BAJO LA ESTRELLA POLAR
ESCANDINAVIA
“(…) la madre del océano llora nuestras tristezas
murmura nuestros sueños
con el beso del rayo solar acaricia
suavemente
con el rugido de las tormentas despeja los
inviernos a los veranos
la madre del océano en los brazos del
viento con el mar (…)”
Synnøve Persen, poetisa sami (Porsanger,
Noruega, 1950)
A los pies del fiordo, atardecer en Noruega. Villa de Eidfjord. Foto Paco Castillo, 2000
Los que visitáis mi blog ya sabéis el
vínculo especial que tengo con el Perú. Sin embargo, muchos años antes de
siquiera sospechar la estrecha relación que me uniría al país andino, ya
padecía otra pasión desbordante, diría casi obsesiva, hacia Escandinavia o,
mejor dicho, por los países nórdicos.
Entusiasmo que colonizó de forma
contundente mi imaginario infantil, y más tarde juvenil, hasta el día de hoy.
Siendo un pre-adolescente ya conocía “cosas
rarísimas” para un chico de doce o trece años, me sabía (y escribía) a la perfección, todas las
capitales de los países nórdicos y su ubicación en el mapa, y otras ciudades
importantes y acontecimientos de cada uno de estos lugares. Por eso, me hacía
cierta gracia comprobar como los medios
de comunicación, frecuentemente, equivocaban la capital de Dinamarca con la de
Suecia, la de este país servía de comodín para sustituir a la de Finlandia y
Noruega, etc, etc.
De la misma forma que sin la ayuda de la
todopoderosa internet, porque no existía, ya sabía que la serie Pippi
Långstrump (la cual, claro está, adoraba), se había rodado en Visby, la capital
de la isla sueca de Gotland.
Y muchas de esas “rarezas”, y otras que
omito para no aburriros, las sabía yo siendo un púber. Lo supe de una forma que
ahora se nos antoja “jurásica” pero llena de encanto, esa afición que todos los
adolescentes de entonces conocíamos con su acepción anglosajona, el
“penpalling”, que no es otra cosa que escribirse cartas entre los jóvenes de
diferentes nacionalidades.
Antes de la era internet, esto se podía
hacer en periódicos como “Segundamano” en cuya sección “International Penpals”
podías encontrar anuncios de cientos de jóvenes, y no tan jóvenes, buscando
cartearse con chicos y chicas de todo el mundo. O bien tú mismo insertar un
anuncio solicitando una amistosa correspondencia en la sección internacional
del país que tu escogieses, así tu mensaje aparecería en un periódico danés,
noruego, finlandés, sueco o islandés, por ejemplo.
Cada uno practicábamos otros idiomas,
saciábamos la mutua curiosidad de “voyeur” para saber que hacía (aquí
rememoro), mi amiga sueca Karina en su Gotland natal pues… No sé, un sábado por
la tarde; como era un lunes de instituto para mi amigo finlandés Matti en su
ciudad, Turku; cual era el plan de “weekend” para mi amiga danesa Mette, y
punk, en los garitos de Copenhague; el último libro que se había leído mi amiga
noruega Hanne desde su Ålesund natal, y un sinfín de cosas que nos interesaban
a los chicos y chicas de la época.
Tuve muchos “penpals” escandinavos, y por
eso supe lo de Pippi y un montón de peculiaridades genuinamente
escandinavas. Por supuesto, expresiones coloquiales y, sobre todo, malsonantes
en sueco, danés, noruego o finlandés no podían faltar.
En fin, cualquier cosa que me remitiese al
lejano e idealizado norte despertaba en mi un interés inusitado, rayano en lo
extravagante.
Eso explica el ingente material gráfico,
audiovisual, cinematográfico, etc, que he ido recopilando desde aquellos años.
Recuerdo mis mapas, revistas y guías de
viaje sobre Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia, Las Islas Feroe…
Algunas las había leído más de una docena de veces. Aún tengo alguna cinta VHS
en la que grabé una serie de documentales sobre los países nórdicos que con el
título “Bajo la estrella polar”, emitieron en la 2 de RTVE hace muchos
años, y otros tantos documentales en DVD sobre estos países que fui comprando
posteriormente, además de una buen número de películas de cine escandinavo.
Rebuscando en el baúl de los viajes. Paco Castillo, 2015
En plena efervescencia de los años 80,
cazaba al vuelo cualquier manifestación cultural que proviniese de aquellos
lares, la historia, el arte, la música y, por supuesto, la literatura.
En los alocados 80 me las arreglaba con mi
exigua economía para llegar a casa con algún libro de Selma Lagerlöf, o Astrid
Lindgren, Strindberg, Par Lagerkvist, Ibsen, Björnstjerne Björnson, Knut
Hamsun, Sigrid Hundset, Eemil Sillanpää, Mika Waltari, Aleksis Kivi, Snorri
Sturluson, Halldór Laxness, Henrik Pontoppidan, Karen Blixen… De H. C.
