P. Castillo

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martes, 28 de abril de 2020


Paseos con mis hijas




Aún colea el lógico enfado de muchos por la actitud temeraria de unos pocos, me refiero al primer día de paseos con los niños. Pero ya he comentado antes en algún blog que fueron los menos dentro de una gran mayoría.

No os creáis que los efusivos meridionales somos los únicos que han proporcionado imágenes bochornosas en un aspecto u otro; en la capital sueca, Estocolmo, pero también en otras ciudades del país como Malmö y Göteborg, ante esa divinidad todopoderosa que es el sol para los escandinavos, cual dios Inti para los Incas, se han visto muchas terrazas y bares más llenos de lo aconsejable y sin apenas distancia de seguridad, tal ha sido el impacto que su primer ministro, Stefan Löfven, les ha tenido que llamar la atención públicamente, y su ministro del interior, Mikael Damberg, muy molesto por la situación, dijo textualmente:

“Dejadme ser extremadamente claro: no quiero ver aglomeraciones en las terrazas de Estocolmo ni en ningún otro lugar”.




Y ha amenazado con echar el candado a todas las terrazas y bares si le obligan las circunstancias. ¡Ayyy estos civilizados suecos!, en cuanto les visita el astro rey, no hay seguridad ni acatamiento que valga. 

También se han visto estos días cosas muy reprobables en París, y en Londres, por no mencionar las playas californianas, o en mi amado Perú, en donde pude ver un vídeo con una gran cola de parroquianos en la ciudad de Piura (que conozco, y está muy presente en varias novelas de Vargas Llosa, como en la magnífica Lituma en los Andes, La casa verde, Los jefes y alguna más), sin distancias ni nada, y saltándose todas las normas de la cuarentena para comprar un artículo de primera necesidad… ¡cervezas!, todos, padres, madres y abuelos llevaban sus cajas para llenarlas ante el establecimiento de bebidas. El cabreo del presidente Vizcarra ha sido monumental.


O la no-estrategia de Nicaragua contra la pandemia, cuyo presidente debe pensar que eso  del coronavirus es un ardid o patraña que han planificado terceros, con no se sabe qué intenciones…

Así que nada mejor que una velada de boxeo, con algunas cautelas claro, para mostrar al mundo lo envalentonados que están ante la sumisión del resto.

Esto es solo una pequeña muestra de la inconsciencia que bastantes más han protagonizado a lo largo y ancho del mundo.

Me exasperan esos titulares y voces cuando hablan del éxito de otros países frente al coronavirus, ¿perdón, éxito de quién?

Aquí solo cabe hablar de un triunfador; el virus.

El partido ha quedado así: Virus 1 – Humanidad 0

Por tanto, debemos referir la situación, desde aquí hasta nuestras antípodas, en términos de fracaso, evidentemente fracasos menores (cierto que algunos irrelevantes en comparación con otras cifras) entre fracasos mucho mayores. 
Pero fracasos al fin y al cabo.

Hace 20 días se hablaba del éxito de Japón o Singapur y ahora se ven sus errores de bulto. Inverosímil la falta de test en una país tan potente como Japón, y más aún el fiasco con los millones de mascarillas gratuitas que el gobierno envío a su población, las ya célebres  Abenomask:

“Por si todo esto fuera poco, cuando el Gobierno puso en marcha el envío de 'Abenomask' a mediados de mes y los hogares empezaron a recibir las primeras partidas esta última semana, comenzaron a aparecer testimonios de ciudadanos que hallaron en sus mascarillas insectos muertos, cabellos, moho y otros residuos.

Ante esta situación, el Gobierno decidió bloquear todas las partidas que estaban en proceso de envío (…)”


Y nos referimos a Japón… alucinante.

Es verdad que los números de Corea del Sur son muy bajos comparados con los de España, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, incluso Alemania, etc. Aunque de victoria nada, han tenido sus miles de contagiados, pocas muertes ciertamente, pero una economía también tocada, de eso no se ha librado ninguno.

Y una parte importante de la estrategia coreana, al margen de los test masivos, ha sido someter a sus ciudadanos a una férrea vigilancia estatal, de seguimiento de sus pasos mediante aplicaciones telefónicas, gps, etc, algo que aquí no sería admitido por invadir la privacidad.

