P. Castillo

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domingo, 25 de septiembre de 2022

 

Romeo y Julieta fugándose en Amazon Prime…


Permitidme que vaya saboreando un café (solo, sin azúcar) mientras voy contando lo que sigue.

Quería aparecer sobre el metafórico cadáver de este inmisericorde, abrasador verano, después de poner unas margaritas resecas, marchitas, encima de la tumba simbólica donde yace, sin oraciones, sin pena alguna.

Perder de vista esos cielos oxidados, sucios y terrosos por la calima sahariana.

Desaparecí en primavera. Ya es otoño.



Viviendo cerca del campo, no sería raro que sobre vuestras cabezas se posase alguna hormiga de alas estos días de bruscos chaparrones, que dan paso a un sol radiante y cielos despejados, es entonces cuando miles de ellas se entregan al ritual nupcial surcando los cielos; sí, vuelan buscando copular.

De ahí que en mi caminata campestre observara una caótica coreografía aérea, pues bandadas de tordos, gorriones, verderones, urracas y otros pájaros se entregaban ansiosos al proteínico festín en estas mañanas septembrinas. Hay aprovechar cualquier oportunidad a las puertas del otoño.



Dichas hormigas también deambulan por la tierra, parecen borrachas desplazándose vacilantes, tanto es así que basta agacharse frente a un charco para constatar la tragedia… decenas de hormigas sobre el agua, muchas, ya sin vida, flotan suavemente entre espigas resecas y  pétalos de flores estivales que arrastró la tormenta.






Ya no hay nada que hacer...


Otras sin embargo mantienen todo el vigor del que son capaces, agitándose desesperadamente para llegar a la orilla y salvarse.

No puedo evitarlo… tiendo en el agua mi palma, como si fuera el barquero “Siddhartha” (novela de Herman Hesse) cruzando a los peregrinos de una orilla a otra. Encima de mis líneas (esas que según los videntes llevan escrito el destino) recalan aquellas que aún tenían fuerzas para vivir. 



Las he dejado en tierra firma y han hecho eso; buscarse la vida.

No obstante, en cuanto a los machos hormiga, el tiempo para buscársela será efímero, morirán a los pocos días de haber copulado. No así las hembras, con una andadura mucho más larga; ellas sentirán los primeros frescores otoñales, sobrevivirán a las escarchas y heladas invernales, probablemente las alcanzará la catarsis primaveral aún despiertas… es el guión que les ha repartido la Naturaleza.

Pero siempre acontece el acto final. Unos y otras, inevitablemente, llegarán al término del camino.

¿Qué creación viva fue diseñada para la eternidad?




Aspirar a ella es nuestra condena y gloria al mismo tiempo.

Una hormiga de alas vive poco, aunque en la libertad de una existencia sin disquisiciones.

Yo vivo muchísimo más, pero encarcelado por mis pensamientos, reo de esas aspiraciones imposibles que han nutrido a la buena poesía. La Naturaleza va contrapesando todo, a ellas y a mí.

Podemos empeñarnos en exhibir nuestros logros, monumentos y grandezas, pero todo acabará sepultado por los hielos, enterrado por los barros en gélidas estepas, como refleja William B. Yeats:




Por cierto, este socorro a las hormigas ya lo hice meses atrás con renacuajos ante el preludio de un dramático desenlace… pero lo dejaré para otra entrada.

Según las normas del buen naturalista, no debemos alterar el orden sobre el terreno, pero a veces me permito ciertas licencias, y ya no me veo como persona, sino un animal más, como un ser vivo que se une a otro en una especie de alianza por la supervivencia.

Tal vez esas hormigas fuesen el alimento de algún mirlo, pero viendo como estaba el panorama, sé que el mirlo, o la urraca, o la abubilla tendrán bastantes más ocasiones al margen de perder ésta, no hay más que mirar alrededor.

Por el contrario, si yo no brindo esta acción salvadora a las pocas afortunadas, no existirá un nuevo amanecer para ellas, ya no habrá más oportunidad.


Aunque lo mejor me esperaba al final...


Estando ya prácticamente en la linde del campo, a punto de abandonarlo, y aproximándome a una apartada urbanización de suntuosos chalets, veo llegar una furgoneta de Amazon Prime a las lujosas viviendas, advierto que el mensajero, sin bajarse del vehículo, me lanza una furtiva mirada, sin enojo, más bien nervioso…

Sus ojos amerindios escrutan los alrededores, como si desease no encontrar un alma en el lugar, y efectivamente no la hay, excepto quien esto escribe. 

Repentinamente sale una chica de rasgos latinoamericanos, igual que el mensajero de Amazon (de hecho, parecidos a los de mi mujer, peruana para más señas), y entiendo ipso facto aquel mirar angustioso del muchacho.

Aquel joven mensajero no iba a entregar nada... pero recibiría todo.

Sabedora de que su enamorado arriesga el sustento contraviniendo una norma fundamental de la compañía, la joven sube rauda a la furgoneta  y, con la misma fugacidad, se besan en los labios abandonando ambos aquel lugar donde las hormigas aladas copulan en el aire, y acaban muertas en charcos llenos de pétalos…




Quise tranquilizar al muchacho aparentando total indiferencia (que en absoluto sentía) y haciéndole notar mi desinterés (pero cuánto me interesaba...) mirando a las hormigas del cielo.

No se lo dije al chico, pero sí  a mí mismo en conversación imaginaria con él:

-Tranquilo chaval, gustosamente haré mutis por el foro, el gigante Amazon no sufrirá un  descalabro económico porque uno de sus empleados (seguramente mal pagado), lleve a su chica hasta la parada más próxima…

No te inquietes, no apuntaré la matricula ni llamaré a Amazon, me has regalado una bella historia, no permitiré que mañana haya dos cadáveres flotando en un charco, moviéndose juntos, suavemente, entre pétalos y unas pocas alas que ya no vuelan.-


Todas las fotografías realizadas por Paco Castillo

Y así voy acercándome a casa, tratando que el recordatorio de comprar unas manzanas que pidieron mis hijas, no saque a empujones el pensamiento de esta escena shakesperiana.

Apresuro el paso en esta mañana de septiembre, quiero llegar a mi escritorio y contar como este Romeo y Julieta del S. XXI salieron veloces custodiando su amor en una furgoneta de Amazon Prime…

Bien pensado, tenía que haber apuntado la matrícula, y así responder a esos formularios de satisfacción del cliente:

 

¿Qué tal le pareció la entrega?

 

Y yo, reteniendo en la mente la escena del mensajero y su novia, cual Romeo y Julieta en tierra de nadie, pero besándose bajo un cielo de todos, añadiría, sin más:

 

La entrega me ha parecido TOTAL…


Secuencia de Romeo y Juieta (1968), dirigida por Franco Zeffirelli (me versión preferida)...