P. Castillo

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martes, 27 de noviembre de 2018


El enano. Pär Lagerkvist (Suecia, 1891-1974)

Círculo de Lectores, 1973 (obra publicada en 1944). Traducción de Fausto de Tenazos Pinto. 199 páginas.




El Enano tiene uno de esos comienzos literarios que dejan huella. Un inicio potente donde los haya:


Mi estatura es de 65 centímetros. Estoy bien conformado, con las proporciones correspondientes, aunque tengo la cabeza un poco grande. El pelo no es negro, como el de los demás, sino colorado y echado hacia atrás de las sienes y de una frente que más impresiona por lo ancha que por lo alta. Soy lampiño, pero, fuera de eso, mi rostro es como el de cualquiera. Las cejas son espesas. 

Mi fuerza física es considerable, especialmente si me enfurezco. Cuando se dispuso la lucha entre yo y Josafat, a los veinte minutos lo puse con la espalda contra el  suelo y lo estrangulé. Desde entonces, aquí no hay más enano que yo. (Ojo al dato)

Casi todos los enanos son bufones. Tienen que decir chistes y hacer payasadas que hagan reír a sus amos y sus huéspedes. Yo no me he rebajado jamás hasta ese extremo. Tampoco me lo ha exigido nadie. Basta mi aspecto para impedir que se haga de mí semejante empleo. Mi cara no es de las que se prestan para divertir a nadie. Además, no me río nunca.

No soy un bufón. Soy un enano y nada más que un enano.

No caben medias tintas, así soy yo “El enano”, te lo dejo bien claro desde ya, parece decirnos; y tú, lector impactado por este torbellino verbal, empiezas a leer con la inmediata certeza de no poder desprenderte de dicho sujeto… quieres saber hasta donde te llevará un elemento de esta catadura, sin darte cuenta estás esposado a él.





Con esta primera impresión ya constatamos que Piccolino, así se llama el enano, no es una mera comparsa para el entretenimiento palaciego, ni un simple escanciador de vino para el príncipe. Su presencia en la corte es más importante de lo que imaginamos a priori y, desde luego, mucho más determinante de lo que hubiesen deseado el príncipe, la princesa, la hija de ambos y el resto de cortesanos.

Pero el final exhibe idéntico poderío, rotundo. Y lo saboreo con una rara sensación entre la admiración y la perturbación, entiéndase esto en positivo.

Pär Lagerkvist, foto internet.


Los ejemplos descarados de amiguismo, el barrer para casa, por la concesión del Nobel de Literatura a determinados autores escandinavos, es un asunto que no afecta al sueco Pär Lagerkvist, agraciado con tan alta distinción en 1952, con una carrera literaria de reconocido prestigio por parte de la crítica.

Lagerkvist fue una persona acuciada por el pesimismo y la angustia, le dolía profundamente la crueldad de los hombres, y con esos velos está cubierta toda su obra.


El escenario de esta historia, “El enano”, tiene lugar en una corte palaciega del renacimiento italiano, a cuyos nobles señores; el príncipe, la princesa y la joven hija de ambos rinden pleitesía el Enano y también los cortesanos y habitantes del principado.

Si bien es cierto que Lagerkvist nos sitúa en una corte feudal de la Italia medieval, no diría yo que esto es novela histórica en stricto sensu (para quedar fino), el periodo solo constituye un marco ideal para resaltar el asunto fundamental, la maldad, simple y llanamente la maldad. Las características de la época, sus figuras y acontecimientos pasan de refilón, están para realzar y supeditarse al tema central, lo maligno, que es un monstruo adormecido en cada uno de nosotros.

En el Enano la maldad es su condición dominante, y la bondad es la que permanece agazapada en algún lugar recóndito del ser.




La novela está narrada en primera persona, será la voz del propio Piccolino a través de las impresiones que nos deja, producto del diario que va escribiendo.

Es una suerte de monólogo que para nada ralentiza la lectura, ni de lejos, pues al ser un estilo conciso, sin giros redundantes, facilita la agilidad lectora.

