Escuchado en un sueño...
Estos ejemplares que os mostraré, no los hallaréis en los grandes escaparates de famosos establecimientos, a la vista del público masivo.
Casa del Libro, Madrid. Foto, Paco Castillo
Hay
libros que poseen un alma solitaria, tal vez por su condición de desterrados.
No, no es
que acaben en la Isla de Santa Elena como Napoleón, u otros confines de ultramar.
Se trata
de parajes más cercanos, terrenales y no insulares, pero igualmente “invisibles”,
pongamos las librerías de lance.
Librería de viejo, Madrid. Foto, Paco Castillo.
Allí
han hibernado viejos poetas, como el islandés Jóhann
Hjálmarsson, el chileno Omar Lara, o el burgalés Antolín
Inglesias Páramo.
Con la poesía de J. Hjálmarsson, entre el cielo y la tierra. Fotos, Paco Castillo.
Algún día comentaré sobre este simpático conejillo. No es mío, desconozco si tiene propietario o no. Creo que es de una finca próxima, pero no tengo la certeza. El caso es que nos hemos encontrado algunas veces por el campo, por ahí le veo solo y libre. Cuando me avista no pierde ocasión de visitarme, sabe que le regalaré una poesía, y doy fe que le encantan. Me da a mí que este amiguito es el conejo de Alicia en el País de las Maravillas... algo de enigmático tiene. La última vez le leí (verídico) una de Omar Lara, dice así:
Escuchado
en un sueño
El humo
de las
fábricas
tiñe de
negro
las
sandalias
de las
golondrinas.
Una golondrina sobrevolando Los Cuentos de Tolstoi, en un atardecer de julio. Foto, Paco Castillo.
Azul y dorados estivales para leer a Antolín Iglesias, "Un país inocente". Foto, Paco Castillo.
Elementos
equidistantes que sucumben a una fuerza centrípeta, reuniéndose y dormitando en los anaqueles de madera, tal
vez la proveniente de castaños avejentados,
morada invernal de un tejón, o del pino carrasco por el que trepan ardillas
curiosas. En cualquier caso, melancólicos destierros.
Ardilla roja cotilleando desde un pino, Madrid. Foto, Paco Castillo.
Igual
que un viento otoñal arrastrando hojas marchitas, esos “refugiados vegetales” a
los que se les acabó la sabia y ya no tienen donde ir, mi espíritu errante me
empuja a tales “desterrados” en sus reductos.
Librería de lance. Foto, paco Castillo.
Espacios habitados también por otras hojas
hechas de papel ya amarilleado, pues la huella serena del tiempo les confiere
su aspecto trigueño, un color de oro antiguo, resplandor lejano en los pueblos
cerealistas de la Vieja Castilla, fulgor ambarino que, tan pronto aviva un rayo
de sol, tan pronto se apaga tras el paso polvoriento de las ovejas.
Azorín y "Pueblo", una oveja curiosa. Foto, Paco Castillo
Ya acogidos
en mi casa, me llevo a estos poetas de caminata campestre. Les someto a una
cura de claridad diurna, baños solares y aire, los alzo hacia el cielo pictórico
de la sierra madrileña. Ese cielo… ahí arriba tenemos unos lienzos grandiosos,
un museo extraordinario que, a pesar de su gratuidad, casi nadie se digna en
mirar.
Antolín Iglesias, poesía. Foto, Paco Castillo.
Todo para
que mis ejemplares asimilen buenas dosis de vitamina D, no vaya a ser que
padezcan raquitismo. Dicho de otro modo, un libro tiene raquitismo por falta de
lectores.
Yo mismo, fotografiado... por mí, claro. Paco Castillo.
Me gusta
leer poesía, cuentos también, en las incursiones agrestes. Leo y releo los poemas, puedo leer
repetidas veces la misma pieza y en cada ocasión me cuenta algo distinto, yo
soy diferente dependiendo de donde lea, el asunto varía si lo encaro en un tren
nocturno, resguardado de la lluvia en un soportal, esperando en el cole de
mis hijas... o a saber.
Foto, Paco Castillo, por Chinchón, leyendo poesía.
El poema tiene naturaleza camaleónica, se va transformando acorde al entorno circundante, se nutre de la realidad mutable.
Y por
supuesto con las tonalidades celestes, cielos nublados, despejados, la
variopinta clase de nubes.
