P. Castillo

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viernes, 15 de marzo de 2019


Thomas el impostor (1923). Jean Cocteau (Francia, 1889-1963)

Bruguera Libro Amigo. Primera edición 1981. Traducción de Ramón Camps Salvat. Portada. Dibujo de Jean Cocteau coloreado por Edouart Dermit. Novela, 160 páginas.





Hay una frase del libro que me viene fenomenal para definir lo que ha sido la lectura de esta novela, al menos en ciertos pasajes:


“-Sufren –dijo Clémence-, la carretera está llena de baches.”

En efecto, así fue avanzar por esta escritura de Cocteau, una frase que enlaza con otra, casi siempre breve, siendo ésta última una especie de “verso suelto” que rompe el sentido unitario del párrafo:

-Él iba vestido de boer y yo de Carmen. Un ojo negro te mira.

“Un ojo negro te mira”… y  me pregunto qué diantres querrá decir Cocteau con ese remate, qué simbolismo acecha en el ojo escrutador tan orwelliano.




En la asociación libre que parece establecer con algunas de sus frases, pienso en un Cocteau trasladando la fascinación que le producían sus amigos; Picasso, en su faceta cubista, o el evidente influjo de su gran amor; Raymond Radiguet, a  su escritura. De hecho ya nos ponen sobre aviso las líneas de contraportada, ese guiño al cubismo que Cocteau hace con algunas de sus obras, ésta entre ellas.

Por eso encontramos en esta breve obra de Cocteau, fases en donde se tambalea el desarrollo narrativo lineal, y los párrafos parecen fragmentos unidos a modo de collage, típica característica cubista. Pero Cocteau no lleva la experimentación al extremo de Apollineare, aunque éste lo hizo sobre todo en poesía.






“Yo soy una mentira que dice la verdad.”
Jean Cocteau




En esta frase pronunciada por el autor, hallamos la esencia de la novela.

Conviene un vistazo preliminar al estupendo prólogo de Mauricio Wacquez, sé que varios lectores lo hacen al final, muchas veces es mejor así. Yo puse los ojos entornados y leí algunas cosas antes de encarar la novela.

Bueno, es que estamos ante un escritor que se nutre del vanguardismo, próximo al surrealismo y adicto al opio… cabe encontrarse cualquier sorpresa en sus novelas, no me iba a pillar con el paso cambiado, pero casi lo logra.

La corriente vanguardista, tan fructífera en Francia y Bélgica, fue un poderoso estímulo para la vena creativa de Cocteau, y como tantos de sus colegas se metió en todos los fregaos artísticos habidos y por haber; dejando una brillante estela en teatro, la novela, el ensayo, la poesía, la crítica cinematográfica, además de sus incursiones en el diseño, la pintura… y no sé qué más.

Chinchón. Paco Castillo

Este frenesí artístico me ha hecho recordar a otro insigne vanguardista; el belga Maurice Maeterlinck, nacido diecisiete años antes que Cocteau, y llevado a este blog con un ensayo tan bello como extraño (propio de estos autores), “La inteligencia de las flores”.




En cuanto al argumento de la novela, tenemos al joven Guillaume Thomas de apenas dieciséis años, el gran protagonista, nacido en la localidad de Fontenoy.

Se convertirá por el caprichoso azar, en Thomas de Fontoney, y todos creerán que ese muchacho tan carismático es sobrino del célebre general cuyo apellido es, precisamente, Fontenoy, uno de los oficiales más venerados de la guerra. Encontrando divertida la confusión y halagado por la admiración que le proclaman, Thomas hará uso de su nueva identidad. Cabe señalar que no hay malicia en su proceder… pero no deja de ser una impostura.

« puesto que el mundo es un juego, seamos serios, juguemos»




Cocteau vierte parte de sus propias vivencias en la Primera Guerra Mundial, cuando colaboró como conductor de ambulancias para la Cruz Roja, aún siendo descartado para soldado. Apuntes biográficos que tenemos en el prólogo.

Y similar situación vivirá su protagonista, Thomas será propuesto como integrante en un convoy sanitario para atender a los heridos de la contienda, él aceptará entusiasmado, encuentra fascinante esa aventura que merodea a la muerte. Tienen interés en que se integre al convoy, pues ven en “el sobrino” de tan ilustre general, el salvoconducto ideal para acceder a lugares conflictivos.