Además, la voz narrativa del Enano es tan subyugante, con su pérfido laconismo, y su particular visión de cuanto le rodea nos ofusca de tal manera, que nuestra atención, intrigada en el espíritu inmundo del Enano, excluye todos los demás atractivos a sopesar. El primer plato ya es contundente y nos sacía sin necesidad de un segundo,  no extrañamos diálogos por aquí y por allá entre los protagonistas, pues el Enano es tan cabrón (con perdón, pero es así…) que siempre nos mantiene en una tensa espera, provocándonos un efecto ambivalente, ya nos seduce, ya nos espanta. De sensaciones planas con este libro… como que no, y es que el jodido Enano se las trae.

Piccolino no es un bufón, ya lo ha dicho él, sino una figura relevante en palacio, consejero fiel del príncipe y, en ocasiones, de la princesa, aunque con muchas reservas hacia ella, en realidad hacia todos con la excepción de su admirado señor, el príncipe, no sin escatimarle algún reproche que otro.



La realidad es que el Enano es un ser miserable que desprecia a todo aquel que no sea el príncipe.

Antaño eran los enanos quienes padecían las mofas, en esta narración se cambian las tornas, Piccolino se burlará de sus señores, de todos en general. No solo eso, ejerce su influjo maligno en cuantos le tratan.

Tal intercambio de papeles es un tanto magnífico que debemos apuntar al señor Lagerkvist. Su efecto nos deja desconcertados, pero también atraídos por esa clase de maldad que a veces, pocas, se muestra compasiva por sus víctimas, deja ver un atisbo de bondad en la perenne oscuridad de su alma, como el Drácula de Stoker con su perversidad seductora. 




El asunto es que Lagerkvist nos lo muestra con su escritura de factura elegante y pulcra, nada alambicada. Es una disparidad entre el envoltorio (la prosa pulida y diáfana de Lagerkvist) y el contenido (la maldad) que me fascina y desconcierta al mismo nivel, equilibrismos en la cuerda que algunos escritores dominan a conciencia, caso del autor sueco.

Pero volvamos a Piccolino. Es redomadamente malo, odioso a más no poder, de hecho es la viva imagen de la maldad.

Odia profundamente que muchos lo llamen bufón, ignorantes del influjo que ejerce sobre el príncipe y la princesa.

Desprecia igualmente a sus semejantes, es decir, a otros enanos por su condición de sirvientes sumisos, a los que sí tacha de bufones, indignos de pertenecer a una estirpe tan antigua como los enanos. Él está por encima de esa mansedumbre de sus iguales que tanto abomina. Tal es la idea que tiene de sí mismo. 

No se explica que los de su raza, a quienes considera dotados de mayor inteligencia y altura moral que los miserables hombres, actúen así, (¿alusiones a Hitler?). Muy plausible lo del paréntesis, Lagerkvist, como dice la semblanza del libro, fue de los primeros escritores en levantar la voz para señalar la terrible amenaza que significaba todo régimen totalitario, y fue un crítico valiente contra el nazismo. 




Retornemos a la novela, El Enano, obra maestra del autor junto a otro de sus títulos, Barrabás.

Piccolino, con su corazón violento, ama el sufrimiento que puedan padecer aquellos a quienes detesta… casi todos, empezando por la princesa y acabando por el último mono de la corte.

Rechaza insistentemente a los hombres, a los que considera débiles, patéticos, él los tiene por una raza aparte, inferior. Los repudia por su carácter pusilánime, siempre confusos por las cuitas amorosas… el amor, sentimiento que le repugna.

Es malo y punto, no por sentirse vulnerable, inferior o humillado por los nobles de la corte, la maldad está en su naturaleza como un misterio sin descifrar.




Le excita sobremanera acompañar a su señor en las brutales batallas cuerpo a cuerpo. Ansía blandir su espada y mancharla con la sangre del enemigo, pero el príncipe le niega tal “honor”, pues es un servidor demasiado valioso para perderle.

