P. Castillo

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sábado, 21 de marzo de 2020

EXISTIR


He interrumpido por unos momentos “El mundo como yo lo veo”  de Albert Einstein, por cierto, para mí ahora tiene incluso más sentido que leer “La Peste”, de Albert Camus, cuestión de subjetividades.


Por mi biblioteca, acompañado de Albert Einstein. Foto, Paco Castillo.


Decía que di un descanso a Einstein, y nada más apurar el café (solo y sin azúcar), una corriente invisible me ha impulsado hasta Emily Dickinson... tal vez por una suerte de empatía hacia alguien que convirtió el confinamiento hogareño en su modus vivendi.

                  Por mi biblioteca, con Emily Dickinson. Foto, Paco Castillo.

Leyendo a Marià Manent, traductora de esta edición (Editorial Juventud) y autora del interesante prólogo, donde apenas me había detenido otras veces, me topo con un fragmento; rescata la propia respuesta de Emily a propósito de una pregunta sobre su soledad escogida, y enigmática para tantos:



“Cuando en cierta ocasión le preguntaron por qué no le gustaba recorrer el  mundo, dijo que el hecho de existir ya le bastaba. Todo el tremendo drama de la existencia se desplegaba para ella en su estancia, en su jardín y en su alma.”


Y me digo que su reflexión no está nada mal para ir trajinando con el encierro. Puede que en el fondo me esté aplicando un ingenuo placebo mental, pero ahora es lo que hay, ¿quién da más?


Así que comienzo a tirar de ese hilo suelto dejado por Emily Dickinson.

En estos momentos de reclusión obligatoria, parapetados en la seguridad del hogar, asistimos impávidos al desmoronamiento de nuestra cotidianidad, es decir, la vida que acontecía al cerrar las puertas de casa y salir al mundo

Feria del libro 2015, Madrid. Foto, Paco Castillo.

A trabajar, a pasear, a estudiar, a enamorarse, a despedirse, a echar un partido de tenis, a la petanca, a reír, a llorar, a jugar con tus hijos, a cenar con tu mujer, a visitar París, a ver un partido de fútbol, a la boda de un amigo, al sepelio de un ser querido, a navegar en una barca, a echar la bonoloto, a las actividades culturales, a comer ceviche peruano en un restaurante, acudir al cole para recoger a tus hijos, a la playa de vacaciones, asistir a un concierto de rock, a tomar unas cañas o un vino en la tasca, a la ópera, a una feria del libro cualquiera, a salir al campo con un libro de poesía, a escalar una montaña, etc, etc. 


"Búsqueda", Jóhann Hjálmarsson. Litoral asturiano, año 2016, foto de Paco Castillo.



Esa es la otra VIDA, acaso la que más nos acapara, la que nos va robando el tiempo, esa que nos impide situarnos frente a frente con nuestra EXISTENCIA al desnudo.

-Nosotros-

"Nosotros que de jóvenes hacíamos castillos en la arena
de la costa dorada
mientras las ondas suaves se acercaban
hasta la playa azul
y los elfos danzaban en las rocas
donde el júbilo habita

Sí, nosotros
¿qué somos sino impuros vagabundos
que miran en la noche 
con ojos llenos de desesperanza?"

"Búsqueda", Jóhann Hjálmarsson


Y de repente, mutilada esta VIDA, la que siempre se vestía de realidad, esa que discurre con movimiento centrífugo, desde dentro hacia fuera, nos vemos a solas con nuestra EXISTENCIA… en su fluir centrípeto, hacia dentro. Y cuánta extrañeza nos causa saber que existimos… tan ocupados como nos tenía la otra VIDA, esa que nos impedía reparar en nuestra EXISTENCIA.

"Si no estuviera viva
cuando los Petirrojos vengan,
al de la Corbata Encarnada
dale una miga en mi Memoria.

Y si no te pudiera dar las gracias
por estar muy dormida,
has de saber que lo estaré intentando
con labios de Granito."

