P. Castillo

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jueves, 24 de diciembre de 2015

Bajo la Estrella Polar (II).

Hijas del frío. Relatos de escritoras nórdicas.
Libro, Ediciones de la Torre, 1997. Biblioteca Nórdica. Ilustración de cubierta: Edvard Munch, Las cuatro edades, 1902.  276 páginas

Una selección de cuatro relatos de cada país, escritos por cuatro mujeres nórdicas de este siglo, pertenecientes a cuatro generaciones diferentes de cada uno de los cinco países nórdicos, nos hablan de la situación de la mujer en estos países y su evolución a lo largo del siglo XX.”


EDICIONES DE LA TORRE





Allá por 1996, Ediciones de la Torre inauguraba su Biblioteca Nórdica con el apoyo del Nordisk Kulturfond (Fondo de Cultura Nórdica), una serie de obras que nos presentaban un interesantísimo repertorio de escritoras y escritores venidos del lejano norte europeo.
El libro que os traigo aquí pertenece a esa colección y está centrado en las escritoras . He querido dividir la reseña en dos partes y, así, poder dedicar algo más de atención a cada autora.

En esta reseña os presentaré a las escritoras de Dinamarca y Finlandia. Dejo el resto de países pendientes para otra ocasión, que no se demorará en exceso, pero quiero dar paso a otras propuestas y evitar un “empacho nórdico”.


Estas veinte escritoras de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia nos ofrecen relatos muy diferentes entre sí, algunos con un acentuado dramatismo por el sórdido ambiente que describen, otros son más cándidos, pero todas las autoras, sin distinción, se han posicionado con su voz y su escritura para revelarse frente a un mundo de hombres, hecho a la medida de ellos.
Sin embargo algo se ha quedado en el camino, este aspecto lo destaca la autora del prólogo, Lourdes Ortiz:

“Da la sensación, leyendo los textos de las más jóvenes, pero también de sus madres, que la libertad, la independencia y la igualdad con todos sus matices y limitaciones en una sociedad altamente desarrollada y «liberada» hubiera traído el «frío» , el frío que congela los huesos y el alma. (…) la tristeza y la sequedad que se desprende de muchas de estas páginas y que nos dejan un panorama de una sociedad desangelada de viejas abandonadas en residencias y niños terribles de tres años que quieren dar muerte a la madre, que odian incluso a la madre. Un mundo sórdido, terrible de cuerpos que «follan»  (…) sin entenderse. Cuerpos solitarios que se abrazan en el aburrimiento y gimen porque tiene que gemir (…)

Y lo corroboro absolutamente.
Del semblante de estas escritoras parece escaparse una mirada perdida en el vacío, no tanto en las veteranas como en las más actuales.

La mujer nórdica, paradigma de la lucha social por la igualdad entre sexos, deja flotando en el aire una sensación de derrota.
¿Ellas, nada menos que estas mujeres venidas del frío? ¿El espejo donde sus congéneres del sur europeo se han mirado para que su voz no se quede en un grito silenciado? Sí.
Parece que esa lucha por despejar el camino a las generaciones venideras ha provocado desgarros internos que no terminan de cicatrizar. Quizás, yo no lo sé.

O, Tal vez, la idea de conquistar ese territorio usurpado, el firme propósito de avanzar hacia el reconocimiento de su dignidad haya generado un menosprecio masculino, y también femenino, personalizado en padres, hermanos, abuelos, pero también madres, hermanas o abuelas hacia estas mujeres comprometidas, y ellas lo sientan como una derrota personal que han de asumir por el bien de todas las demás.

Y es cierto que leyendo la prosa áspera, descarnada y sin titubeos de las más jóvenes, uno no deja de preguntarse cual ha sido el coste anímico, humano, que han tenido que pagar estas mujeres (todas, en general). Porque lo hay, este libro tiene palabras que se sienten a gusto en el infierno.
La verdad, después de leer algunos relatos uno puede llegar a explicarse el porqué de esa proclividad de las escritoras y escritores escandinavos actuales hacia la novela negra, algo siniestro subyace bajo su idílico estado de bienestar, y puede ser que desde aquí no apreciemos algunas grietas que sin duda habrá. 




Inaugura este ciclo de relatos Dinamarca, con el prólogo y la traducción de Eva Liébana.

Thit Jensen (1876 – 1957). Considerada la escritora danesa más brillante de la primera mitad de S. XX en su país, abre esta antología.
Indagando más allá de la información que ofrece el libro sobre su vida y obra, he descubierto el blog; Letrasnorte.bolgspot.com.es , una bitácora dedicada en exclusiva a escritoras y escritores daneses, contemporáneos y clásicos, muchos inéditos en España. Os  recomiendo echar un vistazo porque da a conocer autores y propuestas muy atractivas de épocas pasadas y presentes.




