A pesar de la política y
la hostilidad imperante, incluso a pesar de los bombardeos y las tragedias que
nos oprimen el alma, a pesar de todo esto, permitidme que comience, aunque sea
una vez, con un final feliz.
Sí, mañana será todo
igual, las bombas caerán sin piedad, volveremos al ring político y el insulto,
lo sé, pero aunque solo sea por esta vez, durante unos minutos…, un final feliz.
Falta nos hace.
Feliz año
lunes, 9 de enero de 2023
Unas notas de días atrás…
En la mesilla del
dormitorio reposan un par de libros de los que leí algunas páginas por la noche
(hace ya algunas noches).
"La serpiente de oro"; Ciro Alegría. "Más allá del bien y del mal;" Nietzsche.
Tal vez sea extraño leer “Más allá del bien y del mal” (Nietzsche) en
tiempos navideños, pero en tales fechas, cuando muchos se entregan a ciertas
acciones bienintencionadas (nunca está de más) y otros tantos siguen haciendo
el mal, me acordé de Nietzsche, que no está, al menos en este libro, ni en el
terreno del bien ni en el del mal… sino más allá.
Después pasé a una lectura más
auxiliadora, la novela que tengo entre manos; “La serpiente de oro” de Ciro
Alegría, alterar este orden antes de dormirse sería contraproducente, no dejes
que Nietzsche te acompañe el último, él no te entregaría a los brazos de
Morfeo, más bien te dejaría frente al abismo, y uno necesita serenarse antes de
dormir, mejor Ciro Alegría, máxime con ese
apellido (Alegría) que le daría urticaria al filósofo alemán. Eso sí, me quedé con una frase magnífica de Nietzsche.
A veces escribo con
música clásica de fondo, seleccionando un compositor u otro según mi ánimo.
Con los días otoñales
o invernales prefiero piezas de aire melancólico, y en esta lid muchos músicos del
Romanticismo y el Impresionismo (s. XIX hasta principios del s. XX) poseen
algunas composiciones magistrales.
Quizás Chopin sea el
melancólico por antonomasia de todos ellos.
Estaba con Debussy,
uno de mis predilectos, es inspirador, también lo creía Marcel Proust cuando
escribía escuchándolo, pues afirmaba que su música le resultaba muy provechosa.
Después de un buen
rato con Debussy he pasado a Erik Satie y su deliciosa “Gymnopédies”, y con ella continuo. Pongo la música a bajo volumen, como el
rumor lejano y placentero de un oleaje.
Erik Satie, “Gymnopédies”
Tomé un café sobre las 7:30. Al abrir el balcón ha penetrado una densa
niebla.
Foto, Paco Castillo
He ahuecado los labios
para exhalar el vaho, como hacía de pequeño imaginándome con un cigarrillo, o
empañando las ventanas del autobús escolar. Luego he cogido la bolsa en donde
tengo pedacitos de pan, y al correr la cristalera los gorriones se han apostado
raudos debajo… ya lo saben, recibieron su lluvia de migas en animado jolgorio.
Ahí los dejé, parecían chiquillos alborotados en el recreo.
Y así, envuelto en la
bruma, salí después al campo. Con esta atmósfera brumosa de horizontes un tanto inciertos, consideré apropiado llevarme Aldous Huxley y la "Filosofía perenne".
Se asemejaba el paisaje
a un boceto de contornos desdibujados, predominando los tonos parduzcos y grisáceos.
Me recordó a una pintura de Turner, o mejor aún, de John Constable, que era más
paisajista que Turner, y además miraba a las nubes tanto como yo.
Grandes bandadas de
jilgueros y verdecillos asaltan las eras y caminos, cual bandoleros de Sierra
Morena, alterando la uniformidad cromática, dándole un sutil toque naíf al
cuadro de Constable que es el campo en neblina, me gusta.
Los días pasados arreciaron
las lluvias gracias a los vientos ábregos del Atlántico, que ya referí.
