El enamorado de la Osa Mayor
(1937). Sergiusz Piasecki (Polonia, 1901 – Gales, 1964).
Círculo de Lectores, primera edición,
1982. Traducción de José Farrán y Mayoral. 428 páginas.
El enamorado de la Osa mayor es un libro muy significativo
para Arturo Pérez Reverte, no en vano es uno de los que más ha
regalado a sus amigos.
El
escritor cartagenero reconoce la profunda huella que
le dejó en su periplo lector años ha, y lo recuerda como una lectura emotiva, de
hondo calado.
Y tras concluirla hago mías sus impresiones.
Estamos ante un libro entrañable, emocionante, que tiene una fuerza
arrolladora, una novela que posee alma, o usando la palabras que le dedicó el filósofo
Rafael Argullol:
“Tiene, por así decirlo, ángel. Es
un texto de aire puro.”
Reverte hace mención a un ejemplar
editado por Círculo de Lectores, igual que el mío.
Acantilado tiene una edición moderna, y la
traducción de Jerzy Slawomirski es una garantía, directa del polaco.
Esta
historia reúne varios de lo elementos más revertianos.
A saber; valores como la camaradería, la
franqueza de espíritu, el amor por el riesgo y la aventura, el desafío a las
adversidades, etc, etc. Son protagonistas con esa estela romántica del
antihéroe.
Seres que se sitúan en el margen
de lo políticamente correcto, pues son pequeños contrabandistas, pero íntegros
en cuestiones como la amistad, la lealtad a sus compañeros o ayudando con
dinero a los vecinos más desvalidos.
Están desencantados por los abusos
del poder, mujeres y hombres que intentan olvidar sus míseras existencias con
la inseparable compañía del vodka (omnipresente en toda la narración), y que
siempre caminan al borde del precipicio… inevitablemente caen algunos, y otros
logran salvar el pellejo obstáculo tras obstáculo, aunque para ello tengan que
pasar alguna temporada encarcelados, e incluso en campos de trabajo si les
emboscan en el lado ruso, su peor pesadilla.
Siguiendo las trepidantes
peripecias de estos contrabandistas, en su mayoría jóvenes muchachos, sin
descartar algún hombre maduro e incluso unas cuantas mujeres valerosas, me he
encontrado con una de las historias más vertiginosas y atrayentes que he leído
en mucho tiempo.
Además te adentra en esa atmósfera
de la vieja Europa, son las primeras décadas del siglo XX, con el ambiente
fronterizo que convertía trasladarse de un territorio a otro en una aventura
apasionante y peligrosa, sobre todo si caías en manos de la Checa, la implacable
guardia desplegada entre las lindes de países como Bielorrusia (hogar de los
protagonistas, que
pasaba de ser nación independiente a república rusa, y vuelta a empezar), Polonia, Lituania, Ucrania o Rusia, la parte más temida por
ellos.
La descripciones de los personajes
atesoran un humor delicioso, por ejemplo el admirado Bolek,
contrabandista ya maduro, con una fama de truhan y borrachín que no tiene
parangón en toda la región. Se cuenta que una vez vendió la totalidad sus
pertenencias, excepto la casucha… ¡y se bebió todo el dinero obtenido!
Este desmesurado proceder hay que
buscarlo en un hecho concreto. Ese año, 1912, se anunció la aparición del Cometa
Halley llegando a la Tierra y, clave del asunto, se predijo nada menos que el fin del mundo.
El bueno de Bolek decidió
que se enfrentaría al ocaso final con el mejor de sus ánimos, incluso
entusiasmado… incontables botellas de vodka mediante. Al día siguiente, claro
está, la casa de Bolek seguía en el mismo sitio, intacto su granero, aunque
Bolek tuviese serias dificultades para comprobarlo, y seguramente dudase
si se hallaba en el mundo terrenal, en el más allá o viajando a lomos del
predusco sideral. Bueno, así eran estos tipos.
Sergiusz, nuestro gran protagonista, es un
joven soñador, taciturno comparado con sus elocuentes colegas. Se dedica a lo
mismo que tantos jóvenes en su localidad fronteriza, Rakov (Bielorrusia),
el contrabando de todo tipo de enseres, tales como peines y jabones, finas
telas, cordones, pieles de marta o zorro y otros artilugios por el estilo, la
mayoría son materiales de primera necesidad escasos en los países del entorno.
Dichas mercancías se meten en
pesados fardos que los muchachos se echan a la espalda, y cargan con ellos
durante los 20 o 30 kilómetros que recorrerán por la noche, atravesando
la espesura de bosques, selvas pantanosas (frecuentes en Bielorrusia),
suaves praderas, diminutas aldeas campesinas, riveras, etc. Diversos parajes
que no escapan a la atenta percepción de Sergiusz, y así nos lo hará
saber en bellos fragmentos.
Apuntado al vodka, fijaos
en estas líneas, previo paseo por una plaza y su ambiente bullicioso,
espectaculares.
El enamorado de la Osa Mayor fue escrita por el polaco Sergiusz
Piasecki, y el protagonista de esa hermosa narración se llama… Sergiusz
Piasecki, ¡voilà!, estamos ante una novela autobiográfica, narrando las
vicisitudes del escritor, cuya vida podría ser otra novela en sí misma.
Hasta el punto de escribirla
estando en presidio, y según se dice con una escasa formación literaria. Sea
como fuere, la publicación fue un auténtico bombazo en Polonia, su país natal,
y llegaron a pedir su indulto, todo por una novela, casi nada.