A cerca de Thit Jensen encuentro el tipo de acontecimientos que como lectores siempre nos encandilan:

- Su compromiso social la convirtió en una oradora requerida a lo largo y ancho de todo el país. Defendió a ultranza la maternidad voluntaria y la igualdad de la mujer. Aunque era tan menuda que pronunciaba las conferencias subida encima de unos libros, impresionaba a sus auditorios con sus amplísimos conocimientos. Durante una charla en la que trataba el tema de Adán y Eva, un espectador le gritó:

« ¡Y así logró la mujer que apareciera el primer pecado en el mundo!".

Ella le replicó de inmediato:


"¡Pues sí, pero cuando Adán le echó la culpa a Eva, lo que apareció en el mundo fue el primer cobarde!».

En lo que se refiere a Escandinavia, en cierta manera a Europa, Thit Jensen demostró en sus primeros escritos uno de los compromisos más férreos con la liberación de la mujer, con el feminismo en el sentido contemporáneo del término que hoy manejamos, dando un viraje literario desde el costumbrismo imperante hacia el realismo social, como corriente idónea para poner el foco sobre la invisibilidad social de las mujeres, cuando no el oprobio que sufrían.

Participa con un relato, “Gerd”, extraído de su novela cumbre, llamada a sí mismo, “Gerd” (escrita en 1918). Nos muestra a una joven que ya no adopta un gesto sumiso ante las pretensiones de su prometido, en una época donde las mujeres se cuidaban de no alterar el rol de esposas resignadas y obedientes al dictamen masculino. El tono de la prosa no es exasperado ni abrupto, nada que anticipe el brutal choque entre la forma de contar de las “abuelas” y las formas que posteriormente emplearán las “nietas”, y en menor medida las “madres”. La forma de narrar entre unas y otras se erige como un excelente muestra de la evolución anímica intergeneracional.


La segunda escritora danesa es Dorrit Willumsen (1940), con el título “Embarazo”.



­

“Una mañana, tres meses después de haberme abandonado Peter, me desperté y sabía a ciencia cierta que llevaba un gato en las entrañas.”

Así arranca el relato. El vacío que deja la ausencia de su compañero, quien la abandona, y la impotencia por ver frustrados sus deseos de ser madre, llevan a la protagonista a fantasear con la idea de la maternidad pero suplantando al hijo/a por un gato.
Esa animalización del bebé, que la protagonista interioriza como un minino, agudiza el sentimiento de desolación que transpira toda la narración. Una protagonista que en su monólogo, ausente de cualquier emoción maternal, nos cuenta los pormenores de su día a día en su  estado de buena des-esperanza, pero ese día a día no es otra cosa que el transcurrir de la más absoluta soledad.

Vita Andersen (1944), nos aporta el tercer relato “Apartada”. 




Con la misma tónica de desolación que el anterior pero acrecentada considerablemente. La frustración de una mujer que no se siente amada, más aún, la indiferencia de su compañero, un hombre separado y padre de dos hijos pequeños, éstos la escupen el desprecio a la cara por aguantar su presencia en la casa paterna. Ni la “inocencia de los niños” se salva de la quema. Doloroso.

Y llega el turno para la más joven, Naja Marie Aidt (1963), con este título de claroscuros barrocos, “Como vuelan los ángeles” . El relato más crudo de esta selección.



Apenas abandonada la adolescencia, una chica se adentra en las tinieblas de la droga, el camino hacia la autodestrucción solo conoce un final. La voz narrativa recaerá en la hermana, no mucho mayor:

“A veces miramos las pálidas fotos instantáneas de cuando Sisse y yo éramos pequeñas.
De niña era un angelito  –dice mi madre-, un verdadero angelito, seguro que lo era…”

Adivino en las páginas de estas autoras unos contornos que me resultan familiares… “La mujer rota” de Simone de Beauvoir, a cuya obra me referí empleando términos como “el insondable vacío que se abre a los pies de estas mujeres”, impresión perfectamente aplicable aquí.

En la introducción de Dinamarca (cada país viene con una interesante síntesis de su historia literaria), se citan, entre otras, a las escritoras Agnes Henningsen (1868-1962), (fue la madre del famoso arquitecto y diseñador Paul Henningsen), y Karin Michaëlis (1872-1950), cuyas vidas podrían aportar suficiente material para escribir sendas y espectaculares novelas, (ambas sin relato en este libro).
K. Michaëlis, por ejemplo, refugió en su casa danesa a exiliados como Bertol Brecht durante la etapa más cruda del nazismo. Ella misma tuvo que exiliarse a EE. UU, aunque regresó finalmente a su país.


Me voy de la “pacífica” Dinamarca con evidente sentimiento de desasosiego.




Llega el turno a la silenciosa Finlandia. El prólogo y la traducción corresponden a Ursula Ojanen.
El tono narrativo de estas historias no presenta la dureza que han empleado sus colegas danesas, más bien es una fina capa de melancolía lo que se cierne sobre estos escritos, pues dicho estado del alma es un acusado rasgo del carácter finés, conviviendo en extrañísima alianza con un sentido del humor sui generis que provoca cierto desconcierto en los europeos del sur. Doy fe de ello en mi estancia por aquellas tierras y el trato con sus gentes.