Como la mirada se me
va de los charcos a las nubes, y de éstas vuelta a los charcos, advertí en uno
levísimas y diminutas ondas; dos insectos a la deriva, parecían Ephemeras
(mariposas efímeras).
Estaban a punto de
morir ahogadas, nada nuevo.
No me canso de repetir
que en el campo me topo siempre con esa
secuencia de “El séptimo sello”; una partida de ajedrez entre la vida y
la muerte, la muerte va cobrándose sus trofeos, y la vida, a veces, esquiva la
fatalidad hasta el siguiente lance.
Esta vez intervine yo
en la contienda, y adiviné el jaque inminente de la muerte a las efímeras. Pero
ya veremos el próximo movimiento en el tablero…
Así la cuestión, las
saqué cuidadosamente y las puse en un tronco de retama, esperé unos segundos a
ver si reaccionaban… y sí, comenzaron moverse por el tronco, eureka.
Reincidí alterando el
guion escrito por la Naturaleza, pero solo borré un par de líneas, nada más, en
lo sustancial apenas variará. Añadí a las ya fugaces vidas de estos seres algún
aleteo más.
Proseguí un tanto
meditabundo con mi reciente acción, y a cuestas con “La Filosofía
Perenne”, de Aldous Huxley.
Leyendo por el campo
sigo, en cierto modo, el ejemplo de Huxley, cuando éste paseaba por el desierto
de Mojave (allí se fue a vivir) ojeando sus lecturas, pues decía que le inspiraba
leer en el desierto, tan simbólico y bello para él. Lo mismo yo en el campo.
Es muy posible que
Huxley se llevara una de sus lecturas favoritas; “El Libro Tibetano de los Muertos”, quizás quería impregnarse de esa serena mentalidad tibetana ante la muerte,
libre del desgarrador paroxismo que aquí vivimos.
Abrí "Filosofía Perenne" y me puse a
leer…
En referencia a este
texto del filósofo Chuang Tse que selecciona Huxley, supongo que éste (Huxley) escribe la palabra Dios para que los lectores (a buen seguro sus coetáneos
occidentales), se sitúen mejor en la idea que pretende transmitirles con el
fragmento… lo digo porque Chuang Tse nació entre los años 369 y 290 a. C
(a quien se le atribuye uno de los textos fundacionales del taoísmo; el Libro
de Zhuangzi, siglo IV a. C), y ese Dios cristiano que el lector pueda tener
en mente ni estaba ni se le esperaba hasta varios siglos después. Pero Huxley puede permitirse esta
licencia para una mejor captación del fragmento por parte del lector, faltaría
más.
Dicen los estudiosos
del remoto Chuang Tse, que la principal característica de su obra es el
escepticismo. En ese sentido rescato un significativo pasaje en una de sus
obras:
- Zhuangzi le expresa
lástima a un cráneo que ve tirado al lado del camino. Zhuangzi lamenta que el
cráneo esté ya muerto, pero el cráneo le contesta, "¿Y cómo sabes que es
malo estar muerto?" -
En esa página 148 del
libro tenía guardada una hoja con ciertas notas de Rose Ausländer (Chernivtsi, 1901-Düsseldorf, 1988), aquella deslumbrante poeta
ucraniana.
Pensad que yo había
rescatado a unas ephemeras, cuya vida más larga es al estar en crisálida bajo
tierra, precisamente ahí parecen más muertas, y cuando están más cerca de la
muerte es estando pletóricas de vida ya en el exterior, volando bajo el cielo.
Y estas notas de Ausländer dicen así:
“No te preocupes por
mi muerte. Yo viviré también bajo tierra. Ella me alberga, me guarda en su
respiración, juntas crecemos.”
“Escribe tu propio
mundo, hasta el final, antes de que el mundo te prescriba.”
Rose Ausländer
Hmm, no sé… tal vez un
amanecer más para estas efímeras sea casi una eternidad.
Sopla una brisa fresca, el paisaje me envuelve con
sucesivos y magníficos claroscuros por el vertiginoso desplazamiento de las nubes sobre mi cabeza, para esto existe una palabra en gaélico (nosotros no tenemos): rionnach maoim.
