P. Castillo

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jueves, 16 de abril de 2020


In memoriam, Luis Sepúlveda.

Solo he leído un libro de Luis Sepúlveda, pero fue suficiente para que la escritura de este gran narrador me llegase hondo.

Sabía que llevaba ingresado un mes y pico en un hospital de Oviedo, ciudad en la que residía, era uno de esos pacientes graves por el coronavirus.

Este jueves de cielos furiosos y tormenta amenazante, el coronavirus se lo ha llevado, tenía 71 años. Un fallecido más en esta devastadora pandemia, un momento histórico en el mundo que se está escribiendo con Mayúsculas, porqué supondrá un antes y un después, y que desgraciadamente nos ha tocado vivir, aunque nos cueste creerlo, y que dentro de cien años, si aún continúa en pie la Humanidad, lo estudiarán las generaciones futuras, como hemos hecho nosotros con el crack del 29, por ejemplo.

Con la esperanza de alentaros a leer un libro rebosante de humanidad, os dejo la entrada que publiqué hace dos años, y revivir de algún modo al magnífico escritor que fue Luis Sepúlveda.




Patagonia Express. Luis Sepúlveda (Chile, 1949 – Oviedo, 16 de abril, 2020)



Editorial Tusquets, sexta edición, 1997, "Colección Andanzas". 178 páginas.




Viernes, 11 de mayo de 2018. Fotos, Paco Castillo.






Patagonia es una palabra talismán para mí. Todo allí es grandioso y desafiante… la soledad, las montañas, la pampa, la belleza, el silencio.



Con esta excelente narración de Luis Sepúlveda, seguiremos sus pasos en un periplo geográfico que lleva al escritor por diferentes escenarios, recalando al fin, tras un largo exilio político por Europa, en la Patagonia chileno-argentina y la Tierra del Fuego. Desde allí volverá a salir con destino hacia sus raíces familiares.


El título toma nombre de una línea ferroviaria patagónica, ya en desuso, que unía varias localidades. Tren en el que Sepúlveda llegó a viajar, narrando su salida de Puerto Natales:

“De allí sale el más austral de los ferrocarriles, el verdadero Patagonia Express (…) llega hasta Río Gallegos, en la costa atlántica.
El convoy, integrado por dos vagones de pasajeros y otros dos de carga, es arrastrado por una vieja locomotora de carbón (…).

En un extremo hay una estufa de leña que los mismos pasajeros han de ir alimentando (…)

No son muchos los pasajeros que me acompañan. Apenas un par de peones de estancia (…) y un pastor protestante empeñado en repasar los evangelios con la nariz metida entre las páginas. El hombre va doblado en dos y siento deseos de ofrecerle mis lentes. (…)

Una capa de nieve cubre los pastizales, y la pampa, siempre salpicada de marrón y verde, cobra una tonalidad espectral. Así, el Patagonia Express avanza por un paisaje blanco y monótono que adormece al pastor. La Biblia cae de sus manos y se cierra. Parece un ladrillo negro”


Es la historia real de un emotivo reencuentro, no solo con sus orígenes, sino con la vida. Lo cuenta con una prosa intimista, cercana, que atrapa ya en la primera página y nos va encandilando hasta el precioso final.

 

Así que, como sucede con todo gran escritor, en paralelo al trayecto físico se va deslizando otro que converge hacia su interior, directo al viejo arcón rebosante de recuerdos e imágenes que custodia la memoria.






Todo se inicia en el único territorio que uno siente plenamente suyo, el de la niñez, cuando percibes que tu vida te pertenece en exclusiva, ignorante de la amenaza de temibles enfermedades, cuando tu existencia no está hipotecada por los bancos, cuando tu bienestar y equilibrio mental no pende, pues, de las innumerables responsabilidades que se adhieren, cual rémora, a los adultos.

 

Luis Sepúlveda parte de su mocedad, fraguada con las ideas libertarias y anarquistas del abuelo, emigrante español, determinando la filiación comunista del que empezaba a ser un joven escritor en ciernes.