Leyendo la introducción de U. Ojanen, observamos que en el siglo XIX destaca una autora de armas tomar, Minna Canth (1844–1897) :

“Su obra teatral Työmiehen vaimo (La mujer del obrero), de 1885, ataca con dureza a la sociedad y a la institución familiar construida por hombres y bajo condiciones dictadas por ellos. Demuestra en la obra cómo la hipocresía moral y la dependencia económica pueden destruir la vida de una mujer.
(…) logra no solo despertar el debate sobre la posición de la mujer sino producir un cambio en la literatura finlandesa al introducir en ella el naturalismo y el realismo.”

Tal era la relevancia de esta intelectual, también llamada “la Ibsen de Finlandia” por su obra teatral. Si el país fue el primero de Europa en establecer el voto femenino, se lo debe en parte a Minna Canth.

Aparece, aparte de varios nombres citados, otra ilustre de las letras finesas, la poetisa Edith Södergran, la gran musa del modernismo finlandés, sería imperdonable omitirla en este prólogo literario de Finlandia. Tampoco olvida Ursula Ojanen a una de las maestras del cuento y el relato, no ya de Finlandia, sino de toda Escandinavia, la entrañable Tove Jansson, que a tantas y tantos jóvenes inculcó la pasión por la lectura.


Este ciclo de relatos lo encabeza Maria Jotuni (1880–1943), todo un clásico de la letras finlandesas e, independientemente del sexo, una de las escritoras más brillantes en el manejo del humor y la sátira.




Su relato “A flor de piel” retrata con maestría el candor campesino ante la vida. Una muchacha del campo empujada a una boda, imprevista para ella, porque la fuerza de la costumbre se impone como un destino ineludible, y cuya palabra irrevocable queda explícita en este fragmento.

(…) cuando alguien me dice «así es», yo contesto «así es». ¿Por qué voy a contradecir yo a nadie?

La siguiente autora es Solveig von Schoultz (1907-1996), con su relato “Traslúcida mañana”.







Es un buen exponente de esa escritura transida de melancolía, una prosa exquisita y delicada, ideal para transmitir la quebradiza rutina de sus personajes, una pareja de ancianos, mujer y hombre, que se contemplan con hastiada resignación, de alguna forma me remiten al paisaje finlandés, que en su infinita soledad parece hastiado de su propia belleza.
Así pues, las palabras que leemos parecieran acompasadas por alguna suite de Sibelius, “Malincolia” (Melancolía)… o “Valse triste”.

“La luz matinal había perdido aplomo, subrepticia, monótona, gris tristeza. El frescor no estaba sólo en el chispear del agua al moverse el vaso. La luz había echado a un lado todos los obstáculos nocturnos; llenaba la estancia hasta su cima misma: una serenidad indiferente, cuya pureza llevaba mucho trecho elevándose.

La mano de Erland ocupaba su lugar en el mundo, muy liviana, exhausta, asida a la certidumbre de Maggi. “ 


Marja-Leena Mikkola (1939).



Nuestra tercera escritora ha tenido una vida activa en la lucha política, y ese carácter lo imprime en su relato, “Las cerilleras”, ambientado en una reveladora atmósfera política, por lo que tiene de “fotografía” del panorama sindical en una “gran ciudad finlandesa”, y en un momento puntual. El protagonista, Hellsten, un destacado miembro sindical finlandés, muestra el funcionamiento cooperativista a una delegación sindical inglesa, mientras sus homónimos ingleses admiran la eficacia de sus colegas nórdicos, Hellsten no deja de mirar con ironia, y un sentimiento atribulado, todo lo que muestra. Por ejemplo en la visita a una fábrica de cerillas:

“El ruido era ensordecedor en la fábrica de cerillas. La pelirroja (la traductora), tuvo dificultades para hacerse oír (…)
-         Esa máquina corta las cerillas a la medida adecuada… Look, this machine…

Hellsten deja que su mirada gris recorra la nave. Mujeres, ¿por qué siempre solo mujeres? Mujeres recibiendo cerillas, plantando etiquetas. Mujeres grises con vestimentas grises, pacientes en su movimiento día tras día idéntico, dando vueltas a una manivela de siete a cuatro en una atronadora nave industrial. Ellas alzan un instante los ojos hacia el grupo de visitantes, pero en seguida los bajan, se arreglan la permanente barata y prosiguen su labor.

-         Mr. Hutchinson dice que aquí se ve de nuevo como la sociedad se alimenta de la paciencia de los pobres… yes, the patiente of the poor… the patiente of the poor… "

Ante la magnífica elocuencia descriptiva y psicológica de este fragmento solo cabe rendirme a los pies de Marja-Leena Mikkola.

Cierra este periplo finlandés Sari Malkamäki (1962).



"La última Navidad"

El encuentro de una niña con su abuela, que abandona por unos días la residencia de mayores para pasar las fiestas navideñas en casa de una de sus hijas. La nieta, que siendo aún una niña, es suficientemente mayor para percibir la frialdad, la apatía que se ha instalado en la convivencia de sus padres.
La abuela, que acaricia las trenzas de la niña y pregunta a la familia que noche viene Santa Claus a casa...

