Ayuso
Ayuso ha sido la mejor jugadora de
póquer en esta partida por el feudo madrileño, si todos iban con su farol o
embuste, el de Ayuso ha sido el mejor, si todos iban con un as en la manga, el
de Ayuso ha sido también el mejor.
Cuando salí ayer de mi colegio electoral, voté junto a mi mujer casi a las 19:00 h (exactamente a las 18:50), nos sorprendía gratamente la altísima participación comparada con los comicios anteriores, y muy especialmente la participación en ese sur obrero y humilde de la Comunidad, lo que alentaba mis pronósticos en favor de un resultado ajustado entre el bloque más a la izquierda y el de la derecha, con Ayuso y Vox (excluí a Cs, que ya daba por desaparecidos de Madrid).
Mi mujer y yo no somos votantes de
la derecha, nuestros votos se repartieron entre la señora Mónica García, de Más
Madrid, y Gabilondo, del Psoe. A ninguno de los dos nos terminaba de convencer
Pablo Iglesias, aficionado también al “ruido” como los voceros de las derechas,
me cansa eso de estar siempre a la gresca.
Mi desconcierto fue in crescendo al comprobar que ese ansiado voto del sur obrero, los más precarios, el de la población con las rentas más bajas, fue a la derecha, así es, lo acaparó Ayuso como demostración de lo efectivo que ha sido su discurso, magistralmente dirigido al corto plazo, a las sensaciones y emociones del momento, al hartazgo de las restricciones pandémicas, contraponiendo esas restricciones al placer de tomarse unas cañitas en la terraza, salir con los amiguetes de copeo y aperitivos, tomar unos calamares y mover el body en la discoteca, “por que nos da la gana”, y punto, decía Ayuso en un mitin.
Y eso ha calado en el sufrido y
cansado madrileño de la pandemia, sobre todo en los humildes del sur, bastante
más sufridos y cansados que los del barrio de Salamanca.
Ayuso sabía muy bien hacia dónde apuntar, no era a las necesidades cruciales de Madrid con la sanidad a la cabeza; tomar unas cañitas y vermout en una terraza no es una necesidad esencial, sino a los deseos inmediatos, más viscerales y primarios, su discurso se ha elaborado apelando a esos sentimientos y emociones que brotan a flor de piel.
Lo paradójico, siendo el PP un
feroz enemigo de los populismos, es haber aupado con Ayuso uno de los discursos
más populistas que se recuerdan en una campaña madrileña, y si apelar a la
libertad, en plena pandemia y emergencia sanitaria, de tomarse unas cañitas
porque me da la gana, reunirme con mis colegas porque me da la gana y de
bailar en la discoteca por que yo lo valgo y que se joda el virus, si eso no es
populismo… entonces no sé en qué planeta habito.
Hace días me leí los programas
electorales (sí, lo hago) de las formaciones en litigio, puse especial interés
en las medidas en Medio Ambiente, las del Psoe estaban casi al principio del
programa, eran extensas. Las de Más Madrid eran igualmente muy extensas.
Como ya intuía antes de encararlas, las medidas medioambientales de la derecha eran poco menos que una broma de mal gusto (¿Cuándo carajo le importado a la derecha los árboles, los bosques, ríos, las aves, el aire limpio, etc, etc?), el apartado medioambiental del PP de Ayuso estaba arrinconado al final, creo recordar que la medida estrella, entre lo exiguo de propuestas, era plantar 500.000 árboles, lo anecdótico es que esto ya se planteaba pues Filomena destruyó tropecientos mil.
Pero ahí no acaba la cosa, yo ya
me sé eso de los árboles en mi rico y rutilante municipio, Pozuelo, feudo
indiscutible de la creme de la creme pepera. Resulta que ahora van a construir
la enésima urbanización de lujo en un área de gran valor ecológico, nada menos
que Montegancedo, arrasarán miles de Pinos centenarios, encinas y otras especies arbóreas,
de hecho lo harán más pronto que tarde pues el proyecto se aprobó. Esto de
arrasar grandes masas forestales para levantar urbanizaciones elitistas que
solo una minoría puede permitirse ya es practica antigua en mi municipio.
De nuevo el ladrillo, ladrillazo
por aquí y ladrillazo por allá, esa manera de enfocar que tiene el pp las
políticas municipales, en cuanto ven zonas agrestes y boscosas, campos idílicos,
sus ojos los transforman en apabullantes urbanizaciones, complejos turísticos y
centros comerciales, por cada pino centenario o encina ven en sus bolsillos “money” contante y sonante. Eso de observar
volar milanos negros, reales, alcaudones, etc, es para cuatro estúpidos románticos,
eso no da un euro, a ver si os enteráis, el progreso es otra “cosa”.
He ahí la trampa, Ayuso plantará
500.000 árboles y dentro de unos meses, con el beneplácito de su alcaldesa del
PP, se arrasarán 650.000, me salen
números rojos medioambientales.
El progreso, (sacrosanta palabra) en la derecha consiste en llenar de cemento y contaminación áreas en donde antes había naturaleza, vida animal y aire más o menos respirable. Se elimina a los productores de oxígeno para sustituirlos por productores de contaminación, eso siempre estuvo en las políticas de la derecha, no me invento nada.
El pueblo madrileño ha elegido.
Han considerado que lo primordial ahora es tomarse unas cañitas en la terraza, mientras calienta el solecito primaveral, y luego por la tarde, porque me da la gana, me echo un bailecito.
Y todos gritan Libertaaaad, como el William Wallace de Brave Heart, todo muy cinematográfico.
Respirar veneno en la Gran Vía madrileña ahora no es importante, estamos en otras cosas, los jóvenes franceses que acuden al reclamo de la fiesta madrileña lo saben bien, lo que importa es el ahora, y mañana a otra cosa mariposa.
¿Y el medio ambiente?
¡Pero si están los campos
verdísimos y llenos de flores!, piensan tantos madrileños con su tapa de calamares
y cañita en las manos, qué grande es Ayuso dicen al sol de la terracita
primaveral, mientras degustan una ración de patatas bravas.
Por cierto, hoy no hay una sola nube por aquí, parece que han puesto pies en polvorosa…