 

Ideas que lo llevarían directo al presidio en la etapa de Pinochet, con una dictadura que sumió a Chile en una larga y siniestra oscuridad.

 

Magníficas son las líneas que arrancan de estas vivencias carcelarias, de la solidaridad entre los presos políticos, cuando los numerosos catedráticos y profesores, también encarcelados, reunían a grupos de presos para instruirles en las más diversas materias.



“Lo peor de todo no era el encierro en sí mismo, pues dentro la vida proseguía, y a veces más interesante que fuera. Los «prigué» -prisioneros de guerra- de mayor preparación- y ahí estaba todo el cuerpo docente de las universidades del  sur- formaron varias academias, y así muchos de los prigué aprendimos idiomas, matemáticas, física cuántica, historia universal, historia del arte, historia de la filosofía. 


Un profesor de apellido Iriarte impartió durante dos semanas un magnífico seminario sobre Keynes y el razonamiento político de los economistas contemporáneos, al que asistieron, además de un centenar de presos, varios oficiales del ejército. Andrés Müller, periodista y escritor, disertó sobre los errores tácticos de los comuneros de París ante la estupefacción de la soldadesca que custodiaba el taller de calzado, bautizado por nosotros como Gran Salón del Ateneo de Temuco. Otro ilustre prigué, Genaro Avendaño –lo «desaparecieron» en 1979-, emocionó a presos y militares con una dramatización del discurso de Unamuno en Salamanca.” (p.24)








De tal modo que muchos tuvieron una estancia más culta en prisión que fuera de ella… y les hacía algo más llevadero el encierro, pues no hay barrotes suficientes para recluir al conocimiento. Al menos fue su balón de oxígeno en esa atmósfera irrespirable, una tabla de salvación a pesar de las torturas frecuentes.

 

Pero la libertad fuera del presidio es todo, incluso la libertad de rehusar la cultura.


Luis Sepúlveda lograría la ansiada libertad gracias a la gestión de Amnistía Internacional.

De este peregrinaje desde la infancia hasta la vida adulta resulta una mezcla de escenarios geográficos y paisanaje humano que se cruza en el camino, sencillamente fascinante.

La galería de mujeres y hombres que se significan como hitos en la senda vital del autor, tiene algo de la visión surrealista que refleja el paisaje patagónico, donde la belleza y la desolación son dos extremos que se tocan.

Las descripciones de lugares, poblados y ciudades confinadas en la inmensidad austral, con nombres tan sugerentes como el pueblo argentino de El Turbio, la ciudad de Río MayoRío GallegosChiloéEl Zurdo, etc, roza lo poético, también su deambular por otras partes de Sudamérica:

“Tenía tiempo, todo el tiempo del mundo, así que decidí embarcarme en Panamá. Entre Santos y el canal mediaban unos cuatro mil kilómetros por tierra y eso es una bicoca para un tipo con ganas de hacer camino.

Trepado a veces en autobuses destartalados, en camiones y ferrocarriles lentos y desganados pasé a Asunción, la ciudad de la tristeza transparente, eternamente barrida por el viento de desolación que se arrastra desde el Chaco.”

Leyendo los pasajes de La Patagonia percibimos “ese algo”,  de “cosa extraña” que desprenden aquellos parajes alejados de todos y de todo.






Es fácil deducir que Luis Sepúlveda vive situaciones hilarantes en su periplo viajero, especialmente en tierras patagonas, el sentido del humor derivado de anécdotas por aquí y por allá es delicioso.

Valga esta experiencia del escritor al tener que tomar un vuelo de avioneta a cierto destino, esta vez amazónico:

“Allí estaba la avioneta. Un viejo y descolorido Cessna de cuatro plazas. Miré los más que notorios remiendos del fuselaje y jamás antes sentí tan cerca la fuerza del arrepentimiento, (…)

La avioneta empezó a corretear por el lodo y, al echar una mirada al panel de instrumentos sentí deseos de saltar. Nunca antes había visto un panel tan humilde. Entre vario agujeros vacíos y restos de cables que alguna vez fueron sin duda instrumentos de navegación, se veía oscilar la aguja del altímetro y la del tanque del combustible. El «horizonte» o indicador de estabilidad, que debe ir paralelo a la tierra, estaba casi  vertical.

