Las sombras se
equivocaron de dueño. Miquel Cartisano (Barcelona, 1953).
Editorial Emboscall.
Colección Moment Angular, primera edición, 2017.
Una mañana otoñal en el parque, con mi hija pequeña, Itziar. Foto, Paco Castillo.
Escribí la última
entrada a mediados del otoño, un 5 de noviembre, cuando los lirones ya están
acurrucados en algún viejo tronco guarecido por la hojarasca, esperando ese
renacimiento que promete el equinoccio primaveral.
Y, mira por donde,
recién estrenamos la primavera, bonita palabra, comenzó ayer 20 de marzo.
Atrás quedó el hostil
invierno de Filomena. Así es, un invierno atiborrado de nieve como sacado de
una novela rusa, de los “Cuentos del Don” de Mijaíl Shólojov, que
estuve ojeando hace unos días (el Don es un río que cursa por
la Rusia Occidental, y con mucha historia). Aunque según los entendidos
es Turguéniev el mejor “paisajista” de los literatos rusos.
Cuando mi hermano
Óscar y yo éramos pequeños, y nuestra madre nos mandaba a la “piltra” al poco
de cenar, uno de nuestros entretenimientos favoritos, tampoco había mucho donde
elegir allá por los 70, era hacer sombras chinescas en la pared de la
habitación.
Teníamos una lámpara
algo estrambótica, semejante a una medusa… me parecía. La luz no era para tocar
palmas, ese tono amarillento febril, aunque la bombilla era inextinguible, eso
sí.
Pero eso era todo lo
que mi hermano y yo necesitábamos como escenario de nuestra diversión y
comenzar la sesión chinesca.
Se supone que siendo
el mayor el maestro era yo, haciendo palomas, conejos, cocodrilos, vacas, etc.
Óscar hacía sus intentos, claro, pero le salían animales que, de existir, nadie
los vio jamás excepto él… dejémoslo ahí.
Al final Óscar acababa
mirando fascinado mis figuras. Y así, una noche y otra entre ilusiones
infantiles y palomas de vuelo torpe, mi hermano iba cerrando sus ojos
lentamente y yo los míos, acaso abriéndolos a otro mundo no menos seductor.
En este caso, puedo
asegurar que las sombras no se equivocaron de dueño o,
matizando más, de lugar; los conejos, las palomas o los zorros… estaban donde
tenían que estar, abriendo las puertas a nuestros sueños.
He querido arrancar el
comentario de la lectura con este recuerdo guardado en mi “arcón”; las
sombras, pues mi estimado Miquel Cartisano titula su
libro:
“Las sombras se equivocaron de dueño”.
Adentrándome
en su escritura voy averiguando subyugado porqué allí las sombras se
equivocaron.
En la barraca o
chabola que lo vio nacer (las barracas de Can Valero
Petit, Montjuïc) ni siquiera había luz eléctrica, aunque fuese una
bombilla mortecina para levantar el telón y ver una sesión de patos o zorros en
la pared, como las que yo proyectaba y contemplaba junto a mi hermano Óscar.
“Mi madre y yo
vivíamos en una chabola. (…). Los barrios de chabolas no se significan por
lo que tienen, lo hacen por aquello de lo que carecen. No había agua corriente,
solo una fuente y la mayoría del poblado carecía de luz eléctrica. Ni había
colmado, ni colegio, ni números en las viviendas.”
(Las sombras se
equivocaron de dueño, Miquel Cartisano.)
Puede que muchas
sombras de su infancia se equivocasen de dueño, de lugar, o que esos conejos y
palomas sombreadas no quisieran estar allí, entre escaseces, con poco que
llevarse al buche. Se le escaparon muchas sombras, como la huidiza de su padre.
Pero no todas le abandonaron, algunas atrapó, o le atraparon para el tiempo que
haya decidido la vida, como la de esa compañera de viaje con la que formó
familia y a la que dedica su escrito.
Miquel condensa toda
una vida en esta breve obra, lo que resulta muy meritorio. Lo logra porque el
tono de su escritura y las palabras que asisten a su historia son las que
tienen que ser, no precisan elevarse sobre nada… porque están pegadas a su
vida.
