Sobre la libertad. John
Stuart Mill, (Londres, 1806 – Aviñón, 1873)
No deja de ser una osadía abordar
algo tan inabordable y complejo como la libertad, intangible y etéreo tanto si
se está privado de ella como si no. Algunas personas se han sentido más libres
estando presas que otras sin estar encerradas entre barrotes. Hace poco, un
etarra arrepentido que accedió a una entrevista radiofónica y, tiempo después,
a otra televisada, afirmó que al ingresar en la cárcel experimentó, por primera vez en mucho tiempo, una
verdadera sensación de libertad. Paradójicamente se consideraba un esclavo (¿de
las opiniones de otros?), fuera de la cárcel y un hombre libre dentro de ella.
El concepto de libertad es tan complejo como la propia naturaleza humana.
Estos días de fuerte marejada política
he querido acercarme a una personalidad de gran trascendencia, John Stuart Mill,
autor de un clásico fundamental en la filosofía y el pensamiento político; “Sobre
la libertad ”. Un ensayo leído en un momento oportuno.
Mi verdadera intención no es hacer
una invitación a la lectura del libro, si se hace, estupendo, claro. Pretendo
más alentar reflexiones, esa saludable gimnasia para el cerebro, aunque tengo
evidentes muestras, así lo reflejan sus comentarios, que los visitantes de este
blog van sobrados en ese sentido.
Por tanto, a penas voy a detenerme en
aspectos estrictamente narrativos ni en cuestiones de estilo, elementos, que
sin menospreciarlos, no se le exigen a la filosofía con el mismo rigor que a la
narrativa.
J. S. Mill fue una persona que si
alguna vez tuvo sentido del humor, nadie, jamás, llegó a descubrirlo. El
lenguaje, a menudo, puede resultar árido
por esa ausencia de espontaneidad propia de un carácter austero. Pero es tan
revelador lo que dice, y por ello tan sintomático de nuestro tiempo, que mi
interés nunca ha decaído.
Armado con una retórica poderosa,
ataca lo que considera enemigos principales de la libertad, concepto que para él
no es otra cosa (nada más y nada menos),
que la manifestación y expresión de la propia individualidad en toda la
amplitud que le sea posible sin perjuicio a terceros. Difícil.
Salvando las contradicciones en las
que lógicamente incurre por el juicio implacable del tiempo, algunos asertos no
tendrían sentido en nuestra época, pero se puede aupar a la tribuna la
generalidad de su pensamiento, después de “limar” ciertas aristas.
“El hombre es un animal de costumbres”.
Afirmaba Charles Dickens.
J. S. Mill critica el “despotismo de
la costumbre”, no la
juzga per se, sabe que muchas actitudes sustentadas en ella han
contribuido a mejorar nuestra convivencia.
Se refiere a que muchos individuos,
sociedades y países adscriban comportamientos inadmisibles a la sacrasonta
costumbre, como si todo lo que se hace en su nombre estuviese legitimado por
mandato divino, y por ello la mayoría, esa voz colectiva que llama él, arremete
contundente ante cualquier conato de crítica, o repudia al espíritu libre que
se atreva a cuestionar lo que escapa a la razón humana, ya que proviene del
cielo, o de donde sea.
Ensalzamos la costumbre como una
suerte de ley no escrita, pero de categoría suprema. Nos entregamos sumisos a
su servidumbre, sin cuestionarnos la conveniencia de obrar así. Hacerlo sería
ir a contracorriente de la mayoría, y ésta no hace más que repetirnos el
mensaje de marras:
“Si la mayoría piensa diferente de ti, es que
tú estás equivocado”.
Lo que puedan pensar millares tiene visos de
ser más lógico que lo que piensen unos centenares… ¿Sí? Nada hay más ilógico que con-fundirte con la
mayoría para que asuma por ti la responsabilidad de pensar. Sobre esa relajación
de nuestro cerebro se asienta la complacencia con los abusos del poder.
La costumbre también presenta otras
incoherencias dañinas. Imaginad estas conversaciones triviales, me las he
inventado, pero podrían ser reales:
“¿Y tú cómo empezaste a fumar? En mi
clase fumaban todos y yo no iba a ser menos…será la costumbre, la costumbre, LA COSTUMBRE.
¿Y en tu familia por qué se practica
la ablación del clítoris? Es lo que siempre se ha hecho en nuestra aldea, la tradición de
nuestro pueblo. En nuestra cultura, es la costumbre, la costumbre, LA COSTUMBRE.