“Si no estuviera viva cuando vuelvan”. Emily Dickinson.


Petirrojo, foto de Paco Castillo.



Hasta que la otra VIDA nos ha parado en seco sirviéndose de un virus con ínfulas de rey, con su corona en ristre, cual monarca absolutista. Un déspota sin piedad.

Existir a secas.

Nunca nos habíamos dado cuenta de ello con tanta claridad,  ahí quietos,  dejando que el existir, sin más objeto que respirar y estar vivo junto a nuestra familia, caiga con todo su peso sobre nosotros, en nuestro encierro. Salvo unos cuantos congéneres, de cuya labor afuera bregando con la tragedia dependemos el resto, estamos encerrados con nuestra existencia, y nos sentimos confusos al observarla en toda su magnitud.

Todo se ha reducido a existir, sin más.

Este es el mero existir entre las paredes de casa, ese que le bastaba a Emily Dickinson para cohabitar con la realidad.

Pero yo tengo un problema, viendo que el panorama pandémico va para largo, me he propuesto ser un poeta como Emily Dickinson, no es para encandilar a nadie, vanamente imagino que con alma de poeta puedo transformar aquella otra VIDA anulada en  el confinamiento de ahora… pero no sé escribir poemas.

                 "Búsqueda", Jóhann Hjálmarsson. Foto, Paco Castillo.

Regreso

El verde, más profundo,
el cielo, más cercano,
los claros, más azules,
la calma, más extraña.

Nadie a quien ver.

Jóhann Hjálmarsson



Frente al caballito de madera, 21 de marzo de 2020, esta mañana          sobre las 12:00 m. Nadie a quien ver... foto, Paco Castillo.


Pocas opciones me quedan, salvo asomarme al balcón y encontrar alguna señal, entre tanta ausencia, de esa VIDA.

Y cada mañana pasa lo mismo, veo en mi calle más gorriones que personas.

Gorrión. Foto, Paco Castillo, enero de 2017.

Por la tarde, a eso de las 20:00 p.m, salgo a aplaudir. 

Sé que algunos, esos cuya soberbia intelectual se extiende en la medida que lo hace el virus, desdeñan participar en el aplauso, ven esto como un gregarismo ridículo… míralos, hay está la comuna con el plas, plas, plas…

Entonces yo me acuerdo de Einstein, busco entre las páginas de  “El mundo como yo lo veo”:

"Al pensar en nuestra vida y aspiraciones, observamos que casi todos nuestros actos y deseos están determinados por la existencia de otros seres humanos. (...)

Comemos alimentos que otros han plantado, llevamos ropa que otros han fabricado y vivimos en casas que otros han creado. (…)

Todo lo que una persona es y significa, no lo es tanto como criatura individual, sino como miembro de una gran comunidad humana que conduce su existencia material y mental desde el nacimiento hasta la muerte.” 

Y este batir de palmas comunitarias tal vez nazca de un sentimiento profundo, de esos que suelen permanecer agazapados en nuestro ser y cuesta detectar.

Excepto para un escritor como Lars Gustafsson, él se lo arrancó a su protagonista de las entrañas, en "Muerte de un apicultor":

Se diría que lo que más asusta al subconsciente es la sensación de no ser absolutamente nada.”

Foto, Paco Castillo, en un otoño ya distante...


A las 20:00 saldré de nuevo a aplaudir, y como las pasadas tardes será un mezcla rara entre agradecimiento (hacia quienes se arriesgan para sostener el barco en la tormenta) y lucha contra mi subconsciente, ese resistir para no caer en la nada absoluta…

No sé qué hará este país sin abuelos, y además, cada vez que se va uno es como si lo hiciera un niño.


Os dejo con los islandeses Sigur Rós, esto va de niños que son abuelos…




20 comentarios:

  1. Gracias por traernos a colación estos libros.
    Hay un par que he leído, de los otros habré de esperar a que abran las biblios. Mientras estoy con El Quijote ...otra vez
    Salut

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    1. Gracias a ti, Miquel, por tu presencia. Las biblios volverán a abrir. Cada lectura del Quijote es única.
      Salut!