La abuela y la nieta se miran, miradas que se confunden la una en la otra.
Cuando una recién inicia su andadura vital, la otra está a punto de concluir el largo camino, sumida en un silencio triste. Pero en su cabeza resuena, con más ímpetu que nunca, el eco de aquella vocecilla infantil. La niña, sin entenderlo bien, sabe donde está ahora su abuela, lejos, lejísimos de ahí, cogidas de la mano. Y lo sabe porque cuando ambas miradas se encuentran, reconoce un tenue brillo en los ojos acuosos de la abuela que solo los niños poseen.

Os dejo con el cantante sami Wimme Saari y este espectacular y precioso yoik... A mí me parece impresionante.







Bueno claro… os he presentado a estas escritoras, bien está dejaros con otra mujer, una de las voces del yoik más reconocidas, Sofia Jannok y su bellísimo “yoik del viento”… ¿Sabías que los samis cantan yoiks a los renos para calmarlos?







Felices Fiestas a todos. Feliz 2016.




lunes, 7 de diciembre de 2015

BAJO LA ESTRELLA POLAR

ESCANDINAVIA



“(…) la madre del océano llora nuestras tristezas
murmura nuestros sueños
con el beso del rayo solar acaricia suavemente
con el rugido de las tormentas despeja los inviernos a los veranos
la madre del océano en los brazos del viento con el mar (…)”

Synnøve Persen, poetisa sami (Porsanger, Noruega, 1950)









                          
Lysefjord al anochecer, Noruega. Foto Paco Castillo 2000
                                 
A los pies del fiordo, atardecer en Noruega. Villa de Eidfjord. Foto Paco Castillo, 2000
                            
Bahía noruega, vistas al fiordo. Foto Paco Castillo 2000
Los que visitáis mi blog ya sabéis el vínculo especial que tengo con el Perú. Sin embargo, muchos años antes de siquiera sospechar la estrecha relación que me uniría al país andino, ya padecía otra pasión desbordante, diría casi obsesiva, hacia Escandinavia o, mejor dicho, por los países nórdicos.

Entusiasmo que colonizó de forma contundente mi imaginario infantil, y más tarde juvenil, hasta el día de hoy.
Siendo un pre-adolescente ya conocía “cosas rarísimas” para un chico de doce o trece años, me  sabía (y escribía) a la perfección, todas las capitales de los países nórdicos y su ubicación en el mapa, y otras ciudades importantes y acontecimientos de cada uno de estos lugares. Por eso, me hacía cierta gracia comprobar como los  medios de comunicación, frecuentemente, equivocaban la capital de Dinamarca con la de Suecia, la de este país servía de comodín para sustituir a la de Finlandia y Noruega, etc, etc.

De la misma forma que sin la ayuda de la todopoderosa internet, porque no existía, ya sabía que la serie Pippi Långstrump (la cual, claro está, adoraba), se había rodado en Visby, la capital de la isla sueca de Gotland.
Y muchas de esas “rarezas”, y otras que omito para no aburriros, las sabía yo siendo un púber. Lo supe de una forma que ahora se nos antoja “jurásica” pero llena de encanto, esa afición que todos los adolescentes de entonces conocíamos con su acepción anglosajona, el “penpalling”, que no es otra cosa que escribirse cartas entre los jóvenes de diferentes nacionalidades.

Antes de la era internet, esto se podía hacer en periódicos como “Segundamano” en cuya sección “International Penpals” podías encontrar anuncios de cientos de jóvenes, y no tan jóvenes, buscando cartearse con chicos y chicas de todo el mundo. O bien tú mismo insertar un anuncio solicitando una amistosa correspondencia en la sección internacional del país que tu escogieses, así tu mensaje aparecería en un periódico danés, noruego, finlandés, sueco o islandés, por ejemplo.

Cada uno practicábamos otros idiomas, saciábamos la mutua curiosidad de “voyeur” para saber que hacía (aquí rememoro), mi amiga sueca Karina en su Gotland natal pues… No sé, un sábado por la tarde; como era un lunes de instituto para mi amigo finlandés Matti en su ciudad, Turku; cual era el plan de “weekend” para mi amiga danesa Mette, y punk, en los garitos de Copenhague; el último libro que se había leído mi amiga noruega Hanne desde su Ålesund natal, y un sinfín de cosas que nos interesaban a los chicos y chicas de la época.

Tuve muchos “penpals” escandinavos, y por eso supe lo de Pippi y  un montón de peculiaridades genuinamente escandinavas. Por supuesto, expresiones coloquiales y, sobre todo, malsonantes en sueco, danés, noruego o finlandés no podían faltar.

En fin, cualquier cosa que me remitiese al lejano e idealizado norte despertaba en mi un interés inusitado, rayano en lo extravagante.
Eso explica el ingente material gráfico, audiovisual, cinematográfico, etc, que he ido recopilando desde aquellos años.



Recuerdo mis mapas, revistas y guías de viaje sobre Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia, Las Islas Feroe… Algunas las había leído más de una docena de veces. Aún tengo alguna cinta VHS en la que grabé una serie de documentales sobre los países nórdicos que con el título “Bajo la estrella polar”, emitieron en la 2 de RTVE hace muchos años, y otros tantos documentales en DVD sobre estos países que fui comprando posteriormente, además de una buen número de películas de cine escandinavo.