Esto le sume en la desesperación. No obstante, se entrega con placer a la observación de la masacre. Esas verdes praderas de tierna hierba otoñal se verán anegadas con la sangre de centenares de muertos y moribundos mutilados, cuyos últimos lamentos van apagándose entre el graznido de los cuervos excitados ante la carnicería.

Es un espectáculo hermoso para el Enano. El significado que para él tiene vivir una jornada gloriosa pasa por la visión esperpéntica de la muerte tras el fragor de la batalla. Pues en su imaginario constituye la perfecta expresión de la derrota y el fracaso humano.

Y esto es una cuestión importante, ya que refleja la postura fuertemente crítica que sostuvo Lagerkvist sobre las dos Guerras Mundiales que vivió, la violencia sin sentido entre los pueblos que tanto le oprimía, un sentimiento plasmado en casi toda su obra.




El Enano es un ejemplo ideal para corroborar esos quebraderos a los que se enfrentaba Lagerkvist en sus libros. Uno tiene la impresión de verlo librar una épica batalla contra sí mismo y, de paso, contra las sociedades de su tiempo.

Como si la escritura fuese para él un acto sufrido y sanador al unísono, catarsis. En cierto modo me recuerda al cine existencialista de su compatriota Bergman, en donde se palpa una angustia notable en los personajes, siempre sobrepasados por una realidad que los abruma y atormenta. 

Un gran acierto del escritor será mostrar lo execrable de los humanos a través de esa figura literaria de cariz tan grotesco como el Enano, pues su presunta inferioridad (y que esto quede en el contexto literario), se transforma en una lupa sobre nuestra futilidad, y airea nuestras inmundicias con una óptica aumentada.

También constato un guiño shakesperiano en forma de homenaje a su célebre Romeo y Julieta, drama amoroso que se materializa en la joven hija de los príncipes, enamorada y correspondida por el hijo, adolescente como ella, de un príncipe rival, encarnizado enemigo de la corte a la que sirve el Enano.




Tampoco falta la figura del humanista, acaparada por el caballero Benardo, cultivador de las artes y las letras, adalid de la cultura renacentista… pero en esta historia todos adolecen de sus miserias, y el gran Bernardo (¿inspirado en Davinci?) en su afán por acumular conocimiento y sabiduría se convierte en un hombre soberbio, apático y distante con sus coetáneos.

Otro tema que Lagerkvist no quiere obviar en éste y otros trabajos es la religión, vivida de manera severa en su infancia, y factor decisivo en la época renacentista que encuadra a la novela.

Lagerkvist nos hace escuchar el tañir de las campanas medievales siempre como anuncio de muerte, no hay ocasión que se preste a la celebración festiva. 



La Peste Negra que devastó a la mitad de los europeos, por entonces unos cincuenta millones de víctimas, hace acto de presencia en estas páginas. El Enano asiste impasible al enorme padecimiento humano.

Solo siente asco ante los cuerpos purulentos, sin condolencia alguna.
De algún modo le complace librarse de ver esas expresiones amorosas entre los habitantes; besos, caricias o muestras de afecto cuya sola visión le provocan arcadas.

Y como este libro pivota sobre la maldad, la fe cristiana no se presenta como tabla de salvación hacia sus acólitos, más bien cae con el peso de una sentencia condenatoria sobre éstos.

Por tanto, el círculo se cierra en torno a la maldad.
No hay escapatoria para todo lo que permanece ahí dentro.


La maldad se alza triunfante… Pero solo hasta el siguiente libro, jaja, (lo siento, Piccolino). Y dicen por ahí que la literatura es aburrida, ¡habrase visto semejante disparate!



12 comentarios:

  1. Ciertamente el inicio del libro me ha dejado con muchas ganas de conocer a ese 'pequeño' cabroncete (por no decir cabronazo). Que los libros nos perturben es algo que dice mucho a favor de los mismos. Siempre que paso por aquí descubro nuevos títulos y autores. Y eso que estamos hablando de todo un premio Nobel, ya ves cuántas lagunas lectoras tengo.
    Un abrazo

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  2. Hola Lorena.