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  2. Un texto bellísimo, me he deleitado con el vaivén de obras y escritores, de un lado a otro para contruir un relato que fluye. (Una observación: Marià Manent era un hombre no una mujer. La traducción al castellano es Mariano MARIÀ MANENT)

    Por lo demás, coincido en bastantes de tus apreciaciones sobre el confinamiento, solo que yo me estoy atreviendo a escribir cada día un poema y lo pienso hacer hasta que acabe esta situación. Solo es para mí. Dudo del valor poético que poseen, pero a mí me gustan. Pienso que hay muchos escritores de versos que triunfan en la red cuyo valor poético es muy escaso. La poesía no es un lenguaje mayoritario. Ahí tienes a Emily Dickinson. Leerla no es fácil, hace falta una gran sutileza para percibir su ritmo y las sensaciones y pensamientos que expresa. La poesía demasiado fácil y suelta triunfa pero es escasamente poética. La poesía como la literatura es un misterio y proviene de un don mágico para las palabras. Yo he dedicado mi vida a la literatura pero no poseo ese don. Ahora leo una novela escasamente literaria de Dean Koontz que espero que me distraiga en esta espera tensa y terrible en la que vemos que nuestro mundo se ha venido abajo y no solo simbólicamente: en España hay tres millones y medio de personas que dependen del turismo. No añado nada más al respecto. Afortunadamente, la literatura nos acompaña y nos consuela. En tu ir y venir los que te leemos disfrutamos con tu sensibilidad y gusto. Nos sentimos menos solos. Abrazo.

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    1. Muy agradecido por tu parecer, amigo Joselu, e igualmente te agradezco esa aclaración sobre Mariano Manent, sí no lo señalas ni me entero, pues casi nunca me había detenido en el prólogo de este libro de E. Dickinson, más allá de abrirlo por donde sea y leer sus poemas.

      Encuentro muy provechoso lo que haces en la cuarentena, escribir poemas me parece una terapia excelente, te doy la razón, a pesar de esa profusión poética en la red... hay que poner las cosas en su sitio, poeta no es cualquiera, aunque cualquiera pueda escribir.

      La poesía requiere una mirada profunda, detenerse en cada palabra y ver su sentido con las otras, y, por supuesto, divagar la mente sobre el poema, hay que hacerlo tuyo, con tu propia digestión. No sé si careces del don poético, pero eres un excelente comunicador, lo compruebo leyendo los siempre estimulantes escritos que publicas en tu blog, la intensidad de tu mensaje nos conmina a reflexionar, y lo hacemos con ese punto de intriga que resulta tan motivador.

      En este panorama desolador me encuentro un poco disperso con las lecturas, leo por supuesto, pero tengo un batiburrillo de libros que no hay por donde cogerlo, y todo ello mezclado con las tareas domésticas y las escolares de mis hijas... pero aún así leo. Leer es irrenunciable.

      El futuro a corto y medio plazo, solo ya con el daño al turismo es para inquietarse...

      Joselu, seguiré yendo y viniendo con los libros y la vida a cuestas, no lo dudes.
      Un fuerte abrazo!

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  3. Odio cuando escribo en el móvil, lo hago fatal, no tengo idea ya a estas alturas, así que borro y rehago aquí, perdón.

