P. Castillo

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jueves, 29 de septiembre de 2016

MADRID – ASTURIAS – PUERTO RICO… La familia y unos libros.


Vuelta a casa, en Pozuelo, el otoño nos recibe. Adiós verano. Foto P. Castillo.


En "nuestro pueblo", Asturias, pasado verano. Foto P. Castillo



Faro Cabo Vidio en Oviñana, Asturias. P. Castillo


He aquí lo que dio de sí este verano que ya nos dejó, para consuelo de no pocos, seguro.

Ha sido un periplo viajero peculiar, pues tras una semana vacacional en tierras asturianas, llegamos a casa en Madrid, para hacer las maletas a toda prisa y volar dos días después hacia Puerto Rico. Araceli, mi mujer, nuestra hija mayor, Izaskun de 5 años, la bebé, Itziar, de poco más de cuatro meses (sí, fui papá a mediados de mayo), y quien escribe.

Araceli tiene parientes en “La Isla del Encanto” como se la conoce, son unos familiares a los que está muy unida (especialmente su tía Angélica).
Ante el requerimiento de la tía para visitarlos, año tras año, allá que nos fuimos todos hacia finales de agosto, un par de semanas a la casa familiar en San Juan de Puerto Rico. No teníamos previsto ir y se decidió poco antes de partir a Asturias, su tía nos avisó de vuelos directos a la isla con unas rebajas de precio irresistible, y  teniendo en cuenta que ahí siempre tenemos la casa disponible dijimos: es el momento.

Captando instantes en el Viejo San Juan de Puerto Rico. Fotos P. Castillo.


Típica tarde de domingo para los sanjuaneros en la pradera de El Morro. 
Fortaleza El Morro al fondo




Adoquinado azulado original.









Faro en la Fortaleza de El Morro, S. Juan al fondo.


Izaskun curioseando por la Fortaleza San Cristoblal, al otro extremo de S. Juan.

Fortaleza de San Cristobal. Lagarto con el mar caribeño de fondo.


Curiosamente en la isla hay una amplia colonia de descendientes asturianos. En cualquier caso tampoco es de extrañar habiendo sido antigua colonia de ultramar española, antes de pasar a manos estadounidenses en 1898.

¡Madre mía! ¿Pero esto es el Caribe?

Estos destinos caribeños nunca han sido viajes ansiados para mí, pero una vez puestos los pies en tierra puertorriqueña reconozco que fue un flechazo, la geografía y el paisaje agreste, generosamente poblado de un sinfín de plantas, árboles impresionantes y verdor permanente me sedujeron al primer instante.

Mi desconocimiento ante lo que iba a encontrarme en la isla caribeña provocaba este asombro inicial por lo que presenciaban mis ojos. El primer comentario a  Araceli fue: “ ¡ esto es Asturias dentro del Caribe ! ”.








Viajando por el interior, valles y montañas. Fotos P. Castillo.


Bonita panorámica desde la espectacular Cueva Ventana
Distrito de Arecibo, Puerto Rico.


Araceli e Izaskun en Cueva Ventana





Fotos superiores, Bosque lluvioso El Yunque. Paco Castillo.
En la última, ahí ando bajo una espectacular caída de agua (fotografiado por Alex, nuestro estupendo guía)

Claro, cuando el interés es discreto uno no indaga mucho más allá de la consabida postal que te ofrecen los folletos turísticos; una solitaria playa de blanquísima arena abarrotada de palmeras, obviamente eso está , pero en Puerto Rico no deja de ser una pequeña representación de lo que realmente hay en la isla, bastante más que unas playas deslumbrantes. Tanto en el interior como en la costa una naturaleza casi intacta acapara el territorio, mires por donde mires el verde es omnipresente en toda su variedad cromática.

La geografía puertorriqueña me remitía al verde intenso de los paisajes asturianos, pero además su estampa de pueblines a medio asomar entre la bruma de los valles, de un verdor radiante, con las vacas pastando por aquí y por allá, también estaban en el rincón caribeño.

Resulta que de espaldas a esas playas de arena fina y blanca flanqueadas por cocoteros al pie de una exuberante vegetación, hay un paisaje montañoso, escarpado e imponente que no esperaba, frondoso hasta decir basta, salpicado de granjas, haciendas y pueblecitos muy coquetos que parecen pintados con acuarela, la mezcolanza de colores que exhiben las casas, de todas las tonalidades posibles, se asemeja en la distancia a un arcoíris desordenado y desplomado sobre el suelo, y sin embargo queda perfectamente amalgamado en el entorno. No falta ni sobra nada. Así es Puerto Rico.

El turismo no está tan explotado como en la vecina República Dominicana, y algo que puede sorprender, ni siquiera es el principal sector económico, excepto en la capital cuyo puerto marítimo suele recibir regularmente cruceros.

Eso significa que la mayoría de su naturaleza está libre de atropellos urbanísticos, incluso de ciudades grandes. De hecho apenas es destinataria del turista europeo, no digamos ya del español, vienen muy poco ya que éstos recalan en R. Dominicana, destino bastante más barato en el que, por cuestiones de seguridad, se lleva lo de permanecer encerrado en el complejo hotelero con “el todo incluido”. Para gustos… No es lo mío.

