P. Castillo

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jueves, 23 de noviembre de 2017

Los gorriones son los niños del aire…

Viendo esa foto de cabecera en mi blog, ese gorrión al aire, tiene sentido que escriba estas líneas aquí.

Os cuento.




A pesar de haberme criado y residir cerca de Madrid, en la zona noroeste a unos trece kilómetros de la capital, vivo en un lugar totalmente rodeado de montes, campo, arroyuelos (ya casi ninguno) y con la sierra de Guadarrama a la vista.

Todos mis amigos, cuando éramos niños, sabíamos diferenciar un gorrión (el común y el molinero, hay tres variedades más) de un pardillo, un verdecillo de un verderón, un herrerillo de un carbonero común, una golondrina de un vencejo, un picapinos de un pito real, un mirlo de un estornino, una urraca de un tordo, un jilguero de un petirrojo y de un pinzón, identificar una abubilla, un abejaruco, una alondra, una perdiz, una lavandera blanca (también llamada aguzanieves, es uno de mis pájaros predilectos), y ni qué decir de las cigüeñas, las grullas, las rapaces… en fin, podría seguir y seguir.




Lavandera blanca. Foto P. Castillo

Urraca. Foto P. Castillo

Petirrojo. P. Castillo

Pues sigo. También me gusta otro que por su plumaje de humilde vistosidad, (no sé por qué son los que más me atraen…) considero que ha sido compensado con uno de los nombres más bonitos entre sus congéneres, el Escribano Triguero. Dos preciosas palabras hermanadas para nombrarlo.


Escribano triguero. Foto P. Castillo


¿Y por qué comento esto?

Pues resulta que desde hace algunos años, muchos científicos vienen alertándonos sobre la dramática disminución de numerosas aves que siempre han estado en nuestras ciudades, aunque sin prestarles atención. Pero también sucede en los entornos rurales y el campo. Igualmente preocupante son las alteraciones en sus patrones de conducta, por ejemplo las migraciones.



Foto P. Castillo

Ya suelo ver abubillas en invierno, cerca de donde vivo. Hoy mismo, a las puertas de diciembre y con estas temperaturas inusualmente cálidas,  me he cruzado con unas cuantas mariposas de la col. Algo casi imposible de observar en los paisajes, ya casi invernales por estas fechas, de mi niñez.

Dramático es el caso de los gorriones, las golondrinas y los vencejos, aunque no son los únicos.
España ha perdido 25 millones de gorriones desde 1998, un descenso del 17%.


Gorrión molinero. P. Castillo


En cuanto a las poblaciones de golondrina, la reducción se calcula en un 44% y 13 millones de ejemplares. Por su parte, el vencejo común ha perdido 11 millones de aves, un 33%.

Golondrina. P. Castillo


Peor están las cosas en Londres, allí ya resulta difícil ver gorriones en las calles.
Una situación similar a la capital británica la padecen Dublín, Berlín, Hamburgo, Praga, Moscú, San Petersburgo y algunas más, pues es un síntoma generalizado en la Europa Postindustrial.

Si miro alrededor tampoco debería sorprenderme esto.



Contaminación densa. P. Castillo.

Mientras la contaminación nos va matando lentamente con total impunidad, nuestros gobiernos y nosotros como sociedad, nos partimos el brazo discutiendo por “esas otras cuestiones”  a las que otorgamos una importancia preponderante para nuestras vidas… y se lo hacemos ver al resto colgando en los balcones unos trozos de tela coloreados, que representan no sé qué esencia… y charlamos de esto y aquello. Ojo, que no pretendo banalizar la problemática política que sufrimos, de este esperpento que han creado unos y otros dirigentes, ineptos por igual, se derivan consecuencias palpables gravísimas como la fractura social y la creciente xenofobia.

Pero, inexorablemente, el veneno silencioso nos va exprimiendo la vida. Cada día un poquito más…

No hace tanto que admiraba a los bellos ejemplares de ratonero común y milano, los menciono porque suelen acompañarme en mi rutina andariega por el monte cercano, surcar cielos claros y limpios, como las aguas de un glaciar alpino.