El convoy está encabezado por la princesa de Bormes, ideóloga de la iniciativa, a veces la nobleza hacía estas cosas, la acompañaba su hija, la princesa Henriette, más todo el operativo humano pertinente.

En esta caravana sanitaria que recorre el frente, asistimos a una atracción amorosa entre la joven Henriette y Thomas. Unas expectativas sentimentales más sustentadas en la pasión de Henriette que en los contradictorios sentimientos del muchacho.


El escenario de la obra se sitúa en aquellos  frentes de batalla que se hicieron tristemente célebres; El Marne, Somme, Dunquerque, Ostende, etc. Los pasajes con los heridos no escatiman dramatismo, con mutilados,  moribundos que balbucean sus últimas e imprecisas palabras… nada que le hiciera falta imaginar a Cocteau, la realidad ya se lo sirvió en bandeja de plata.



En ese trasiego de proyectiles y noches en calma tensa, junto al mar del norte, Thomas siempre es el jugador que apuesta más fuerte, no lo hace desafiante, simplemente sigue el juego de su propia mentira, le lleve donde le lleve, pues esa partida es su única verdad.

Admito que no he cogido del todo el punto a esta llamada obra maestra, cuando esto me ocurre huelga decir que la limitación siempre está en mí, es así.

Pero mi impresión es que se deja leer, aunque a veces me haya roto algún esquema mental… sin embargo el río siempre termina volviendo a su curso. 






Y tampoco es el Ulises de Joyce, que eso sí es cubismo en vena durante 800 páginas… Cocteau no pisa tanto el acelerador.

Dicho esto, siempre me quedará la duda de si lo hubiese logrado plenamente fumándome una pipa de opio, emulando a Thomas de Quincey o al propio Cocteau (ignoro si lo consumían en pipa), pero como no soy fumador de nada, así quedó el asunto.

Además, todo tiene un límite, incluso tratándose de libros…

Con el opio, mejor de lector, o espectador con estos momentos finales de “Érase una vez en América” cuando Noodles (Robert de Niro) acude al fumadero de opio...






Nos vemos.

16 comentarios:

  1. Noodles termina y empieza "Érase una vez en América" fumando opio, pero él tenía mucho que olvidar. Creo que es mi película favorita. Me entusiasma cada vez que la veo.
    No así Cocteau que nunca me atrajo demasiado. Lo preveía difícil y veo que no me equivocaba.
    Tengo reseña de la película "Érase una vez en América" por si te apetece.
    Un beso

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    1. Rosa, no quería contestarte sin haber leído antes tu reseña de "Érase una vez en América", y la acabo de leer, tienes razón, todo en esta película es soberbio, la música de Morricone, la dirección de Leone, la fotografía, el guión, y por supuesto las interpretaciones, con esa presencia de Robert de Niro, casi saliéndose de la pantalla y respirando a tu lado, impresiona el tipo. Por supuesto la he leído escuchando la magnífica banda sonora que dejas.

      En cuanto a Cocteau, pues no te has equivocado, los escritores y artistas de las vanguardias están en continua tensión por dejar atrás un mundo que consideran finiquitado y vivir un presente en el nunca terminan de encajar, una crisis de identidad que penetra en sus obras y añade cierta complejidad al resultado final de muchas... experimentación.

      Ahora estoy con Saul Bellow y me lo estoy pasando pipa ;)
      Un beso

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    2. Hice la reseña cuando acababa de ver la película en una versión en que se habían incluido escenas que no entraron en la primera (aparecían en peor calidad de imagen y se notaba mucho, lo que era genial porque sabías a la perfección cuáles eran) y estaba totalmente subyugada por el enésimo visionado de la cinta. Es magnífica. Luego he visto el resto de las películas de Sergio Leone y no le llegan ni a la suela del zapato. Estuvo bañado por la gracia de las musas cinematográficas en esa película.

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    3. Me gustó mucho tu reseña, la volveré a ver, seguro ;)
      Beso.