Andersen ninguno, de él ya había en casa desde pequeñín.
Algunos de "mis autores nórdicos".
No imagino mi casa sin libros. Paco Castillo, 2015
Me dejaba caer por la Cuesta de Moyano, o en la feria del Libro Antiguo y de Ocasión (cuando inició su andadura en Madrid, año 89), al encuentro de alguna ganga, y con la vista de un búho nival empezaba a inspeccionar libros en cuyas portadas apareciesen esos nombres y, sobre todo, apellidos de inconfundible origen nórdico, con los sufijos en “son”, “dotter”, “sen”, “dóttir”, etc. Como conocía bien tales patronímicos (o matronímicos), siempre tenía éxito en mis exploraciones, y al tener ya los clásicos más renombrados en casa, me solía llevar autores que no conocía absolutamente de nada, ni siquiera me paraba a pensar si sería un buen libro o no, me bastaba con que al abrirlo me sintiese trasladado a aquellos parajes septentrionales que tanto me fascinaban. De esa forma mis estanterías se volvieron a poblar con otros tantos nombres; Synnøve Christensen, Hakkon Bugge Mahrt, Olav Gullvåg, Frygve Gulbranssen, Jón Svensson, Kristmann Guðmundsson, Johan Bojer, Erik Munsterhjelm, Peter Freuchen, Thor Heyerdahl… Todos estos libros con una espesa capa de polvo y viejísimos caían en mis impacientes manos.
Más libros... Paco Castillo, 2015
Lógicamente la mayoría de estas viejas
ediciones poseen traducciones sin los niveles de calidad que podemos encontrar
hoy, en aquellos tiempos aún no se contaba con el magnífico trabajo de Kristin
Baggethum, y luego su hija, Kristina (noruego), Ursula Ojanen (finlandés), Martin
Lexell (sueco), Kristinn R, Ólafsson, Enrique Bernárdez (islandés), Eva Liébana, Blanca Ortiz (danés), por
mencionar algunos de los más solicitados, porque que hay más traductores de
gran valía.
Entre ese material gráfico que decía unos
párrafos más arriba, compré una revista literaria, esto fue ya en los 90,
llamada “El Urogallo” (fundada por la escritora Elena Soriano, ya
fallecida). Acababa de entrar a la Casa del Libro y me di de bruces con la
revista, porque su portada me atrajo como un imán. Dicha portada aparecía
cubierta por una acuarela del sueco Lars Lerin, un pueblecito nevado, debajo de
la cual había un gran titular “ CULTURA NÓRDICA”, nada menos que un
monográfico dedicado a la literatura, y otros reportajes culturales y sociales,
de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, en donde se
entrevistaba a una interesantísima selección de escritoras y escritores
nórdicos, más o menos contemporáneos, por citar a uno que seguro os sonará, Jostein
Gaarder.
Antes de abandonar la Casa del Libro, ya con la revista en mi poder, subí a la primera planta y me gasté el dinero que me quedaba en tres libros, uno del sueco Lars Gustafsson, otro del finlandés Veijo Meri y el tercero, también sueco, Göran Tunström. Salí con un buen agujero en los bolsillos.
En estos últimos tiempos la nómina de
autores nórdicos se ha ido incrementando, sin prisa pero sin pausa.
¿Y qué es lo más sorprendente de todas
estas referencias literarias que fui aglutinando en forma de libros?
En efecto, no hay en todo el texto un
autor, expresamente, de novela policíaca o negra. Por aquel entonces no había
estallado el boom que ahora nos llega desde allí.
Si bien es cierto que el ambiente recreado
en varios de estos libros que tengo presenta esa “densa y mortecina oscuridad”
del invierno ártico.
Y más... Paco Castillo, 2015
Ante tal entusiasmo por lo nórdico solo
podía haber un desenlace… Poner mis pies sobre aquellas latitudes, sueño
largamente codiciado que se hizo realidad en el verano del 96.
Convencí a mi fiel amigo Manu (Manuel),
para irnos ocho días a Copenhague, Dinamarca. Y allá nos plantamos. A los dos
días, estando en un bar psicodélico donde los haya, uno que lleva en el cuerpo
tres cervezones daneses, del mismo tamaño que los vikingos que íbamos sorteando,
adquiere plena solvencia para hablar en inglés, danés o lo que haga falta y, con
la cerveza alzada, les dije a dos tenía cerca: ¡Skål! (¡Salud!)
¡Skål! ¡Skål! Contestaron.
Copenhague. Foto Paco Castillo 1996
Paseando hacia Christiania, Copenhague. Foto Paco Castillo 1996
El siempre animado Nyhavn, para tomar una cerveza, café, té...