    Me encanta SIgur Ros, hace muchos años en una página de rock progresivo los encontré y aún sigo oyéndolos, como a otros islandeses ELDBERG, me encantan.
    Me gusta mucho Emily, tengo su poesía completa que releo y releo, y cada día la entiendo más y me pierdo más, sus caminos son tan extraños, tan propios, tan inmensas sus soluciones, sus explicaciones.
    Adoro a Emily porque la entiendo, como entiendo a Verne o entiendo a los escritores, a los poetas, a los que su espacio viene de su mundo no de visitar los ajenos. Yo siempre he pensado que la vida no se basa en viajar a todas partes, para conocer más que... qué. Conocer el Taj Mahal supone una experiencia no superior a 20 minutos, no da para más, yo creo que la vida, tu vida, la gente que conoces, (la interesante) es la que da sentido a la vida, siempre he pensado que los que viajan constantemente huyen de sí mismos, girar y girar, ver tierras dos horas, o tres, y volar y moverte en coche, en autobús, girar y girar, ¿para qué? ¿de qué huyes? ¡Es que tengo que desconectar!, en lo que hace todo el mundo: viaje a un todo incluido que pudiera ser la casa de al lado de tu casa. ¡no salgo de allí! ¿playas abarrotadas, méxicos abarrotados, nuevayorks abarrotados!, consumismo, consumismo, gastar, ver, ver algo raro, algo que no , tachar puntos del mapa de visitas aunque estuviera un minuto?, huida, descontento, desarraigo, poca vida...solo la externa.
    gracias cuídate

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    1. Es que Sigur Ros son muy buenos, unos tipos con un concepto musical tan peculiar como su propia isla, Islandia. Echaré un vistazo a Eldberg, ni los conocía:)

      Emily Dickinson solo parece fácil en apariencia, pero su poesía esconde mucho más de lo que pudiera pensarse, de ahí entenderla en la misma medida que te pierdes en sus caminos, pero eso a mi juicio es parte de la buena poesía, meternos y sacarnos del camino, extraviarse y reencontrar la senda, eso la convierte en fascinante, ¿no crees?

      No te quitaré la razón en cuanto a tu idea sobre el viajar, algo (o mucho) de eso que señalas puede ser, una huida de sí mismo, creo que eso es intrínseco al viajero, pero ojo, que el asunto tiene sus complejidades, yo antes era un gran viajero, me iba solo si hacía falta, y buscaba la sensación de sentirme uno con todo, supongo que es esa idea juvenil de vivir en todo momento y en todo lugar, no sé... es algo que siento pero no puedo explicar. Luego ya está, viendo lo que comentas, ese turismo masivo, que abarrota todo, de eso huyo,o lo intento, no siempre con éxito, he de decir.

      Ahora estamos en un "viaje interior" de puertas de casa hacia dentro, aprovechemos lo bueno que puede extraerse de este confinamiento, aunque ando con la mente inquieta, y a veces leer me cuesta, pero jamás renuncio, también soy padre de niñas pequeñas y, junto con mi mujer, hay que conjugar demasiadas situaciones de golpe... lo vamos llevando.
      Gracias a ti, apreciado Wineruda ;)

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  4. Gracias por compartir tus lecturas. No he leído nada de Emily Dickinson, me lo apunto. Un abrazo.

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  5. ¡Como me gusta leerte Paco! Y en especial este post me ha calado, dices tanto con tan pocas palabras...
    Desconocía el hecho del confinamiento voluntario de Dickinson, su aislamiento del mundo , un aislamiento en el que curiosamente solo vestía de color blanco (me has incitado a investigar un poco más sobre esta mujer de la que sí conocía una de sus frases que además encabezan la cabecera de mi blog: "para viajar lejos no hay mejor nave que un libro") Salir al mundo..., a ese mundo de momento prohíbido, si me lo permites, te ha faltado decir en tu párrafo "ir a la biblioteca de mi ciudad"
    Nuestro día a día ha cambiado, casi de la noche a la mañana en un abrir y cerrar de ojos, nunca pensé vivir algo así, aunque también por otra parte reconozco en mi fuero interno que prefiero esto, a por ejemplo vivir una guerra, como la vivieron nuestros abuelos, eso tiene que ser peor, mucho peor, aquí al fin y al cabo solo se nos esta pidiendo que permanezcamos en nuestras casas. Cada mañana me levanto forzándome a pensar: "ya queda un día menos para el encierro" preguntándome ¿"saldremos de esta?", son mañanas plagadas de incertidumbres, de certezas desmoronadas y cada tarde, cuando salgo aplaudir es cuando realmente me doy cuenta, soy más consciente de la magnitud de lo que está ocurriendo (yo también escucho las noticias una vez al día, me he obligado a ello únicamente para estar bien informada, porque es necesario saber qué pasa, que medidas se toman, cómo evoluciona pero no quiero intoxicar mi mente aún más escuchando todo el día la palabra coronavirus y tantos mensajes pesimistas) y me pregunto ¿cómo hemos podido llegar a esta situación límite? Pero esos aplausos me ayudan, no sé muy bien a qué..., pero siento que conecto con algo, con el universo, con mi propia existencia, con la gente que está aplaudiendo conmigo, con esas personas que ponen en peligro sus vidas por intentar salvar otras, con los que desgraciadamente han contraído la enfermedad.
    En fin, Paco, disculpa que me he explayado de esta manera..., escribir también nos ayuda a sacar nuestras emociones afuera.
    Por cierto, te animo a escribir poemas, alma de poeta sí creo que tienes
    ¡Besos!