Corea del Sur (…), el país más conectado del mundo aprovechó la tecnología móvil para rastrear los contactos. A las personas que daban positivo se les pedía que describieran sus últimos desplazamientos, una información que se complementaba con los datos del GPS de los teléfonos, las grabaciones de las cámaras de vigilancia y las transacciones con tarjeta de crédito. Esos detalles permitieron a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades emitir alertas, en tiempo real, sobre los lugares dónde habían estado esas personas antes de saber que estaban contagiadas.



A lo que iba, ¿consentiríamos en Europa ese seguimiento de nuestros pasos?

En todo caso, esto no va de nórdicos, latinos, orientales, americanos, árabes, etcesto va del género humano entero, de la Humanidad en mayúsculas, y reconozcamos que la Humanidad ha sido vapuleada, ha recibido un planetario puntapié en el trasero por parte del virus, un ser vivo para unos científicos y un ente que no es considerado ser vivo para otros científicos, cuando está en su estado latente, adormecido bajo el permafrost siberiano, por ejemplo, hay disparidad científica en esto. 

Si concuerdan en algo, el número de virus es de tal cantidad, que resulta inasumible para nuestro cerebro, ni en cientos de millones de años que habitáramos podríamos contarlos, el mayor número está escondido en el mar, pero tranquilos, la mayoría de los virus son inofensivos para nosotros, prueba de ello es que si no fuera así…  nuestra especie ya llevaría miles de años criando malvas.

Volviendo a los paseos y niños. Por aquí, pues eso, casi todos hemos sido sensatos. En mi caso ha sido muy fácil disfrutar el paseo con mis hijas, sin estrés alguno, el lugar donde vivo me lo hace sencillo, incluso es normal no cruzarme con otros, lejos de esas estampas que se han visto.

Servidor iba con guantes y mascarilla, siempre que salgo voy así, y mi hija mayor con su mascarilla al salir de casa, pero a los 10 minutos ya estamos en el campo, y ahí se la quita. La pequeñaja… casi mejor que no la lleve, se la quitaría, la tiraría, se la tocaría, etc.

La verdad es que en mi localidad no se han visto problemas con los paseos, y me consta que en casi toda España lo mismo, esos casos irresponsables son un porcentaje mínimo, eso sí, precaución total, pues basta una chispa para encender la mecha de nuevo.

El sitio por donde yo voy es muy tranquilo, y os aseguro que si fuera un insolidario podría estar bastante más de una hora por allí, me resultaría fácil, pero yo llevo mi cuentakilómetros y miro que no me pase más del km de distancia, y cuando queda poco para cumplir la hora iniciamos el retorno… no me sale ser un cabronazo, y además ya hemos visto demasiado sufrimiento para ir de listo.

Bueno, después de algún que otro mogollón que hemos presenciado, os dejo con el paseo de mis hijas, exultantes de entusiasmo.

En realidad, no dejo de pensar… si no serán ellas las que me pasean a mí.


Domingo 26 de abril, primer día de paseo. Mis dos hijas de camino al campo, que lo tenemos cerquita.

Domingo 26 de abril. ¡El apoteosis tras mes y medio encerradas!

Domingo 26 de abril.

Lunes 27 de abril.

Lunes 27 de abril.

Lunes 27 de abril. Siento una emoción intensa al cotemplarlas como dos potrillos desbocados.

Martes 28 de abril. Hoy solos la pequeña, Itziar, y yo. La mayor prefirió quedarse con su madre para cocinar unas tortitas, pues a Izaskun eso de preparar la masa le encanta. Itziar iba tan contenta, a lo suyo.


Martes 28 de abril.

Martes 28 de abril.


Martes 28 de abril.




Pese a todo, seguimos caminando…



On My Way To Somewhere (En mi camino, hacia algún lugar), Eivor.




viernes, 24 de abril de 2020


Mi hija Izaskun y yo. El Día del Libro.

Izaskun tenía ayer una tarea del colegio, ahora virtual. Era una opción voluntaria que les propuso su profesora de Lengua, Amparo, en tercero de primaria.

