P. Castillo

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viernes, 8 de diciembre de 2017

El jardín de las mujeres. Aminatta Forna (Escocia, 1964).

Título original: Ancestor Stones. Punto de Lectura, 2007. 455 pp.
Traducción de Íñigo García Ureta. Ilustración de portada: To the Island. Tilly Willis.


Dunas, Caños de Meca. Faro de Trafalgar al fondo. Cádiz
Paco Castillo, 2017


Contraportada:

“Aminatta Forna reivindica la fuerza de la mujer africana.
Abie vuelve a África para reclamar una herencia que su abuelo le legó al morir: los cafetales en los que solía jugar de niña en una aldea ancestral. Allí le aguarda un tesoro aún más grande: los recuerdos de las mujeres de su familia, un acervo de relatos orales, experiencias y placeres vividos por varias generaciones en un continente en perpetuo cambio.
El jardín de las mujeres es una intensa novela coral e íntima, en las que las raíces del colonialismo y las inquietudes sociales tejen el tapiz de un África mágica.”

«Las cuatro narradoras de El jardín de las mujeres tienen la misma resistencia al soportar guerras, explotación sexual, traición masculina y pobreza a lo largo de medio siglo.»

Aunque reside en Inglaterra hace años, y además nació en Escocia, lugar en el que el padre, un  sierraleonés, estudiaba medicina, Aminatta Forna es una escritora con raíces africanas, regresó allí siendo bebé, pasando toda su infancia en Sierra Leona. Un país devastado por la guerra civil y las espeluznantes batidas de los niños soldado.

Pero el conflicto solo acapara unas pocas páginas del relato, llegando ya al final, que es cuando se cruza en la trayectoria de las protagonistas. Antes de eso hay un largo y fascinante recorrido por la historia de unas mujeres; abuelas, madres, hijas, hermanas, tías, amigas… que han formado la red vital de esta autora.

Faro de Cudillero al fondo. Asturias. Paco Castillo, 2017.

Si las manos de estas mujeres te regalasen una suave caricia en la cara, se podría oler el delicioso aroma del cacao que recolectan en sus cafetales.

Cafetales… una palabra talismán para mí.

Las vivencias que cuentan comprenden un periodo que arranca en 1926 y concluye en 2003. No es un libro de memorias, sino una novela con raíces autobiográficas.

Tras la portada de este libro, ilustrado con un cuadro de Tilly Willis (To the island), hay unos pasajes cuyas palabras refulgen con la misma luminosidad, hermosa y cautivadora, que las pinturas de Tilly.

By the beach, Tilly Willis. Foto internet.

Un libro magnífico. Quizás el que más me ha gustado en este año a punto de concluir.


Aminatta Forna. Foto internet

Aminatta tiene una sonrisa bonita, me digo al contemplar su fotografía. Similar a la que tienen las niñas y niños africanos, un gesto que brota sin esfuerzo y resalta ese pequeño fulgor brillante en los iris negros de los ojos.

Voy al libro. Así irrumpe Asana, la narradora de un lejano 1926.

Sombras de la luna

Yo deseaba venir al mundo, al lugar donde sucedían las cosas. No quería seguir allí donde estaba. Siempre tuve los ojos grandes para ver el mundo y llegué a él con los dos bien abiertos. Mi madre jamás temió por mí. Hay niños, y una lo sabe, que vienen con hambre de vida. Llegué tan deprisa que a mi madre no le dio tiempo a beber la infusión de hojas de limonero. Nací acompañada por el coro de sus dedos, como grillos que anuncian la lluvia.

Caños de Meca, Cádiz. Paco Castillo, 2017.

Aminatta transforma la escritura en materia viva. Las palabras rompen la crisálida y salen al mundo, se llenan de aire, la luz les otorga una forma reconocible, y uno ya no lee tipografías, esas letras de inmóvil presencia, ya no tienes el libro en la mano, sino que estás dentro de su mundo… miras al cielo amenazante que te anuncia la inminente tormenta, esquivas la mirada violenta, de una oscura humanidad, que lanzan muchos hombres africanos (y tantos otros en distintos lugares) a los ojos cansados, y sin embargo brillantes, de la mujer africana, comes sopa con pimiento picante y sientes un aguijón en la garganta, y te deslumbra el colorido de las telas, esas lappas estampadas que solo saben lucir las mujeres africanas.