J. Hjálmarsson. Foto, Paco Castillo.
Mis impresiones del poema son disímiles según lo imprevisible de estas cosas.
Ya señalé que también me entusiasma leer cuentos en estos paseos al aire libre. Leer a la gran dama Selma Lagerlöf y su Tale Thott, con esos cuentos de la Suecia rural, es una delicia.
Ya señalé que también me entusiasma leer cuentos en estos paseos al aire libre. Leer a la gran dama Selma Lagerlöf y su Tale Thott, con esos cuentos de la Suecia rural, es una delicia.
A veces los libros esconden una dedicatoria manuscrita del propio autor; palabras ocultas igual que las nueces y bellotas enterradas por las ardillas con hojarasca y musgo. Elementos escondidos que un día se encuentran, sin más.
Uno se lleva estos libros sin saber que contienen alguna perla. Dedicatoria de Omar Lara a otro amigo poeta, Felix Grande.
Y lo mismo me ocurrió con el ejemplar de Antolín Iglesias, una dedicatoria con el puño y letra del autor, magnífica sorpresa.
Los
poetas me transmiten cercanía, lo mismo da Islandia que Chile, y del burgalés
ya ni hablar.
Antolín
Iglesias nació en Pedrosa de Río Úrbel (Burgos, 1934), cerquita de Poza de la
Sal, un enclave recordado para mí, pues de allí es mi admirado Félix Rodríguez
de la Fuente. Un hombre
culto, amante de los clásicos griegos. Además, todo un visionario sobre los males venideros de este planeta. Dos minutos para unas palabras que merece la pena escuchar.
Ambos
pueblos tienen Atapuerca casi a tiro de piedra, sin salir de Burgos. Atapuerca,
allí nació… nacimos.
Hace
800.000 años el Homo antecessor no podía leer libros, poesía. Sin embargo leía
huellas y señales en la tierra, seguramente las estrellas, desde luego las nubes. También escrutaba la luna
llena.
Foto, Paco Castillo. Luna llena desde el Monte del Pilar, Majadahonda.
Descifraba
olores, interpretaba colores, pues un cielo azul no invita a lo mismo que otro
cargado de negros nubarrones.
Foto, Paco Castillo
No era una lectura propiamente intelectual, sino vital… para asegurarse despertar mañana.
Me agrada
fabular que había en el tiempo remoto una literatura críptica, enigmática. Una
suerte de “Literatura Antecessor”, lo mismo que el Homo Antecessor, que los
brujos tribales intentaban desvelar en su mundo.
Siempre hay otro mundo oculto
en el mundo, nos decían Louis Pauwels y Jacques Bergier en la “Rebelión de los
Brujos”. Y refieren otra cuestión significativa; hay que establecer con
nuestros conocimientos relaciones inesperadas.
¡Voilà! Ahí
está el germen de la creatividad, incluso de la evolución, la relación de
nuestros antepasados con el fuego se gestó en esa manera.
Si este
escrito fuese una fragancia predominarían las notas amaderadas, sin duda.
Leyendo a Hjálmarsson entre viejos troncos y musgos. Paco Castillo
Hay
profusión de maderas entre mis palabras, del mismo modo que suele haberla en
las vetustas librerías de lance, impregnadas en olor de lignina… ¡eureka! (para
no repetir “voilá”), es el aroma de los libros avejentados al abrirlos.
Retornamos
al cordón umbilical de este texto; lignina proviene
del latino lignum, significa: “leña”, “madera”. Es la sustancia orgánica que
provoca ese olor a papel viejo.
La
lignina es un polímero, nombrada por primera vez en 1813 por el botánico suizo Augustin
Pyrame de Candolle, admirado científico cuyo reconocimiento estuvo un tanto
eclipsado por su colega sueco y contemporáneo Linneo.
Candolle
murió a los 63 años, un 9 de septiembre de 1841.
Lo
enterraron en el Cementerio de los Reyes, ubicado en su ciudad natal, Ginebra.
Un
hermoso camposanto, a la altura de algunos de sus ilustres y eternos
inquilinos, por ahí reposan, entre otros, los escritores: Robert
Musil, Jorge Luis Borges y Ludwig Hohl .
Uno de los ejemplares de Borges por casa. Paco Castillo.