¿Por qué nunca respetas la distancia
de seguridad ni utilizas los intermitentes cuando circulas con tu coche? Bueno,
actúo como lo hace todo el mundo… no sé, la costumbre, la costumbre, LA COSTUMBRE.
Dime, ¿si nunca vas a misa por qué tu
hijo hace la comunión? Y peor aún, ¿por
qué tiene que llevar un traje de marinerito? ¡Joder vaya preguntas! Aunque no
acudamos a misa nosotros somos cristianos y eso lo que hay que hacer, es la costumbre, la costumbre, LA COSTUMBRE. Y punto.”
J. S. Mill también apunta a la tiranía
de la opinión pública, por cuanto ésta siempre tiende a señalar acusatoria aquellas opiniones aisladas que disientan de la mayoría.
Me pongo a observar el panorama y
adviertes la contradicción entre lo que dice la mayoría y lo que hace. La opinión
pública condena enérgicamente la corrupción, pero muestra su inacción, y aún
indiferencia, ante el mantenimiento de
una situación tan grave. Pero su “lógica contaminante” atenúa nuestra crítica,
y claro, la mayoría no suele equivocarse, si obra así, eso es lo pertinente… ¿No?
Así que voy leyendo a la vez que someto mis opiniones a un “chequeo” necesario
y constato que salgo enriquecido del trance. Eso sin que hubiese una
preocupante disparidad previa con lo manifestado. En la medida que notas como
se fortalece tu opinión, percibes como se debilitan y tambalean las de los políticos
que dicen representarte.
Algunas declaraciones que sostuvo el autor se ajustan mucho mejor a estos tiempos que las sandeces de muchos políticos
en pleno siglo XXI.
J. S. Mill:
“Lo que cualquier persona pueda hacer
libremente con respecto a las relaciones sexuales debería ser considerado como
una cuestión sin importancia y puramente privada, que solo le atañe a ella
misma”
Hablando de la escasa confianza que
tenemos en muchos de nuestros políticos. (También los hay honestos, por
supuesto) :
J. S. Mill:
“¿Por qué se llega a tener verdadera
confianza en el juicio de una persona?; porque ha tenido abierto su espíritu a
la crítica de sus opiniones y de su conducta; porque su costumbre ha sido oír
todo cuanto se haya podido decir contra él, aprovechando todo lo que era justo,
y explicándose así mismo, y cuando había ocasión a los demás, la falsedad de aquello
que era falso (…) “
Ahora digo yo, ¿Cuántos políticos se
aplican esto? Más aún. ¿Cuántas personas, en general, lo hacen, hacemos? Ahí lo
dejamos.
Es fácil comprobar, cuando tus
inquietudes buscan en los libros lo que no encuentran en el fútbol y la “telebasura”
(ojo, que me gusta ver algún partido de fútbol), como este gobierno, y otros
pasados, efectúan movimientos que no se ajustan a las reglas del juego, en este
GRAN TABLERO DE AJEDREZ que simboliza la posición de los gobernantes sobre los
gobernados. Los primeros quieren avanzar en el tablero con todo su contingente
al completo; rey, reina, alfiles, caballos, torres y peones. Pero se han
asegurado que enfrente, la ciudadanía, solo disponga de peones para
contrarrestar su poder.
Indignados, vemos como utilizan la
legitimación que les hemos otorgado con el voto para tomar decisiones por
nosotros. Aunque muchos pretenden que al votar a fulanito, éste también tenga
que pensar por ellos. Si fulanito se equivoca es un inepto y a los leones, si
acierta es indicio de que nosotros no solemos equivocarnos. Siempre buscando
la mínima implicación en todo.
Decía que desde el minuto uno en que
llegan al poder, los políticos empiezan a tomar decisiones que rara vez
coinciden con las que pretendíamos que tomasen al votarlos. Ejemplos actuales
en España no faltan:
Subida brutal del IVA cultural y de
otros productos básicos.
Empleo del dinero público para salvar
de la ruina a entidades financiares y así poder seguir con la política de desahucios
que ha dejado en la calle a tantas familias. Entidades que han robado impunemente
los ahorros de otros tantos pensionistas indefensos.
Privatizar la sanidad pública.
Privatizar la sanidad pública.
Precarizar las ya devaluadas
condiciones laborales. Los pocos peones del tablero solo pueden ocuparse en
subsistir y sacar adelante a sus familias. Ofrecer resistencia estando tan débiles
resulta complicado.
Paro, que necesitaría siete blogs.
Luego dicen los políticos que la
ciudadanía decidió, al darles una aplastante mayoría en las urnas, que las
cosas se hagan así. Y muchos, muchos lo creen por que no se cuestionan nada.