Valga este magnífico
ejemplo de la amistad, que me encanta:
Como no podía ser de
otra manera, nos encontramos con una figura primordial, la de su madre, mujer
que no puede evitar la zozobra anímica de esa realidad ingrata con la que brega
a diario, persona de firmes convicciones anarquistas, y que no cejó hasta salir
con su hijo de las chabolas e instalarse en el Raval tras el esfuerzo de sus
interminables jornadas dedicadas a la costura, y el salario que aportaba Miquel en
los oficios que iban surgiendo, sin perder nunca el horizonte de una formación
académica.
Y vaya si lo consiguió. Aquel chaval de los arrabales, que observaba a los gorriones adentrarse por los
huecos de la chabola intentando esquivar las lluvias y el frío, llegó a
estudiar Pedagogía, Teología, Historia del Arte (inconclusa) y hasta hoy sigue
con su carrera de Filosofía. Un Humanista en toda regla.
Creció en la Cataluña del
tardofranquismo, esa donde los charnegos abrían zanjas sobre una tierra
endurecida y fea, para convertirla bastante después en lustrosas avenidas que
han transitado ciudadanos de todo el mundo. Hay mucho sudor y sacrificio bajo
esos adoquines, muchos sueños frustrados de tantos extremeños, murcianos,
andaluces, zaragozanos, gallegos… que se dejaron la piel para la gloria
de Cataluña.
Todo eso lo
cuenta Miquel con un tono entrañable que no melifluo, no
edulcora ninguna vivencia, sencillamente por que ni con toneladas de dulce
borraría la memoria sombría de tantas penurias padecidas.
En el libro de Miquel he
descubierto como ha ido encontrando sombras que de niño nunca le quisieron, he
visto sus correrías que también, muchas en cierta manera, eran las mías.
Memorables sus
andanzas con el Mochuelo, el Pata Palo, el Grabao y la hermana
de éste; la Azucena, esa chiquilla por la que Miquel bebía
los vientos en sus años mozos pero que, en cuanto tuvo edad, huyó
espantada de aquella Barcelona arrabalera y gris, en blanco y negro, tal y como
narra nuestro amigo. Los demás allí quedaron con distinta suerte.
Decía por arriba que
aglutina toda una vida, y es curioso, ya que en gran medida nos relata su
infancia y el inicio de la juventud, pero con el transcurrir del tiempo, ¿acaso
no seguimos siendo aquel niño que va percibiendo el envejecer de su cuerpo?
Y esas palabras suelen tener raíces profundas como las del pruno y los fresnos que admiraba desde la ventana de mi habitación siendo chico.
Me impresionaba el paso de las estaciones mediante la observación de los árboles, de sus estampas cambiantes. De algún modo percibía el tránsito de mi existencia en el color mutable de sus hojas, y de las que se alejaban desprendidas por el viento, como tantos de nuestros recuerdos que se van quedando en el camino.
Eso es el libro
de Miquel Cartisano, un árbol que ha ido creciendo al unísono de tu
infancia, y adviertes en su presencia la tuya propia. Salvando distancias, he
visto la vida pasar, la vida de verdad, en las líneas de Miquel, no
podría haberme ofrecido algo mejor, no quería que me ofreciese otra cosa más
que esa.
He descubierto lo que tenía custodiado entre sus líneas, lo que yo anhelaba ver, la vida dentro de un libro, y cuando eso acontece, no estas leyendo un libro… estás compartiendo la vida con él.
"En las barracas, los reyes magos siempre
fueron poco espléndidos.
Traían poco. Siempre de una talla mayor, y
generalmente sin envoltura que denotara que lo que uno se iba a poner no
hubiera estado ya utilizado. Pero los chavales éramos agradecidos. Todo nos
parecía nuevo, y si no, lo disimulábamos tan bien que hasta nuestros padres,
quien los tuviere, pensaban que nos habían engañado.
Siempre fuimos unos viejos con pantalones
cortos."