Parece que las nubes se hubieran
contagiado de nuestro trajín navideño, cuando miles de viajeros acuden a
reunirse con sus seres queridos.
Así me imagino a las
nubes, viajando por encima de montañas, ríos, pueblos, rascacielos urbanos,
solitarias dehesas con el pastor y su rebaño, centros comerciales atestados de
coches y gentes apresuradas, comprando esto, aquello y lo otro, edificios parlamentarios llenos de diputados
haciendo ruido con mensajes sin contenido, y parques infantiles vacíos de niños
y silenciosos, aunque llenos de hojas marchitas y mensajes con contenido…
A saber a qué parajes
remotos se dirigen las nubes, pero de algún modo van atravesando nuestra vida
con esas luces y sombras sobre el horizonte... justo como contemplo ahora mismo
en los páramos rebosantes de verdor.
De tal suerte que; ora
camino por la oscuridad, ora por la claridad.
Las nubes te ofrecen
sus conocimientos de la existencia, lo hacen a través de reveladoras metáforas,
solo tienes que observarlas atentamente.
Sobre este y otros
tantos escenarios uno ha de transitar las luces y las sombras.
Por momentos las nubes
cubren todo y reina lo sombrío, para dar paso a un claro que se va ensanchando
y llena la realidad de matices y
texturas.
La luz trota veloz por
los páramos y la múltiple gama de verdes resplandece con destellos en todas las
direcciones.
Claridades que
resaltan las montañas en la lejanía en una visión idílica.
Sombras que vuelven a
oscurecer el panorama. Pero he de continuar
hacia delante, seguir caminando.
Las lluvias han dejado varios charcos, si me acerco y agacho hallo la tragedia
flotando suavemente, si me levanto y doy unos pasos atrás, sus aguas se
convierten en un bellísimo reflejo, mostrándome un trozo de cielo azul
radiante, es la vida misma opacando la muerte de hace unos instantes.
Nubes que llegan y se
marchan galopando en el horizonte, luces y sombras entre el cielo y la tierra;
es trágico y es bello.
Es la vida...
Seguiremos caminado en este 2023. Os deseo buen año.
Yo, caminando a lo largo del sendero...
P.D., Todas las fotos son autoría de Paco Castillo.
viernes, 4 de noviembre de 2022
Noviembre
Foto, Paco Castillo
Ha escampado ligeramente y la
lluvia matinal de hace unos instantes (por ayer) me ha dado una tregua. Hoy se
parece mucho más al otoño; estación que a estas alturas del año no termina de
presentarse con todas sus credenciales. De momento está siendo más un
"veroño" (que dicen) que un otoño.
Salgo a la calle. Un viento cimarrón sacude mi flequillo y lo ha virado hacia la derecha, ¡Dita sea!, espero que no sea
un mal presagio...
Si fuese un marino me pondría a
contar ahora los designios que traen los vientos, pero no soy marino, y no me
gustaría serlo, pues en las novelas que he leído sobre ellos… las pasan
canutas.
Hace unos años leyendo a Herman
Melville, hablando de marinos… ya os imaginaréis el título. Foto, Paco Castillo.
Escuché a la mujer del tiempo
que este viento bravucón en la meseta central, se ha escapado delOcéano
Atlántico, entrando por Galicia y las costas portuguesas con sus pueblos de
pescadores, este viento... aquellos vientos que hacían naufragar y morir a los
pescadores lusos en la bellísima novela deRaul Brandao, inundando las
villas marineras de esposas casi fantasmales, soportando la penitencia bajo el
severo negro de sus vestiduras hasta el fin de sus días.
Hoy el viento de aquí, tierra
adentro, lo que hace naufragar son innumerables hojas amarillentas. Tendríais
que ver el espectáculo que contemplo ahora, una ventisca arremolina y esparce
las hojas por doquier.