-Oiga…, el horizonte no funciona –comenté ocultando el pánico.

-No importa. El cielo está arriba y el suelo abajo. Lo demás son pendejadas  –concluyó el piloto Palacios."








Y me ha ocurrido algo bastante curioso, pues al escoger la lectura de este libro con un título tan sugerente, “Patagonia Express”, todo el tiempo me iba acordando de otro magnífico libro que leí hace cuatro o cinco años, “En la Patagonia” inolvidable obra de Bruce Chatwin… sin saber que unas páginas más adelante me daría de bruces con él.

Luis Sepúlveda narra, vaya casualidad, su encuentro con Bruce Chatwin en el Café Zurich de Barcelona. Los dos escritores se reúnen allí. Al calor de las palabras y, aún más, del coñac, conversan de lo humano y lo divino, de la literatura y de la Patagonia, claro está.
Acabarán con una borrachera monumental… tal vez por esto, B. Chatwin regalaría a Sepúlveda una preciada Moleskine de coleccionista, que habría ya de acompañar al chileno.

Uno se imagina a ambos escritores, tras apurar las copas, como a dos compadres que se alejan del bar tambaleándose, abrazados por el hombro… y ancha es Castilla.

Puede también que la cogorza estuviera detrás del entusiasta plan de un viaje conjunto a la Patagonia, aunque Sepúlveda ya la conociera y, para rizar el rizo, de escribir mano a mano las andanzas de dos ilustres gringos que acabaron sus días parapetados en las soledades de “el fin del mundo”, nada más y nada menos que los forajidos del Oeste, Butch Cassidy y Sundance Kid, a quienes pretendían seguir el rastro.

Chatwin se adelantó, llegó antes a la Patagonia.

Luis Sepúlveda tendría que esperar varios años hasta ser admitido de nuevo en Chile por el gobierno. Pero llegar… llegó.





Voy concluyendo mi incursión en este viaje verdadero y fascinante a través de océanos, países y soledades remotas, cuya última parada tiene lugar en un pueblecito de casas blanquísimas engalanadas con geranios…




Martos, perdido entre los mares de olivos que inundan Andalucía.

De ahí salió un joven campesino con sus ideas ácratas y libertarias, rumbo a las américas. 

No podía sospechar que muchos años después su nieto, Luis Sepúlveda, en un soleado mediodía de julio, atravesaría el umbral de esa casa inmaculada, ocultada también por la soledad de la sierra jienense y, sobre todo, por la ausencia de unos hijos que jamás volvería a ver.




22 comentarios:

  1. También ha sido el único que he leído.
    Me gustó

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    1. Es un libro que ahonda en las raíces, en remontar ese río que es nuestra vida hasta su nacimiento, cuando apenas es un hilillo de agua.
      Gracias, Miquel, salut!

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  2. Yo he leído dos El viejo que leía historias de amor y La gaviota y el gato que la enseñó a volar. Este lo ponía como lectura en cursos de adaptación de segundo de ESO y a mis alumnas marroquíes les gustaba mucho a pesar de sus dificultades con la lengua. Con esto está dicho todo. Era un escritor entrañable.

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    1. Curiosamente estuve la semana pasada indagando acerca de su evolución, aunque no encontré noticias actualizadas, más allá de seguir ingresado, hoy me he encontrado con esta noticia y me he quedado chafado, como viene siendo habitual con el ingente número de víctimas por el coronavirus.

      Bonita anécdota de las alumnas.
      Sí, entrañable era.
      Un abrazo, Joselu.

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  3. Merecido homenaje el que brindas a Luis Sepúlveda.