Las sombras se equivocaron de dueño (Miquel
Cartisano)
¡Querido Paco!!! Que bien tenerte por aquí de nuevo, hace tiempo que te echaba de menos, que echaba de menos tus escritos sobre lo leído como en este caso o sobre lo que sea, siempre me gusta lo que nos cuentas.
ResponderEliminarAyyy, lo de jugar a hacer sombras en la pared es algo que también me lleva a la infancia con mi padre y mi hermano, como nos gustaba y que habilidad tenía mi padre para conseguir todo tipo de figuras.
Respecto al libro y al autor, pues me parece interesante esa vida en ese libro, y que haya permitido ver tu vida pasar reflejada en esas líneas. Curioso que creció en una chabola en Cataluña y hoy mira a donde ha llegado por su propia valía y seguramente por la insistente voluntad de su madre de sacarlos de ahí. SI es que lo que una madre no se proponga...
Un beso fuerte y lo dicho, que me alegra leerte siempre
Hola querida Marian ;)
EliminarSi que ha pasado tiempo, fíjate que la última vez que aparecí aquí aún era otoño, y he regresado en primavera, no está mal.
El libro es un testimonio valioso de aquela Barcelona tardofranquista en la que creció Miquel, está escrito desde el corazón por ser autobiográfico, y es muy humanista en todos los territorios que penetra, cin una narración certera, y sin faltar el sentido del humor, a pesar de la situación. Un gran libro. Las madres luchadoras han sido determinantes para gozar de muchas cosas que tenemos. Esas sí que se merecen un monumento.
¡Qué bien lo pasábamos con las sombras chinescas!
Un beso, Marian. Muchas gracias por tu presencia.
Un placer volverte a ver emerger por esta gran metáfora de vivencias y lecturas. Leí hace unos meses el libro de Miquel y me quedé con una poderosa impresión porque en él, on sencillez, se evocaba un tiempo y un país muy diferente al que ahora estamos. Eran años de precariedad, de una Barcelona pobre para algunos como Miquel y su madre. Sus descripciones me llevan a una ciudad que yo no pude conocer porque llegué a ella hacia 1979 pero sus imágenes me impregnan de nostalgia como siempre que veo fotos del pasado de las ciudades. Su libro fue una gran aventura en que relata su niñez en un entorno que hoy nos resulta irreconocible y que solo conocemos por la literatura y las fotografías. Pocos relatos he leído tan vívidos de una infancia que no dejó de ser privilegiada porque Miquel no era consciente de todo lo que le faltaba sino de lo que tenía -otros tienen más pero son más desdichados-, su madre, sus amigos, las correrías por las calles de Barcelona como escenario interesantísimo, la vida en estado puro como solo se puede percibir en los años de niñez, tan diferente a la que ahora viven nuestros hijos con las pantallitas como único contexto. La vida era intensa y en su libro Miquel describe con plasticidad su ambiente, sus compañeros de cuadrilla y sus recorridos barceloneses. La leí con mucho agrado. He leído libros encuadrados en la literatura social que se estilaron en los años cincuenta y sesenta sobre Barcelona. Ahora la literatura social no es el marco más exitoso y menos de aquel tiempo, pero si esta obra hubiera visto la luz en otro contexto sin duda que habría tenido su lugar entre los narradores como Antonio Ferre o Armando López Salinas o incluso en la linea de Los otros catalanes de Francisco Candel. La Cataluña pija y ensimismada con sus pedos actualmente no quiere recordar a quienes la levantaron cuando muchos de ellos llevaban, como dice Miquel, la figura de Franco por un lado y por otro la del emblema del Barça en su llavero. Pero esto no lo cuenta el museo de Historia de Cataluña, claro.
ResponderEliminarEspléndido volverte e encontrar por aquí y más unido a nuestro común amigo Miquel Cartisano y su libro.
Un fuerte abrazo, Paco.
