Escalada, 1926-1975. Ludwig Hohl
(Suiza, 1909-1984)
Minúscula, edición de 2008.
Traducción de Rosa Pilar Blanco. 105 páginas.
Aquí tenemos a otro de los que
viajaron conmigo al Perú.
Una cascada en los cerros que rodean a Cesara... y que conocen muy pocos.
Y si pensabais que era pequeña... miradme y comparad.
Mi cuñado Wilmer, que es una especie de "Cocodrilo Dundee" en la región, me llevó hasta el lugar, bastante complicado de llegar por la accidentada orografía durante varios kilómetros, de ahí que no sea frecuentado.
Estos
libros de minúscula (ellos lo ponen sin mayúscula),
son la caña, así, como me lo suelta en el portal un vecinito de nueve o diez
años, muy salao, cuando le pregunto sobre el Atleti, aunque no soy muy
futbolero.
Bueno, Iván,
¿qué va hacer el Atleti?
-Buah,
ganar.
No sé yo…
¿eh?
-Siii, ¡son
la caña!
Me dice
el chaval.
Me
pregunto si no habrá hecho la primera comunión con su camiseta rojiblanca, y el
rosario cayéndole del cuello a la altura del escudo atlético, desde que le conozco rara
vez le he visto sin la amada prenda, son la una para el otro.
Esa caña
viene a ser que minúscula tiene dos cualidades a destacar; una es que los
libros caben en casi todos los bolsillos de mis abrigos, o de las bermudas si
es verano. No se llama así la editorial por mero azar, los ejemplares son
pequeñitos.
Tanto es
así, que he ido a la estantería de mi hija mayor con este libro, y sus dimensiones son modestas incluso al lado
de muchos ejemplares infantiles que tiene mi campeona.
Mirad el
libro al lado de mi mano.
Muy manejable, es de
agradecer para viajeros lectores y anticuados como yo, que quieren sentir la
compañía del libro en papel, por más que el ebook sea tan práctico.
Lo otra
cualidad, claro está, es la exquisita nómina de autores y títulos. Podéis echar
un vistazo en minúscula.
Os dejaré
con mis notas acerca de la lectura, tal cual las escribí hace un mes en Perú, por
ello leeréis como si aún estuviera allí, aunque eso ya es pasado.
No podía
haber un título más pertinente, Escalada, para el lugar donde me encuentro,
totalmente rodeado de magníficas montañas. De hecho, mi pueblo peruano ya está
a unos buenos 1700 mts de altitud, pero de los caseríos vecinos ni de lejos es
el más elevado, hay varios por encima de los 2000 mts.
Yo estoy
como Pedro por su casa en estas cumbres andinas, me fascinan.
Por las montañas del norte peruano, Paco Castillo
En mis
años mozos hice alguna que otra incursión en la escalada, pero vamos, cosas muy
discretitas por la sierra madrileña (especialmente La Pedriza y Patones).
Por tanto
es una historia que me viene como anillo al dedo, estando familiarizado con
determinados aspectos de la historia y, para más inri, compré el libro en la
Librería Desnivel, nombre estrechamente vinculado al montañismo.
Ahora
bien, ¿es un libro idóneo para cualquier lector?
Tengo mis
dudas…
A pesar
de su brevedad, solo 105 páginas, gran parte de la narración es una cuidadosa descripción de las peculiaridades que ofrecen las cumbres alpinas, de sus
características y peligros para los protagonistas; dos escaladores, uno muy
curtido en estas lides, llamado Ull, y el otro no tan experimentado, el alto y apático Johann. Pero ambos conocedores del
mundo alpino.
Valles peruanos, Paco Castillo.
No diré
que es un lenguaje técnico, ni que se trate de un manual escalador, no va por ahí la cosa, es una novela. Pero al profano en estos lances, o al que
simplemente le aburra la montaña, puede que así se lo parezca, y se tope con
una narración sumamente descriptiva (que lo es) de estos colosos nevados, o no
terminen de apreciar el gran desafío que representan para el escalador,
atraídos hacia el potencial peligro de los riscos… algo complicado de entender, más aún de
explicar, para quienes desestiman estas experiencias.
Cuánto
más descriptiva es la novela más se resiente el ritmo narrativo, es de cajón.
Esto
exasperará al lector que siempre clama contra “los libros lentos”… signifique
eso lo que sea. Pero no voy a negar que determinados pasajes me han provocado cierta fatiga, por ejemplo cuando se explaya señalando las peculiaridades de los seracs, que son partes fragmentadas y con numerosas grietas de un glaciar, casi dos páginas con esto se me hace extenuante.
De lo que
no hay duda es que esta historia se impregna del carácter imperturbable de la
montaña, de su inmutabilidad ante el efímero devenir de nuestras días, y así lo traslada el escritor.
En la
construcción de esta incursión alpina, Hohl pone sobre la mesa los mínimos
elementos para desarrollar el planteamiento de la novela.
Un montaña y dos
escaladores. No hace falta nada más.
Quinua con Chocolate negro... y tira millas. Paco Castillo
La voz
narrativa recae en la tercera persona, salvo algunos parcos diálogos, pues uno
de los alpinistas, el menos experimentado, no es un entusiasta de la
conversación, lo que a veces provoca un silencio tenso entre los escaladores.