Foto Paco Castillo
Y ya todo fue de un buen rollo total. Quedamos
en tomar algo al día siguiente, los dos daneses, Manu y yo. Nos llevaron por
los garitos más estrafalarios de Copenhague, ya fueran con ambiente de jazz,
cabarets, o inclasificables. Uno de los daneses nos dijo que deberíamos ir a
Malmö, en Suecia… Great fun, beautiful place!
La idea tenía lógica, su padre era capitán
(o algo así), en uno de los ferrys (entonces no había puente sobre el estrecho
del Øresund ), que hacía el trayecto Copenhague – Malmö.
Un viaje gratis, y gratis el alojamiento en
Malmö, por cortesía de un amiguete del danés que amablemente nos abrió las
puertas de su casa para quedarnos un día, dos, o los que quisiéramos. Gente
enrollada. Y fuimos, por supuesto.
En contra de lo que pueda parecer, porque
lo he vivido, en el sur de Suecia (región que allá denominan Skåne), puedes
tener en época estival varios días soleados con sus buenos + 30º C, para que
luego digan.
Tres o cuatro veranos después preparé el
que sería el siguiente viaje, un plan, ya de envergadura, que se me había metido
entre ceja y ceja; recorrer durante un mes, como mínimo, una buena parte de
Noruega con mi bici.
Estuve unos meses preparándolo, un proyecto de tal calibre requiere cierta logística, sobre todo diseñar el trayecto ciclista, mapa en mano, las distancias a recorrer, la climatología…Y multitud de detalles, visitas a la embajada noruega para obtener información valiosa sobre lugares, etc. La asesora de turismo, una señora encantadora, fue de gran ayuda, incluso me dio la dirección de unos amigos suyos en Bergen, por si llegásemos a necesitar alguna cosa. Le prometí enseñarle fotos al regreso, lo hice y en agradecimiento me regaló un libro sobre noruega.
Un gran reto este viaje, diseñé la ruta para que transcurriese por los lugares que me resultaban más atractivos, descansando en ellos los días que me apeteciera, etc.
Una vez concluida la primera fase del plan, me quedaba la segunda, convencer a tres estupendos amigos de mi idea y que se embarcasen en la aventura. No me costó hacerlo con José Ángel y su hermano Jesús, infatigables compañeros de ruta con la mountainbike, la preparación física que hicimos durante dos semanas por la Sierra de Gredos, donde tenían casa familiar, fue genial. Me faltaba que se uniera otra gran amigo de los tres, mi tocayo, Paco. Se resistió algo más pues no se veía muy en forma para afrontar la orografía noruega, bellísma y dura a la par. Aceptó, y muchos años después, cuando nos vemos, poco la verdad, siempre me dice que fue una de las mejores experiencias de su vida. En eso coincidimos los cuatro.
Valle noruego. Un alto en el camino, hay que estirar las piernas.
Foto Paco Castillo 2000
Paisaje de Noruega. Foto Paco castillo 2000
Llegamos pedaleando a la desolada región de Telemark, Noruega.
En pleno mes de julio nos sorprende una temperatura de - 3 o 4º c
Y nosotros cansados y medio congelados. Foto Paco Castillo 2000
El entusiasmo con el que nos recibían “esos
fríos escandinavos” nos pilló de sorpresa a todos. Imaginar el desafío con la
exigente geografía, las cumbres a bajo cero y nevadas, (¡en pleno julio!) y
unas cuantas penalidades más que ante sí tenían esos “cuatro locos españoles”
hacía que los noruegos se volcasen con nosotros… ¡Sí incluso nos aplaudían
algunas familias con sus caravanas, al pie de sus hyttes! (cabañas de madera
familiares, donde van a descansar), y nos ofrecían de todo, zumos, embutido,
galletas… Y nosotros, siempre justísimos de dinero, nos dejábamos querer.
En Noruega nos era imposible estar pedaleando más de una hora...
¡Queríamos fotografiarlo todo! Foto Paco Castillo 2000
Skudeneshavn, pintoresco y pequeñito pueblo de pescadores.
Está en un peñón de la costa noruega, sorteando varios islotes,
entre las ciudades de Haugesund y Stavanger. Sí, hasta lugares como Este llegábamos en bici...Increíble. Foto Paco Castillo 2000
Noruega es así de espectacular. Foto paco Castillo 2000
De izquierda a derecha. José Ángel, su hermano Jesús,
yo (Paco Castillo) y Paco (somos tocayos) 2000
En una ciudad costera a la que llegamos,
Haugesund, estaba de fiesta local ( no
teníamos ni idea de eso), todos en sus barquitos sobre el puerto, los
alojamientos repletos. Preguntamos a un enorme, por estatura, noruego donde
podríamos encontrar algún sitio para dormir:
"Oh, it´s really hard to find something… hmm, let me see…
Oskar
(así se llama), habla por teléfono unos minutos, cuelga y nos dice:
“Ok,
everything it´s ok, if you don´t mind you can stay in my house, it would be
great for me and my wife…She was studying in Barcelona , she speaks
Spanish much more better than me! Yo
hablo poquito de español”.