                              



                            
Rebuscando en el baúl de los viajes. Paco Castillo, 2015


En plena efervescencia de los años 80, cazaba al vuelo cualquier manifestación cultural que proviniese de aquellos lares, la historia, el arte, la música y, por supuesto, la literatura.



En los alocados 80 me las arreglaba con mi exigua economía para llegar a casa con algún libro de Selma Lagerlöf, o Astrid Lindgren, Strindberg, Par Lagerkvist, Ibsen, Björnstjerne Björnson, Knut Hamsun, Sigrid Hundset, Eemil Sillanpää, Mika Waltari, Aleksis Kivi, Snorri Sturluson, Halldór Laxness, Henrik Pontoppidan, Karen Blixen… De H. C. Andersen ninguno, de él ya había en casa desde pequeñín.














Algunos de "mis autores nórdicos". 
   No imagino mi casa sin librosPaco Castillo, 2015


Me dejaba caer por la Cuesta de Moyano, o en la feria del Libro Antiguo y de Ocasión (cuando inició su andadura en Madrid, año 89), al encuentro de alguna ganga, y con la vista de un búho nival empezaba a inspeccionar libros en cuyas portadas apareciesen esos nombres y, sobre todo, apellidos de inconfundible origen nórdico, con los sufijos en “son”, “dotter”, “sen”, “dóttir”, etc. Como conocía bien tales patronímicos (o matronímicos), siempre tenía éxito en mis exploraciones, y al tener ya los clásicos más renombrados en casa, me solía llevar autores que no conocía absolutamente de nada, ni siquiera me paraba a pensar si sería un buen libro o no, me bastaba con que al abrirlo me sintiese trasladado a aquellos parajes septentrionales que tanto me fascinaban. De esa forma mis  estanterías se volvieron a poblar con otros tantos nombres; Synnøve Christensen, Hakkon Bugge Mahrt, Olav Gullvåg, Frygve Gulbranssen, Jón Svensson, Kristmann Guðmundsson, Johan Bojer, Erik Munsterhjelm, Peter Freuchen, Thor Heyerdahl… Todos estos libros con una espesa capa de polvo y viejísimos caían en mis impacientes manos.








                                         
Más libros... Paco Castillo, 2015

Lógicamente la mayoría de estas viejas ediciones poseen traducciones sin los niveles de calidad que podemos encontrar hoy, en aquellos tiempos aún no se contaba con el magnífico trabajo de Kristin Baggethum, y luego su hija, Kristina (noruego), Ursula Ojanen (finlandés), Martin Lexell (sueco), Kristinn R, Ólafsson, Enrique Bernárdez (islandés),  Eva Liébana, Blanca Ortiz (danés), por mencionar algunos de los más solicitados, porque que hay más traductores de gran valía.

Entre ese material gráfico que decía unos párrafos más arriba, compré una revista literaria, esto fue ya en los 90, llamada “El Urogallo” (fundada por la escritora Elena Soriano, ya fallecida). Acababa de entrar a la Casa del Libro y me di de bruces con la revista, porque su portada me atrajo como un imán. Dicha portada aparecía cubierta por una acuarela del sueco Lars Lerin, un pueblecito nevado, debajo de la cual había un gran titular “ CULTURA NÓRDICA”, nada menos que un monográfico dedicado a la literatura, y otros reportajes culturales y sociales, de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, en donde se entrevistaba a una interesantísima selección de escritoras y escritores nórdicos, más o menos contemporáneos, por citar a uno que seguro os sonará, Jostein Gaarder.

Antes de abandonar la Casa del Libro, ya con la revista en mi poder, subí a la primera planta y me gasté el dinero que me quedaba en tres libros, uno del sueco Lars Gustafsson, otro del finlandés Veijo Meri y el tercero, también sueco, Göran Tunström. Salí con un buen agujero en los bolsillos.
En estos últimos tiempos la nómina de autores nórdicos se ha ido incrementando, sin prisa pero sin pausa.

¿Y qué es lo más sorprendente de todas estas referencias literarias que fui aglutinando en forma de libros?
En efecto, no hay en todo el texto un autor, expresamente, de novela policíaca o negra. Por aquel entonces no había estallado el boom que ahora nos llega desde allí.


Si bien es cierto que el ambiente recreado en varios de estos libros que tengo presenta esa “densa y mortecina oscuridad” del invierno ártico.
























Y más... Paco Castillo, 2015


Ante tal entusiasmo por lo nórdico solo podía haber un desenlace… Poner mis pies sobre aquellas latitudes, sueño largamente codiciado que se hizo realidad en el verano del 96.
Convencí a mi fiel amigo Manu (Manuel), para irnos ocho días a Copenhague, Dinamarca. Y allá nos plantamos. A los dos días, estando en un bar psicodélico donde los haya, uno que lleva en el cuerpo tres cervezones daneses, del mismo tamaño que los vikingos que íbamos sorteando, adquiere plena solvencia para hablar en inglés, danés o lo que haga falta y, con la cerveza alzada, les dije a dos tenía cerca: ¡Skål! (¡Salud!)