El turista por excelencia es el norteamericano, recuérdese que la isla tiene el estatus de estado libre asociado a los EUA y los puertorriqueños tienen la ciudadanía estadounidense, (aunque no pueden votar en la elecciones si no son residentes dentro de los UEA). Así que los norteamericanos se sienten como en casa, misma moneda y normas, amén de una población mayoritariamente bilingüe. Pero incluso así, este turismo se concentra en apenas dos o tres puntos geográficos de la isla y el resto, que es grande, queda fuera del circuito guardando sorprendentes maravillas, en definitiva tiene mucho más que El Viejo San Juan de Puerto Rico, bellísima ciudadela, y dos o tres enclaves más.

Nosotros mismos lo pudimos comprobar ya que en esos 15 días recorrimos la isla de norte a sur, de este a oeste y de la costa al interior. Pudimos hacerlo por la sencilla razón de que el primo, Jaime, es propietario de una agencia turística en la capital San Juan que funciona bastante bien (Bespoke es su agencia y ahí podéis ver que clase de excursiones hicimos), de las pocas que no ha despedido a empleados debido a la crisis económica, en Puerto Rico está golpeando duro, aunque yo no tuve esa impresión… Bueno, estaba de paso, viviendo ahí tal vez sería diferente, y en verdad la familia de Araceli hablaba sin tapujos al señalar las grandes dificultades económicas que actualmente atraviesa esta isla.

Sea como fuere sí parece evidente que el ser y el sentir de estos isleños fluctúa entre dos realidades o, nunca mejor dicho, nada entre dos aguas. Estas palabras de Rosario Ferré escritas en 1986 para la introducción de “Maldito amor” aclaran dicha particularidad, y como suele ocurrir con los grandes escritores, definen en pocas palabras toda la complejidad de sus semejantes, impresiones que encuentro acertadísimas:


Plaza de Armas. San Juan de Puerto Rico.

“Puerto Rico es un país de aproximadamente seis millones de habitantes (medio millón más ahora), tres de los cuales viven en la isla, tres en el extranjero. Los que sufren el insilio sueñan muchas veces con una isla que no existe más que en su imaginación; los que viven el exilio mueren soñando regresar algún día o se pasan la vida viajando entre uptown NY y downtown SJ (es decir, desde Nueva York a San Juan de PR), habitantes de esa aterradora tierra de nadie que sobrevuelan los aviones de Eastern y de Pan Am. La tragedia de los puertorriqueños puede decirse que es precisamente el tener tan cerca el paraíso, porque esto abona la falsa ilusión de poder regresar a él cuando queramos.”



Jaime y su hermana Lynnette ( mano derecha de Jaime, es la otra prima de Araceli) nos prepararon varios tours por toda la isla con algunos de los guías que tiene asalariados y los portentosos vehículos que ha ido adquiriendo durante estos años, con mucho esfuerzo… Al ser familia no nos dejó pagar ni un tour.
Menuda suerte, por que estas excursiones no son nada baratas, pero sí sorprendentes y exclusivas. Tiene su público, es un turista norteamericano más bien pudiente.

Vaya bicoca con el primo Luis Jaime…. Jejeje.

Me entusiasmó el Bosque Lluvioso El Yunque, una de las áreas que recibe mayor cantidad de lluvias en el mundo, o las Cuevas del Indio y La Ventana en la ciudad  de Camuy, el este de Puerto Rico. Aunque si hay algo que me ha dejado uno de esos recuerdos indelebles, también a mi hija Izaskun y Araceli, fue la Bahía Luminescente en la Parguera.

Os cuento brevemente esta experiencia que más parece una cosa de magia que real…

Hay unos microorganismos marinos llamados dinoflagelados bioluminiscentes (luciérnagas marinas y otros organismos) que originan uno de los acontecimientos naturales más espectaculares que una persona puede vivir y presenciar, solo existen cinco áreas marinas en el mundo (bahías, playas y manglares), que concentran estos microorganismos de forma permanente, no estacionaria… Tres de estos lugares están en Puerto Rico, de estos tres en la isla nosotros estuvimos en dos, el de Fajardo, con kayaks, y la Parguera, que fue la mejor, situada en el sureste de Puerto Rico.

Después de algo más de dos horas en coche desde San Juan, llegamos a la localidad turística  de la  Parguera, desde ahí embarcamos en un pequeño yate y navegamos unos 15 minutos hasta llegar a un manglar enorme que se unía a una bahía. Bajo el cielo nocturno caribeño, despejado y salpicado de millones de estrellas, nos pusimos unos chalecos acuáticos, nos metimos en el mar y empezó la magia…

Estos seres diminutos al contacto con el movimiento de nuestro cuerpo (u otro objeto) se iluminan, sí, igual que las luciérnagas en la tierra pero dentro del mar, de tal forma que vas nadando entre el cálido y calmo mar caribeño iluminado por miles de seres que se ciernen a tu alrededor, millones de estrellas bajo el agua mientras que encima de tu cabeza te contemplan otras tantas estrellas en el cielo… Cuesta imaginarlo.