¿Le íbamos a decir que no? ¡Alojarnos en su propia casa, como invitados de honor! Estaríamos locos si rechazásemos algo así… Quien haya viajado de esta manera por algún país extranjero lo entenderá a la perfección.
Esto que cuento es así, verídico, lo
verdaderamente alucinante es que ha sucedido más de una vez en Escandinavia.
Fue un viaje largo e intenso, sufrido y
épico, entrañable e inolvidable. En mi retina guardo imágenes imborrables.
Tras un interminable día sobre la bici, llegamos a
una "gran ciudad", Bergen. La lluvia nos acompañó
buena parte del día. Jesús en primer plano,
buena parte del día. Jesús en primer plano,
yo más arriba. Foto José Ángel 2000
Una ducha, ropa de calle y a pasear por Bergen.
De izquierda a derecha. Jesús, Paco, José Ángel y
yo (Paco Castillo) Decidimos quedarnos tres días a descansar ahí, nos hacía falta.
Autodisparador
Bergen y su bellísima bahía. Foto Paco Castillo 2000
Los samis (lapones), traen a Bergen sus
pieles de reno, figuritas y colgantes hechos
con asta de reno y los venden en la ciudad.
Yo me compré un colgante de ese material, un búho de minerva.
Foto Paco Castillo 2000
Atrás quedó Bergen, de nuevo en ruta, entre islotes noruegos.
Foto Paco Castillo 2000
Un rato de relax en el ferry, un café, los mapas, conversar.
Embarcábamos en los ferrys para explorar islas e islotes apartados...¡No nos perdíamos nada
Foto José Ángel 2000
Foto José Ángel 2000
Pasábamos por ciudades grandes, Haugesund, Stavanger...
Pero a nosostros nos gustaba llegar a sitios como este,
Lysefjord (Noruega). Esa noche dormiríamos frente al fiordo,
en esa cabaña. Foto paco Castillo
Mi tocayo, Paco, asomado en la noche ártica,
un excelente camarógrafo. paco Castillo 2000
Conversando con Jesús, una compañía, la suya, impagable,
gran tipo. Foto Paco castillo 2000
Entenderéis por qué nos gustaba tanto nuestra
cabaña de arriba, nos despertábamos y teníamos
este fiordo (Lysefjord) a 50 mts de nuestros pies.
Foto Paco Castillo 2000
La experiencia vivida en esta aventura fue
tan memorable que al llegar a casa ya se estaba gestando en mi cabeza otra
“locura”.
Propuse a mis tres amigos, José Ángel, su
hermano Jesús y mi tocayo, Paco, hacer lo mismo para el verano siguiente, esta
vez nos recorreríamos en bici una buena parte de… ¡Finlandia!
Es curioso, cuando estaba diseñando las
rutas escogí varios lugares concretos (pueblos, ciudades) que había visto en
los documentales “Bajo la Estrella Polar”. Lo mismo hice en el viaje a Noruega.
La llegada a Helsinki se torció de forma brusca,
tres de nuestras bicis no aterrizaron en la capital finesa, sino en Moscú,
¡Rusia! A pesar de que la culpa recayó en la compañía Air France (en el
transbordo de París equivocaron el destino) Finnair, con la que volamos de
París a Helsinki, sin tener la responsabilidad logística, decidieron por cuenta
propia asumir la “responsabilidad moral” (lo que les honra), y ante la
perspectiva de estar doce o trece días sin la bicis (hubiera dado al traste con
los planes), nos pagaron (¡ Increíble!), el alquiler de tres bicis para el
tiempo que permaneciésemos en el país.
Refrescándome en un lago de Finlandia. Foto Jesús 2001
¿Hacia donde tiramos, este, oeste? Finlandia. Foto Paco Castillo 2001
Si los noruegos fueron acogedores, lo de
Finlandia no tiene nombre. Lo resumo en dos episodios vividos.
En algún lugar de la “Finlandia profunda”,
cuando pretendíamos llegar a la ciudad de Jyväskylä (ciudad natal del
arquitecto Alvar Aalto), después de horas atravesando innumerables e idílicos
lagos, pueblecitos de postal (donde casi nadie hablaba inglés, fuera de los
sitios más turísticos no es extraño), nos damos cuenta que estamos en una
encrucijada de carreterillas solitarias, somos los únicos en ellas, que bordean
un lago por aquí, otro por allá y uno más por “maracullá”
Observamos a una pareja, chico y chica, que se van aproximando por la carreterita, lo hacen en… ¿Unos esquíes con ruedas y bastones sobre el asfalto? Pues sí.