    Vi, en su día, la película "Un viejo que leía novelas de amor" que me condujo al libro en el que se basaba el guión. Me gustaron, de sus relatos, la concisión y el gusto por la imágenes. Descanse en paz

    Un abrazo

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    1. No he leído "Un viejo que leía novelas de amor", aunque conozco el título, tu comentario me descubre que existe una película basada en la novela, buen hallazgo.
      Descanse en paz.

      Gracias, Luis Antonio. Un abrazo.

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  4. ¡Hola Paco! Pues mira..., al autor sí le conozco (sería raro que una bibliotecaria no lo conociese), los usuarios me han hablado mucho de sus novelas, de sus libros, se su forma de escribir, pero si te soy sincera nunca me atrajeron lo suficiente como para decidirme a leer alguna. Lo que sí desconocía es todo lo que nos cuentas de su vida, de que estuvo encarcelado en la época de Pinochet y todo lo demás.
    Siempre he pensado que sería genial viajar a la Patagonia, es un enclave que me atrae mucho también
    ¡Besos!

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    1. Es un autor conocido por aquí, como puede comprobarse en vuestros comentarios.
      Cada uno tiene sus preferencias, Marian, como en otras facetas de la vida, tú eres una gran lectora y leyendo tus entradas, independientemente de que comente o no, de que me atraiga el libro o no, siempre saco conclusiones interesantes a raíz de tus líneas.

      Uff, la Patagonia es un destino con mayúsculas, me encantaría ir alguna vez.
      Besos!

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    2. ¡Hola de nuevo! Pues eso me pasa a mi con tus reseñas y tu blog, que aunque lo que reseñes no me atraiga (algunos sí me atraen, aunque probablemente no los lea nunca, más por falta de tiempo y de otras preferencias que son más fuertes) disfruto mucho leyéndote y siempre saco cosas interesantes, porque sabes transmitir
      ¡Besos mil!!!

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    3. Me consta que es así, Marian, muchas gracias!
      Besos!

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  5. He leído dos veces la novela más emblemática de Luis Sepúlveda "El viejo que leía novelas de amor". La primera vez me dejó bastante fría y no la hubiera leído de nuevo de no haber sido por la tertulia del instituto. He de decir que no me gustó más que la primera vez. Pero años después, también en la tertulia, se propuso "La sombra de lo que fuimos" y esa me encantó. Se me quedó grabada una frase que dicen los viejos cuando se encuentran en el bar: "¿conversamos un vinito?". Me parece preciosa y muy gráfica.
    Me ha gustado leer esta entrada. Tomo nota del libro. Me ha parecido de lo más interesante la cultura que se puede adquirir en la cárcel. Aquí, los prisioneros, después de la guerra civil, también se dedicaban a enseñar y aprender. Es lo que tiene meter en la cárcel a gente culta, que contagian al resto.
    Un beso.

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    1. A mí esos pasajes de la cultura en las cárceles me han gustado mucho, como algunos presos políticos, de sólida formación intelectual, se comprometían en la enseñanza de muchos reclusos; economía, derecho, historia, gramática, etc, eso habla de la entereza y la altura moral de tantos presos en las cárceles, cuando la dictadura chilena causaba estragos.

      Luis Sepúlveda nos ha legado un obra muy a tener en cuenta.
      Beso.

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  6. Recuerdo tu reseña de cuando la publicaste en su día. Creo que ya entonces te comentaba que no había leído nada suyo. Cosa extraña por mi parte, tal vez, siendo conciudadano. Vivía en Gijón desde hace más de veinte años y dirigía además el Salón del Libro Iberoamericano que se celebra cada año. Fue la primera persona diagnosticada con COVID-19 en Asturias y dado el tiempo trascurrido no me esperaba esta triste noticia. Supongo que leer algo suyo sería un bonito homenaje.
    Un abrazo

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    1. Pues el tiempo pasa que se las vuela... dos años ya de aquella reseña, qué barbaridad. Pensaba que vivía en Oviedo, así que gracias por la aclaración, Lorena. Pues a la cercanía geográfica que tenías con él, súmale un talento literario de primer nivel... así que no dejes escapar algunos de sus magníficos libros, "Patagonia express" es una opción muy atractiva, un libro magníficamente escrito y de entrañable humanidad.
      Un abrazo.