Ratonero. P. Castillo

Ahora se les puede observar, con más pena que gloria, atravesar todas esas toneladas tóxicas que flotan en el aire rodeándonos en una especie de abrazo letal.

Hay un fragmento de “La hoja roja”, libro publicado en 1959 y escrito por Miguel Delibes, lo tengo por ahí, cuya descripción en una pequeña ciudad de provincias, dice así:

“A mediados de noviembre, como cada año, se desató el Norte. En unas horas el Parque quedó desnudo y despoblado a excepción de los gorriones y las urrucas que soportaban impávidos los rigores invernales. Los árboles, sacudidos por el viento, semejaban una zarabanda de esqueletos sobre una brillante alfombra de hojas amarillas.”

Señor Delibes, si hoy volviese a escribirlo tendría que sustituir a los gorriones, sí, oye bien, a los gorriones, por el trino artificial y metálico de un semáforo en la calle.

Los gorriones nos necesitan. Y nosotros a ellos, en su compañía el mundo es un lugar menos desolador.

Os dejo con este fragmento del poeta Miguel Hernández… y los gorriones, claro.

EL GORRIÓN Y EL PRISIONERO
      (CUENTO INCONCLUSO)


Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado. (…)”


Gorrión. P. Castillo


12 comentarios:

  1. Bonitos esos fragmentos que nos dejas.Es cierto son tan alegres los gorriones. No sé cómo se llaman esos que parecen dibujar formas cuando se agrupan, son fascinantes. No soy capaz de reconocer a los pájaros, sé que me gusta mirarlos y recuerdo de niña que alguna vez habíamos recogido algún nido que se había caído e intentábamos no tocar nunca los huevos porque no sé si cierto o mentira nos habían dicho que sus madres reconocían el olor de los humanos y ya no los querían. Me lo has recordado con esa referencia a la infancia.

    A mi en verano me gusta ver cómo las golondrinas (nosotros le llamamos orenetas así que espero sean los mismos) se acercan al caer la tarde a beber agua en la piscina, me gusta mirarlas porque son muy ágiles y apenas tocan la superficie del agua, se entrecruzan, van y vienen y es relajante mirarlas.

    Veo que algunos tenemos preocupación por esa disminución drástica de algunas especies. En mi caso me pasa con las mariposas. Yo no soy de campo ni vivo cerca de él pero sí he tenido la suerte de pasar muchos fines de semana y esos largos veranos de antes en la montaña y había muchas mariposas, ahora cada vez hay menos. Me dijeron que son los pesticidas y productos químicos que se ponen en los campos son los que las están matando y ¿a nosotros?. Sea lo que sea, me preocupa ver que nos estamos cargando este precioso planeta.

    Un beso

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  2. Hola Conxita.

    La verdad es que esa algarabía de los gorriones en las calles es una de las escenas entrañables que siempre me retrotraen a mi niñez, la de un niño que creció al fragor de los juegos callejeros, cuando la imaginación era una herramienta poderosa, sin rival, como ahora lo son toda clase de artefactos electrónicos.

    Yo he nacido en Madrid, igual que mi padre y mi madre, y mis abuelos paternos... vamos que nunca he tenido un "pueblo" a donde escaparme con mis padres, cosa que me dolía sobremanera cuando veía a mis amigos partir a los suyos. Pero en Pozuelo, donde crecí y vivo, cuando era pequeño tenía mucho de pueblo, carácter que ya perdió hace muchos años, despersonalizado por sus urbanizaciones de gran lujo, la suerte es que está rodeado de montes y campos por cualquier lado, a los que yo me adentraba cual explorador con mis amigos, y poco a poco fuimos familiarizándonos con los pájaros y fauna que compartían el entorno, todo eso lo absorbimos de forma natural. Madrid, a pesar de estar a trece o catorce kilómetros de distancia, en aquellos tiempos de mi infancia mediaba un mundo entre ambos lugares.

    Los pesticidas han causado estragos desde hace muchos años, y muchas otras acciones perniciosas que ejercemos a la naturaleza sin ningún control... no tenemos más remedio que cambiar el chip, el tiempo se nos va agotando y no podemos permitir que millones de seres vivos paguen con su vida nuestra irresponsabilidad y falta de empatía.

