Los gorriones son los niños del aire…
Viendo esa foto de cabecera en mi blog, ese gorrión al aire, tiene sentido que escriba estas líneas aquí.
Os cuento.
A pesar de haberme criado y residir cerca de Madrid, en la
zona noroeste a unos trece kilómetros de la capital, vivo en un lugar
totalmente rodeado de montes, campo, arroyuelos (ya casi ninguno) y con la
sierra de Guadarrama a la vista.
Todos mis amigos, cuando éramos niños, sabíamos
diferenciar un gorrión (el común y el molinero, hay tres variedades más)
de un pardillo, un verdecillo de un verderón, un herrerillo de un carbonero
común, una golondrina de un vencejo, un picapinos de un pito real, un mirlo de un estornino, una urraca de un tordo, un jilguero de un petirrojo y de un pinzón,
identificar una abubilla, un abejaruco, una alondra, una perdiz, una lavandera
blanca (también llamada aguzanieves, es uno de mis pájaros predilectos), y ni
qué decir de las cigüeñas, las grullas, las rapaces… en fin, podría seguir y
seguir.
Lavandera blanca. Foto P. Castillo
Urraca. Foto P. Castillo
Petirrojo. P. Castillo
Pues sigo. También me gusta otro que por su plumaje de
humilde vistosidad, (no sé por qué son los que más me atraen…) considero que ha
sido compensado con uno de los nombres más bonitos entre sus congéneres, el
Escribano Triguero. Dos preciosas palabras hermanadas para nombrarlo.
Escribano triguero. Foto P. Castillo
¿Y por qué comento esto?
Pues resulta que desde hace algunos años, muchos científicos vienen alertándonos sobre la dramática disminución de numerosas
aves que siempre han estado en nuestras ciudades, aunque sin prestarles
atención. Pero también sucede en los entornos rurales y el campo. Igualmente
preocupante son las alteraciones en sus patrones de conducta, por ejemplo las
migraciones.
Foto P. Castillo
Ya suelo ver
abubillas en invierno, cerca de donde vivo. Hoy mismo, a las puertas de
diciembre y con estas temperaturas inusualmente cálidas, me he cruzado con unas cuantas mariposas de la
col. Algo casi imposible de observar en los paisajes, ya casi invernales por
estas fechas, de mi niñez.
Dramático es el caso de los gorriones, las golondrinas y
los vencejos, aunque no son los únicos.
España ha perdido 25 millones de gorriones desde 1998, un
descenso del 17%.
Gorrión molinero. P. Castillo
En cuanto a las poblaciones de golondrina, la reducción se
calcula en un 44% y 13 millones de ejemplares. Por su parte, el vencejo común
ha perdido 11 millones de aves, un 33%.
Golondrina. P. Castillo
Peor están las cosas en Londres, allí ya resulta difícil
ver gorriones en las calles.
Una situación similar a la capital británica la padecen Dublín,
Berlín, Hamburgo, Praga, Moscú, San Petersburgo y algunas más, pues es un
síntoma generalizado en la Europa Postindustrial.
Si miro alrededor tampoco debería sorprenderme esto.
Contaminación densa. P. Castillo.
Mientras la contaminación nos va matando lentamente con
total impunidad, nuestros gobiernos y nosotros como sociedad, nos partimos el
brazo discutiendo por “esas otras cuestiones”
a las que otorgamos una importancia preponderante para nuestras vidas… y
se lo hacemos ver al resto colgando en los balcones unos trozos de tela
coloreados, que representan no sé qué esencia… y charlamos de esto y aquello.
Ojo, que no pretendo banalizar la problemática política que sufrimos, de este
esperpento que han creado unos y otros dirigentes, ineptos por igual, se
derivan consecuencias palpables gravísimas como la fractura social y la
creciente xenofobia.
Pero, inexorablemente, el veneno silencioso nos
va exprimiendo la vida. Cada día un poquito más…
No hace tanto que admiraba a los bellos ejemplares de
ratonero común y milano, los menciono porque suelen acompañarme en mi rutina
andariega por el monte cercano, surcar cielos claros y limpios, como las aguas
de un glaciar alpino.
Ratonero. P. Castillo
Ahora se les puede observar, con más pena que gloria,
atravesar todas esas toneladas tóxicas que flotan en el aire rodeándonos en una
especie de abrazo letal.
Hay un fragmento de “La hoja roja”, libro publicado en
1959 y escrito por Miguel Delibes, lo tengo por ahí, cuya descripción en una
pequeña ciudad de provincias, dice así:
“A mediados de noviembre, como cada año, se desató el
Norte. En unas horas el Parque quedó desnudo y despoblado a excepción de los
gorriones y las urrucas que soportaban impávidos los rigores invernales.
Los árboles, sacudidos por el viento, semejaban una zarabanda de esqueletos
sobre una brillante alfombra de hojas amarillas.”
Señor Delibes, si hoy volviese a escribirlo tendría que
sustituir a los gorriones, sí, oye bien, a los gorriones, por el trino
artificial y metálico de un semáforo en la calle.
Los gorriones nos necesitan. Y nosotros a ellos, en su
compañía el mundo es un lugar menos desolador.
Os dejo con este fragmento del poeta Miguel Hernández… y
los gorriones, claro.
EL GORRIÓN Y EL
PRISIONERO
(CUENTO
INCONCLUSO)
“Los gorriones son los niños del aire, la
chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo
pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el
problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y
revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida,
irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a
lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más
apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con
la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado. (…)”
Gorrión. P. Castillo