¡Skål! ¡Skål! Contestaron.



                                      

Copenhague. Foto Paco Castillo 1996



                         
Paseando hacia Christiania, Copenhague. Foto Paco Castillo 1996



                         
El siempre animado Nyhavn, para tomar una cerveza, café, té...
                         Foto Paco Castillo

Y ya todo fue de un buen rollo total. Quedamos en tomar algo al día siguiente, los dos daneses, Manu y yo. Nos llevaron por los garitos más estrafalarios de Copenhague, ya fueran con ambiente de jazz, cabarets, o inclasificables. Uno de los daneses nos dijo que deberíamos ir a Malmö, en Suecia… Great fun, beautiful place!
La idea tenía lógica, su padre era capitán (o algo así), en uno de los ferrys (entonces no había puente sobre el estrecho del Øresund ), que hacía el trayecto Copenhague – Malmö.
Un viaje gratis, y gratis el alojamiento en Malmö, por cortesía de un amiguete del danés que amablemente nos abrió las puertas de su casa para quedarnos un día, dos, o los que quisiéramos. Gente enrollada. Y fuimos, por supuesto.


En contra de lo que pueda parecer, porque lo he vivido, en el sur de Suecia (región que allá denominan Skåne), puedes tener en época estival varios días soleados con sus buenos + 30º C, para que luego digan.



                    
Región dSkåne, Suecia. Paisaje sosegado, buen sitio para leer. 
             Foto Paco Castillo


Tres o cuatro veranos después preparé el que sería el siguiente viaje, un plan, ya de envergadura, que se me había metido entre ceja y ceja; recorrer durante un mes, como mínimo, una buena parte de Noruega  con mi bici.

Estuve unos meses preparándolo, un proyecto de tal calibre requiere cierta logística, sobre todo diseñar el trayecto ciclista, mapa en mano, las distancias a recorrer, la climatología…Y multitud de detalles, visitas a la embajada noruega para obtener información valiosa sobre lugares, etc. La asesora de turismo, una señora encantadora, fue de gran ayuda, incluso me dio la dirección de unos amigos suyos en Bergen, por si llegásemos a necesitar alguna cosa. Le prometí enseñarle fotos al regreso, lo hice y en agradecimiento me regaló un libro sobre noruega.

Un gran reto este viaje, diseñé la ruta para que transcurriese por los lugares que me resultaban más atractivos, descansando en ellos los días que me apeteciera, etc.

Una vez concluida la primera fase del plan, me quedaba la segunda, convencer a tres estupendos amigos de mi idea y que se embarcasen en la aventura. No me costó hacerlo con José Ángel y su hermano Jesús, infatigables compañeros de ruta con la mountainbike, la preparación física que hicimos durante dos semanas por la Sierra de Gredos, donde tenían casa familiar, fue genial. Me faltaba que se uniera otra gran amigo de los tres, mi tocayo, Paco. Se resistió algo más pues no se veía muy en forma para afrontar la orografía noruega, bellísma y dura a la par. Aceptó, y muchos años después, cuando nos vemos, poco la verdad, siempre me dice que fue una de las mejores experiencias de su vida. En eso coincidimos los cuatro.

                                   
Valle noruego. Un alto en el camino, hay que estirar las piernas. 
 Foto Paco Castillo 2000



                                    
Paisaje de Noruega. Foto Paco castillo 2000

                            
Llegamos pedaleando a la desolada región de Telemark, Noruega.
  En pleno mes de julio nos sorprende una temperatura de - 3 o 4º c
Y nosotros cansados y medio congelados. Foto Paco Castillo 2000


El entusiasmo con el que nos recibían “esos fríos escandinavos” nos pilló de sorpresa a todos. Imaginar el desafío con la exigente geografía, las cumbres a bajo cero y nevadas, (¡en pleno julio!) y unas cuantas penalidades más que ante sí tenían esos “cuatro locos españoles” hacía que los noruegos se volcasen con nosotros… ¡Sí incluso nos aplaudían algunas familias con sus caravanas, al pie de sus hyttes! (cabañas de madera familiares, donde van a descansar), y nos ofrecían de todo, zumos, embutido, galletas… Y nosotros, siempre justísimos de dinero, nos dejábamos querer.