Sí, los libros son crisálidas que dejan escapar a las Mariposas Palabra para que vuelen lejos, y aunque no sea afuera de este mundo… a veces lo parece.


Al encuentro de la Luna llena, Monte del Pilar, Pozuelo. Paco Castillo


Crisálidas de chicharra. Paco castillo, 2017

Como suele pasar en la literatura africana, Aminatta nos seduce con una prosa exuberante por la variedad de matices y sensaciones que despliega gracias, entre otras cosas, a la destreza con que tales autores manejan la metáfora, nunca es un uso indiscriminado ni arbitrario, sino que éstas muestran una precisión asombrosa para revelarte la medida de lo que eres, basándose en detalles (y esto es lo fascinante) que bien pudieran estar en las antípodas de nuestra idiosincrasia, pues pertenecen al acervo africano.

Pero la buena literatura sabe atravesar todas las capas, hasta hacernos ver ese “sedimento” que a todos une.

Me reconforta regresar a las letras africanas, pues el desapego con la tierra aún no ha llegado a esa distancia casi insalvable que hay en Occidente.

Faro de Trafalgar. Caños de Meca, Cádiz. Paco castillo, 2017

“El cielo se llena de nubes. De noche la fruta madura se cae del árbol, y la mañana trae el aroma de la tierra húmeda y el hedor dulzón de la pulpa que se pudre. El río tiene un dique. Suben las aguas. Cuando anochece, los niños de la casa –lagartijas de ojos negros- se ponen las botas con las nubes de mosquitos” (p.79).


Caños de Meca, Cádiz. Paco Castillo, 2017.

Asana también protagoniza uno de esos pasajes que atraviesan el libro con la potencia de un ciclón, dejando una huella perdurable, sobre todo la parte final…. de las que no se olvidan. Contundente.

Os pongo en antecedentes. Asana está en edad de casarse, y formar uno de tantos matrimonios polígamos en tierras africanas. Asana tiene una buena posición social y no tiene problemas económicos. Se decide por un hombre cuya posición social y monetaria no es la mejor, desoyendo los consejos maternos. Ella siente una fuerte atracción por Osman Iscandari, guapo y de cuerpo fibroso. Al principio todo bien, ningún problema con sus coesposas, Balia y Ngadie, algo mayores que ella.

Asana se siente satisfecha con un varón de tan buena planta, un buen amante, aunque pase varios días fuera de casa. Al cabo de unos meses se da de bruces con la realidad, ante la verdadera naturaleza de su esposo…

Durante el embarazo de Asana, a Osman le parece divertido asaltar el cuarto de ella en la madrugada, la despierta y la pide que se desnude y pose de pie para él, o que se ponga en el suelo en cuclillas, simplemente la observa largo tiempo, hasta el límite del agotamiento de la esposa embarazada, luego él se cansa de la escena y se va por donde entró.

Ahí va, es largo, pero, insisto, de los que no se olvidan.
Y con ello cierro el comentario. Ni en sueños hubiése creado yo mejor colofón… Contundente.


“- ¡Levántate! –me ordenó.
Me apresuré a hacerlo.
¿Qué pasa?  ¿Qué sucede?

Entonces me dijo que me quitara la ropa. Lo miré en la oscuridad. Me pregunté si le había oído bien. (…)

Me hizo estarme quieta frente a él hasta que dejó de llover. Miró mi cuerpo, mis pechos, mi vientre y lo que había debajo. Las nubes dieron paso a la luna y pude distinguir su expresión, me recordó a cuando era niña y pasamos delante del cadáver de un perro. Lo miramos, lo golpeamos con palos, con fascinación y repugnancia a partes iguales.

Me habían enseñado que una mujer no debía decirle que no a su marido.