    Golondrinas y Orenetas, bonitas palabras :)

    Un beso

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  3. Me ha entristecido leerte, Paco. O, más que leerte, ha sido el hecho en sí de constatar lo evidente: el cambio climático, la contaminación, el cambio en la flora y la fauna. Y lo peor de todo: la dejadez. La indiferencia. La ausencia absoluta de criterios para priorizar lo importante. Y detrás de esto, la manipulación, la distracción respecto a qué debe de ser el objeto de nuestra preocupación.

    La tierra es nuestro hogar, si no cuidamos nuestra propia casa ¿para qué quieres todo lo demás?

    Un abrazo grande y descontaminado.

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    1. Ana, el grado de importancia que nos otorgamos como especie es proporcional a la indiferencia, cuando no desprecio, que sentimos hacia otras tantas especies que comparten el planeta.

      Esa percepción hace que muchos se sientan "legitimados" para ejercer un dominio devastador sobre la fauna y flora de la Tierra, como si fuésemos los únicos dueños de ésta, y las demás especies fueran unos inquilinos que han de pagarnos el alquiler, un costosísimo alquiler, por estar ahí.

      Así parece que ven las cosas muchos...

      Otro abrazo descontaminado para ti, ahora que llega un poco de lluvia :)

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  4. Ojalá que la mirada que nos brindas de una realidad evidente se multiplicara a lo ancho del mundo: que otros tantos observadores como tú denunciaran más frecuentemente estas variaciones de manera que nos concienticemos más aún de resguardar la vida en todas sus formas, Paco.
    Los efectos de la contaminación ya se hacen sentir, no necesitamos esperar veinte o cincuenta años para ver si son o no verdad.
    Y la falta de una política que tome en cuenta esta realidad, no es inocente. La toma de medidas en serio, ha de dañar no poco intereses económicos...
    Aprecio tu amor por los pájaros, que es a la vez un compromiso con la vida.
    Un fuerte abrazo, pibe!

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    1. Efectivamente, Marcelo, das en el clavo, como siempre, los intereses económicos... rememorando la célebre frase que Bill Clinton le soltó a Bush (padre) : "es la economía, estúpido", vamos, que para los grandes potentados todo decisión y discusión sobre el destino y la razón de este mundo, nace y muere en esa frase. Es así de claro.

      Cuando una especie desaparece, una parte de nuestro ser también se pierde para siempre, todos venimos de esa sopa cósmica primigenia.
      Gracias Marcelo. Un gran abrazo, amigo.

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  5. Paco, eres un verdadero maestro de la Ornitología. Todo lo que has expuesto en esta entrada, salvo las citas literarias, es nuevo para mí. Gracias por la lección magistral.

    Un abrazo

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    1. Luis Antonio, es notorio que me gustan los pájaros, ¿verdad?. Amigo Luis Antonio, creo que no todo es nuevo para ti... la contaminación que nos asfixia ya es una vieja conocida de todos. En cuanto a las aves... no te contradigo, jeje.

      Las citas literarias realzan la importancia del problema, la literatura es una excelente toma de conciencia para muchas cosas en particular... y para todo en general.

      Gracias, cuídate amigo.

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  6. Gracias, gracias, gracias...lo primero por las fotos de los pájaros. Desde hace unos años, cambie asfalto por campo y estoy aprendiendo mucho con el solo hecho de observar. Ahora veo petirrojos, que nunca en mi vida había visto, y se diferenciarlos cuando los escucho...lo mismo con los nidos de vencejo y gorriones...pero no llego a tu nivel ni de lejos distinguiendo tipos de gorriones. Eso supongo que lo da el tiempo. Lo curioso es que a veces paseo por otras zonas, a cuatro kilómetros solamente de donde vivo, y veo otros pájaros...uno de ellos parece que lleva sombrero y anda más que vuela. Me hace mucha gracia, pero hace tiempo que le he perdido la vista.
    Espero que vuelva...quizá ya no está por todo lo que comentas, que ciertamente nos está causando más daño del que creemos. Me gusta mucho leer a Naomi Klein y lo que piensa sobre cómo hacer que un país sea sostenible. No coincido en todo con ella, pero sí en la lucha por un mundo mejor, que conlleva seguir políticas en las que la vida se nos invite a vivir de otra manera...que además, nos sorprendería...porque nos gustaría más.
    Ni que decir tiene, "Nuestra primavera silenciosa"...un libro imprescindible para tomar contacto con la realidad...(Espero que alguien se lo regale a Trump...nunca hay que menospreciar el poder de un libro).