Se acercan, les preguntamos en “mi inglés”
donde carajo estamos, deberíamos haber llegado a Jyväskylä hace unas cuatro
horas.
Cavilan entre ellos en finlandés y con un inglés impecable nos sugieren dos
opciones:
- Les podemos esperar poco más de media hora, vienen con
su furgoneta, nos acoplan a nosotros y las bicis y nos llevan hasta
nuestro destino, a unos 35 kms desde ahí.
- Es viernes, con el fin de semana por delante en
Jyväskylä, no habrá mucho donde elegir, y lo que haya será caro… ¿Porqué
no os venís a casa?
Y a su casa que nos fuimos. Una casa de
madera enorme, preciosa, impresionante, al borde de un lago con embarcadero
propio, perdida en un bosque silencioso. Y Con su sauna, que era una cabañita
roja, típica escandinava, junto al lago.
¿El plan? Darse una sauna al anochecer (no llegaba a anochecer del todo, pero veías estrellas) y nadar después, tranquilamente por el lago, en absoluto silencio, bajo las estrellas. Esa fue nuestra primera noche, el viernes. Porque el sábado no nos dejaron marchar, ni el domingo tampoco.
¿El desayuno? Acompañaba a Riina, nuestra anfitriona, a recoger bayas al bosque, que es lo que se suele hacer ahí, cuando teníamos una buena cantidad, volvíamos a la casa, nos preparaba compotas, o mermeladas caseras, leche o café, y a desayunar.
Riina era profesora adjunta ( si bien recuerdo),
en la universidad de Jyväskylä. Timo, nuestro anfitrión y novio de Riina, no sé
en que trabajaba, pero la casa era de su padre, divorciado que vivía en EE. UU.
El fin de semana que pasamos con ellos en
su casa, con la sauna nocturna, el baño en el lago bajo miles y miles de
estrellas, su compañía… es un recuerdo que permanecerá para siempre en todos
nosotros. Nos estuvimos carteando durante años, invitándonos mutuamente a
nuestras casas. No nos hemos vuelto a ver.
El segundo episodio fue más rocambolesco
aún, porque estábamos en un lugar más remoto que el anterior, Parikkala, cuya
principal atracción, que por supuesto probé, era embarcar en un ferry que te
llevaba hasta un lago, ya en Rusia, a un tiro de piedra.
Y porque todo ocurrió dentro de una farmacia,
entré para preguntar por alguna cabaña donde alojarnos, en Finlandia las hay de
todo tipo y precios, eso sí, ubicadas en parajes idílicos. En la farmacia me
topé con una pareja extrañísima, ella, una finlandesa de unos 40 años bajita y
rechoncha, un pelo rubísimo y una cara muy simpática con sus ojos azules, él,
filipino, algo mayor, igual de bajito pero más flaco que un junco, pelo y ojos
negrísimos, también una cara simpática. Un filipino que había sido estudiante
universitario en Madrid, casado con una finesa, viviendo en Finlandia,
trabajando como funcionario en la frontera rusa…. Que de repente se encuentra,
en un recóndito rincón de Finlandia, con cuatro madrileños en bici y con la
casa a cuestas. Peculiar encuentro, y él.
El bueno del filipino (una lástima que
ahora no recuerde su nombre), nos ofreció en un más que aceptable español su…
granja, su casa era en realidad una magnífica granja, una bonita y gran casa principal,
de madera claro, y dos casas más pequeñas en donde vivían sus hijos adolescentes,
muy guapas y guapos por tan exótica mezcla.
La historia se volvió a repetir,
exáctamente igual, Paco, mi tocayo, se encontró con una guitarra española en la
casa finesa, ellos nunca la habían tocado, no sabían. Paco empezó a “soltarse”
con algunos temas y en unos segundos estaba toda la familia rodeándonos
emocionada, nunca habían escuchado una melodía de su propia guitarra. Después
de eso no nos dejaron marchar en tres días… ¡jajaja! Durante los cuales, Paco,
amenizaba las veladas nocturnas.
En ambos casos hubo cartas por navidad y
otras fechas durante años hasta que dejamos de hacerlo.
Uff, parece que he contado mucho y en
realidad no he puesto casi nada. Digamos que con esta presentación inauguro la
“Sección de Escandinavia”, pues tengo muchas cosas que escribiros, recuperaré
viejas lecturas para vosotros, y para mí, me apetece de veras.
“Dentro de mil años, sí, dentro de millones
de años te diré: ¿sabes donde estás? Estás en mi corazón.”
William
Heinesen (Tórshavn, Islas Feroe, 1900 – 1991), poeta.
Os dejo ya, con la música de los islandeses Sigur Rós… Contemplad esas miradas, buscaros en ellas.