-Osman- comenté-, es tarde. Y estoy dormida. (…)

Por favor, no me desobedezcas. Me prometiste que serías buena esposa. (…)

Las primeras veces Osman solo miró, y nada más. (…)

A medida que avanzó el embarazo me obligó a posar para él durante más tiempo. Se me hincharon los pies, en una ocasión casi perdí el equilibrio. Estaba temblando, desnuda. Le rogué que me dejara dormir. Y luego llegó la vez en que el cansancio pudo al miedo y caí al suelo.

- ¡Levántate!- me ordenó en voz baja. (…)
No, Osman, ya es bastante por hoy.
-¿Qué? ¿Cómo te atreves a responderme? ¿Quién te crees que eres? Eres mi esposa. (…)
Mírate, Osman –añadí-. ¿Qué clase de hombre eres? (…)

Quise ponerme en pie. Ahí fue cuando me dio una patada. En la nalga, el dolor me recorrió la espina dorsal. Me eché a temblar. Estaba de rodillas y caí de bruces. Ahora estaba a cuatro patas. Antes de que pudiera levantarme me golpeó de nuevo en la base de la espalda. (…)
Osman me tiró del pelo, me hizo volver la cara hacia él y me  abofeteó. (…)

No había adónde ir. Empecé a dar vueltas por la habitación mientras él me lanzaba puñetazos. Resoplaba de forma  cada vez más ronca a medida que le fallaban las fuerzas. Al final le dejé ganar.
Me eché a llorar. Le supliqué que parase.

Y abrí los ojos.
Y cuando por fin los tuve abiertos aprendí muchísimo sobre mi marido en muy poco tiempo. (…)

Mi esposo tenía tres hermanas, todas casadas, que vivían cerca de allí (…), pero rara vez las vi visitar a su hermano. Y cuando la menor lo hizo, advertí que casi no hablaba, y si lo hacía era solo para responder «Sí, hermano». No se atrevió a mirarle a los ojos ni a quedarse a comer.

También vi el modo en que Balia (una de las coesposas) se estremeció cuando Osman levantó un brazo (…)

Por último comprendí por qué la perra que venía a pedir sobras desaparecía cada vez que  mi marido regresaba a casa. (…)

¿Qué había hecho al casarme con Osman?

Al final fue Ngadie (la otra coesposa) quien tomó la palabra (en una de las ausencias de Osman):
-De modo que ya te has enterado. Pero quieres saber que te espera ahora, ¿no?

Asentí con la cabeza. (…)

-Cuando llegaste, me fijé en ti. Estabas tan satisfecha de ti misma… Me pregunté cuánto te duraría.

Bajé la cabeza.

-Cada vez que trae a otra le dice a Balia que está harto de nosotras, que no tenemos fuego dentro. Aunque solo Dios y nosotras sabemos cómo hemos llegado a esto. Le damos asco. Pero no entiende nada, ni siquiera entiende qué clase de hombre es.

Me enteré que yo no había sido la primera. Había habido otras. (…)

El error era solo mío, (…). Me dije que me enfrentaría a Osman a mi manera.

Frente a mí, la hija de Balia agarró un pollo y se dispuso a rajarle la garganta con un cuchillo. El ave se encrespó, volaron las plumas. Recordé que en la aldea solíamos retorcerlos el pescuezo: eso era algo que había que aprender. Una tenía que ejercitar su paciencia, permitir que el animal se calmase para poder agarrarlo bien. (…)

Aquella casa en la que vivía contenía más de un tipo de infierno, y yo había encontrado la forma de lidiar con uno de ellos. (…)

Pasaron varias semanas. Cuando Osman estaba en casa entraba en mi habitación a su antojo y me forzaba a hacer mi parte en su juego monstruoso.

No ofrecí la menor resistencia. A medida que pasaron los días se fue relajando, creyendo que me había domado.

Algunos días más tarde… (…)

Osman –susurré-
Despierta, Osman. Despierta.
Esperé un poco. Con delicadeza (…)

¿Asana? Eh, Asana. ¿Qué sucede? –murmuró- (…)

Despierta y mira esto. Mira lo que tengo para ti. (…)

A tientas, mis dedos palparon el suelo hasta dar con el mango del cuchillo. Lo alcé para permitir que la hoja brillase en la penumbra.