Uno de los ejemplares de Borges por casa. Paco Castillo.
Con el escritor suizo L. Hohl, "Escalada", por los Andes Peruanos. Paco Castillo.
Tumba de Borges, Cementerio de los Reyes, Ginebra. Foto Wikipedia.
Sin
olvidarnos del padre de la Reforma Luterana Juan Calvino, por allí
descansa en su discreta tumba.
Foto Wikipedia, tumba de Juan Calvino. Cementerio de los Reyes, Ginebra.
De la Dolina de los huesos… al Cementerio de los Reyes, singular equidistancia ósea cuyos
restos aquí reúno.
Menudo viaje...
Paco vaya entrada más deliciosa combinando naturaleza, libros, reflexiones y esas preciosas imágenes que tomas en tus paseos literarios, naturaleza y letras me parece una combinación preciosa.
ResponderEliminarTengo que reconocer que me ha parecido de lo más tierno ese animalito que espera tu encuentro y al que parece interesarle también la literatura.
Y sí ¿qué es un libro sin lectores? Es una imagen triste, me gusta pensar que las letras desde el momento en que se escriben dejan de ser del autor y nos hace a todos sus lectores propietarios de lo que nos sugieren y de las interpretaciones que le damos a sus letras.
No soy una gran lectora de poesía aunque sí tengo algunos poetas que me gustan y a los que vuelvo en aquellos momentos en que lo necesito.
Besos y hasta prontito, feliz verano
Hola, Conxita, y gracias por tus palabras.
EliminarLo del conejillo fue un asunto que me dejó algo perplejo, te cuento; yo lo vi un día por el campo al que suelo ir de caminata, un lugar en el que hay multitud de ellos en sus madrigueras, conejos silvestres, por allí hay una finca aunque un tanto lejana del lugar donde encontré al conejo, y me llamó la atención su pelaje,una mezcla de extraña del parduzco habitual y un tono mucho más claro, casi blanco, cosa que me descoloca.
El caso es que lo vi agazapado pero no huía de mí, al contrario, se mostraba curioso... por lo que deducí que estaría acostumbrado a la cercanía de personas. Me senté al lado suyo y el animalillo se acercó a mí, queriendo morder el libro, jajaja. Ni corto ni perezoso empecé a leerle algunos poemas... joder, si me hubieran visto me tomarían por un zumbado, jaja. Al día siguiente fui a caminar y lo volví a ver por allí, intuyendo que estaría me llevé otro libro de poesía (como lo oyes), de Caballero Bonald, y también se acercó y le leí... uff, es que esto es de flipar!! jajaja. No lo he vuelto a ver, fui el día posterior y nada... hasta ahora. Supongo que sería de esa finca, pero no lo sé.
Me parece que a este animalillo le gustaba la poesía mucho más que a un montón de lectores. La verdad es que todo esto parece un cuento, o relato de los hermanos Grimm, pero no me invento nada de nada.
Feliz verano, Conxita
Los poemas viajan contigo a donde estés, viajan con al humor o con alegría y van contagiándose de ello, hasta NEruda puede un día asustar a un notario con un lirio cortado o puede,., otros día, solo bromear con ello, depende del humor y las ganas; y hay veces que los conejos van devorando poemas y otros solo los acompañan por el país de algunas maravillas… todo depende del viento y los espejos. Hasta hay días que los poetas son amigos y otros enemigos, depende de las nubes y la lluvia, -siempre mejor un día con niebla-. Pero lo que sé es que es estupendo conocer ese mundo tuyo desde arriba y desde abajo, tocando la tierra calzado en tus botas y mirando los libros desde tus ojos, no podría ser más estupendo.
ResponderEliminargracias
Así es Wineruda, la poesía siempre viaja con uno, tú lo expresaste de una forma magnífica, te lo recuerdo:
Eliminar"La vida pocas veces sabe de poesía, pero hay veces que la poesía, esta poesía, sabe de la vida."
Creo que ahí se entiende perfectamente lo que decía en mi entrada en torno a la "poesía camaleónica"... solo que tú con esa frase lo has expuesto mucho mejor que yo, desde luego.
El mundo, sin duda, no es solo el que está a la altura de nuestros ojos, también el que se desliza por debajo, y el que se extiende por arriba.
Muchas gracias a ti, amigo Wineruda.