¡Muchísimas gracias por compartir los recuerdos y las fotos! A mí también me encantan los países nórdicos aunque no los conozca tan bien como tú. He leído y sigo leyendo tanto su literatura como los reportajes sobre la vida en aquellos lugares. Este año incluso reseñé unos sobre las Islas Feroe y Spitsbergen. Pero hablando de la literatura, en la entrada incluyes una foto de una de las novelas de Herbjorg Wassmo- ¡imagínate que estoy leyendo ahora mismo su "El libro de Dina"! También mencionas a Trygve Gulbranssen, el autor del monumental bestseller "La voz de los bosques". ¿De verdad tienes el libro? ¿De qué año es la edición? Se da la coincidencia de que es uno de los libros de mi vida. Lo tenía mi abuela en la primera edición polaca de antes de la guerra, luego mi madre y ahora yo. Y ya no digo nada de Astrid Lidgren (mi libro favorito son "Los niños de Bullerbyn) o Tove Jansson y sus Mumins. Y queda tanta literatura nórdica sin traducir al castellano a causa del éxito que tienen las policíacas, creo: Majgull Axelsson, Anne B. Ragde, varias novelas de Wassmo. Lena Andersson tampoco ha tenido el recibimiento adecuado. Sin hablar de Elisabeth Asbrink, totalmente desconocida en España.
ResponderEliminarun abrazo
Agnieszka, encantado de que compartamos ese entusiasmo tan vehemente por los países nórdicos. Mi “locura nórdica” me afecta desde que era un chaval de 13 o 14 años… Y sigue igual de latente ahora, con 48 años ya…
EliminarVeo que eres una gran lectora de todo lo que proviene de aquellas latitudes, igual me ocurre a mí, ya sea literatura, ensayo, historia, geografía… Qué sé yo, de todo!! Jeje.
He tenido la suerte de viajar varias veces a Escandinavia, estancias largas, rincones fuera de las rutas turísticas y de una belleza mayor que algunos de los más conocidos. Además tengo buenos amigos por ahí, de los que me ofrecen casa si voy (¡estupendo, que ahí resulta caro hasta respirar!) Pero hace ya años que no voy… hijos, familia, responsabilidades, etc. De todas formas tengo pensado llevar a mi hija y mi mujer a Estocolmo, y espero que sea pronto.
Tienes toda la razón, la literatura nórdica parece que se agota en lo policial y la novela negra, géneros igualmente válidos, pero es una pena que haya una visión tan limitada de lo que, realmente, es la literatura nórdica. Cuando yo compraba todos esos libros a mediados de los años 80, el boom de lo negro y policial en las letras nórdicas era prácticamente inexistente, por eso, con todo lo que tengo, nada es de novela negra o policial, tal vez algún día pruebe, supongo que habrá cosas muy meritorias.
Siiii el de Trygve Gulbranssen es mío, igual que todos los que ves, fotografiados en casa,o en el campo. El libro pertenece a la colección LIBROS RENO, editados por G. P. Barcelona, es una edición de 1961. Ese libro fue uno de los que compré (la mayoría) por los años 80, en la Cuesta de Moyano, Madrid, y sé que ahora es casi imposible de conseguir, una joya. Me encanta que en tu caso pasara de tu abuela a tu madre, y de ella a ti… Wow!! Me entusiasman esas historias humanas con los libros. Estaremos atentos el uno al otro, Agnieszka. Un placer.
Pues aquí está otra entusiasta de los países nórdicos aunque solo he viajado a Noruega (hace dos años), llegue hasta Trondheim. Mi proyecto es empezar en las Feroe y llegar al Cabo Norte, pero para eso tengo que ahorrar que es muy caro ;)
ResponderEliminarLa literatura la conozco menos que tú pero ya sabes que me encanta la novela negra. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, fueron los pioneros y unos escritores magníficos y, por supuesto, Henning Mankell, que escribía novela que no era negra.
Me ha encantado tu relato de tu devoción por lo nórdico.
Abrazos!!
Hola Laura. Pues igualmente me alegro de tu entusiasmo por los países nórdicos, me encantan esas experiencias comunes que, referentes a Escandinavia, nos acercan más a nosotros.
EliminarTrondheim es una ciudad encantadora… ¿Qué ciudad noruega no lo es? Incluso Oslo, que para muchos es la capital nórdica menos lustrosa, tiene parajes en la periferia de los que no puede presumir, por ejemplo, Copenhague, en realidad es absurdo comparar una belleza con otra.
No he llegado hasta las Islas Feroe, tampoco hasta el Cabo Norte (¡entonces, en vez de un mes, hubiese necesitado dos!), y sin duda son dos espinitas que tengo clavadas… Quien sabe en el futuro, esa posibilidad no está descartada.