Sergiusz Piasecki se dedicó en su juventud al
contrabando, como varios de sus amigos; dinero abundante y rápido, vida al
límite, emociones intensas y aventuras continuas, siempre dispuesto a alegrar
el ánimo vodka va y vodka viene. Una vida bohemia, un truhan en toda regla que
dio con sus huesos en la cárcel, y despunta en otras actividades no menos singulares,
por ejemplo agente secreto al servicio de la antigua URSS.
Una narración que, por diversos
motivos, también me ha reconducido a los magníficos Cuentos de Odesa y
otros relatos, de Isaak Bábel (lectura que recomiendo
encarecidamente), con las descripciones de los barrios más humildes, guetos del
hampa, y esa juventud buscavidas, que se siente marginada.
Pero especialmente veo en el Sergiusz
novelesco un reflejo del memorable personaje barojiano, "Zalacaín el
aventurero", aquí un Zalacaín de rasgos y costumbres eslavas, pero
compartiendo trazos fundamentales que los hermanan, empezando por lo principal;
los dos son contrabandistas.
Así mismo destaca la estrecha
relación que mantienen con la Naturaleza, en mayúsculas.
Y tanto Sergiusz como Zalacaín
tienen una ambigüedad que les hace muy seductores, es decir, se mueven en
actividades ilícitas pero son seres bondadosos, de noble corazón, caritativos
con su dinero. Claroscuros cautivadores.
Sergiusz, como señalaba al inicio, tiene
esa impronta de aventurero romántico, y a diferencia de sus colegas, no es el
dinero la razón primera, ni la segunda o la tercera, de su actividad delictiva…
sino el puro sentir de la adrenalina, la emoción del riesgo, las noches al raso
en los bosques, tan fascinado por la contemplación de la Osa Mayor,
considerándola una especie de madre, guiándole tantas veces en la oscuridad,
cuando las cosas se ponían feas, hasta la seguridad de una cabaña abandonada,
un camino conocido, una chimenea acogedora, el olor familiar de un guiso, hacia
la salvación. Y una vez salvado, se refugia en la soledad que tanto le serena.
Sus colegas de andanzas le tienen mucho
aprecio, el Ratón arriesgaría su vida por él. Es un joven con arrestos, altruista
con los demás, un hombre de palabra. No obstante, le miran estupefactos ante su
escaso apego al dinero, la poca importancia que le concede.
Lo que necesita es sentir la
intensidad de la vida en sus andanzas nocturnas, junto a sus compañeros, entre
los que se va cimentando una sólida amistad. Adora sentir el frescor de las
noches al raso, siempre alzando la vista para sonreír secretamente a la Osa
Mayor.
No está hecho para la vida
sedentaria, convencional… aunque no es inmune a los impulsos amorosos, como cualquier
joven. Sus compañeros ansían un retiro privilegiado, Sergiusz solo
persigue saborear la vida arrimándose a sus peligros, como un escalador que
desafía a la montaña.
Es verdad que el escritor, con
cierta ingenuidad, idealiza el mundo aventurero y arriesgado de los
contrabandistas, revistiéndolo de romanticismo, frente al conformismo del
trabajo mísero y sometido al explotador de turno, frente a la claudicación ante
la autoridad que impone unas pautas y maneras de actuar.
El dilema entre líneas
de esta historia es dicha contraposición de mundos. Sí, idealizado.
Pero…
¿Acaso el Quijote no es la
representación de un mundo ideal, el de los caballeros andantes, de nobles propósitos e intensas sensaciones
frente a la realidad plana de emociones, de unas vidas temerosas por desviarse
del camino prefijado?
Sergiusz y el Quijote se salen del camino previamente
señalado y forjan uno propio.
Además, una vez que entras en este
libro, eres consciente de que el autor te quiere hacer partícipe en su “juego”,
y simplemente has de aceptar.
A la literatura no debemos
exigirla ser idéntica a la vida, si acaso paralela, parecida (que no es lo
mismo que idéntica), a veces ni eso. La vida ya tiene su narrativa.
Julio Ramón Ribeyro, a propósito de sus cuentos, lo
explicó de maravilla:
“La
historia del cuento debe ser real o inventada. Si es real debe parecer
inventada y si es inventada real.”
Cuando un determinado libro me
invita a ello, yo me sumo con placer a ese “dejarme engatusar” literario (iba a
poner engañar… pero no es eso), y cuando leo libros que logran activar las
emociones como lo hace éste u otros que acometí, de personajes que llegan a
ser entrañables y los haces tus camaradas, porque hay algo de ellos que te
explican a ti y, por añadidura, algo de ti que sirve para explicarlos a ellos…
tiendo a imaginar por unos momentos que la vida real es el ardid novelesco,
o si se prefiere, la maravillosa ficción en la que estoy atrapado, contemplarla
como la vida palpable mientras me halle detenido en sus páginas.
Entonces, con un libro así, toda
la historia, el desarrollo, la trama, etc, lo entiendo y expongo de una manera
muy poco analítica, mínimamente teórica (en realidad, ya dije hace tiempo que
esto no son reseñas literarias, sea con el libro que sea llevado al blog).
Solo hay un sendero claro y
despejado del libro hacia mí y viceversa. Explicar esto a los demás siempre es el reto.
Vamos acabando. No es una novela
que destaque por una prosa excelsa, y reitero que puede pecar de cierta
ingenuidad.
En absoluto importa… cuando es una historia que tiene alma, que penetra en tu ser y te arrebata, te conmueve.
En absoluto importa… cuando es una historia que tiene alma, que penetra en tu ser y te arrebata, te conmueve.