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    1. Pues a mí me motiva que te guste lo que escribo ;) eso quiere decir que, al menos en parte, logro transmitir las sensaciones que se me agolpan, mis reflexiones, y que lo logro de una manera amena, mejor que mejor. Emily Dickinson era una persona de personalidad compleja, lo que muchas veces se refleja en su poesía, que tiene una apariencia sencilla, pero no lo es. Amaba la soledad, vivir aislada en ese mundo ideal que soñaba despierta. Pues mira, Marian, sí había pensado poner específicamente lo de la biblioteca, pero al final lo dejé en "actividades culturales", eso sí... no veo el momento de sentarme en la biblio, ojear un libro, una revista... y sentir la compañía silenciosa de los mismos de siempre, los que me suelo encontrar cada vez que voy, volveremos.

      Nadie pensó que viviría algo así, ni en España, Alemania, China... o Australia, nadie da crédito a esto, a veces parece irreal, pero no, el mundo lo está viviendo, veremos que aprendizajes sacamos de la experiencia, los habrá en algún sentido u otro.

      Yo sigo informándome una vez al día, generalmente al mediodía... y después corto, no quiero pagar un alto precio emocional, no se puede estar con la tensión a flor de piel, ni inundarte con datos por aquí y por allá, no es sano mentalmente. Aunque mi mente anda algo desperdigada y a veces leo una novela, la dejo y me voy a la poesía y luego ensayo... y vuelta a empezar, con la casa y las niñas es lo que hay.
      Ahora que estamos confinados, los aplausos es el cordón umbilical que nos mantiene unidos cada tarde, es magnífico, de las pocas cosas buenas que hay en estos momentos... junto a la considerable mejoría de la contaminación, que eso también es impresionante.

      Expláyate cuánto quieras, amiga Marian, me gusta la sustancia. Poemas, pues... no sé, de momento mi manera de mirar al mundo ;)
      Besos, cuídate mucho!!

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  6. Uy Paco no sé si es el confinamiento o el miedo pero tengo la sensación de tener las emociones a flor de piel y tu entrada me ha emocionado.
    Sí, reconozco que siento miedo, que esta crisis sanitaria me hace temblar pensando en aquellos a los que quiero, que cada cifra no es un número es una persona con su historia, con su vida, con aquellos que los quieren, que quiero ver lo positivo en lo negativo y que esos gestos de aplaudir, de salir a un balcón es un acto de muchas personas que necesitan sentir el calor, que agradecen, que quieren vivir, que reconocen el trabajo de aquellos que se esfuerzan diariamente para mantenernos sanos.
    Esa salud que solo se mentaba cuando no tocaba la lotería, eso que dábamos por hecho, este virus nos ha hecho si no lo teníamos claro, ser aún más conscientes de qué es realmente importante.

