas porque creamos un poema cada vez que leemos unos, solo unos pocos que busca y creen poder encontrar la clave secreta, el password diría yo jajaj, son los que leen poesia pura. DIcho esto supongo que es necesario decir que menos mal que no se parece cada interpretación del libro, sino pareceríamos críticos de libro de escuela de literatura, de SENDA, probablemente,;)(reconozco odiar a mis profesores de literatura)
ResponderEliminargracias
cuidaos
La lectura de un libro es una experiencia íntima, singular dentro del mundo que habita en cada uno de nosotros, desde esa particularidad observo lo que tú cuentas de los libros, o lo que éstos cuentan de ti, a mí me pasa igual, no, no hacemos críticas académicas... o como quiera que se llamen, contamos lo que nos cuenta el libro, respecto a tus profes de literatura... supongo que algo bueno sacarías, es eso de darle la vuelta a la tortilla, ¿no?
EliminarCuídate mucho, Wineruda. Gracias.
Espero que a estas alturas ya hayas visto la película, vaya cúmulo de coincidencias. Debe ser el espíritu de Bergman desde algún universo paralelo. Y hablando de paralelismos entre el contexto y el propio contenido de la obra de Canetti y nuestra Europa, es algo que da mucho miedo. Dicen los gurús del aislamiento que lo importante es el presente, que no hay que dedicar ni un minuto a pensar en un futuro que de todos modos no podemos controlar. Pero mira que es difícil.
ResponderEliminarDisfrutemos en cualquier caso de este viernes de santidad tan extraña.
Un abrazo.
Y por cierto, te estaba leyendo mientras escuchaba a un músico africano Oliver "Tuku". Lo digo porque sé que te gusta explorar en las músicas del mundo y si no lo conoces, te lo recomiendo. Así creamos paralelismos más positivos.
Lo primero, apunto ese músico africano que tan buena pinta parece tener, y muchas gracias por el soplo, ah, y no te equivocas, explorar músicas me fascina.
EliminarComo ya contesté a Lorena, sí, la película la vi hace unos días, Bergman era un tipo intenso por dentro, aunque pareciese gélido por fuera, así es su cine.
La verdad es que no soy una persona que viva instalada en el futuro, ni antes ni ahora, siempre he tenido más la conciencia y el ánimo en el presente, aunque a veces es inevitable no irte a un futuro hipotético, el pensamiento es más caótico que estable.
Canetti es un magnífico autor para constatar la complejidad de Europa.
Voy a ver si escucho a este africano. Gracias, Gerardo,
Cuidaros.