Consistía en enviar un audio a su por correo, en donde los alumnos, muy brevemente, hablaban del libro que estaban leyendo y por qué lo habían elegido. Al final, si les apetecía, podían leer unas pocas líneas al azar. Amparo comentó que sería una bonita idea subir los audios al blog de clase, y escuchar las propuestas de los alumnos en una jornada como esa; El Día del Libro. Y la idea es chula, ciertamente

El caso es que mi hija me propuso compartir la lectura de esas líneas:

“Papá, tú que siempre estás con los libros y te gusta tanto leer, podemos hacerlo juntos, ¿no?”

Y qué os voy a decir, viniendo de mi hija me pareció una proposición maravillosa, una lectura al alimón.

El libro que está leyendo ahora es “Las Crónicas de Narnia” de C. S. Lewis, y lo está haciendo con gusto. Izaskun es una buena lectora, la verdad, todas las noches lee un poco en su cama… sin que nadie la obligue. Veremos si continúa, ojalá…



“Las Crónicas de Narnia”, C. S. Lewis. En las estanterías de Izaskun.

Y después de verlo en el blog de la profe y escucharlo, me dije que estaría bien compartirlo aquí, entre libros y amigos. Ahí va…

La recomendación de Izaskun:




miércoles, 22 de abril de 2020


Pugna entre dos plagas. La Humanidad versus Los Virus.


Los virus nos llevan algunas ventajas, una significativa es que ellos nos entienden mejor a nosotros que nosotros a ellos, por muchos estudios de laboratorio que se hagan.

Nos vienen observando desde hace miles de años, en silencio, parapetados en su invisibilidad, esperando cualquier imprudencia por nuestra parte, y cuando sucede salta la pugna entre las dos plagas; La Humanidad versus Los Virus.

Porque para este planeta, la Humanidad y su depredación han alcanzado dimensiones de plaga, tal es la afirmación de José María Fernández de Castro, paleoantropólogo y codirector del yacimiento de Atapuerca.


Hay otros organismos vivos que también nos conocen mejor que al revés, ocurre en muchas especies animales. Un perro entiende mejor a los humanos que el humano al perro, más aún, el can entiende mejor al humano que éste a otro humano, inaudito pero es así en multitud de circunstancias.

Este es un hecho que explica con rotundidad y clarividencia Felipe Fernández Armesto en “Breve Historia de la Humanidad”, uno de esos ensayos lúcidos y necesarios, no así para los dogmáticos, porque ponen todo patas arriba.


Foto, Paco Castillo (noviembre 2018)

La egolatría que nos caracteriza como humanos nos sume en la ceguera mental, y nos lleva a pensar que nuestra presencia en el planeta, a lo largo de milenios, es todo un ejemplo de éxito evolutivo, pues seguimos en pie.


Pensamos y nos pensamos como el centro de todas las cosas, el eje que hace girar al mismo Universo. La megalomanía nos está acercando al borde del precipicio.

Valga este fragmento:

“El fin del Triásico fue el cuarto periodo mundial conocido en mortandad, siendo la extinción de los dinosaurios el quinto. Hoy en día, algunos científicos han propuesto que estamos en la cúspide de una sexta extinción por el hombre, ya que el crecimiento explosivo de la población humana, la actividad industrial y la explotación de los recursos naturales están empujando rápidamente a muchas especies fuera del mapa.”


Ese éxito evolutivo que decía por arriba yo lo sostengo con alfileres. Es pertinente repensar el concepto de éxito en cuanto a especie que manejamos, una idea de éxito que, por cierto, tenemos desde hace relativamente poco, concretamente desde la Revolución Industrial.
A esta aceleración industrial y tecnológica con sus logros la hemos llamado Éxito en nuestra cultura Occidental, porque si le preguntamos a un budista que significado le da al Éxito, puede que ni siquiera sepa respondernos por desconocer la existencia de tal palabra.

Es cierto que los avances en medicina han posibilitado que vivamos muchos más años que hace dos siglos, pero esto tiene una doble lectura, perversa; cuánto más larga sea la vida de los seres humanos… más se acorta la vida del planeta, dados nuestros modelos de desarrollo. Es una relación sencilla de entender.