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  7. Buen homenaje Paco el que hacen tus letras al escritor fallecido, una víctima más de este puñetero virus que sigue causando dolor y muertes.
    Pensar en la Patagonia y en estos momentos de confinamiento me trae imágenes de libertad, de extremos, de espacios abiertos y naturaleza sin domesticar.
    Me ha gustado ese fragmento del viaje en la avioneta y ese “horizonte” que no funcionaba, la sencillez del arriba y abajo y lo demás son pendejadas. Y la anécdota del café Zurich, casi he podido imaginara los dos escritores conversando un vinito frase que Rosa nos comparte del autor.
    Un abrazo y mucha salud

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    1. Así es Conxita, el puñetero virus está dejando un reguero de fallecidos terrible.
      Me pregunto como seré el confinamiento en la Patagonia...
      El pasaje del avión es memorable, tal vez mi preferido, por eso lo he puesto.
      Es un libro que tiene unas cuantas anécdotas sorprendentes, y que te ayudan a entender la formación ideológica y humana de Sepúlveda, es muy ameno de leer.
      Un abrazo y salud, gracias Conxita.

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  8. Pues hoy he conocido también, con seguridad, que mi buen amigo patagónico falleció hace tiempo, que lo intuía pero no tenía constancia escrita, así que creo que se va algo de Patagonia con los dos, que en palabras de José , mi amigo, lector insaciable y amigo del gran Osvaldo Soriano (patagónico escritor) y por él de Galeano, radical en ideas, me cohtaba la venta de Patagonia al dinero de EEUU, zonas tan grandes como Extremadura ya son de un solo tipo , de EEUU claro; belleza, ya, con dueño... y muchas más cosas un día le dije que haría un libro con sus muchos y geniales mails..
    cuídate
    TOmo un mate por ellos

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    1. Pues acontecimientos como ese le dejan a uno descolocado, vayan mis condolencias para tu amigo José. Hace mucho supe de un millonario norteamericano que compró enormes extensiones en la Patagonia, sin embargo lo hizo para preservarlas, pues era un defensor de la naturaleza, no recuerdo su nombre, estos millonarios son una excepción, claro está.

      Un mate siempre es oportuno.
      Cuídate, Wineruda.

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  9. Recuerdo la noticia porque fue de los primeros positivos en España, si no el primero. La noticia de su muerte me impactó porque habían pasado seis semanas o más. Lo creía recuperado. El mejor homenaje que podemos hacerle sus lectores y volver a sus novelas, donde al menos una parte de él quedará por mucho tiempo, porque se siguen leyendo con gusto.
    Qué nostalgia de campo viendo tus fotos. Tras las últimas lluvias tiene que estar en todo su esplendor.
    Un abrazo.

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    1. Sí, fue una noticia muy sonada, el caso es que unos días antes de su fallecimiento estuve mirando en internet sobre su evolución, pero no encontré nada, excepto que seguía hospitalizado, a mí también me dejó apesadumbrado el final.
      Al menos tenemos su excelente obra, agradecidos por ello.

      No dejo de pensar en la espléndida primavera que hay de puertas afuera, caminando 15 minutos y encontrarme de bruces con el espectáculo campestre... pero ahora toca asumir nuestra responsabilidad, no hay otra, Gerardo.
      Un abrazo.

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  10. Me asusté, Paco. Tenía presente tu entrada de 2018 -razón por la cual me hice de un ejemplar de 'Patagonia Express'- y, al verlo nuevamente, me dije '¿qué pasó?'. Después he caído en la cuenta de tu 'In memoriam', y ya. Lamento su deceso.
    Veré si puedo incluirlo en la apretada agenda de lecturas de este año; una manera de rendirle homenaje.
    Un abrazo, amigo.

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    1. Sabía que estaba grave, pero mantenía la esperanza de que saliera de esta... No pudo ser, al menos nos legó una excelente obra, y leerlo siempre merecerá la pena.
      Un abrazo, Marcelo.

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