P. Castillo

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miércoles, 30 de mayo de 2018


El viajero bajo el resplandor de la luna. Antal Szerb (Hungría, 1902-1944)

Ediciones del Bronce, 1ª edición año 2000. Traducción de Judit Xantus. Ilustración de la cubierta por G. Vicente para la revista Hojas Selectas (1921), 240 páginas






Un gran libro leído en un pésimo momento.

He entrado y salido de esta novela infinidad de veces por diversos motivos extraliterarios, provocando que la sintonía con la novela tuviera grandes altibajos. Sin embargo se ha impuesto la lógica, un libro brillante acaba venciendo cualquier resistencia, afortunadamente.

Por anteriores experiencias lectoras, podría decir que la prosa de los autores centroeuropeos destila una elegancia innata, incluso puede que más contenida en sus escarceos sentimentales, en relación a sus homólogos meridionales. También es una escritura sobre la que a menudo parece posarse un velo de pesadumbre, de angustia existencial. 



Elegancia estilística y cierto pesimismo vital se ensamblan perfectamente en la obra de grandes escritores centroeuropeos, como el que nos ocupa, sin olvidar a Kafka, Zweig, Elias Canetti o Milan Kundera, por citar algunos autores de dicha geografía que he leído, y siempre encuentro en ellos  esa dimensión metafísica sobre el sentido de la vida, tanto es así que a veces tengo la impresión de que se entregaban a tales pensamientos de manera obsesiva.

Aunque señalo todo lo anterior con cierta prudencia, cuidándome del estereotipo, pero algo de eso hay, sin duda.


A decir verdad, no parecían faltarles razones. 


Baste señalar el trágico final de Antal Szerb, miembro de una familia judía convertida al catolicismo, el escritor siempre estuvo en el punto de mira de los antisemitas, era consciente del peligro que corría en Hungría, fue un intelectual, de los más brillantes que tuvo el país en el s. XX, muy comprometido con la realidad social húngara. 

Rehusó marcharse pese a las amenazas y acabó deportado a un campo de concentración. Allí fue apaleado hasta la muerte.



Fotos de Antal Szerb. http://konyves.blog.hu


El viajero bajo el resplandor de la luna… por favor, ¡qué titulazo! 

Foto, Paco Castillo

Qué poderío pueden tener unas pocas palabras para desear con vehemencia adentrarte en las páginas de un libro, de explorar ese territorio, inicialmente virgen, que configura su trama, luego la exploración podrá ser más o menos afortunada, pero ese canto de sirena oculto bajo el título es irresistible y sucumbes.




La huida de sí mismo, fugarse de una existencia preescrita y escapar hacia la vida que uno anhela íntimamente, es un tema literario recurrente. La originalidad que en ese sentido pueda aportar la novela de Szerb, es lo que pretendo esclarecer a continuación.


Veamos primero la sinopsis de contraportada:


“Mihály, vástago inadaptado de una familia burguesa de Budapest, a sus treinta y seis años llega a Italia en luna de miel. Casi sin querer, abandona a su flamante esposa en una estación de ferrocarril y comienza un itinerario, tan disparatado como onírico, haciendo resurgir en su memoria la nostalgia y la rebeldía de una juventud perdida, feliz y dolorosa, que tratará de conjurar con la intuición de una vida más intensa y secreta. 
El entusiasmo por la belleza y el fervor del deseo, matizado por un cierto escepticismo refinado e irónico, caracterizan a un héroe siempre desplazado que combina la sutileza de un bromista inteligente con la ternura de un poeta que se está descubriendo así mismo. Se trata de una novela de aventuras, de amor, de viajes por la Europa de entreguerras, en la que late la pasión por el conocimiento, y que indaga las claves que revelan el misterio del mundo y de cada ser humano.”

Los primeros pasajes de la novela transcurren con laxitud, como si adoleciese de cierta tensión narrativa. Sin embargo, Szerb ha dosificado sabiamente el ritmo, y todo se aboca hacia un final con una fuerte carga emocional, la historia va creciendo en intensidad como una bola de nieve que termina arrasándote.

El viaje va discurriendo según lo previsto para este matrimonio húngaro. Mihály y su mujer, Erzsi, algo más joven, muy culta, con una admirable erudición en disciplinas como la historia y el arte. Posee una elegancia natural que la confiere un notable atractivo, pero ambos estiman mucho la discreción.


Mihály, aunque hombre instruido también, no tiene unos conocimientos tan amplios como ella, circunstancia que no le incomoda, al contrario, mientras su mujer le va describiendo las obras de arte en su periplo por Italia, él disfruta observando todo ese esplendor sin someterlo al escrutinio intelectual que su esposa le sirve en bandeja, simplemente se deleita mirando a su alrededor sin el absorbente trabajo de conceptualizar nada.

En las primeras páginas ya constato una evidencia, no tiene que ver tanto con la trama, aunque también, como con el escritor; Szerb ha tenido que viajar con detenimiento por Italia, conoce profundamente su historia, su arte, su arquitectura, y denota su admiración en esos pasajes… por aquí van desfilando escenarios tan esplendorosos para una novela como Roma, Venecia, Florencia, Perugia, Bolonia Trieste, Siena, etc.