El éxito evolutivo no hay que plantearlo o entenderlo o medirlo en relación al estilo de vida que los humanos desarrollan en la Tierra, con sus deslumbrantes creaciones en aras de ese supuesto dominio tecnológico,  y el sometimiento de los recursos terrestres para favorecer nuestra dinámica de crecimiento, sino más bien al tiempo, sí el cronológico, que nuestra especie lleva sobreviviendo en el planeta.

En ese sentido nuestro éxito evolutivo es una variable que aún está por analizar, pues llevamos apenas “unos minutos”  en la Tierra, si nos atenemos a parámetros evolutivos, ya que nuestros 200.000 años en la Tierra es una minucia comparado con los 245 millones de años, aproximadamente, que estuvieron los Dinosaurios aquí.




“Los dinosaurios vivieron en la Tierra durante aproximadamente entre 215 y 245 millones de años ( aproximadamente 64 veces más que el tiempo que lleva la humanidad sobre la Tierra).”


Así que en términos evolutivos, de la supervivencia de una especie en el planeta (ya coman hierbas y caminen a cuatro patas, o construyan aviones) el éxito de los dinosaurios es incomparablemente mayor al nuestro. Los dinosaurios no habrán fabricado respiradores o creado ordenadores, pero han vencido a los desafíos de la existencia durante 245 millones de años.

¿Dada nuestra forma de vida en la Tierra, y la gestión que hacemos de sus recursos… llegaremos a habitarla 245 millones de años?

Pero además, una especie emparentada que siempre hemos mirado por encima del hombro, Los Neandertales, han estado bastante más tiempo en la Tierra que el humano moderno (Homo sapiens):

“La extinción temprana de los neandertales suele considerarse prueba de su inferioridad, pero existieron durante 300.000 años, mucho más de lo que ha durado el Homo sapiens hasta ahora o, por lo que se vislumbra hoy, de lo que parece capaz de durar en un futuro.”

Fuente: Breve historia de la Humanidad (Grupo Zeta, 2008, de la versión original en 2004), Felipe Fernández-Armesto.


                                Foto, Paco Castillo (noviembre 2018)

Nuestro signo distintivo, la inteligencia y el raciocinio, es una garantía para muchas cosas, pero no un salvoconducto para asegurnos la permanencia en el planeta, eso lo corrobora cualquier científico, es más, parece que está sirviendo para todo lo contrario, acelerar nuestra desaparición… no hay más que echar un vistazo por ahí fuera.

-Los seres humanos somos una plaga para el planeta-

“Somos diferentes de otros animales porque tenemos cultura, pero somos genes, carne y hueso como otras especies. Las posturas catastrofistas no gustan a nadie. Todo el mundo esconde la cabeza, y si se habla de esas catástrofes la gente se va de las conferencias. Pero existe la posibilidad. Mi colega Eudald Carbonell defiende que puede haber un colapso de la especie. No una extinción, pero una reducción de la especie a unos niveles aceptables, un equilibrio. Como pasa con todos los animales que alcanzan el nivel de plaga, y nosotros somos una plaga del planeta, cuando acaban con los recursos sus poblaciones caen hasta que logran un equilibrio con el medio. No es catastrofismo, es ecología.”



Ahí va otro fragmento:

“Un equipo de investigadores realizó un censo de la masa que representa la vida en la Tierra. Sus conclusiones ponen en evidencia no sólo el insignificante peso de la humanidad sino también la voracidad de su instinto. Las 7.500 millones de personas que habitan la Tierra representan apenas el 0,01% del total de la masa de la vida. Pese a esta desproporción, desde el comienzo de la civilización ya lleva aniquilados al 83% de los ejemplares de mamíferos salvajes, el 80% de los mamíferos marinos, la mitad de las plantas y al 15% de los peces.

A esto se le suma que en los últimos 100 años el planeta haya perdido casi la mitad de su superficie forestal. Como señala el informe más reciente de la Food and Agriculture Organization (FAO) la Tierra sigue perdiendo anualmente 11,2 millones de hectáreas de bosques vírgenes. Esto es consecuencia de su explotación como fuente de energía (cerca de 2.000 millones de personas en el mundo dependen de la leña como combustible), de la expansión agrícola y ganadera y de la minería y de las actividades de compañías madereras que, a menudo, escapan a todo control estatal.”