Foto, Paco Castillo
La ventolera ha despojado con violencia las hojas de los
árboles, y éstos también se ponen de luto a su manera, mostrando las ramas
desnudas, huesudas, como si todo el árbol fuese un esqueleto lleno de fémures,
costillas y tibias que castañean en el roce mutuo por mor del viento.
Foto, Paco Castillo
Estando así las cosas, me ha
acompañado al campo un libro donde el Viento también me habla, no en
vano le ha dado voz el poeta Miguel Hernández; “Viento del pueblo”.
No creáis que por estar guardado en un libro este viento es menos rebelde, de eso
nada.
"Viento del pueblo" (Miguel Hernández). Fotos, Paco Castillo
Arriba he citado a la mujer del
tiempo, anunciaba ella con unas isobaras que este viento potente ha nacido en
el océano...
Yo de joven quería ser un hombre
del tiempo (verídico). Escuchaba muy jovencito a Mariano Medina, y sobre
todo a Pilar Sanjurjo pronunciar palabras que, al margen de conocer o
ignorar su significado, encontraba bonitas (pudiera ser por la musicalidad de
su acento gallego).
Ahora sé casi todos esos
significados, los he aprendido porque deseaba conocer que hay detrás de
esas palabras evocadoras junto a las que crecí.
“Vientos ábregos”, refería Pilar
Sanjurjo, y yo escuchaba cautivado su voz cuando lo pronunciaba. Ábregos;
los vientos llovedores que así conocen los agricultores, pues portan la
ansiada lluvia otoñal que será providencial para la Sementera (las
tierras cultivadas).
Entrañable Pilar Sanjurjo,
descanse en paz.
Sí, emprendemos la niñez junto a
ciertas palabras, vamos creciendo en compañía de otras tantas, y moriremos con
algunas, pocas, muy pocas, ya no harán falta muchas palabras para explicar...
casi nada. Acaso unas pocas donde esté casi todo; "Te
quiero". Si pronuncias esto a un hijo, hija, madre, padre, pareja, ya
le habrás dicho prácticamente todo, o todo, lo que tenías que decirle en la
vida, quizás no sea la única vez que lo hayas dicho, pero sí es la última vez
que lo dirás…
La profesión del hombre y mujer
del tiempo es bella y extraña a la par; asistimos con expectación y entusiasmo
al pronóstico del tiempo, es decir, aquello (el tiempo) que en definitiva nos
va exprimiendo la existencia, es un oficio muy metafísico, sin duda.
Los más
de doscientos años de este enorme pino… se hicieron añicos en segundos, lo
fulminó un rayo, yace ante mí. Vivir es pura contingencia, riesgo permanente a la vuelta de la esquina. Foto, Paco Castillo
Os aseguro que ni por asomo venía
hoy a escribiros esto.
Foto, Paco Castillo
Yo pretendía comentaros sobre un
poeta chileno (omitiré su nombre), incluso ya tenía casi lista la entrada. Pero al salir
de casa el viento enfurecido me ha deshojado todos los pensamientos, como si fuese también un árbol a su
merced.
¿Los habrá retornado al mar de
donde partió?
Cabo Peñas, Asturias, 2022. Foto,
Paco Castillo
Si alguna vez el viento os roba
los pensamientos, sabed que van a parar al mar.
Al mismísimo Faro de Cabo Peñas me
llevé “El viejo y el mar” de Hemingway, un marco perfecto para su lectura. Foto,
Paco Castillo
“Decía siempre la mar. Así
es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren
hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer.
Algunos de los pescadores más jóvenes (…) empleaban el artículo masculino, le
llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o
aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como el género femenino y como
algo que concedía o negaba grandes favores (…)”.
El viejo y el mar. Ernest Hemingway
El mar está lleno de pensamientos
náufragos que le regalan los vientos, de eso escribió Hemingway, yHermanMelville
con su Capitán, Ahab, o Ignacio Aldecoa en “El Gran Sol” y por
supuesto Raul Brandao con “Los pescadores”.
Vendrá el verano y el Tiempo nos
concederá el sol, entonces mis hijas volverán a correr tras las olas de la
playa. Llegará el invierno y los niños se lanzarán bolas de nieve.
