Los seres queridos. Evelyn Waugh
(Inglaterra, 1903 – ibídem, 1966)
Libro. Editorial Anagrama. Compactos Anagrama,
1990. Traducción de Helena Valentí. Diseño de la colección, Julio Vivas.
Portada de Angel Jové. 171 páginas. Narrativa.
Hace poco, cuando leí “Clases de
literatura, Bekerley, 1980” de Julio Cortázar, me llamó la atención la
importancia que para el autor tenía el sentido del humor en la literatura,
elemento que él consideraba minusvalorado por sus colegas contemporáneos. Y me
consta que por muchos de nosotros, los lectores.
Cortázar se esforzaba en establecer una
clara distinción. Una cosa era lo cómico y otra lo humorístico. A sus alumnos
de Bekerley se lo explicó del siguiente modo; no es lo mismo ver una
película de Jerry Lewis (lo cómico), que una de Woody Allen (lo humorístico).
Hay una diferencia sustancial entre ambos
ejemplos, aunque las motivaciones de un público y otro tienen la misma valía.
Con tales consideraciones pasaba una y
otra vez por delante de mi biblioteca pero no veía el momento de complacerme
con la recomendación de Cortázar. Finalmente me acerqué a uno de mis estantes,
en donde tengo reunidos a varios escritores británicos (ellos siempre tan
suyos…), sabiendo que por ahí estaban P. G. Wodehouse y Evelyn Waugh, a su vez
gran admirador del primero.
Al alcance de mi mano, dos de los
representantes más laureados de las letras inglesas en cuanto a sus exquisitas
dotes humorísticas, que ponían al servicio de una literatura de enorme calidad,
como así les han reconocido W. H. Auden, Edmund Wilson, Cyril Connolly, George Orwell,
Aldous Huxley o Ludwig Wittgenstein, por citar algunos.
Evelyn Waugh es recordado por aquí, sobre
todo, gracias a una célebre novela “Retorno a Brideshead”, paradójicamente un
libro que se aleja de su estilo más definitorio, aquel que admiraron los
lectores, críticos y escritores de su tiempo, y en el que más se reconoció su
talento. El humor, el humor negro podría decirse, que utilizaba en forma de
sátira mordaz, cruel a veces, para burlarse y ridiculizar la pompa y el boato
que caracterizaba a la alta sociedad inglesa de su época, patética fachada que
exhibían hasta en las situaciones más triviales. De la que él mismo hizo uso
siempre que lo propició la ocasión.
No obstante, ya se escore hacia un
planteamiento más sobrio (“Retorno a Brideshead”), u otros más histriónicos, lo
que permanece invariable es la pulcritud de su escritura. Una prosa de fina y
discreta elegancia con la que parecen estar dotados los escritores que vivieron
años de estudio y excesos (así lo admitió el autor), en una de las instituciones
más prestigiosas del mundo, la Universidad de Oxford, donde Evelyn Waugh
estudió Historia Moderna.
Esta corta novela que hoy traigo “Los
seres queridos” (“The loved one” , 1948, su título original) es posterior a la
famosísima “Retorno a Brideshead”, y supone una vuelta a los orígenes
literarios que le dieron distinción entre los lectores y la intelectualidad de
la época. Ese humor tan irreverente que asociado al flemático carácter inglés
lo hace tan peculiar y reconocible fuera de sus fronteras.
Como ilustra la contraportada del libro,
esta escritura surge a raíz de un viaje que hizo el autor por los Estados
Unidos:
“En el curso de una gira
de conferencias por los Estados Unidos, Evelyn Waugh descubrió los peculiares
ritos funerarios de las antiguas colonias inglesas de ultramar. El resultado de
la contemplación de este submundo delirante, edificado en los márgenes de la
sociedad de la opulencia para recibir con babilónica grandiosidad a quienes la
abandonan para siempre, fue Los seres queridos, una de las novelas de humor más
negro de la literatura inglesa, en la tradición de Swift. Los cadáveres de
seres humanos y de amados animales domésticos son tratados de la misma manera,
y su último viaje es igualmente fastuoso; en alguna ocasión, como en el caso de
la inefable Aimée Thanatogenos, su cadáver es incinerado con el de sus perros
mientras Dennis Barlow, el joven poeta inglés, alter ego de Waugh, recita
poemas de Poe. Los seres queridos, una novela desopilante, es también una
sátira radical de un mundo que utiliza el dinero para evitar enfrentarse a la
conciencia de la muerte, y maquilla y disfraza a sus muertos hasta convertirlos
en ridículas parodias de los vivos.”