    Un abrazo y mucha salud

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    1. Es un momento en donde las emociones están a flor de piel, como bien indicas, Conxita. La inmensa mayoría sentimos preocupación, todos tenemos mayores y seres queridos que son muy vulnerables, mi madre, con 73 años tiene un marcapasos reciente, así que siempre tengo preocupación en ese sentido, y mi padre, de 74 años, aunque fuerte, debe tener mucho cuidado también, ambos son pacientes de riesgo, pero nadie debe pensar que es invencible, sería un fatal error.

      Nada hay más preciado que la salud, querida amiga, mantenerla nos permitirá seguir con la normalidad en nuestras vidas, eso que ahora anhelamos tanto.
      Abrazo y salud!!

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  7. No sé qué hará este país sin abuelos... Se nos va una generación que está hecha de otra pasta. Es ley de vida, sí, pero no así. Lo que más dolor me causa es pensar que mueren solos, que sus seres queridos no pueden esta ahí acompañándolos y dándoles la mano, que muchos de sus familiares ni siquiera pueden después abrazarse para consolarse y hermanarse en el dolor. Qué crueldad la de este virus con corona déspota.
    Pensar en eso me impide unirme al festejo de mis vecinos. En mi urbanización todos los días a los aplausos le siguen la música y las luces durante un buen rato. No estoy yo para celebraciones, aunque igual debería salir a la ventana a celebrar que mi familia y yo seguimos sanos y vivos, que no es poco. Y mira que llevo bien el confinamiento, ese vivir para adentro en vez del acostumbrado para afuera. Los aplausos son otra cosa. Sé de muchos sanitarios que lo agradecen y les da ánimo. Así que por ellos va y por todos los que están al pie del cañón luchando por todos y además exponiéndose.
    La poesía de Emily Dickinson es maravillosa, tan sencilla y profunda a la vez, me llega muchísimo. De tu entrada me quedo con el poema Regreso de Jóhann Hjálmarsson y con el fragmento de El mundo como yo lo veo de Einstein. Una buena situación esta para que cada uno indague en cómo ve el mundo.
    Un abrazo

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    1. Te respondo hoy, miércoles, y no dejan de fallecer personas mayores, abuelos y abuelas, en las residencias... es tremendamente doloroso enfrentarse a estos hechos cada día, difícil de soportar estas pérdidas tan numerosas cada día. Tengo un amigo cuyo padre ha fallecido hace una semana de coronavirus, y no ha podido estar con él en los últimos momentos, cruzar con él las ultimas palabras de despedida... y mi amigo se siente desgarrado por dentro, durísimo no poder haberle dado la mano o un beso en los últimos instantes. Ese desgarro le quedará mientras viva.
      Yo salgo a aplaudir, pero no se trata tanto de celebrar como de agradecer, una forma de dar las gracias a quienes se arriesgan por nosotros, personal sanitario y otros trabajadores que nos ayudan con su trabajo, frente a frente con el virus.

      E. Dickinson es una poeta que siempre te indique un camino que no has transitado, eso es lo que supone leer su poesía, veo que tú la has leído, así que habrás experimentado algo así.

      J. Hjálmarsson es un poeta muy especial para mí, conecto mucho con su poesía, con su estilo casi desnudo pero muy profundo a la vez, me fascina la verdad, y lo releo mucho. Einstein...sobran las presentaciones, pero nunca sobra su lectura.
      Un abrazo, Lorena, cuídate.

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  8. Pienso como Lorena, esa generación de octogenarios (creo que el 80% de los muertos lo son) se merecía otro final. Por suerte, yo pude despedir a mis referentes, que fueron mi abuela y tía-abuela, con más de noventa años y con toda dignidad. Es el único alivio que me ha traído esta crisis: que ellas se fueran poco antes y no hayan visto esto (vieron cosas iguales o peores, como la tuberculosis de posguerra, la gripe de 1957, la epidemia de Polio, etc.).
    El aislamiento nos pone frente a nosotros mismos, una situación insólita y difícil de manejar. ¿Por eso todo el aluvión de memes, bulos, "wasaps" y horas de Internet? ¿Es miedo a afrontar la propia existencia sin apósitos? Creo que una mirada hacia dentro no nos vendrá nada mal, individual y socialmente. La poesía, con su carga de introspección, es de gran ayuda. Emily Dickinson me conmueve por eso.
    Un abrazo y a seguir bien.

