Y me cazó el virus…
Tenía pensado asomarme por aquí el pasado 22 de septiembre por dos buenas razones que al final se fueron al traste; la primera (no importa el orden), comentar la llegada del otoño, algo especialmente jubiloso para mí. La segunda por ser mi cumpleaños (53), fecha que como habréis notado coincide con este equinoccio.
De hecho mi cumpleaños tiene una
atractiva peculiaridad, cada año es, o
bien el último día del verano o el primero de otoño. Esta vez ha sido el primero del
otoño, el pasado fue el último del verano... y así cada temporada, lo de
renovar, lo cíclico, es consustancial a mí, tengo algo de cigarra.
Pero la realidad a veces se presenta con una hoja de ruta para ti que ni remotamente habrías imaginado, y aún menos deseado.
Esa mañana del 22 estaba “raro”, tenía escalofríos, malestar general, febrícula (37 y pico, a veces 38), un poco de tos, cansancio, aunque sin ser inhabilitante. También soy un tipo muy resistente.
Ante el sombrío panorama, llamé a
mi hermana para que recogiese a las niñas, mejor que con mi madre, y mandé un
whastapp a mi mujer que estaba en el trabajo. Almorcé, ya que era más de
mediodía y rápidamente fui a urgencias de Puerta Hierro en Majadahonda, lo
tengo muy cerca.
Soy paciente de riesgo, un tema oncológico ya lejano, del 2011, con su correspondientes sesiones de quimioterapia (6 meses) y demás tratamientos, que allí se quedó. Acudo a las pertinentes revisiones anuales. Sin señales. Nunca me alteró el ánimo y daba una absoluta apariencia de normalidad que dejaba asombrados a familiares y amigos, pero tenía muy claro como afrontarlo, si yo mostraba normalidad y buen talante, eso se contagiaría a quienes me rodeaban, y así fue, ahí me apunté una gran victoria.
Seguimos. Debido a este historial clínico, lo prudente era dirigirme raudo a urgencias del hospital.
Estuve desde las 16:00 hasta las
23:00 en la sala para enfermos y sospechosos Covid, me hicieron analíticas,
placas (afortunadamente no había neumonía) aunque si cierta infección
respiratoria, y por último la pcr ya cerca de las 23:00.
Estuve con otras personas, algunas con muy mal aspecto (un chico de unos treinta años sentado en una silla de ruedas, exhausto y sudoroso), todos relativamente jóvenes, conscientes de tener el maldito virus en el cuerpo, igual que yo. Por fortuna este hospital no es de los que están en riesgo de colapso, como ocurre en otros de la CAM.
Así, con una vía en vena (paracetamol), fue mi jornada de cumpleaños, solo en la sala de espera Covid, como el resto.
Al día siguiente me confirmaron el
positivo. Ninguna sorpresa dados los síntomas.
Al menos mi caso no es de hospitalización, a recluirse en mi habitación, tomar los antibióticos prescritos y esperar.
Ya digo que, a pesar de ser paciente de riesgo, soy una persona fuerte. Mi oncóloga bromeaba sobre la posibilidad de proponerme para un estudio, pues no conocía a nadie en el hospital que tras una sesión de quimioterapia (eran 5 horas por la mañana en lunes alternos) se fuese a caminar 8 kms por la tarde, el martes tenía bajonazo y descansaba, pero el miércoles ya empezaba a mejorar, y jueves y viernes directamente me iba a correr unos 10 kms cada vez… a trote muy lento. Ella, sin olvidar toda prudencia para conmigo, me soltaba: chico… si te lo pide el cuerpo, pues “palante”.
He sido muy deportista toda la
vida, de enormes desafíos, eso me ha ayudado a pasar grandes dificultades con el ánimo a prueba de bomba.
Lo mismo me daba por subir tramos
de los Andes corriendo alegremente.
En esta ocasión por Finladia
O carreras de larga distancia por las montañas de aquí, competiciones de esas que te tiras varias horas corriendo 50 o 60 kms por riscos rompepiernas, magníficos recuerdos de las carreras de la Copa de Hierro madrileña (Federación de Montaña), y además hacía buenos puestos.
Saco todo este pasado deportista a
colación porque me ha proporcionado lecciones muy valiosas a lo largo de mi
vida, y ahora con esto del virus y antes con lo oncológico, siempre las tengo presentes.
Con la impagable ayuda de mi
cuñado (una especie de cocodrilo Dundee en su región), abriéndome paso por la “ceja
de selva” amazónica, Perú.
En fin, ya que más da, viendo la
desastrosa situación en Madrid, la pregunta de moda no es donde ni como… sino
cuando te tocará a ti.
No he visitado la blogosfera últimamente. He dudado hasta el último segundo en publicar esto, me da pudor mostrarme con este tipo de intimidades. Sin embargo considero que es una experiencia valiosa para compartir. Y, como no, repasar este periplo deportivo de mi vida, porque le ha dado mucho sentido a la misma, y en estos momentos me mantiene con una actitud estóica ante el infortunio.
Ojalá esto sirva positivamente
para alguien.
Y nada más, bueno sí… este vídeo
va por ti, jodido virus, a ver por donde atacas a todo este mogollón, ¡so cabrón!:
Born to be alive... no os lo perdáis