                      
En Noruega nos era imposible estar pedaleando más de una hora... 
     ¡Queríamos fotografiarlo todo! Foto Paco Castillo 2000




                           
Skudeneshavn, pintoresco y pequeñito pueblo de pescadores.
    Está en un peñón de la costa noruega, sorteando varios islotes, 
        entre las ciudades de Haugesund y Stavanger. Sí, hasta lugares como Este llegábamos en bici...Increíble. Foto Paco Castillo 2000

                               
 Noruega es así de espectacular. Foto paco Castillo 2000




                         De izquierda a derecha. José Ángel, su hermano Jesús, 


                         yo (Paco Castillo) y Paco (somos tocayos) 2000


En una ciudad costera a la que llegamos, Haugesund, estaba de fiesta local ( no  teníamos ni idea de eso), todos en sus barquitos sobre el puerto, los alojamientos repletos. Preguntamos a un enorme, por estatura, noruego donde podríamos encontrar algún sitio para dormir:

"Oh, it´s really hard to find something… hmm, let me see…
Oskar (así se llama), habla por teléfono unos minutos, cuelga y nos dice:
“Ok, everything it´s ok, if you don´t mind you can stay in my house, it would be great for me and my wife…She was studying in Barcelona, she speaks Spanish much more better than me! Yo hablo poquito de español”.

¿Le íbamos a decir que no? ¡Alojarnos en su propia casa, como invitados de honor! Estaríamos locos si rechazásemos algo así… Quien haya viajado de esta manera por algún país extranjero lo entenderá a la perfección.
Esto que cuento es así, verídico, lo verdaderamente alucinante es que ha sucedido más de una vez en Escandinavia.


Fue un viaje largo e intenso, sufrido y épico, entrañable e inolvidable. En mi retina guardo imágenes imborrables.


                                
Tras un interminable día sobre la bici, llegamos a 
    una "gran ciudad", Bergen. La lluvia nos acompañó 
buena parte del día. Jesús en primer plano, 
   yo más arriba. Foto José Ángel 2000




                              
Una ducha, ropa de calle y a pasear por Bergen.
                             De izquierda a derecha. Jesús, Paco, José Ángel y
                                             yo (Paco Castillo)                                       Decidimos quedarnos tres días a descansar ahí, nos hacía falta.
                              Autodisparador


                             
Bergen y su bellísima bahía. Foto Paco Castillo 2000

                                 
Los samis (lapones), traen a Bergen sus 
     pieles de reno, figuritas y colgantes hechos 
      con asta de reno y los venden en la ciudad.  
                      Yo me compré un colgante de ese material, un búho de minerva.
           Foto Paco Castillo 2000

                          
 Atrás quedó Bergen, de nuevo en ruta, entre islotes noruegos.
                           Foto Paco Castillo 2000




                        
Un rato de relax en el ferry, un café, los mapas, conversar. 
             Embarcábamos en los ferrys para explorar islas e islotes apartados...¡No nos perdíamos nada
Foto José Ángel 2000



                          
Pasábamos por ciudades grandes, Haugesund, Stavanger... 
                          Pero a nosostros nos gustaba llegar a sitios como este,
                          Lysefjord (Noruega). Esa noche dormiríamos frente al fiordo, 
                          en esa cabaña. Foto paco Castillo


                                
Mi tocayo, Paco, asomado en la noche ártica, 
un excelente camarógrafo. paco Castillo 2000



                                
Conversando con Jesús, una compañía, la suya, impagable, 
                                gran tipo. Foto Paco castillo 2000



                                 
Entenderéis por qué nos gustaba tanto nuestra 
                                 cabaña de arriba, nos despertábamos y teníamos 
                                 este fiordo (Lysefjord) a 50 mts de nuestros pies. 
                                 Foto Paco Castillo 2000



La experiencia vivida en esta aventura fue tan memorable que al llegar a casa ya se estaba gestando en mi cabeza otra “locura”.
Propuse a mis tres amigos, José Ángel, su hermano Jesús y mi tocayo, Paco, hacer lo mismo para el verano siguiente, esta vez nos recorreríamos en bici una buena parte de… ¡Finlandia!
Es curioso, cuando estaba diseñando las rutas escogí varios lugares concretos (pueblos, ciudades) que había visto en los documentales “Bajo la Estrella Polar”. Lo mismo hice en el viaje a Noruega.


La llegada a Helsinki se torció de forma brusca, tres de nuestras bicis no aterrizaron en la capital finesa, sino en Moscú, ¡Rusia! A pesar de que la culpa recayó en la compañía Air France (en el transbordo de París equivocaron el destino) Finnair, con la que volamos de París a Helsinki, sin tener la responsabilidad logística, decidieron por cuenta propia asumir la “responsabilidad moral” (lo que les honra), y ante la perspectiva de estar doce o trece días sin la bicis (hubiera dado al traste con los planes), nos pagaron (¡ Increíble!), el alquiler de tres bicis para el tiempo que permaneciésemos en el país.



                            
Refrescándome en un lago de Finlandia. Foto Jesús 2001




                 
¿Hacia donde tiramos, este, oeste? Finlandia. Foto Paco Castillo 2001


Si los noruegos fueron acogedores, lo de Finlandia no tiene nombre. Lo resumo en dos episodios vividos.

