P. Castillo

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lunes, 2 de octubre de 2017


“Sobre el gran espejo de la Tierra”

Estamos viviendo unos momentos de enorme inquietud por todo lo ocurrido en Cataluña… 
Me siento atosigado entre banderas de una parte y de la otra que ondean a ver cual luce más grande y vistosa.

Uno quisiera abstraerse de todo esto, ya me gustaría, pero ante hechos de tal naturaleza resulta imposible.

Hay que repensar tantas cosas… cartas, discursos, credos, símbolos, etc, etc. Incluso revisar el significado y el sentido de ciertas palabras, o las palabras mismas, que sirven para reflejar una realidad que tal vez ya no represente lo que somos, y lo que no somos.

Y qué decir de los políticos que nos dirigen, continuamente caen en la incongruencia, peligrosa e insensata, de solucionar problemas creando otros mayores, lo acabamos de ver con esas escenas de violencia, venga de quien venga, que solo hacen abrir más la herida.

En los últimos años, este país ha destinado millones de euros al cemento y el ladrillo, para satisfacer la megalomanía de unos cuantos políticos; aeropuertos vacíos, super circuitos de fórmula uno, flamantes “ciudades de la justicia” cuyos únicos moradores son conejos y matojos, y el catálogo de despropósitos suma y sigue.

Sobran ladrillos, paraguas perfecto de la corrupción, y falta cultura.

Lo buenos pensadores se nos están yendo, y los que vienen detrás lo hacen formados en un sistema educativo empobrecido hasta la vergüenza, ya que nuestros políticos consideran más necesario recortar presupuesto en cultura, cercenar los estudios de humanidades, y gastar millonadas de euros en autopistas de peaje por las que nadie circula.

Así que este mediodía venía caminando por una calle de Madrid, con un libro de poesía en la mano (una autora cubana de raíces gallegas llamada Rita Geada).




Solo he leído el primer poema, mientras andaba, y me doy cuenta de la asombrosa capacidad que tiene la poesía para transformar el “negativo” en “positivo”, como si fuera una fotografía en blanco y negro que al revelarse va mostrando la imagen hasta hacerla reconocible.

Y leía el poema rodeado de banderas asomadas a balcones y ventanas de la capital, pero sin signos de vida interior en las casas… ventanas cerradas, balcones vacíos.

Al terminar de leer el poema, pensaba… no son las banderas las que tiene que hablar, sino las personas.


Leed con atención este poema escrito en el año 2001… porque nos cuenta a todos nosotros, ahora y siempre, y no cuenta ninguna frontera.


Espejo de la tierra

En el juego de las formas cambiantes
Aparecemos y desaparecemos
Sobre el gran espejo de la Tierra.
Contempladores y (o) contemplados,
amantes y (o) amados,
deseantes y (o) deseados
según la trama esté dispuesta.

Con los ojos vendados buscamos afanosamente
la otra parte, la mitad original
perdida en las tinieblas.
Las imágenes se doblan y desdoblan.
Se encuentran o, a veces, creen encontrarse
para desaparecer luego.

Los espejos se multiplican
Como en las corresopondencias gnósticas,
“lo que es arriba es abajo”
o “así en la tierra como en el cielo”.
Lo que “es” rechaza siempre lo que no “es”.

Así, lúcidos o ciegos,
avanzamos por los días y las noches
respirando el aire
de las variadas formas y colores,
integrándonos al proteico juego de las metamorfosis.

Andamos,
         volamos,
                   giramos,
                               nadamos

y lanzados somos
sobre el inmenso espejo de la Tierra
que señala la aventura humana
persiguiendo siempre la unidad perdida.


Mucho ánimo, para todos.