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  2. Lo bastante que he leído de Cocteau me ha gustado,pero pillé que hay que leerlo en modo poético. Ensamblar sus frases en la sección sonido.. espacio... imágen... No busca nada más ( PARA MÍ) No puedo leerlo en mi sección mental de Faulkner, ni en la de Comarc Mccarthy, se odíarian a muerte. No.. este es un tipo que encaja su pensamiento antes que su escritura: el ojo negro que mira encaja en un lógica mental( no hay nada más dificil que encajar y comprender a la primera o a la segunda o a la----la poesía de Emily Dickinson de la cual me ha regalado sus poesías completas -¡ole!- pero la adoro) EMily y Jean no se comprenden se sienten,.. o eso me pasa a mí.

    gracias
    cuídate

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    1. Pues mira, Wineruda, no te diría yo que no a todo eso que afirmas, me parece que tiene mucho fundamento el leerlo en modo poético y tal vez no caí en la cuenta... aunque en líneas generales no fue atravesar un desierto, ni mucho menos, solo que de vez en cuando me dejaba noqueado, pero no soy de tirar la toalla, alguna pepita de oro me quiero llevar del cauce.

      Eso de sentir me ocurrió de forma notoria con Tony Morrison en novela, y algún autor más, en poesía es tal y como dices, estoy contigo... no es tanto comprender lo que lees, sino comprender lo que sientes... emoción, rabia, melancolía, amor, qué sé yo...
      Gracias a ti por "tus pepitas de oro".
      Cuídate

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  3. Pasa a veces. Autores o libros que cuestan a ratos pero que los otros ratos compensan el esfuerzo de seguir leyéndolos. No siempre se llega a alcanzar una lectura plenamente, pero lo importante es no irse de ella de vacío.
    Un abrazo

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    1. Eso es, Lorena, justamente la valoración que yo hago, no irse de vacío... bien es verdad que tratándose de Cocteau, es imposible irte de vacío, algo, o mucho, te va a dar, si es poca narrativa habrá más poesía, sino filosofía, o sencillamente la visión holística de una mente tan creativa, que no es poca cosa.
      Un abrazo

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  4. Hola Paco desde luego no parece una lectura fácil sin opio, bromas aparte creo que como dices en ese no irse de vacío ya es mucho. Cada vez estoy más convencida que los libros tienen su lugar y tiempo, y hay libros que es como si nos eligieran ellos dependiendo de nuestro momento vital.
    He recordado esa inteligencia de las flores en la misma edición de tu fotografía.
    El vídeo me decía que no estaba disponible, igual es un problema de mi navegador.
    Feliz domingo.
    Besos

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    1. Conxita, se puede leer, si bien es cierto que hay fases algo más complicadas, tiene la complejidad propia de aquellos artistas vanguardistas. También lo veo así, los libros nos eligen, no tengo duda ;)
      La inteligencia de las flores es tan bello como extraño... simbolista pues. ;)
      Si pinchas en el vídeo te sale un link para verlo en youtube.
      Besos

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  5. Cada vez que me tropiezo con el título de Joyce - Ulises - me entra mala conciencia porque no he sido incapaz de finalizar su lectura...

    Un abrazo

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    1. No tengas mala conciencia, amigo, somos centenares en tu situación, jejeje...
      Abrazo!

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    2. Rectifico: "no he sido capaz de..."

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    3. Pues tampoco me había dado cuenta ;)

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  6. Nunca se me dio por leer a Cocteau, porque tiene fama de 'inconexo', como tampoco leí nada de Le Breton, aunque algo suyo está dando vueltas por los estantes. Será cuestión de hacer experiencia, Paco.
    No siempre se sale 'bien parado' de la lectura de un libro; muchas veces algunas ideas afloran al contacto de otras lecturas. Quizás sea como dice Wineruda: habrá que leerlo en otra clave.
    Un abrazo, chaval!

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    1. Esa fama que se le atribuye creo que está bien justificada, en este caso. Los escritores de las corrientes vanguardistas son complicados... unos más que otros, todo hay que decirlo. Mi impresión con Cocteau fue satisfactoria. Wineruda siempre nos deja alguna opción o alternativa valiosa.
      Cuídate, Marcelo.

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