En algún lugar de la “Finlandia profunda”, cuando pretendíamos llegar a la ciudad de Jyväskylä (ciudad natal del arquitecto Alvar Aalto), después de horas atravesando innumerables e idílicos lagos, pueblecitos de postal (donde casi nadie hablaba inglés, fuera de los sitios más turísticos no es extraño), nos damos cuenta que estamos en una encrucijada de carreterillas solitarias, somos los únicos en ellas, que bordean un lago por aquí, otro por allá y uno más por “maracullá”

Observamos a una pareja, chico y chica, que se van aproximando por la carreterita, lo hacen en… ¿Unos esquíes con ruedas y bastones sobre el asfalto? Pues sí.
Se acercan, les preguntamos en “mi inglés” donde carajo estamos, deberíamos haber llegado a Jyväskylä hace unas cuatro horas.
Cavilan entre ellos en finlandés y  con un inglés impecable nos sugieren dos opciones:

  1. Les podemos esperar poco más de media hora, vienen con su furgoneta, nos acoplan a nosotros y las bicis y nos llevan hasta nuestro destino, a unos 35 kms desde ahí.

  1. Es viernes, con el fin de semana por delante en Jyväskylä, no habrá mucho donde elegir, y lo que haya será caro… ¿Porqué no os venís a casa?

Y a su casa que nos fuimos. Una casa de madera enorme, preciosa, impresionante, al borde de un lago con embarcadero propio, perdida en un bosque silencioso. Y Con su sauna, que era una cabañita roja, típica escandinava, junto al lago.

¿El plan? Darse una sauna al anochecer (no llegaba a anochecer del todo, pero veías estrellas) y nadar después, tranquilamente por el lago, en absoluto silencio, bajo las estrellas. Esa fue nuestra primera noche, el viernes. Porque el sábado no nos dejaron marchar, ni el domingo tampoco.

¿El desayuno? Acompañaba a Riina, nuestra anfitriona, a recoger bayas al bosque, que es lo que se suele hacer ahí, cuando teníamos una buena cantidad, volvíamos a la casa, nos preparaba compotas, o mermeladas caseras, leche o café, y a desayunar.
Riina era profesora adjunta ( si bien recuerdo), en la universidad de Jyväskylä. Timo, nuestro anfitrión y novio de Riina, no sé en que trabajaba, pero la casa era de su padre, divorciado que vivía en EE. UU.


El fin de semana que pasamos con ellos en su casa, con la sauna nocturna, el baño en el lago bajo miles y miles de estrellas, su compañía… es un recuerdo que permanecerá para siempre en todos nosotros. Nos estuvimos carteando durante años, invitándonos mutuamente a nuestras casas. No nos hemos vuelto a ver.


                        
Fotografiando a los chicos en la preciosa estación de  Jyväskylä

El segundo episodio fue más rocambolesco aún, porque estábamos en un lugar más remoto que el anterior, Parikkala, cuya principal atracción, que por supuesto probé, era embarcar en un ferry que te llevaba hasta un lago, ya en Rusia, a un tiro de piedra.
Y porque todo ocurrió dentro de una farmacia, entré para preguntar por alguna cabaña donde alojarnos, en Finlandia las hay de todo tipo y precios, eso sí, ubicadas en parajes idílicos. En la farmacia me topé con una pareja extrañísima, ella, una finlandesa de unos 40 años bajita y rechoncha, un pelo rubísimo y una cara muy simpática con sus ojos azules, él, filipino, algo mayor, igual de bajito pero más flaco que un junco, pelo y ojos negrísimos, también una cara simpática. Un filipino que había sido estudiante universitario en Madrid, casado con una finesa, viviendo en Finlandia, trabajando como funcionario en la frontera rusa…. Que de repente se encuentra, en un recóndito rincón de Finlandia, con cuatro madrileños en bici y con la casa a cuestas. Peculiar encuentro, y él.

El bueno del filipino (una lástima que ahora no recuerde su nombre), nos ofreció en un más que aceptable español su… granja, su casa era en realidad una magnífica granja, una bonita y gran casa principal, de madera claro, y dos casas más pequeñas en donde vivían sus hijos adolescentes, muy guapas y guapos por tan exótica mezcla.

La historia se volvió a repetir, exáctamente igual, Paco, mi tocayo, se encontró con una guitarra española en la casa finesa, ellos nunca la habían tocado, no sabían. Paco empezó a “soltarse” con algunos temas y en unos segundos estaba toda la familia rodeándonos emocionada, nunca habían escuchado una melodía de su propia guitarra. Después de eso no nos dejaron marchar en tres días… ¡jajaja! Durante los cuales, Paco, amenizaba las veladas nocturnas.
En ambos casos hubo cartas por navidad y otras fechas durante años hasta que dejamos de hacerlo.



Uff, parece que he contado mucho y en realidad no he puesto casi nada. Digamos que con esta presentación inauguro la “Sección de Escandinavia”, pues tengo muchas cosas que escribiros, recuperaré viejas lecturas para vosotros, y para mí, me apetece de veras.



                             
En algún lugar de Finlandia.Pensando en mis cosas...
                             Un buen sitio para ello. Foto Jesús 2001



“Dentro de mil años, sí, dentro de millones de años te diré: ¿sabes donde estás? Estás en mi corazón.”

William Heinesen (Tórshavn, Islas Feroe, 1900 – 1991), poeta.



Os dejo ya, con la música de los islandeses Sigur Rós… Contemplad esas miradas, buscaros en ellas.