Me acuerdo de tu entrada respecto al libro de Miquel, así es, desde una narración muy expresiva de aquella Barcelona, con palabras elocuentes y un tono humanista sin olvidar el sentido del humor, Miquel consigue transmitir a la perfección el ambiente que le tocó vivir en las barracas, las andanzas con sus amigos y todas las vicisitudes que pasaron su madre y él, sin olvidar algunas líneas a la casi inexistente figura paterna. No cae en ese dramatismo sensiblero, fácil, es un libro muy meritorio, e igual que tú, lo leí con sumo agrado.
EliminarEs cierto que aquella Barcelona era un territorio de oportunidades a pesar de las duras condiciones, pero era una ciudad que necesitaba fuerza trabajadora foránea para convertirse en la urbe que es hoy, al margen de lo que ahora ocurre con el nacionalismo... que parece despreciar a quienes tanto contribuyeron a levantar esa gran ciudad, como bien señalas. Por eso es gratificante leer estas historias, como la de Miquel, porque son una fotografía excelente de aquello tiempos, y conviene saber ciertas cosas para que los nacionalismos no intoxiquen todo.
Muchas gracias, amigo Joselu. El verdadero placer es contar con vuestra presencia y palabras.
Un fuerte abrazo!
Hola, Paco. Qué gusto encontrarte por aquí y, como siempre, con esas entradas tan tuyas, tan personales.
ResponderEliminarNo conocía al autor, pero este libro es una tentación en toda regla. Desde el título, pasando por esa ambientación espacial y temporal que me encanta, hasta esas preciosas líneas hablando de la amistad. Hasta hay un Mochuelo como en la inolvidable novela de Delibes. Si a eso le unimos la poesía de tu opinión, se hace de los de no dejar pasar.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarPues igualmente gratificante es verte asomada por aquí, y conocer tus impresiones que siempre me interesan tanto. Seguro que lo que sí te suena es su blog "Tot Barcelona", que siempre está en mi lista de blogs, y más de una vez te habrás cruzado con sus comentarios en mis entradas. Un excelente libro para situar en la mirada en aquellas anécdotas que la Historia pasa de largo, por eso es grande la literatura.
Un placer, Rosa, gracias amiga. Besos.
Me alegro volver a leerte. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Esther. Me agrada mucho encontrarme con todos vosotros ;)
EliminarUn abrazo.
En Arena, de Miguel Ángel Oeste, una lectura reciente, leía hace bien poco una concepción similar de la amistad a la que nos muestras en este libro de sombras.
ResponderEliminarCuando se encuentra la vida en un libro poco más se puede pedir.
Qué bien que asomes por aquí. Se te echaba de menos.
Un abrazo
Ese ejemplo de la amistad me gustó mucho por estar muy en consonancia con las circunstancias vitales de Miquel, nada de ejemplos dulcificados, expresar la amistad en esos términos me pareció muy realista y, a la vez, original.
EliminarMuchas gracias, Lorena, yo también os he echado de menos, aunque no he dejado de leeros.
Un abrazo :)
Hola Paco, la realidad...no sé si son sombras, supongo que solo son interpretaciones, el conejo de sombras chinescas hecho con dos manos que abría y cerraba un ojo a placer, supongo que era nada para alguien. La realidad siempre está deformada presa de quienes hemos querido ser más que por lo que somos, la realidad de don Alonso Quijano era distinta que la de el Quijote, pero los molinos eran los mismos. La realidad solo es la manera de mirar el mundo, lo importante es no creerse dueño de ella, siempre caemos en la tentación de culpar a DOn ALonso de matar al Quijote, y nosotros somos los caballeros de la blanca luna...
ResponderEliminarHace poco llegué a esto(sé que lo apreciarás)
https://www.youtube.com/watch?v=eeN21D_E2Rk
Y me quedé con dos impresiones: lo que recordamos como bello, por pasado, es susceptible de ser falso y que lo que nos viene de nuevo nos lleve por delante, que la infancia es solo eso.. infancia, que no debería repetirse, son hitos de lugares que queremos por pasado no por buenos, que la belleza está en el presente, que los sonidos del silencio son más bellos ahora
y me hizo recordar que la música metal es mejor que el pop de los 60 jajajj
Y por último una pequeña reflexión sobre la historia... el mundo está lleno de grandes vigas.
un abrazo grande
cuídate..