Mi hija pequeña en aquella memorable nevada, cuando recién estaba comenzando... Foto, Paco Castillo.
Mas, entre
corretear las olas y hacer bolas de nieve, pasa el Tiempo, y los hombres y las
mujeres del tiempo pasan, pasan con él. Y sucede igual con las mujeres y los
hombres que no trabajan con el Tiempo; pasarán, porque el Tiempo sí trabaja con
ellos…
Me hubiese
gustado ser un hombre del Tiempo, oficio hermoso y a la vez extraño que refería.
Y así os
anunciaría que en la mañana los vientos traerán “un tiempo para construir”, y
al atardecer un “un tiempo para derrumbarse”
Y al día
siguiente vendrá un frente con “un tiempo para reír”, al que seguirá “un tiempo
para llorar”.
Pues hay,
como dicen The birds en la canción, “un tiempo para cada propósito bajo el cielo”, hasta el
día que nos marchemos y cada uno se guarde su último propósito…
domingo, 25 de septiembre de 2022
Romeo y Julieta fugándose en Amazon Prime…
Permitidme que vaya saboreando un café (solo, sin azúcar) mientras voy contando lo que sigue.
Quería aparecer sobre el metafórico cadáver de este
inmisericorde, abrasador verano, después de poner unas margaritas resecas, marchitas, encima de la tumba simbólica donde yace, sin oraciones, sin pena
alguna.
Perder de vista esos cielos oxidados, sucios y terrosos por la
calima sahariana.
Desaparecí en primavera. Ya es otoño.
Viviendo cerca del campo, no sería raro que sobre vuestras
cabezas se posase alguna hormiga de alas estos días de bruscos chaparrones, que
dan paso a un sol radiante y cielos despejados, es entonces cuando miles de
ellas se entregan al ritual nupcial surcando los cielos; sí, vuelan buscando
copular.
De ahí que en mi caminata campestre observara una caótica
coreografía aérea, pues bandadas de tordos, gorriones, verderones, urracas y
otros pájaros se entregaban ansiosos al proteínico festín en estas mañanas
septembrinas. Hay aprovechar cualquier oportunidad a las puertas del otoño.
Dichas hormigas también deambulan por la tierra, parecen
borrachas desplazándose vacilantes, tanto es así que basta agacharse frente a un
charco para constatar la tragedia… decenas de hormigas sobre el agua, muchas,
ya sin vida, flotan suavemente entre espigas resecas y pétalos de flores estivales que arrastró la
tormenta.
Ya no hay nada que hacer...
Otras sin embargo mantienen todo el vigor del que son capaces, agitándose
desesperadamente para llegar a la orilla y salvarse.
No puedo evitarlo… tiendo en el agua mi palma, como si fuera el
barquero “Siddhartha” (novela de Herman Hesse) cruzando a los peregrinos de una
orilla a otra. Encima de mis líneas (esas que según los videntes llevan escrito
el destino) recalan aquellas que aún tenían fuerzas para vivir.
Las he dejado en tierra firma y han hecho eso; buscarse la vida.
No obstante, en cuanto a los machos hormiga, el tiempo para buscársela
será efímero, morirán a los pocos días de haber copulado. No así las hembras,
con una andadura mucho más larga; ellas sentirán los primeros frescores
otoñales, sobrevivirán a las escarchas y heladas invernales, probablemente las
alcanzará la catarsis primaveral aún despiertas… es el guión que les ha repartido
la Naturaleza.
Pero siempre acontece el acto final. Unos y otras,
inevitablemente, llegarán al término del camino.
¿Qué creación viva fue diseñada para la eternidad?
Aspirar a ella es nuestra condena y gloria al mismo tiempo.
Una hormiga de alas vive poco, aunque en la libertad de una
existencia sin disquisiciones.
Yo vivo muchísimo más, pero encarcelado por mis pensamientos,
reo de esas aspiraciones imposibles que han nutrido a la buena poesía. La
Naturaleza va contrapesando todo, a ellas y a mí.