Hace unos días leía también algunos informes señalando que países como China y Estados Unidos, tienen una clara intención de relajar, incluso tumbar, varias medidas en favor del medio ambiente que habían adoptado a regañadientes. Por ejemplo China permitiría flexibilizar las normas que se habían aprobado para minimizar el uso del carbón, una fuente de energía altamente contaminante… el objetivo es acelerar lo más posible la recuperación económica, y las fuentes más contaminantes son las que más posibilitan esa rapidez, es así. La idea de Estados Unidos es la misma, y ya está echando para atrás muchas directivas en beneficio del medio ambiente que, tras mucho tira y afloja,  estaban casi aprobadas y listas para implementarse. Supongo que Rusia o Brasil, o India… no se van a quedar mirando a sus competidores y procederán igual.

Hablando de Estados Unidos, veo que los amigos de Trump, los magnates de Disney, dejarán de pagar a sus empleados:

“Disney dejará de pagar a más de 100.000 empleados esta semana, casi la mitad de su fuerza laboral. La compañía mantendrá vigente su plan de bonificación ejecutiva y el pago de un dividendo que estaba planificado por un monto de 1.500 millones de dólares. El presidente ejecutivo de Disney, Bob Chapek, anunció que cobraría la mitad de su salario base de 2,5 millones de dólares debido a la crisis, pero Chapek obtiene un estimado de 25 millones de dólares anuales gracias a bonificaciones y a un premio de incentivo a largo plazo. El presidente y ex director ejecutivo de Disney, Bob Iger, ganó 47,5 millones de dólares como director ejecutivo el año pasado y su patrimonio asciende a 690 millones de dólares.

Jeremy Haicken, presidente del sindicato UNITE HERE, que representa a los trabajadores de Disney World en el estado de Florida, dijo a la revista The Hollywood Reporter: “Florida está al borde de un desastre humanitario. El sistema estaba diseñado para fallar incluso en los mejores momentos, y ahora cientos de miles de trabajadores están pagando el precio. ¿Qué van a hacer los trabajadores cuando sus hijos pasen hambre? ¿Pedirles que esperen siete semanas para que [el gobernador Ron] DeSantis les envíe un cheque?”.


En ese aspecto aquí tampoco estamos para presumir, pues los empresarios de la CEOE han puesto el grito en el cielo y mostrado su oposición ante la propuesta del imprescindible Ingreso Vital Mínimo que tantas  familias en situación crítica necesitan ahora. Eso sí, no pocas empresas han recibido ayudas millonarias de dinero público cuando se han visto en la misma tesitura, y es que eso de la Responsabilidad Social Corporativa; devolver a la sociedad parte de lo que ésta te ha dado a ti, es una asignatura que muchas empresas suspenden.

Ese es el Éxito que eleva a las grandes naciones en su idea de progreso, es decir, el Éxito de cuatro tiburones sobre un inmenso mar de indefensas sardinas.

No obstante, se está poniendo mucho el foco en diversas cuestiones con el coronavirus, a saber; que si falta de previsión al permitir manifestaciones masivas, que si hemos llegado tarde al adoptar estas o aquellas medidas, que si escasez de una industria dedicada a la fabricación de material sanitario, etc, etc. Es innegable que todo esto explica una proporción de la crisis, y habrá que aprender de tales errores, pero no es lo más relevante y nos limita la perspectiva del problema; ¿somos tan ingenuos de creer que suspendiendo una manifestación, o adelantándose con algunas medidas íbamos a mantener a raya el virus? Esta es una óptica cortoplacista, no solo aquí, pues en el resto del mundo sucede lo mismo.

El riesgo de pandemia global viene advirtiéndose hace años por la comunidad científica, ver mi entrada del día 12 de abril. Esa misma comunidad científica que suele ser silenciada por las grandes economías mundiales, pues resultan molestos en sus críticas hacia el insostenible desarrollo que tenemos, tan nocivo para el medio ambiente.