    De las lagunas lectoras me parece que no nos libramos nadie, sencillamente es imposible conocer toda la literatura existente. El enano es una lectura muy interesante, de las que te dejan con sensación de inquietud. Lagerkvist consigue con su estilo mantenerte en vilo.
    Yo también descubro mucho en tu blog, y siempre bueno.
    Gracias y un abrazo.

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  3. ¿Sabes que mientras leía tu reseña me estaba acordando de "Bomarzo"? Me imagino que la habrás leído.
    Me ha atraído mucho todo lo que cuentas. Eso de que retrate la pura maldad, es para mí un valor muy importante porque me resulta tan repelente en la realidad como cautivadora como recurso literario. O más que como recurso, como tema a investigar. Además las citas que resaltas y el inicio son fabulosos.
    No conocía de nada al autor (vergüenza me da, con Nobel y todo), pero tomo nota.
    Un beso.

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    1. De Mujica Lainez leí hace mucho "El escarabajo", me pareció un escritor portentoso... lo curioso es que teniendo "Bomarzo" por mis estanterías, ahí sigue sin leer, ya ves que tengo delito, jaja.

      Así es Rosa, la pura maldad, pienso que Piccolino, el enano, es la encarnación de todos los totalitarismos, Lagerkvist los presenció durante muchos años, así que todo me hace pensar que ese enano es la expresión de todas esas tiranías. Sin duda es un elemento literario muy atrayente, estoy contigo.

      A eso le llamo yo iniciar una historia con fundamento, menudo comienzo de libro... vemos que no solo es cosa de García Márquez, jeje, con sus inicios tan célebres, pero el final tampoco se queda atrás.

      Uff, es que premios Nobel hay unos cuantos, parece mentira pero la lista es considerable. Me alegro darte a conocer un gran escritor como Lagerkvist.
      Un beso.

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  4. Hola Paco.
    Vaya con el enano. Es bastante habitual por desgracia que la frustración y la rabia contra la vida por hacerlo así la canalizan en forma de maldad hacía sus semejantes. Ciertamente en esa época, bueno en cualquier época, una persona diferente sufre las consecuencias de ser distinto y esas consecuencias no acostumbran a ser amables ni consideradas así que se entiende ese afán de venganza aunque es una muy peligrosa combinación del poder con el mal y la venganza hacía sus semejantes.

    Curiosa y fascinante propuesta la que nos traes Paco.

    Besos

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    1. Hola Conxita.
      Jeje, pues sí, vaya con el enano, malo es un rato. ¿Pero sabes? No es malo por rabia y frustración derivada de sentirse vilipendiado por los demás, como indico en mis líneas, quué va... si está encantado de ser como el enano, es más, no hay cosa que le atormentase más que parecerse a un hombre digamos... normal, no enano. Eso constituye un peculiaridad que resulta un tanto desconcertante, porque si no es malo por eso... ¿por qué lo es? Y ahí entra en cuestión el asunto de los totalitarismos, etc, lo que me lleva a pensar que el enano es un personaje que escenifica la maldad, pura y dura, de tantos totalitarismos que masacraron a millones de personas.

      Un tema para reflexionar, desde luego. Así que no, el enano no se sentía un ser diferente... a menos no en la forma de verse inferior a nadie, el se veía muy por encima de cualquiera, por eso decía; menudo cabrón el enano, jaja.

      Un beso, Conxita!