Acerqué los labios a su oreja, le toqué el lóbulo. Puse voz suave y persuasiva. Osman abrió los ojos.

Le coloqué el filo del cuchillo bajo la barbilla: la punta le robó una gota de sangre.

¿Ves lo que puede pasar, Osman? Tan fuerte como eres, ¿para qué te sirven los músculos ahora?
Sentí como se le tensaba todo el cuerpo (…)

Sin hacer ruido, dejé caer la mejilla contra la almohada y el cuchillo sobre el suelo. (…) Permanecí tumbada. A la espera.

Pasó justo lo que esperaba que sucediera. Momentos después, Osman saltó como un muelle de la cama. (…) Estaba desnudo y temblaba, espantado. (…) Acto seguido se agachó y me miró de cerca. (…) le miré, y le acaricié la mejilla:

-¿Qué te pasa, esposo? –pregunté como si estuviera muy preocupada. Su desconcierto era ahora mayor. Le tomé de la mano y le ayudé a volver a la cama. Ha sido solo un sueño, nada más. Solo un sueño. Vuelve a dormir.

Osman dudó y luego se dejó caer sobre el lecho. Yo me puse de costado y fingí dormir. Un rato después lo sentí a mi derecha, hundido sobre el colchón, al otro lado de la cama.

(…) Desde aquella noche, Osman jamás volvió a ponerme la mano encima. Me felicité a mi misma por mi astucia. Me tiré en la cama y me froté el vientre con vaselina.

-Osman Iscandari- me reí-, ng ba kerot k´bana, kere ng baye erith.-
-TIENES UN GRAN PENE, PERO NO TIENES HUEVOS.-“





12 comentarios:

  1. Hola Paco no conocía a la autora y ya lo he apuntado en mi lista de pendientes.
    Me gustará leer esa red de relaciones que tiene la autora que coincido contigo tiene una bonita sonrisa. A mi me gustan mucho las sonrisas auténticas y son esas que ves con frecuencia en esos niños que no tienen nada pero sí son capaces de sonreír auténticos, les brilla todo y es que una sonrisa cuando sale del corazón hace brillar a las personas.

    Me han gustado los párrafos que destacas y me parece muy contundente la astucia de Asana. Es terrible darse cuenta que aún estamos muy lejos de ser iguales y que no importa si estás en África o en la supuesta refinada Europa, que se siguen dando casos de humillación y maltrato a las mujeres. Así que puedes imaginar que me ha encantado ver como la astuta Asana le da una lección a ese cobarde sin huevos como dice ella.

    Besos y gracias por tan interesante propuesta.

    Las fotos como siempre muy adecuadas.

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    1. Hola Conxita.

      Como te decía en un comentario de tu blog, la autenticidad es un valor en peligro de extinción.
      Me entusiasma el estilo narrativo de la literatura africana que he leído, frases elocuentes, palabras con gran carga sensorial. Es una literatura que logra el efecto de ser percibida con los sentidos de forma notoria, el equilibrio entre el componente sensitivo y el intelectual es perfecto.

      Era del todo pertinente dejar que Asana tuviera la última palabra en este texto. Es cierto, sobran tantos maltratadores como huevos faltan... ahí queda.

      Gracias a ti, Conxita, faltaría más :)
      Besos.

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  2. Ay, qué alivio, Paco. Que este libro lo tengo :) Aunque creo que es otra edición porque no estoy segura de que las portadas coincidan. La verdad es que me gusta mucho la literatura africana, siempre que me he acercado a ella ha sido acierto.

    Te doy las gracias por las fotos de los faros (en ellos he estado), que ya sabes que me encantan y me siento muy acogida cuando veo un faro. Son refugio. Como tú.

    Un abrazo grande.

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    1. Ana, Bien mirado no me parece sorprendente que lo tengas, una lectora como tú puede sacar todo el jugo a esta obra, tú que sabes tan bien armonizar lo racional con lo emocional es de esperar que tus incursiones en la literatura africana sean exitosas.