La infancia atrás quedó, eso es impepinable, pero su recuerdo nunca queda atrás, sea bueno o malo, su recuerdo es siempre tiempo presente, y conviene que así sea para entender mejor porqué somos lo que somos, como tan bien hqce Miquel Cartisano a través de su libro, y seguramente, también porqué leemos lo que leemos.
EliminarRecordar cosas bonitas es un acto de belleza, eso sí, en el presente como bien dices. Muy de acuerdo contigo, mejor no creerse dueño de la realidad, simplemente dejarse fluir en su corriente, tampoco puedes hacer otra cosa.
Me gusta transitar el camino con alma quijotesca.
Cuídate, apreciado Wineruda. Gracias por estar.
Hola, Paco. Me alegra leerte después de tanto tiempo, se te ve muy reflexivo. Las andanzas de Miquel resultan interesantes y son reveladoras de una parte de la historia que forjó la emigración interna y reconfiguró España. La memoria es un cálido refugio, sobre todo en tiempos de incertidumbre. Espero que disfrutéis la primavera, ojalá venga con mejores aires.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Gerardo, el placer es mío al contar con tu presencia, siempre esperada.
ResponderEliminarEse regreso hacia la infancia de Miquel me ha hecho reflexionar, sin duda, tanto por sus vivencias como por las mías, con algunos episodios comunes, salvando los años que nos separan. Desde luego es un libro muy interesante, reflejo del paisanaje barcelonés en aquellos años, con tanta inmigración entregada a los duros trabajos de todo tipo, y por supuesto de hacer grande la ciudad que vendría después. Yo tengo alguna familia allí, inmigrantes de la posguerra. Ha sido una lectura muy provechosa para mí.
Esperemos tener tranquilidad en la primavera. Cuidaros y un fuerte abrazo!
La memoria es una moneda de dos caras, modifica o elimina recuerdos, escribía Borges y me temo tiene razón, bien por tu vuelta, sdos.
ResponderEliminarEstimada Selva, pues probablemente sea así, como afirmaba Borges, la memoria también es caprichosa.
EliminarGracias Selva, un placer tenerte por aquí.
Saludos!
Hola querido Paco, siempre es un placer leerte y descubrir tus reflexiones y esas lecturas que las provocan y aunque tarde voy llegando.
ResponderEliminarDesconocía que el autor es Miquel del Tot Barcelona, una persona a la que como sabes me gusta leer y siempre aprendes con él. Un humanista como bien dices.
He anotado el libro para leerlo. Me han parecido muy emotivas las citas que nos traes, esos reyes magos y esa definición de amistad, esas chabolas que se definen por lo que carece.
Barcelona se ha construido con el esfuerzo y sueños de muchos de aquí y de los que vinieron para mejorar y a los que siempre hemos de agradecer todo lo que aportaron a nuestra ciudad y a nuestra cultura, nadie sobraba, todos aportaban y ese ha de ser siempre el espíritu.
Un beso enorme
Muchas gracias, amiga Conxita, no hace falta que te diga lo que me gusta "verte" por aquí ;).
ResponderEliminarEs cierto, más de una vez nos hemos encontrado en el blog de Miquel, un observador nato. Descripciones como las que puse hay unas cuantas en su libro, muy ilustrativas, y bien narradas, de aquella Barcelona en su niñez y juventud... ¡cuánto ha cambiado el panorama!
Buen apunte, Conxita, Barcelona se construyó con el esfuerzo de todos, los de allí y los que vinieron del resto de España. Todo sumó. Ahora algunos se empeñan en restar, ese es el problema.
Un placer. Beso!
Sólo darte las gracias
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias a ti, Miquel, por regalarme tan gratos momentos leyendo tu libro, ha sido un placer, de verdad.
EliminarUn abrazo.
Un aplauso por esta introducción personal a esas vivencias en el libro de Miquel.
ResponderEliminarTe conozco porque solemos visitarlo y sobre todo en el blog de Joselu.
Muchas gracias, me encantó el libro de Miquel, así que fue un placer plasmarlo aquí. Buen año.
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