Vaya selección más singular. Desde luego que no se encuentra en grandes librerías, pero tampoco creo que las editoriales de hoy estén mucho por la labor.
ResponderEliminarMe ha sorprendido que tengas un ejemplar dedicado a mi paisano Félix Grande, ¡vaya casualidad! Me pregunto si el libro abandonó las estanterías del poeta antes o después de su muerte, creo que leí un relato sobre ese tema (los pormenores de deshacerse de un libro dedicado por un colega de las letras), pero no logro ubicarlo.
Tu anécdota del conejo hubiera hecho las delicias de Lewis Carroll, jaja.
Un abrazo.
Qué bueno, Gerardo, vaya casualidad lo de Félix Grande, desde luego me fascinan estas cobexiones imprevisibles.
EliminarUyy, lo del conejo merecería una entrada exclusiva, fue un acontecimiento que me dejó perplejo. Lewis Carroll... precisamente estuve leyendo el otro día unos cuentos suyos, no infantiles.
Un abrazo!
Se cree que fue, precisamente, la capacidad de contar e inventar historias lo que hizo que el Homo sapiens prevaleciera sobre otras especies de homínidos.
ResponderEliminarQué suerte lo de las dedicatorias. Me encantan esas sorpresas que nos traen a veces los libros de segunda mano. Me encantan las vidas que llevan esos libros y darles otra nueva vida. Abajo el raquitismo de los libros.
Precioso el poema de Antolín Iglesias; has de leérselo algún día al conejillo de mi parte. Y preciosa tu entrada con tus paseos y tus miradas al cielo.
Un abrazo
Es fascinante las historias que puede atesorar un viejo libro, al margen de la narración que contienen, es algo sobre lo que medito cuando hallo sorpresivamente unas dedicatorias manuscritas.
EliminarSí, un bello poema de A. Iglesias.
Lo del conejillo... punto y aparte, una historia singular acontecida entre libros y paisajes.
Gracias por tus palabras, Lorena.
Un abrazo.
Entrada desbordante de belleza y profundidad: naturaleza libros, reflexiones y esas preciosas imágenes.
ResponderEliminarMe has traído a la memoria el nombre de Antolín Iaglesias. Tengo por ahí su obra titulada de forma más que sugerente: "El río no encontraba el mar". No somos pocos los que no encontramos el mar aunque lo tengamos a nuestra vera...
El autor plantea las intimas y profundas relaciones Hombre-Dios, a veces conflictivas, por resistencia por parte del hombre y de oscurantismo por parte de Dios. Los apartados de este poemario son harto elocuente:
Homo Simplex,
Homo Interrogans,
Homo Desiderans,
Homo Precans,
Homo Histrionicus,
que se alinean con Homo Habilis, Homo Faber y Homo Sapiens.
Buen tajo para los amantes de la poesía reflexiva y trascendental
Un abrazo agradecido, Paco
Gracias, Luis Antonio, me halagan tus palabras, viniendo de un hombre de letras y vinculado a la docencia literaria, pues son un estímulo para mí.
EliminarPor eso tampoco me sorprende que tengas una obra de un poeta, Antolín Iglesias, y filólogo como tú.
Vaya, veo que el Homo Antecessor... ha dejado una buena descendencia de "Homos", a cual más singular ;)
Tomaré nota de ese que comentas.
Otro abrazo agradecido, querido amigo.
Hay que tener un estado especial para conectarse con la poesía, Paco. Quizás se vuelva más difícil en las grandes urbes, donde todo es prisa. Afortunadamente, tú puedes brindarte la ocasión para despuntar el vicio de leer poemas. Y la geografía por donde te mueves, te acompaña.
ResponderEliminarEs una combinación extraña la que has hecho, con autores singulares y libros de lance, junto a fotografías exquisitas. Te felicito. Tu articulo goza de un equilibrio sin par.
Te mando un abrazo grande, chaval!
Hay poesía muy "urbana", si se permite la expresión, pero si que es cierto o que apuntas, el ritmo frenético y la lectura no hacen buenas migas, que decimos aquí. En cualquier caso, a mí me inspira mucho la soledad y tranquilidad del campo... igual que a los poetas del 27, jeje.
EliminarTengo unos comentaristas de primera categoría, así que intento estar a la altura, que no es fácil.
Un enorme abrazo para ti, querido Marcelo.