Nunca olvidaré la expresión de mi hija, Izaskun, mientras flotaba iluminada en el mar: “Mira papá, soy como Campanilla” (la de Disney), me decía fascinada. Solo por volver a vivir esto, regresaría otra vez, seguro que lo haré.

Lástima que no tomé fotos, por miedo a perder la cámara en el fondo marino… Lo tengo todo en la cabeza. Las que os muestro son de internet, en los mismos sitios.






Imaginad la cara de un niño flotando en ese mar... Izaskun lo vivió.


Como ya pensaréis, unos cuantos libros me acompañaron en todo este itinerario Asturias- Madrid- Puerto Rico.


Museo de América, Madrid. Paco Castillo.




Asturias, (arriba en Valdredo, abajo Cabo Vidio)

Bahía Piñones. Puerto Rico. P. Castillo


Fragata peruana fondeada en San Juan de Puerto Rico.



Fortaleza de El Morro (San Felipe) Puerto Rico.

Con Imre Kertész en la Fortaleza de San Cristobal.
Al fondo la fortaleza de El Morro, despuntando su faro (P. Rico)

Mucho antes de que el viaje fuera siquiera un proyecto, por mis estantes ya había una autora boricua (puertorriqueña), sin leer, se trata  de Rosario Ferré (mencionada más arriba), y su libro “Maldito amor” (Emecé, 1998), cuyo ejemplar hace años que descansaba en mi librería.

¿Qué mejor ocasión para leerlo si viajas a los escenarios reales de la obra?




Izaskun, Araceli y la bebé, Itziar, por el Viejo San Juan

Rosario Ferré viajó conmigo desde Madrid hasta su tierra, Puerto Rico. Paco Castillo

Una vez en el Viejo San Juan, caminando por ese coqueto adoquinado en piedra azulada de tiempos pretéritos, poco tardé en preguntar y averiguar la existencia de una entrañable librería muy apreciada por los lectores sanjuaneros, me refiero a La Tertulia, lugar modesto en dimensiones pero inabarcable en sensaciones, como suele ser en estos sitios.



La fachada azulada es la librería La Tertulia. Paco Castillo

Ya dentro y ojeados sus estanterías rebosantes de libros, me dirigí al afable Javier, el propietario, y le pregunté sobre narrativa puertorriqueña actual y también alguna obra de largo recorrido en el tiempo, más arraigada en la memoria de la isla, inquiriéndole sobre sus preferencias personales me mostró, en el primer caso, a Eduardo Lalo y su “Simone”, por la que fue galardonado en 2013 con el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, uno de los certámenes más prestigiosos en lengua castellana.

En el segundo caso no dudó en sacarme de los anaqueles “La guaracha del Macho Camacho”, de Luis Rafael Sánchez que a sus ochenta años es uno de los nombres ilustres en las letras puertorriqueñas. Javier me confesó que casi todas las tardes el escritor acude a la librería, se sienta en alguna de las banquetas que hay, curiosea libros y conversa con el propio Javier u otros clientes… Me entusiasman esas confidencias de los libreros.





Frente a la librería La Tertulia. San Juan de Puerto Rico. Paco Castillo.


Fortaleza San Cristobal. Puerto Rico.


San Juan de Puerto Rico. Paco castillo, 2016.

También yo le mostré mi ejemplar de Maldito amor, y me confesó su sorpresa por desconocer tal edición (Emecé, 1998) que observó con avidez y le agradó, me enseñó otra actual… pero me gustó más la mía.



Me arrepentí (igual que en la Bahía Luminiscente) de no haber hecho fotos dentro de la librería,(aunque sí hice por fuera), pero tenía que reunirme con las peques y mi mujer, que andaba unas callejuelas más atrás buscando donde degustar un espléndido café isleño, y lo encontró.






Bueno, alguna cosa más contaré cuando hable de mis “libros sanjuaneros”



La poesía de Hjalmarsson (y algún libro más), se ha movido de un océano a otro, de las aguas del cantábrico hasta el mismísimo Triángulo de Las Bermudas, que lejos de provocarme algún extraño fenómeno después de bañarme en sus aguas, me transmitió una quietud de lo más incitadora para leer… ¿Aunque… acaso adentrarte en un libro, llevarte fuera de tu realidad, no tiene algo de “fenómeno extraño”?


Asturias, Cabo Vidio. P. Castillo, 2016

Asturias, Soto de Luiña. P. Castillo, 2016

Playa "Ocean Beach", San Juan de Puerto Rico. 2016

Una playa a 20 minutos en "carro" en las afueras de San Juan PR.


Playa Vallina, Valdredo (Asturias)



San Juan de Puerto Rico.

Senda a la playa Vallina, Asturias.

Playa Vallina, Asturias. P. Castillo.



Seguimos en el camino...




Izaskun disfrutando en una solitaria playa caribeña, al atardecer.



Asturias, en algún sendero. P. Castillo