Sí, conozco tu entusiasmo por la novela negra de aquellas tierras, y sabiendo lo exigente que eres como lectora, tengo claro que estás leyendo, antes que genero negro, etc, sobre todo buena literatura, que es la sensación que revolotea al final, si ha sido, o no, buena literatura. Seguro que tarde o temprano me entrego al abordaje de uno de esos autores. Cuídate y un abrazo!
Me gusto Oslo, hay una zona transformada que me gustó mucho, me refiero donde está el edificio de la ópera. También me gustó el parque Frogner y la península Bygdoy donde visitamos algunos museos.
EliminarQué bien, poder recordar ese viaje contigo.
Abrazos!!
¡Oh sí! El Frogneparken, en donde puedes contemplar y tocar las esculturas de Gustav Vigeland, qué maravilla, a mí también me gustó mucho. Y el barrio de Bygdoy claro, muy interesante el museo vikingo, me encantó. La zona nueva con el edificio de la ópera aún no se había hecho cuando yo estuve (2000), seguro que es muy atractiva :)
EliminarAsí es Laura, un placer recordarnos estas vivencias, abrazos!!
¡madremiadelamorhermoso, Paco! ¿Cómo te cuento? Si es que se me están cayendo hasta lagrimones... Mi atracción por lo nórdico viene también de siempre, no sé ponerle un cuándo. A la par que por Sudáfrica. He acumulado también, acumulo, unos cuantos autores "venidos del frío". Siempre me ha gustado esa forma de contar, pautada, como dando calorcito en el frío, como quien cuenta en una cabaña en torno a una chimenea cuando "ahí fuera" todo es hielo y noche.
ResponderEliminarNo de una forma tan viajera como tú, ni en bicicleta, pero sí he pateado algo de esos paises hace año y medio. Los fiordos... qué belleza, lloraba emocionada (y mira que soy de Asturias) ante tanta inmensidad, un espectáculo tan hermoso. Me dí un palizón subiendo hasta una cascada. Mi acompañante se quedó a mitad de camino con cierto vértigo. Cuando llegué arriba, tarde, pero las noches eran de dos o tres horas nada más, me tumbé mientras la cascada me salpicaba de arriba a abajo. Y lloré de pura felicidad.
En Estocolmo estuve en el Junibacken ... otra experiencia (absolutamente distinta, pero igualmente intensa). No encontrarás fotos de su interior. Hay que entrar y volver a ser niño y dejarte llevar con la boca abierta.
En el aeropuerto de Estocolmo, en una estantería de esas de aeropuerto tenían colocados los diez libros de lengua extranjera más vendidos ¿Cuál era el número 8? Stoner. Algo impensable en este país. Y en el hotel en la mesita tenían libros, alguno de ellos poesía...
En Flam estuvimos en una cabaña parecida a la que sale en algunas imágenes que has puesto.
Gracias, Paco, he disfrutado como siempre leyéndote y viendo las fotos, gracias por permitirme ver con tu mirada.
Y mientras he escrito esto he estado escuchando la preciosa canción de Sigur Rós, así que... más gracias.
Un abrazo
¡Pero bueno Ana! Leyendo a Agnieszka, Laura y ahora a ti, ya veo que ha sido todo un acierto traer un pedacito de Escandinavia a este blog… ¡ Qué alegría! Y más cuando compruebo que habéis tenido el privilegio de admirar “in situ” la espectacular naturaleza de aquellos lugares. ¡Flåm es precioso! Nosotros, al llegar a Geilo, un pueblito de montaña famoso entre los esquiadores noruegos, descansamos un día ahí y después decidimos tomar un tren para ver el valle de Flåm y regresar por la noche a Geilo. Nos hubiera gustado recorrer el Sognefjord… Pero era imposible recorrer en bici todos los fiordos noruegos, aunque recorrimos con nuestras bicis bastantes, dicho sea. Siii… Lo de los libros en cualquier hotel u hotelillo nórdico recibiendo al huésped es habitual desde siempre, además es dificilísimo encontrar un hogar nórdico sin libros, en las casas que yo he conocido solía haber una interesante selección, leen muchísimo.
Eliminar¡Adoro Asturias! Muchos veranos de mi niñez los pasé en Vidiago, en casa de mi tía Paz… esas vacaciones de julio a principios de septiembre… ¡Y yo no me quería ir de allá! Por eso procuro escaparme todos los años, aunque sea unos días, pero necesito el aroma del cantábrico, su brisa y el sonido de las gaviotas sobre la costa asturiana, eso para mí es el paraíso.
Pues eso, encantado de que coincidencias sean las que nos acerquen un poco más.
Gracias a vosotras.
Un abrazo Ana.
Gracias por compartirnos semejante viaje y literatura, Paco! Imagina que para quien esto escribe, en el extremo sur del otro hemisferio, esos parajes, esas fotografías que has tomado son parte de lo desconocido.
