Me las
piro, vampiro.
Dicho así, en un arrebato de nostalgia ochentera, rememorando aquella jerga
juvenil. Creo que hoy los adolescentes te sueltan: yo me abro, tío; y
también escucho eso de… mola mazo, chaval; ¿no?
Pues eso,
a mi retiro veraniego me llevo unos libros que molan mazo, chaval. Al
menos a mí.
Cumplo mi
ritual por estas fechas, me escapo a mi refugio estival en el norte peninsular,
algo de nostálgico hay igualmente.
Todos portamos
una brújula interna cuya aguja siempre orienta el rumbo a los aromas, olores o fragancias de la infancia, y otras cuestiones afines. Allí me dirijo, al sabor
de los sobaos y la leche recién ordeñada del abuelo Pesquera (que no era mi
abuelo), cuando le comprábamos tales
manjares, era nuestro vecino de Vidiago, donde pasábamos tantos largos veranos.
Sigo yendo a Asturias, pero ya no frecuento Vidiago… alguna vez me dejo caer.
Me
apetece mucho releer, no sé si la tercera, ¿o la cuarta vez?, al célebre Herman
Melville y su extraordinaria Moby Dick junto al mar.
Y mira
por donde, no sabía yo que me econtraría un artículo de Fernando Savater
en El País (la edición de ayer) sobre su entusiasta recomendación de leer, precisamente, Moby
Dick de Melville. Viene a decir Savater que es el libro total, compendio de todos los géneros; filosofía,
poesía, historia e incluso política. Al margen de su pertinente consejo ya lo tenía a buen recaudo en la mochila viajera.
Bien, inmerso de nuevo en esa persecución lunática de la colosal Ballena Blanca, es inevitable llevarme otro libro a propósito del primero. Se trata de Iconografía Romántica del Mar, hermoso ensayo que escribió el poeta W. H. Auden, ¿existe algo suyo que no sea hermoso?
La mochila y unos libros. Foto, Paco Castillo. 2016.
Bien, inmerso de nuevo en esa persecución lunática de la colosal Ballena Blanca, es inevitable llevarme otro libro a propósito del primero. Se trata de Iconografía Romántica del Mar, hermoso ensayo que escribió el poeta W. H. Auden, ¿existe algo suyo que no sea hermoso?
Foto, Paco Castillo, con W. H. Auden.
No es una
elección baladí. Estos libros son almas gemelas, siameses si se quiere. La
primera obviedad es que están unidos por el mar, pero no solo, pues en las
páginas de Auden hay un lugar de honor para H. Melville y Moby Dick.
Más aún, de hecho finaliza el ensayo con "una inquietante analogía entre Don Quijote e Ismael, el narrador de Moby Dick". Tal cual se lee en la contraportada.
Más aún, de hecho finaliza el ensayo con "una inquietante analogía entre Don Quijote e Ismael, el narrador de Moby Dick". Tal cual se lee en la contraportada.
"Moby Dick" de H. Melville acompañado de W. H. Auden, con "Iconografía romántica del mar".
No hay
dos sin tres. Eugenio Morales Agacino se viene al litoral cantábrico.
“Uno
de los últimos naturalistas viajeros que ha habido en España”, leemos en la
introducción.
Estoy deseando encarar esta biografía de un extraordinario científico, cuyo reconocimiento y fama allende nuestras fronteras, gracias a sus descubrimientos, es proporcional al desconocimiento que padece su figura en España. Nada nuevo bajo el sol peninsular.
"Eugenio Morales Agacino (1914-2002) Un naturalista español del siglo XX". Foto, Paco Castillo, Ciudad Universitaria, Madrid.
Estoy deseando encarar esta biografía de un extraordinario científico, cuyo reconocimiento y fama allende nuestras fronteras, gracias a sus descubrimientos, es proporcional al desconocimiento que padece su figura en España. Nada nuevo bajo el sol peninsular.
Ah se me
olvida, lo de los autores portugueses de la anterior entrada. Sencillo,
regresamos del Cantábrico y casi con lo puesto nos vamos hacia Lisboa, a casa
de una “medio prima” de Araceli. Mi mujer ya estuvo hace una par de años, ahora
vamos toda la familia.
Y claro, yo no puedo viajar escindiendo el periplo geográfico del literario, transitar el lugar y su literatura. Es mi manera de observar la vida por los lugares, desde el exterior hacia los libros, y desde los libros hacia el exterior.
Hasta aquí hemos llegado, casi a la orilla del mar, Moby Dick, una bandada de gaviotas, recuerdos ochenteros… lo tengo claro.
Y claro, yo no puedo viajar escindiendo el periplo geográfico del literario, transitar el lugar y su literatura. Es mi manera de observar la vida por los lugares, desde el exterior hacia los libros, y desde los libros hacia el exterior.
David Mourão-Ferreira, Fernando Namora y José Rico Direitinho, un magnífico trío de letras portuguesas.
Hasta aquí hemos llegado, casi a la orilla del mar, Moby Dick, una bandada de gaviotas, recuerdos ochenteros… lo tengo claro.
A Flock of seagulls ( una bandada de gaviotas) en 1984.
Nos vemos
Tú te subes al Cantábrico y yo me he bajado a León. Tú buscas la humedad que te salve de los aires recios y secos de Madrid y yo, el aire limpio de León que me seque del ensopamiento invernal y la humedad del aire cántabro.
ResponderEliminarVas bien acompañado, aunque “Moby Dick” me espanta un poco. No soy muy amiga de las historias que transcurren en barcos y rodeado todo por el mar. Me da una cierta claustrofobia. La misma que me produce viajar en barco, cosa que nunca hago.
Disfruta y carga las pilas con la humedad primigenia. Hasta pronto.
Un beso.
Hola, Rosa, aquí reunidos de nuevo, un placer.
EliminarEl mar es un territorio muy fecundo para crear grandes obras literarias, sin embargo uno ha de acercarse a la literatura que más le apetezca. A veces he viajado en barco, nunca en cruceros, sino para acceder a otros lugares, algo muy usual en Noruega o Finlandia, por ahí he tomado varios, bueno y en otros sitios, hace poquito en Lisboa, me gusta.
Un beso ;)
Está bien eso de combinar la ambientación geográfica con la literaria. Que disfrutes de la lectura con vistas al Cantábrico.
ResponderEliminarHasta la vuelta.
Hola, Lorena. Esa combinación te da una perspectiva muy amplia de la lectura, la enriquece considerablemente, hay que hacerlo si se tiene oportunidad.
EliminarGracias, amiga. Un abrazo.