Podemos empeñarnos en exhibir nuestros logros, monumentos y
grandezas, pero todo acabará sepultado por los hielos, enterrado por los barros
en gélidas estepas, como refleja William B. Yeats:
Por cierto, este
socorro a las hormigasya lo hice meses atrás con renacuajos ante el
preludio de un dramático desenlace… pero lo dejaré para otra entrada.
Según las normas del buen naturalista, no debemos alterar el
orden sobre el terreno, pero a veces me permito ciertas licencias, y ya no me
veo como persona, sino un animal más, como un ser vivo que se une a otro en una
especie de alianza por la supervivencia.
Tal vez esas hormigas fuesen el alimento de algún mirlo, pero
viendo como estaba el panorama, sé que el mirlo, o la urraca, o la abubilla
tendrán bastantes más ocasiones al margen de perder ésta, no hay más que mirar
alrededor.
Por el contrario, si yo no brindo esta acción salvadora a las
pocas afortunadas, no existirá un nuevo amanecer para ellas, ya no habrá más
oportunidad.
Aunque lo mejor me esperaba al final...
Estando ya prácticamente en la linde del campo, a punto de abandonarlo, y aproximándome a
una apartada urbanización de suntuosos chalets, veo llegar una furgoneta de Amazon Prime
a las lujosas viviendas, advierto que el mensajero, sin bajarse del vehículo,
me lanza una furtiva mirada, sin enojo, más bien nervioso…
Sus ojos amerindios escrutan los alrededores, como si desease no encontrar un alma en el lugar, y efectivamente no la hay, excepto quien esto escribe.
Repentinamente sale una chica de rasgos latinoamericanos, igual
que el mensajero de Amazon (de hecho, parecidos a los de mi mujer, peruana para
más señas), y entiendo ipso facto aquel mirar angustioso del muchacho.
Aquel joven mensajero no iba a entregar nada... pero recibiría todo.
Sabedora de que su enamorado arriesga el sustento contraviniendo
una norma fundamental de la compañía, la joven sube rauda a la furgonetay, con la misma fugacidad, se besan en los
labios abandonando ambos aquel lugar donde las hormigas aladas copulan en el
aire, y acaban muertas en charcos llenos de pétalos…
Quise tranquilizar al muchacho aparentando total indiferencia
(que en absoluto sentía) y haciéndole notar mi desinterés (pero cuánto me interesaba...) mirando a las hormigas del cielo.
No se lo dije al chico, pero sí a mí mismo en conversación
imaginaria con él:
-Tranquilo chaval, gustosamente haré mutis por el foro, el
gigante Amazon no sufrirá undescalabro
económico porque uno de sus empleados (seguramente mal pagado), lleve a su
chica hasta la parada más próxima…
No te inquietes, no apuntaré la matricula ni llamaré a Amazon,
me has regalado una bella historia, no permitiré que mañana haya dos cadáveres
flotando en un charco, moviéndose juntos, suavemente, entre pétalos y unas
pocas alas que ya no vuelan.-
Todas
las fotografías realizadas por Paco Castillo
Y así voy acercándome a casa, tratando que el recordatorio de
comprar unas manzanas que pidieron mis hijas, no saque a empujones el
pensamiento de esta escena shakesperiana.
Apresuro el paso en esta mañana de septiembre, quiero llegar a
mi escritorio y contar como este Romeo y Julieta del S. XXIsalieron veloces
custodiando su amor en una furgoneta de Amazon Prime…
Bien pensado, tenía que haber apuntado la matrícula, y así
responder a esos formularios de satisfacción del cliente:
¿Qué tal le pareció la entrega?
Y yo, reteniendo en la mente la escena del mensajero y su novia,
cual Romeo y Julieta en tierra de nadie, pero besándose bajo un cielo de todos, añadiría, sin más:
La entrega me ha parecido TOTAL…
Secuencia de Romeo y Juieta (1968), dirigida por Franco Zeffirelli (me versión preferida)...