Este es un debate que apenas se plantea en los medios, pasa de puntillas en los telediarios, en la prensa, los analistas que más exposición están teniendo al vislumbrar el panorama son economistas, politólogos, sociólogos, psicólogos, obviamente los médicos e investigadores sanitarios no tienen más remedio que centrarse en la naturaleza del virus para combatirlo, ahora son esenciales en eso, pero la comunidad científica que vela por el medio ambiente es una voz que nos cuesta escuchar ante el protagonismo de economistas, politólogos, etc.

Es cierto que aún no se ha establecido una relación directa entre la propagación del coronavirus y el declive mediombiental, pero a nadie se le escapa que con la degradación del planeta les ponemos las cosas demasiado fáciles a bacterias y virus para darse un voltio entre los humanos, el consumo descontrolado de otras especies animales (mercados vivos), ya se sabe lo peligroso que es, aparte de llevar casi a la extinción a numerosas especies.



La angustia que padecemos no es tanto por lo que observamos alrededor, más bien está en la idea que sostuvo el psiquiatra Juan J. López Ibor ("El descubrimiento de la intimidad"):

“La reducción del hombre así mismo produce la angustia”


Foto, Paco Castillo, por mi biblioteca.



Por cierto, las hormigas llevan en la Tierra más de 160 millones de años, eso sí que es un ejemplo de éxito evolutivo, y como ha dicho uno de los mayores expertos mundiales en estos insectos, el biólogo Laurent Keller:

“Las hormigas sobrevivieron a los dinosaurios y también sobrevivirán al hombre”



                                                 Foto, Paco Castillo, noviembre de 2018

jueves, 16 de abril de 2020


In memoriam, Luis Sepúlveda.

Solo he leído un libro de Luis Sepúlveda, pero fue suficiente para que la escritura de este gran narrador me llegase hondo.

Sabía que llevaba ingresado un mes y pico en un hospital de Oviedo, ciudad en la que residía, era uno de esos pacientes graves por el coronavirus.

Este jueves de cielos furiosos y tormenta amenazante, el coronavirus se lo ha llevado, tenía 71 años. Un fallecido más en esta devastadora pandemia, un momento histórico en el mundo que se está escribiendo con Mayúsculas, porqué supondrá un antes y un después, y que desgraciadamente nos ha tocado vivir, aunque nos cueste creerlo, y que dentro de cien años, si aún continúa en pie la Humanidad, lo estudiarán las generaciones futuras, como hemos hecho nosotros con el crack del 29, por ejemplo.

Con la esperanza de alentaros a leer un libro rebosante de humanidad, os dejo la entrada que publiqué hace dos años, y revivir de algún modo al magnífico escritor que fue Luis Sepúlveda.




Patagonia Express. Luis Sepúlveda (Chile, 1949 – Oviedo, 16 de abril, 2020)



Editorial Tusquets, sexta edición, 1997, "Colección Andanzas". 178 páginas.




Viernes, 11 de mayo de 2018. Fotos, Paco Castillo.






Patagonia es una palabra talismán para mí. Todo allí es grandioso y desafiante… la soledad, las montañas, la pampa, la belleza, el silencio.



Con esta excelente narración de Luis Sepúlveda, seguiremos sus pasos en un periplo geográfico que lleva al escritor por diferentes escenarios, recalando al fin, tras un largo exilio político por Europa, en la Patagonia chileno-argentina y la Tierra del Fuego. Desde allí volverá a salir con destino hacia sus raíces familiares.


El título toma nombre de una línea ferroviaria patagónica, ya en desuso, que unía varias localidades. Tren en el que Sepúlveda llegó a viajar, narrando su salida de Puerto Natales:

“De allí sale el más austral de los ferrocarriles, el verdadero Patagonia Express (…) llega hasta Río Gallegos, en la costa atlántica.
El convoy, integrado por dos vagones de pasajeros y otros dos de carga, es arrastrado por una vieja locomotora de carbón (…).