Por tanto, el carácter más psicológico de la narración, que brota de las magníficas conversaciones entre Mihály y su esposa, o las que él mantiene con los peculiares personajes que va encontrando en esa suerte de extravío físico y existencial de un lugar a otro,  tiene como marco privilegiado la descripción de bellos enclaves en Venecia, Florencia, Roma… esto supone un contrapeso ideal resuelto magníficamente por Szerb.


En el ambiente distendido de las piazzas, acomodados en las terrazas de los cafés, conversa el matrimonio. Mihály irá revelando a Erzsi ciertos episodios de su infancia, de su “turbia” adolescencia, sobre todo de sus peculiares amistadas juveniles, amigos que dejarán una huella profunda en su carácter. 

Destacan los hermanos Ulpius, Eva y Tanos Ulpius. Tanos, siempre rondando con el acto del suicidio en su mente. Lo paradigmático del asunto es que Tanos  no tanteaba esta posibilidad por hastío existencial o depresión, nada de eso, solo le provocaba placer sentir en sus manos el poder de inmolarse, poner fin a sus días al servicio de un gran ideal… ¿Cuál? ¿La belleza de la juventud? ¿morir hermoso e incólume? Ni él mismo lo sabía. Sus sermones mortuorios a Mihály tenían un efecto seductor sobre él, y su voluntad no pocas veces estaba apunto de anularse ante el carisma del amigo suicida.

Eva, la enigmática, bella e inadaptada Eva, será el amor nunca confesado, ni siquiera a ella, de Mihály.


Atrás quedan esos tiempos. Mihály es un tipo peculiar, nada más recalar en Italia, no pierde la ocasión de deambular solitario por las calles durante horas, sin desear la compañía de su atractiva esposa. Es por ello que Erzsi le invita a conversar relajadamente en los cafés, quiere sonsacarle algún misterio o trauma pasado que pudiera aclarar el incomprensible proceder, teniendo en cuenta que son recién casados. Mihály  se presta a conversar con ella sin perturbarse, sosegadamente va hablando de esto, de aquello, etc, etc. Ese carácter algo pusilánime de Mihály llega a exasperar a Erzsi, desubicada con la actitud de su esposo.

Sin embargo, un hecho repentino, fruto del caprichoso azar, supondrá un punto de inflexión en la novela.


En un transbordo que hacen en Florencia para cambiar de tren y proseguir viaje a Roma, Mihály se despista y toma por equivocación otro tren con dirección opuesta, hacia Perugia… pensando que simplemente se ha introducido en el vagón de cola, se entretiene mirando el paisaje, hasta que cansado se sienta en el primer aposento que ve, y el sueño lo atrapa. Despertará llegando a la ciudad equivocada.




Sale del tren y camina unos pasos sin saber a donde. Después del estupor inicial ante la confusión y a medida que la calma va tomando el relevo… se pregunta a sí mismo; ¿volver a tomar el tren hacia Roma y reencontrarme con mi esposa?

Está bien, pero… ¿deseo hacerlo?

¿Realmente estoy en la ciudad equivocada?

¿Y si la equivocación era estar en la ciudad pactada, siguiendo el itinerario fijado, con la persona prevista?

¿Y si todo eso es lo ficticio, y este extravío, aunque no deliberado, se ajusta a la verdad íntima que llevo incubando tantos años?

La respuesta es… que no vuelve.
No regresa a todo lo que estaba pactado.


A partir de aquí empieza un peregrinaje de lo más caótico, irá de un pueblo a otro, sin rumbo fijo, sin hoja de ruta, hasta que se le vaya agotando su dinero, y casi su lucidez. 

"Caminaba por los montes. Vagaba entre pequeños pueblos de montaña, cuyos habitantes se comportaban de manera tranquilizadora: no le perseguían. Le aceptaban como a un turista loco. Sin embargo, si un ciudadano cualquiera le hubiese visto al tercer o cuarto día de su huida, no le habría tomado por turista, simplemente por loco. No se afeitaba, no se lavaba, no se quitaba la ropa para dormir, huía sin parar. En su interior, también se había mezclado todo de una manera caótica, allí, entre las líneas bien definidas y austeras de aquellos montes crueles, entre aquella soledad, en aquel abandono más allá de lo humano. No había en su mente ningún propósito, ni el más mínimo resquicio de ello, solamente sabía que no había marcha atrás. (…)


Los médicos constataron, más adelante, que la fiebre nerviosa se debía al agotamiento. No era de extrañar: Mihály se había estado agotando sin parar durante quince años. Se estuvo agotando por intentar ser otra cosa distinta de lo  que en realidad era, por esforzarse en vivir como se debía y como otros esperaban de él, en vez de vivir como él deseaba. Su último y más heroico esfuerzo había sido su matrimonio." (p.77)




Pero la excitación por haberse liberado de muchas imposiciones le mantiene en el camino.