ResponderEliminarEn lo personal, siempre ha sentido atracción por los países nórdicos, saber cómo viven, cómo se las ingenian para pasar los crudos inviernos y la falta de luz solar. Al menos, ya voy sabiendo algunas cosas a través de ti.
De las letras, poco y nada. Lagerkvist, Askildsen y algo de Tranströmer.
Recibe un fuerte abrazo y mi reconocimiento a toda tu reseña, que me ha permitido viajar sin moverme de casa.
Amigo Marcelo, gracias a ti por tus palabras, si he contribuido a acercarte un poco más estos países que tanta atracción ejercen sobre nosotros me doy por satisfecho. Has leído a tres "pesos pesados" de las letras nórdicas, personalmente tengo pendiente a Tranströmer, siempre estoy tanteándole, me apetece mucho leerlo y visitaré tu reseña para saber tu opinión, muy estimada por mí.
EliminarUn fuerte abrazo amigo !
¡Qué maravilla de sitios! Bellos paisajes, hermosas gentes. Gracias por compartir esos momentos con nosotros. Y las lecturas, y supongo que dejarás para alguna otra ocasión lo que escribiste, las notas de viaje que tomaste, los pensamientos. Me encantó la música de Sigur Rós, y las imágenes en las que casi se puedo tocar la paz.
ResponderEliminarAmiga Pilar, me alegra poder compartir estas experiencias contigo, tienes una sensibilidad que sabe captar la belleza allá donde esté, y en Escandinavia de paisajes hermosos van sobrados.
ResponderEliminar¡Oh si! La música de Sigur Rós es alucinante, las sensaciones que te provoca mirar y escuchar esa puesta en escena son intensas. Claro, tomé muchas notas, siempre lo hago en mis viajes, muchas han envejecido en el papel donde fueron escritas... y ahí permanecen.
Felices fiestas amiga, mis mejores deseos para ti, y todos los que pasáis por aquí. Un abrazo.
Llegué a este maravilloso espacio, por pura casualidad, y ahora, no quiero irme... Qué preciosidad las fotos, los recuerdos, los libros, los detalles, ¡Escandinavia que estás en la tierra!...
ResponderEliminarMil gracias por esta excelente información que trataré de ir poco a poco asimilando.
Buen año y gracias.
Hola Clarisa.
EliminarMil gracias a ti por tu presencia y palabras. Tenía ganas de compartir estas vivencias, algo tan hermoso sería una pena recluirlo dentro de uno mismo. Puedes quedarte el tiempo que quieras, estás en tu casa. Mis mejores deseos para este año y los que vengan. Gracias :)
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ResponderEliminarQué buen rato he pasado reviviendo contigo aquellos dos increíbles viajes. Y que malo, también, porque reconozco haber sentido envidia. Nunca he sido tan atrevido: es un simple viaje turístico en coche y ya le doy mil vueltas, así que imáginate. Me conformo viajando con los mis lecturas. Por cierto, empiezo a cogerle afición a lo nórdico...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Gerardo.
EliminarMe alegra haberte hecho pasar un buen rato, esa era mi pretensión al compartir tales recuerdos. Unos viajes memorables, sin duda. recordaré esas vivencias toda mi vida como si hubiese sucedido ayer mismo, son experiencias que te marcan para siempre, sobre todo por haberlo vivido con buenos amigos, aunque al principio no estaba muy claro que se fueran a lanzar a la aventura, de los viajes en bici me refiero, afortunadamente pude contar con ellos... aunque me habría ido solo, pero todo hubiera sido mucho más complicado. Hay excelente literatura de aquellas tierras, espero que te animes :)
Un abrazo, y gracias.
Me ha encantado leer esta entrada a la vez que me ha sorprendido pero muchísimo tu intensa atracción ya desde adolescente por los países escandinavos.
ResponderEliminarCreo que si existiera esto que llaman reencarnación, probablemente tuviste que vivir en uno de estos países.
Bueno, bromas aparte, se me ha hecho muy amena la lectura de tu viaje, quizás porque has sabido aunar mis dos pasiones, la lectura y los viajes desde tu experiencia personal con gran acierto.
Un saludo y salgo encantada de leerte.
Hola Carmen.
EliminarGracias por tu visita y tus palabras. La verdad es que, visto ahora con la distancia de los años, es verdad que resulta sorprendente esa magnética atracción ya desde jovencillo, puede que todo empezase con Pippi :)) o vete a saber... jaja. Uyy si me hubiese reencarnado alguna vez, puede que fuese en una grulla migratoria, cuando desde Escandinavia vuelan hasta su refugio de invierno en Extremadura, ya en España, sí, así no estaría mal.
Estás en tu casa, Carmen.
Gracias. Buenas lecturas y viajes.