Las experiencias
literarias que voy buscando en los libros no siempre responden a inquietudes
existenciales, a un anhelo metafísico de hallar respuestas, o hacerme preguntas.
El ánimo en su laxitud te
va encaminando ahora hacia una lectura, mañana hacia otra. Reconozco que me he acercado a esta obra
interesado, especialmente, por el tono de la escritura, la prosa de una
generación de autores ingleses nacidos a finales del siglo XIX y principios del
XX, que reflejaban en su estilo un dandismo a cuyos encantos era difícil
resistirse, paradigma de una elegancia decadente pero arrebatadora por su poder
de seducción. Y también, igual que se regula la naturaleza con las estaciones,
mi mente como arcón que va guardando historias, necesita esa transición
literaria para que se asiente en la realidad tal cual es ésta, siempre mutable.
Un buen exponente de este
“dandy inglés” lo refleja Karen Blixen en su magnífica obra autobiográfica
“Memorias de África”, me refiero a Denys George Finch Hatton (persona que
existió), el seductor aristócrata educado en Eton College, quien fue amante de
la escritora danesa en su estancia africana y pasó a la posteridad a través del
libro. (Y la versión cinematográfica. Inolvidables actuaciones de R. Redford,
M. Streep y K. M. Brandauer… Tenía que decirlo).
Evelyn Waugh va alternado
el narrador omnisciente con la voz en primera persona otorgada a los
principales protagonistas, Dennis Barlow (alter ego de Evelyn Waugh) y el resto
de personajes que lo secundan.
Dennis Barlow, poeta
inglés que obtuvo cierto éxito en Europa. Joven aún, desembarca en Los Estados
Unidos para trabajar como guionista cinematográfico en la industria de Hollywood,
una vez expirado el contrato no le es renovado y ha de trabajar en El Más
Dichoso de los Cotos de Caza. Es una empresa de pompas fúnebres especializada
en los ritos funerarios que merecen las mascotas de sus adinerados clientes.
Perros, gatos, algún loro… alguna cabra. Todo gasto es poco para preparar “el
viaje celestial” de sus queridos animales… mascotas cuya sólida moral religiosa
es un valor del que no dudan sus dueños.
Pongo un pasaje que tiene
lugar en el Más Dichoso de los Cotos de Caza. Dennis Barlow le pregunta
a su jefe, el propietario norteamericano:
“Yo me largo – dijo el
señor Schultz-. ¿Le importaría esperar a que se enfríen lo suficiente para
empaquetarlos? Hay que llevarlos a casa, salvo la gata. Está destinada al
columbario.
- De acuerdo señor
Schultz. ¿Qué hacemos con el recordatorio de la cabra? No podemos poner que
está en el cielo moviendo la cola de alegría, porque las cabras no acostumbran
a menear la cola.
- La menean cuando van a
orinar.
- Bueno, pero no queda
bien en un recordatorio. Son animales que no ronronean como los gatos. No
cantan ni trinan como los pájaros.
- Entonces hay que
limitarse al recuerdo.
Dennis escribió: Su
Billy le recuerda en el cielo esta noche (p.113).
Por estructura, estilo y
breve extensión constituye una lectura ágil. Evelyn Waugh no tenía más
pretensión que la de elaborar un retrato hilarante, subvirtiendo lo trágico de
un funeral en una parafernalia grotesca.