Tampoco
es difícil encontrar el porqué de esta voz narrativa, pues si fuese en primera
persona, la de los alpinistas, restaría profundidad a la Montaña, a mi juicio
la gran protagonista, en su enseñanza, en su dimensión filosófica o el mensaje
que los alpinistas interiorizan de ella. Al fin y al cabo lo que permanece es
la Montaña, la presencia de los hombres es pasajera. Por ahí van las tornas de
esta “silenciosa” narración.
En la aproximación que hace la contraportada leemos la mención al tono poético y filosófico del relato:
Tal vez
sea una prosa con cierta cadencia poética, pero ésta llega al lector como si
fuese el aire gélido de Los Alpes.
Hohl, suizo él, reviste a su lenguaje
poético con el mismo desapasionamiento existencial que parece embargar a los helvéticos, al menos con los que yo me he topado las veces que he ido por allí (reside familia
de mi mujer). Será que todo funciona con exactitud
milimétrica, incluidos los suizos, constreñidos en ese automatismo mental y espiritual que llevan a cuestas... dejan poco espacio a la pasión, alguno se salvará, supongo.
¿Y qué decir de Hohl?
Ludwig Hohl, foto internet.
Era un
tipo excéntrico. Los anglosajones lo llamarían “outsider”, alguien que rehuye
el contacto social, una suerte de asceta, si tenemos en cuenta que vivió mas de
veinte años recluido en un sótano... colgando sus aforismos con pinzas de tender la ropa. Una existencia que rayaba en la precariedad,
pero siendo un celoso guardián de su soledad.
Una solitaria casa en la serranía peruana... tal vez un buen lugar para Hohl
Escalada
es un libro muy interesante, desde luego, pero la consideración de obra maestra
que otros escritores estimaron, y no eran precisamente desconocidos, Max
Frisch, Fiedrich Dürrenmatt o Peter Handke, se me antoja una distinción demasiado
generosa.
Me
pregunto cuanto intervino en su magnánima consideración la personalidad de
Hohl, ese ser tan enigmático y estrafalario, el efecto que ello provocaba en sus
colegas, seducidos por la figura inclasificable de este escritor eremita.
Añadamos también
la propia creación de esta historia, cuya brevedad hace difícil entender los
años que le llevó al autor acabarla, comenzó en 1926 y la finalizó en 1975.
En fin,
todo en torno al libro desprende una innegable fascinación. No sé si obra
maestra, pero sin duda un libro de culto por lo que rodeó a su ejecución.
Visto
así, Hohl no buscaba ni el beneplácito del mundo editorial ni ambicionaba una
legión de lectores. No rendía pleitesía, excepto a la soledad. Escribía cuando
y cómo le daba la gana, en su sótano, sin doblegarse a los dictados de nadie,
en ese sentido se entregaba a la composición de su obra con total libertad.
No sé si
ese comportamiento distante hacia la industria editorial tendrá algún
paralelismo con un aspecto que he apuntado más arriba; la actitud desafiante de
los alpinistas hacia el peligro mortal que encierra la montaña.
Pues
bien, lo enigmático de esta actitud, tratada de suicida no pocas veces por el
observador distante, constituye otro de los meollos discursivos en este libro,
algo que Hohl no muestra explícitamente, pero lo vamos advirtiendo con sutileza,
igual que los copos de nieve al caer, haciendo desaparecer un escenario para
crear otro diferente.
Este es
un libro que, de algún modo, te exige observar al mismo nivel que leer.
Ceja de selva peruana, feudo de tucanes y colibries
Habremos
escuchado multitud de veces que el montañismo encierra toda una filosofía de
vida, lo que es cierto, podemos percibirlo leyendo Escalada.
Asistimos a una
conversación íntima con aquello que más aman los escaladores, la cumbre,
palabra con una caprichosa ambivalencia metafórica, para los “escaladores” que
pretenden ascender en el escalafón social y financiero, cumbre es sinónimo de
poder económico y estatus social. Para los escaladores que intentan coronar el
pico nevado, la cumbre es el lugar definitivo donde sentir la soledad de todo y
de todos. Cada uno busca sus cumbres.
Hohl nos adentra en estos parajes inhóspitos, con los escaladores hechizados por La Montaña, sabedores de que su amante rocosa es como una mantis religiosa, que no vacilará en dar un
abrazo mortal a su compañero si este comete el mínimo descuido con ella.
Leyendo Escalada en un entorno ideal para ello, la serranía andina
Así son estos aventureros alpinos, pensando que el resto de sus congéneres, aprisionados entre el cemento, está muerto en vida. Y ellos, observadores privilegiados desde las alturas, sintiéndose más vivos que nunca cuanto más cerca están de la muerte.
"Era una noche casi en calma, si algo incomodaba, era el silbido del viento. Pero de vez en cuando se oía un gran zumbido lejano como si procediera del mar, prolongado, de un fuelle colosal moviéndose lentamente, respiraciones de alguien que lanza suaves suspiros en medio del sueño. Algo dormía, aunque nada tan insignificante como un animal o un ser humano: quizá era la propia montaña. Después se hacía de nuevo el silencio absoluto de la noche alpina, ese silencio tremendo cuyo fondo sin embargo constituye un continuo bramido melódico..."
Sierra de Guadarrama, fotografía que tomé desde casa. Esa luz otoñal, que adquiere su entera belleza minutos antes del ocaso...