En un extremo hay una estufa de leña que los mismos pasajeros han de ir alimentando (…)

No son muchos los pasajeros que me acompañan. Apenas un par de peones de estancia (…) y un pastor protestante empeñado en repasar los evangelios con la nariz metida entre las páginas. El hombre va doblado en dos y siento deseos de ofrecerle mis lentes. (…)

Una capa de nieve cubre los pastizales, y la pampa, siempre salpicada de marrón y verde, cobra una tonalidad espectral. Así, el Patagonia Express avanza por un paisaje blanco y monótono que adormece al pastor. La Biblia cae de sus manos y se cierra. Parece un ladrillo negro”


Es la historia real de un emotivo reencuentro, no solo con sus orígenes, sino con la vida. Lo cuenta con una prosa intimista, cercana, que atrapa ya en la primera página y nos va encandilando hasta el precioso final.

 

Así que, como sucede con todo gran escritor, en paralelo al trayecto físico se va deslizando otro que converge hacia su interior, directo al viejo arcón rebosante de recuerdos e imágenes que custodia la memoria.






Todo se inicia en el único territorio que uno siente plenamente suyo, el de la niñez, cuando percibes que tu vida te pertenece en exclusiva, ignorante de la amenaza de temibles enfermedades, cuando tu existencia no está hipotecada por los bancos, cuando tu bienestar y equilibrio mental no pende, pues, de las innumerables responsabilidades que se adhieren, cual rémora, a los adultos.

 

Luis Sepúlveda parte de su mocedad, fraguada con las ideas libertarias y anarquistas del abuelo, emigrante español, determinando la filiación comunista del que empezaba a ser un joven escritor en ciernes.

 

Ideas que lo llevarían directo al presidio en la etapa de Pinochet, con una dictadura que sumió a Chile en una larga y siniestra oscuridad.

 

Magníficas son las líneas que arrancan de estas vivencias carcelarias, de la solidaridad entre los presos políticos, cuando los numerosos catedráticos y profesores, también encarcelados, reunían a grupos de presos para instruirles en las más diversas materias.



“Lo peor de todo no era el encierro en sí mismo, pues dentro la vida proseguía, y a veces más interesante que fuera. Los «prigué» -prisioneros de guerra- de mayor preparación- y ahí estaba todo el cuerpo docente de las universidades del  sur- formaron varias academias, y así muchos de los prigué aprendimos idiomas, matemáticas, física cuántica, historia universal, historia del arte, historia de la filosofía. 


Un profesor de apellido Iriarte impartió durante dos semanas un magnífico seminario sobre Keynes y el razonamiento político de los economistas contemporáneos, al que asistieron, además de un centenar de presos, varios oficiales del ejército. Andrés Müller, periodista y escritor, disertó sobre los errores tácticos de los comuneros de París ante la estupefacción de la soldadesca que custodiaba el taller de calzado, bautizado por nosotros como Gran Salón del Ateneo de Temuco. Otro ilustre prigué, Genaro Avendaño –lo «desaparecieron» en 1979-, emocionó a presos y militares con una dramatización del discurso de Unamuno en Salamanca.” (p.24)








De tal modo que muchos tuvieron una estancia más culta en prisión que fuera de ella… y les hacía algo más llevadero el encierro, pues no hay barrotes suficientes para recluir al conocimiento. Al menos fue su balón de oxígeno en esa atmósfera irrespirable, una tabla de salvación a pesar de las torturas frecuentes.

 

Pero la libertad fuera del presidio es todo, incluso la libertad de rehusar la cultura.


Luis Sepúlveda lograría la ansiada libertad gracias a la gestión de Amnistía Internacional.

De este peregrinaje desde la infancia hasta la vida adulta resulta una mezcla de escenarios geográficos y paisanaje humano que se cruza en el camino, sencillamente fascinante.

La galería de mujeres y hombres que se significan como hitos en la senda vital del autor, tiene algo de la visión surrealista que refleja el paisaje patagónico, donde la belleza y la desolación son dos extremos que se tocan.

Las descripciones de lugares, poblados y ciudades confinadas en la inmensidad austral, con nombres tan sugerentes como el pueblo argentino de El Turbio, la ciudad de Río MayoRío GallegosChiloéEl Zurdo, etc, roza lo poético, también su deambular por otras partes de Sudamérica:

“Tenía tiempo, todo el tiempo del mundo, así que decidí embarcarme en Panamá. Entre Santos y el canal mediaban unos cuatro mil kilómetros por tierra y eso es una bicoca para un tipo con ganas de hacer camino.