No entran los personajes
en monólogos, sesudas disquisiciones existenciales sobre la la muerte, o la “transición al más allá”. Y
ha de ser así, precisamente porque la actitud superficial que éstos muestran
ante la vida haría incongruente cualquier intento del escritor en llevar a sus
protagonistas por una dirección que no sea la expuesta. Por tanto, un ritmo
narrativo fluido porque la novela es un torrente de diálogos, conversaciones
entre los personajes, ya sea en el entorno del trabajo, o relajados sobre las
tumbonas del Club de Crickect… En el caso de los ingleses, of course.
No se explicita, pero es
evidente que a sus homónimos norteamericanos les irrita “perder el tiempo” así.
Mientras unos pasan las tardes saboreando un whisky bajo la sombra de las
palmeras en Bel Air, otros están pensando como optimizar el tiempo y los
recursos para llenar un poco más sus arcas.
Gentlemans soberbios,
esnobs y tremendamente superficiales. Pero son encantadores. Cowboys
irritantes, algo groseros y con el bolsillo mucho más lleno que sus pares
ingleses. Les trae sin cuidado resultar encantadores o no. Ese es el terreno de
juego que nos presenta Evelyn Waugh.
Dennis Barlow forma
camaradería con otros dos ingleses, el viejo Sir Francis, otrora aclamado
guionista, ahora marginado por los jóvenes ejecutivos de la industria. El
anfitrión de Sir Francis es el propio Dennis Barlow, éste no puede permitirse
el lujo de comprar una casa en la zona adinerada de Los Ángeles.
El otro inglés en liza es
Ambrose Abercrombie, elegante y sofisticado, esnob recalcitrante. Él se erige en
salvaguarda del buen nombre británico, de mantener la compostura y distinción
entre los “pueblerinos norteamericanos”. Siempre dispuesto a soltar una arenga
al joven Dennis para que no se deje llevar por los rudos modales vaqueros. Eso
sí, hablando con un tono encantador. La apariencia impoluta de honorable inglés
lo es todo para Ambrose Abercrombie, y se cuida mucho que también lo sea para
sus paisanos.
No es casual que Evelyn
Waugh sitúe a la ciudad de Los Ángeles como escenario del relato. Una ciudad
que es un símbolo exultante de… superficialidad, no en vano vive de la ficción,
de la industria cinematográfica. Su gloria y poder se asienta sobre una
fantasía, el cine.
El afectado amaneramiento
de los ingleses se intensifica por oposición al proceder directo, rudo y sin
contemplaciones de los norteamericanos. Que en un bando y otro son muy poquitos
personajes, lo cual hace que el lector vaya hilvanando sin dificultad los
acontecimientos.
En la situación más
trágica que ocurre en la novela (no la menciono), aflora la naturaleza de uno
(D. Barlow) y otro (Joyboy) en toda su crudeza. La frialdad con la que Dennis
Barlow afronta lo acontecido, resulta casi hiriente, como si el sentimiento de
compasión, el gesto de dolor fuese indigno en un caballero inglés. La flema
británica llevada al paroxismo por Evelyn Waugh, de eso se trata en esta
historia, de parodiar.
La actitud quejumbrosa y
balbuceante de Joyboy, uno de los personajes norteamericanos que Evelyn Waugh
utiliza para confrontar el comportamiento (en definitiva, la actitud ante la
vida) de ambos personajes cuando se cruzan, también resulta patética, de un
modo diferente. Barlow y Joyboy, tensos encuentros por pretender a la misma
mujer, ella también es norteamericana. Un triangulo amoroso con imprevisible
desenlace.
Dos reacciones
sintetizadas en sendas elocuencias expresivas:
Of course…
Que diría serenamente Dennis Barlow.
Oh my God !
Acertaría a pronunciar Joyboy.
En algunas ocasiones la buena literatura se presenta con una facha extravagante, va por caminos poco trillados, y despista.
Hay un refrán danés que
reza lo siguiente : “No existe el mal tiempo, solo la ropa inadecuada”
Lo que me lleva a suponer
que a veces no es tanto leer un libro que no nos "llegó" (sí, ya sé
que hay libros malos), como el haberlo hecho en un momento inapropiado. Y si no lo ves claro, abre la ventana y mira al cielo, simplemente...