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  9. Pues sí, Gerardo, nuestros mayores están cayendo a mansalva, y ni siquiera hay tiempo para tener cerca a sus hijos en esos momentos, es terrible, indigno. En cuanto a tus abuelos, mejor así, que no se enfrentaran a este final tan inhumano, solos y aislados en la muerte.

    Como seres inteligentes (quiero pensar), tendremos que convertir esta experiencia del confinamiento en una oportunidad, y sacar algún aprendizaje de toda esta tragedia, aunque el ser humano es aquel que siempre tropieza dos veces en la misma piedra... veremos.
    Un abrazo grande, Gerardo, cuidaros.

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  10. Yo, como Emily Dickinson (espero que no suene a pura arrogancia la comparación), vivo casi confinada aun antes del confinamiento. Salía a caminar por las carreteras entre pueblos y a hacer alguna compra de comida. Muy de vez en cuando una cita con amigos. La mayor parte del día, en mi casa con mis libros y mi cocina.
    Es por eso que llevo el encierro bastante bien. Si no fuera por la preocupación normal, por la incertidumbre ante el futuro, por las pérdidas en vidas humanas, por no poder ver a mis seres queridos (madre, hermana y sobrinos, en León; hijo, en Ágreda con su novia), etc. No tendría el más mínimo inconveniente en seguir así...
    De Einstein he leído alguno de sus ensayos científicos divulgativos, de los que están al alcance del público en general y me encantan. Es un hombre al que admiro y tomo nota de este libro que mencionas y que cobra más relieve en estos momentos en que tanto dependemos todos de los demás y en que tanto descerebrado (los menos, es cierto) se descuelga con comportamientos asociales que merecerían...
    Un beso y a seguir cuidándose y resistiendo (¿cómo se me han podido escapar estas entradas?)

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    1. Sí, alguna vez me los has comentado, que eres muy hogareña, la cocina y los libros son excelentes maneras de pasar el tiempo en casa.

      Todos estamos preocupados, claro, tenemos seres queridos en los que pensamos, o a los que cuidamos, así que estos días el móvil está a pleno rendimiento.
      Este pequeño ensayo de Einstein es fascinante, su clarividencia hace que lo complejo nos llegue de una manera sencilla, era un hombre sabio que trataba de mantener su sencillez... lo que hacen los grandes sabios.
      Eso, a seguir resistiendo. Respecto a las entradas... en estos días de locura todo está alterado, amiga Rosa, es lo que hay.
      Besos.

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  11. Leí el libro de Einstein cuando estudiaba. Un libro de divulgación destinado a acicatear las mentes de los jóvenes y, de paso, exponer algunas ideas personales.
    Tengo la obra completa de Dickinson por algún lugar de la casa. Me gustan esos poemas que nos has regalado.
    La pandemia sólo ha logrado -en mi caso- mostrarme por adelantado cómo habrá de ser mi vida de jubilado. Sólo faltarán algunos pocos desplazamientos. Ya no habrá lugar para 'dar la vuelta al mundo', Paco. Deberemos restringirnos al área local, y poco más allá. Coincido en algunas miradas con Wine; ya no se si valdrá la pena pasar algunos minutos en el Louvre para apreciar alguna pintura histórica... Seguramente no, a tomar los riesgos de lo que ello implicará para todos los que seríamos turistas. Una vida distinta; ni más ni menos.
    Cuídate, Paco; tú, Ara y las niñas. Al fin y al cabo, son lo más valioso, ¿no?
    Un abrazo, amigo.

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    1. Y a pesar de todo, no debemos dejar de aspirar a todo aquello que nos gustaba antes de la pandemia, amigo Marcelo.
      Einstein y E. Dickinson es un binomio muy fructífero.
      Un fuerte abrazo, Marcelo.

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