Trepado a veces en autobuses destartalados, en camiones y ferrocarriles lentos y desganados pasé a Asunción, la ciudad de la tristeza transparente, eternamente barrida por el viento de desolación que se arrastra desde el Chaco.”

Leyendo los pasajes de La Patagonia percibimos “ese algo”,  de “cosa extraña” que desprenden aquellos parajes alejados de todos y de todo.






Es fácil deducir que Luis Sepúlveda vive situaciones hilarantes en su periplo viajero, especialmente en tierras patagonas, el sentido del humor derivado de anécdotas por aquí y por allá es delicioso.

Valga esta experiencia del escritor al tener que tomar un vuelo de avioneta a cierto destino, esta vez amazónico:

“Allí estaba la avioneta. Un viejo y descolorido Cessna de cuatro plazas. Miré los más que notorios remiendos del fuselaje y jamás antes sentí tan cerca la fuerza del arrepentimiento, (…)

La avioneta empezó a corretear por el lodo y, al echar una mirada al panel de instrumentos sentí deseos de saltar. Nunca antes había visto un panel tan humilde. Entre vario agujeros vacíos y restos de cables que alguna vez fueron sin duda instrumentos de navegación, se veía oscilar la aguja del altímetro y la del tanque del combustible. El «horizonte» o indicador de estabilidad, que debe ir paralelo a la tierra, estaba casi  vertical.

-Oiga…, el horizonte no funciona –comenté ocultando el pánico.

-No importa. El cielo está arriba y el suelo abajo. Lo demás son pendejadas  –concluyó el piloto Palacios."








Y me ha ocurrido algo bastante curioso, pues al escoger la lectura de este libro con un título tan sugerente, “Patagonia Express”, todo el tiempo me iba acordando de otro magnífico libro que leí hace cuatro o cinco años, “En la Patagonia” inolvidable obra de Bruce Chatwin… sin saber que unas páginas más adelante me daría de bruces con él.

Luis Sepúlveda narra, vaya casualidad, su encuentro con Bruce Chatwin en el Café Zurich de Barcelona. Los dos escritores se reúnen allí. Al calor de las palabras y, aún más, del coñac, conversan de lo humano y lo divino, de la literatura y de la Patagonia, claro está.
Acabarán con una borrachera monumental… tal vez por esto, B. Chatwin regalaría a Sepúlveda una preciada Moleskine de coleccionista, que habría ya de acompañar al chileno.

Uno se imagina a ambos escritores, tras apurar las copas, como a dos compadres que se alejan del bar tambaleándose, abrazados por el hombro… y ancha es Castilla.

Puede también que la cogorza estuviera detrás del entusiasta plan de un viaje conjunto a la Patagonia, aunque Sepúlveda ya la conociera y, para rizar el rizo, de escribir mano a mano las andanzas de dos ilustres gringos que acabaron sus días parapetados en las soledades de “el fin del mundo”, nada más y nada menos que los forajidos del Oeste, Butch Cassidy y Sundance Kid, a quienes pretendían seguir el rastro.

Chatwin se adelantó, llegó antes a la Patagonia.

Luis Sepúlveda tendría que esperar varios años hasta ser admitido de nuevo en Chile por el gobierno. Pero llegar… llegó.





Voy concluyendo mi incursión en este viaje verdadero y fascinante a través de océanos, países y soledades remotas, cuya última parada tiene lugar en un pueblecito de casas blanquísimas engalanadas con geranios…




Martos, perdido entre los mares de olivos que inundan Andalucía.

De ahí salió un joven campesino con sus ideas ácratas y libertarias, rumbo a las américas. 

No podía sospechar que muchos años después su nieto, Luis Sepúlveda, en un soleado mediodía de julio, atravesaría el umbral de esa casa inmaculada, ocultada también por la soledad de la sierra jienense y, sobre todo, por la ausencia de unos hijos que jamás volvería a ver.