Me consta que un buen número de esas
personas nunca han considerado leer como un tiempo bien empleado, una actividad
de provecho. Ese es el ciudadano ideal para el poder.
Cada libro que leo me anima con más ímpetu
a por el siguiente. Porque cada uno me ofrece aquello que tratan de dificultarme
los dirigentes de turno; a saber, cuestionarme todo, la realidad tal cual y la
que podría ser. Cuestionarme a mi mismo.
Con vuestro permiso, voy a por un
libro. Como dice María, junto a una taza de té, saludos y que tengáis buenas
lecturas.
Para la libertad, sangro, lucho, pervivo...
ResponderEliminarLa costumbre, acostumbrarse, es uno de los enemigos más feroces de la libertad, de la vida misma.
Al politico que fomente la lectura en este país le votaré toda mi vida, bueno una parte de ella...
J. S. Mill atinó con lo de la tiranía de la mayoría. Hoy en día resulta no sé si decir deprimente (cuanto menos) ver cuantas neuronas se diluyen y disuelven en el maremagnun de las mayorías. ¿Pereza? ¿comodidad? ¿costumbre?... Triste.
Un abrazo, Paco
La costumbre es como el magma que acaba solidificándose hasta construir la roca, mantenidas en el tiempo (las costumbres), son las que dan lugar al surgimiento y desarrollo de una civilización. Eso significa que, dentro de sus fronteras, somos todo lo libres que podemos ser en esa “ciudadela amurallada” llamada sociedad. La vida es una suma contradicción y por ello la libertad. Tal vez el error haya sido inventar un concepto para algo inexistente. Ana, si algún día encuentras a ese político házmelo saber, ya tiene el segundo voto. Un abrazo y no dejes de escribir… al menos que se liberen los pensamientos.
EliminarPor cierto Ana, no podrías haber empezado de mejor manera tu comentario...grande Serrat :)
EliminarDio la casualidad, Paco, que pensé exactamente lo mismo que Ana respecto del Nano Serrat. Además, me gustaría aportarte algunas cosas.
ResponderEliminarPrimero, es llamativo lo que señalas de esa despersonalización en pos de no quedar afuera de lo que la mayoría propone. En el ámbito psicológico, también Erich Fromm intentó dar una suerte de explicación de la aparición del fenómeno nazi, basado en que, cuanto más solo se encuentra un individuo, más tiende a delegar en la masa su capacidad de elección, por sentido de pertenencia. Vale que repases las hojas de 'El miedo a la libertad', un ensayo interesante.
Por otra parte, te sugiero la lectura de 'La metafísica de las costumbres', de E. Kant. Un texto algo abstruso pero interesante acerca de las costumbres.
Finalmente, me ha encantado tu alegoría del tablero de ajedrez, juego-ciencia que he despuntado desde mi primera infancia y que ahora tengo ciertamente olvidado. Tu fotocomposición es más que elocuente.
Un gran abrazo!
Hola Marcelo. Sé que Serrat es muy querido en tu tierra, me gusta eso del “Nano Serrat”.
EliminarMuy atinada tu mención a Fromm y Kant. Del primero leí, hace años, “Ética y psicoanálisis” y tiempo después “Del tener al ser”, un título que siempre tengo a mano y de alguna manera ensalza el legado de Mill, el valor de la individualidad desde lo que propone Fromm, el conocimiento de uno mismo para abandonar la orientación hacia el “tener”, tan omnipresente en la moderna sociedad del consumo, y dirigirnos al “ser”, aflojar la soga con la que nos aprieta esa corriente mayoritaria que señalaba Mill.
No he leído el ensayo que comentas, 'El miedo a la libertad', pero el título ya es en si mismo tan sugerente que bien merece mi interés. Cuando dices, en referencia a Kant, “Un texto algo abstruso” me doy perfecta cuenta que te has enfrentado valerosamente a la lectura de Kant, jeje. De él he leído un ensayo tan corto como…denso, “Prolegómenos”, y fragmentos de “Crítica de la razón pura”. Lo que ocurre es que a Kant hay que leerlo de la misma forma que una prescripción médica; “un ibuprofeno cada ocho horas”, cámbiese “ibuprofeno” por Kant y “horas” por el tiempo razonable que considere cada uno, hay que guardarse de las sobredosis con ciertos autores-fármacos. Por cierto, me entusiasmaba la combinación alfil- caballo para avanzar en el ataque. Marcelo, Gracias por tus palabras.