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  5. La maldad en la literatura combinada, como bien dices, con la belleza o la destreza en la escritura, es algo que siempre no deja de sorprenderme, como si no pudiera el mal más que ser contenido en una suerte de libro horrendo, de mal gusto, mal escrito. Y la belleza compositiva solo fuera la dueña del bien o de la belleza por ella misma. Pero es un simple engaño de la mente, los lectores siempre creemos que la realidad del papel es la realidad pura y que se comporta de igual manera; supongo que, si no fuera así, no seríamos buenos lectores - he de decir que disfruto mucho con estos libros diga lo que diga, lo buscaré por la biblioteca que por ahí anda en una versión antiquísima que no sé de dónde salió :)-.
    gracias Paco
    cuídate

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    1. Hola Wineruda, no es tanto una forma de abordar la maldad con una prosa bella, o más o menos lírica, aunque Lagerkvist también escribió poesía, como una escritura en donde las palabras son dardos certeros, concisa, palabras que irrumpen como los relámpagos en la tormenta, con ese fulgor súbito y un tanto amenazador.

      Hay muchas palabras como; repugnancia, asco, despreciable, decrépito, etc, etc. El enano se regodea, y se siente bien, en esa atmósfera poco amable que describen sus palabras.

      Lagerkvist, eso creo que se aprecia bien en la lectura, está retratando los devastadores totalitarismos, el nazismo y otras perversiones en la figura del Enano, en el fondo retrata la capacidad para el mal que anida en los humanos, por eso ha sido una lectura muy aleccionadora, y muy interesante por el modo en que lo ha interpretado Lagerkvist, escritor al fin y al cabo... así que, como bien señalas, le dejamos que nos engañe un poco la mente... tiene que haber un gozo secreto, o íntimo, por el hecho de leer un buen libro, independientemente de que trate de lo más detestable. Has de acabar con la sensación de haber leído un gran libro... tú sabes bien de lo que hablo, amigo Wine ;)

      Me encantan la versiones antiquísimas, atesoran la vida de muchas lecturas y sus lectores.

      Gracias a ti, cuídate.

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  6. En éste no me pillas, amigo! Resulta que hace muchos años una profesora de letras me lo indicó y salí a buscarlo. Lo leí en noviembre de 1996; venía junto al título que ella me había sugerido, 'El verdugo'. Era (es) un ejemplar de Alianza.
    Ambos libros me gustaron mucho; tal fue así que salí a buscar 'Barrabás' pero no lo encontré. En ese entonces, creo que sólo esa mujer conocía la obra de Lagerkvist. De hecho, mi ejemplar era el último disponible en una de las mejores librerías locales.
    La atmósfera que Lagerkvist crea alrededor del personaje la recuerdo hasta hoy. Un libro brillante que traes a mi memoria en esta ocasión.
    Así como hay personas que acogen animales domésticos callejeros o quienes colaboran en liberar cetáceos varados en las playas, tú, Paco, has hallado un oficio magnífico: rescatar del olvido obras literarias maravillosas. Y lo ejerces con maestría y criterio.
    Estoy seguro que todos los que te visitamos te estamos profundamente agradecidos.
    Un abrazo fuerte, Rescatista!

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    1. Pues no sabes lo que me alegra traerte a la memoria esos recuerdos literarios tan gratos, a veces un libro nos refresca la memoria de tiempos pasados que volvemos a visionar con emoción.

      Marcelo, pillarte a ti de sorpresa con un libro es harto difícil!!, jeje.
      Lagerkvist fue un excelente escritor y merece ser recuperado, eso sin duda.

      Jo,qué oficio más bonito me has buscado... rescatador literario!! Un trabajo así se hace por amor al arte, ¿verdad?
      Sabes como alentar a tus colegas ;)
      Un abrazo enorme, querido amigo!!

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  7. Tomo nota de este título y de su autor. No los conocía. Como dice Rosa yo también he recordado "Bomarzo" de Mujica Lainez según leía tu reseña.
    Un abrazo

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    1. Juan Carlos, harás bien en apuntarlo. Lagerkvist, además de excelente escritor, fue intelectual muy comprometido en la denuncia del nazismo y las guerras mundiales, uno siempre advierte el trasunto de estas cuestiones en sus obras.

      A mí también me recuerda mucho a ese gran cineasta, compatriota suyo, Bergman. Me parece muy interesante ese apunte tuyo y de Rosa sobre Bomarzo, al hilo de este libro, tendré que revisitar a Lainez.

      Un abrazo

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