    Un abrazo, Paco, y espero que nos sigas hablando de los que vuelan...

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  7. Gracias a ti, María, faltaría más :)

    Me gusta que señales esto: "cambie asfalto por campo y estoy aprendiendo mucho con el solo hecho de observar."

    Recuerdo el libro de Landero, "Un balcón en invierno", en donde describe su infancia viviendo en el campo, en su pueblo natal, y comenté esto del Landero niño: “Porque su sabiduría es la de algunos niños y niñas que, criados en el campo, dejaron su mente permeable a un sinfín de estímulos y señales, acostumbrados a descifrar un código comunicativo, el de la naturaleza, (…)

    Cuando uno ha sido atento observador de la infinidad de acontecimientos que suceden en el campo, constatas después como te revelan claves para entender muchas otras cosas en diferentes órdenes de la vida, que en principio no tienen relación con el campo, pero ya se sabe que hay una íntima conexión entre todo lo que nos rodea, nosotros incluidos, claro. Ese es un aspecto que describió a la perfección Maeterlinck en "La inteligencia de las flores".

    Naomi Klein es una autora cuya obra frecuentaba mucho en mi época universitaria, en la Facultad de Ciencias de la Información (Complutense) era una escritora que siempre recomendaba leer alguna que otra profesora.

    Qué magnífico librito, "La primavera silenciosa", de esos que uno relee con disfrute.

    Me has dejado intrigado con tu pajarillo andarín, no tengo muchos datos... pero podría ser el que está en esta entrada, una lavandera blanca, se las observa más andando que volando, lo del sombrerillo negro en la cabeza también encaja, en verano tienen una tonalidad oscura sobre la cabeza, en invierno se vuelve gris pálida... tengo una foto con una de cabeza negrita, a ver si la incluyo :)

    Sí, hay que regalar ese libro a Trump, y otro a Kim Jong-un...

    Otro gran abrazo para ti, María.

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  8. Tengo una amigo que siempre llama a las personas que quiere así: gorrión. Me ha venido a la cabeza al leer tu interesante reflexión sobre lo que esta ocurriendo con el cambio climático y la contaminación (y no solo en grandes ciudades).
    Quizás, solo quizás, nos entretengan con los trapos de colores para que no pensemos en problemas graves para la supervivencia del planeta como este (hay más).
    Soy rata de alcantarilla, quiero decir urbana (aunque vivo en una ciudad de menos de 100.000 habitantes que parece más pueblo que ciudad) y sé muy poco de pájaros, así que tu texto me ha encantado (no digamos el fragmento de Miguel Hernández).

    Un abrazo con canturreos de gorrión.

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  9. Qué majo tu amigo :) aunque a mí no se me ocurriría usar ese tipo de apelativos con mis amigos, bueno cada uno con sus manías... jeje.

    Vivimos en un país con una paupérrima conciencia ecológica, así que casi no hace falta desviarnos la atención de este problema con otras cuestiones, ya lo hacemos nosotros sin ayuda.

    También vivo en una ciudad con menos de 100.00 h. (unos 85.000), en realidad es un pueblo grande, y está rodeada de un entrono privilegiado, una gran masa forestal. Bien es verdad que el urbanismo desmedido (urbanizaciones de alto nivel) ha ganado terreno, pero aún disfrutamos de mucho campo, no se puede aniquilar el principal reclamo de estas áreas del noroeste de Madrid... en ello les va el dinero a los tiburones del ladrillo.

    Ya sabes, Laura, me encantan los pájaros y en este espacio siempre tienen su momento. Los fragmentos son magníficos, y estoy de acuerdo contigo, el de Miguel Hernández tiene una hondura que conmueve.

    Otro abrazo con canturreos de mirlo... cantan de maravilla :)

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