      Ayy, los faros, siempre se abren a un horizonte amplio, sin fronteras, entre el cielo y el mar... no me extraña que tantas miradas busquen refugio ahí.
      Gracias a ti, Ana.

      Abrazo grande.

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  3. No conozco a la autora, pero coincidencias de la vida, estoy leyendo a una autora africana (nigeriana): Chimamanda Ngozi Adichie. Que hermosa coincidencia.

    Me encantan tus fotos: los faros, los troncos, el mar...

    Un abrazo.

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    1. Pues en ese caso, Laura, me agrada darte a conocer esta autora, sin duda una magnífica escritora, conuna conciencia muy nítida de lo que significa ser mujer en este mundo de hombres, siempre me resultan aleccionadoras estas lecturas.

      Esperaré expectante tus impresiones sobre Chimamanda Ngozi Adichie, aún no la he leído.
      Sí, hermosa coincidencia. Me alegro de que te gusten las fotos, siempre intento que sugieran...
      Un abrazo.

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  4. Hola Paco
    tengo este libro pero no lo he leído, uno más...
    Los varios libros de literatura africana escrita por mujeres que he leído,o en cualquier caso que hablen de mujeres africanas, tienen este mismo sonido que tú describes aquí, esas mismas formas, quejas, realidades; todas tienen ese punto común, no sé si porque ha sido una coincidencia en mis lecturas o que el editor europeo lo ha elegido así, o porque estas necesitan contar una realidad palpable y cotidiana.
    Si quieres leer algo profundamente contundente, desasaosegante, lee "Tres mujeres fuertes" de Marie N'daye, te deja aplastado.
    un abrazo de tu amigo...
    cuídate

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    1. Hola Wineruda.

      Para leer la cantidad de libros que imagino en tu poder... necesitarías ser David el gnomo, que con 400 años aún estaba en la flor de la vida, e incluso así... no sé si te daría tiempo :)

      Pienso que existe ese sustrato común en la mujer africana y, efectivamente, la escritura africana está muy apegada a la realidad palpable y cotidiana, no es muy dada a la digresión filosófica en cada requiebro del texto, más bien tiene esa sabiduría esencial, primigenia, que a los occidentales tanto nos cuesta detectar. la literatura como reafirmación no me estimula tanto como la que te ofrece encontrar aquello de lo que careces... aunque ya sabes que las decisiones literarias también son un estado de ánimo, y en ese sentido no está claro que puede caer en tus manos :)

      ¡Me apunto ahora mismo ese nombre y libro, "Tres mujeres fuertes" de Marie N'daye!
      Muchas gracias Wineruda :)

      Un fuerte abrazo, y te me cuidas!

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  5. He leído varios libros de origen africano y pareciera ser que hay un común denominador: mujeres sometidas al arbitrio de los hombres. Sin duda, el sistema de dominación machista se arrastra desde la tradición tribal, pero nos extraña que habiendo ingresado en el siglo XXI aún conserven restos tan ancestrales. La lucha de emancipación africana no termina entonces en los aspectos económicos...
    Me encanta tu selección de tomas fotográficas; acompañan muy bien a todo el texto.
    Un fuerte abrazo, Paco!

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    1. Es cierta tu apreciación, Marcelo. La mujer, en general, siempre ha estado sometida a la tiranía del hombre, y la africana, en particular, más si cabe. Es un libro escrito con una riqueza de matices deslumbrante, que te acerca al ámbito más íntimo y a penas conocido de tantas mujeres africanas.
      Me ha gustado mucho esta autora.

      Gracias, Marcelo. Cuídate campeón!

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  6. Tus recomendaciones bibliográficas, acertadamente ilustradas, tienen la virtud de persuadir y seducir.
    Muchas gracias, Paco
    Felices fiestas y un abrazo

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  7. Muchas gracias, Luis Antonio.
    Tus palabras y presencia siempre es motivadora.
    Confieso que el primer seducido por mis lecturas soy yo ;).

    Otro abrazo para ti, y felices fiestas en compañía de tu gente.

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