Encontrará a personajes singulares. Mihály refleja en el semblante esa despreocupación por su suerte, errante al más puro estilo bohemio, que le hace parecer seductor y carismático a quienes se encuentra, aunque a él le trae sin cuidado presentarse como una especie de saltimbanqui encantador… 

Está siempre ensimismado, desorientado tratando de bregar con sus cuitas internas, sobre todo convencerse así mismo de que nunca deseó su matrimonio, pese a ser Erszy una mujer admirable, anhelada por todos los hombres, ni tampoco trabajar en los negocios de su padre, como sí lo hacen el resto de hermanos… ni siquiera está seguro de querer regresar a un lugar como Budapest, duda que se acrecienta cuando pasea meditabundo por la hermosísimas ciudades italianas, o  pequeñas poblaciones, que le salen al paso.

Me llama mucho la atención que Szerb, apoyado en su personaje Mihály, no pierda ocasión de establecer un agravio comparativo entre Budapest, también Hungría, y las deslumbrantes ciudades italianas, su vitalidad mediterránea, su luz intensa y el carácter sencillo y abierto de sus gentes… en contraposición todo se torna oscuridad para Budapest y Hungría en tal careo literario. Al carácter amistoso de los italianos opone la naturaleza sombría y esa concepción de la vida profundamente metafísica de los húngaros. Mihály quire dejarse llevar por el viento, que el vino italiano transforme la melancolía de existir y las disquisiciones ante el mañana… por vivir simplemente, aquí y ahora.


Toda la historia será un épico combate de  Mihály con sus demonios, caminando sin destino señalado, como ese antihéroe romántico que es, convertido en un adefesio que avanza secretamente guiado hacia la belleza, ya se manifieste en alguna mujer viajera solitaria como él, amante del arte y del vino, en alguna antigua leyenda veneciana, en una oculta arquitectura colonizada por la hiedra, en una escultura, o pintura, u obra literaria que vaya rememorando por el simpar trayecto que traza de manera tan hilarante.


“Siena era la más bella de todas las ciudades italianas que Mihály había visitado. Era más bella que Venecia, más bella que la noble Florencia, y más bella que la dulce Bolonia, llena de pórticos. Quizás en parte le pareciese más bella que las demás ciudades porque no estaba con Erzsi, porque ya no estaba cumpliendo con la parte oficial de su viaje (…), y había llegado a esta ciudad por casualidad (p. 98).”


Al final solo queda vivir como todos tienen que vivir… o seguir soñando una vida como nadie la vive.




Memorable mensaje nos lega Szerb y su “Mihály” al concluir que, por supuesto, no desvelaré, como tampoco se desvela la vida, solo se vive… ¿no?



Fotos Paco Castillo


18 comentarios:

  1. Apuntado dejo a este autor, del que conocía el nombre, la nacionalidad y poco más. Lo que cuentas me quiere recordar a Sándor Márai, un escritor que me gusta muchísimo, aunque hace ya tiempo que no lo leo. Me imagino que al ser los dos húngaros, algo tienen que tener que los asemeje. Claro que la condición de judío de Antal Szerb le dará esa vena un poco esperpéntica y onírica de algunas escenas que cuentas.
    Me ha parecido una reseña muy completa y me han esntrado muchas ganas de conocer algo más a este autor.
    Por cierto, preciosos los abejarucos.
    Un beso.

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    1. Fue un autor bastante célebre en Hungría, tanto por la calidad y variedad de su obra como por su terrible final, la verdad es que escribía de maravilla, a tenor de lo leído.

      Tengo una amiga húngara desde los tiempos universitarios, vive en Madrid, es una gran lectora (como todos sus compatriotas), decía que le sorprendía la "fiebre Márai" que teníamos con dicho autor en España, cuando a todo el mundo le dio por leerlo, (ahora ya no suena tanto), me decía que en Hungría no era, ni mucho menos, de los más celebrados, me dio la impresión de que se refería a él como si en su país lo considerasen una especie de Dan Brown" a la húngara, best sellers comerciales, uff... pues no sé, a lo mejor mi amiga le tenía manía al escritor, o eso es así realmente en Hungría... vaya usted a saber! Tengo su novela "La herencia de Eszter", pero sin leer, ya diré cuando la lea.

      Pues sí, los abejarucos son espectaculares, salieron muy bien en la foto ;)
      Un beso.

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    2. Pues si a Sándor Márai lo consideran el Dan Brown de Hungría es que tienen una exigencia literaria espectacular. Yo leí "La mujer justa" y me pareció genial. Para mí, sigue siendo la mejor. Luego leí "La herencia de Eszter", "El último encuentro" (que me dejó más fría) y "Tierra, tierra". Por lo general, me gusta bastante.
      A ver qué opinas cuando lo leas.

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  2. Creo que la literatura húngara es de la que tengo más escritores apuntados en mi lista de búsquedas (o necesidades u obligaciones o lasquieroteneryadeunavez) de todas las literaturas y de las que menos tengo. Tengo a este escritor, Szerb, pero también a Magda Szabo, Peter Nadas, Laszlo Krasznahorkai , Laszlo Nemeth, Dezso Kosztolanyi, Adam Bodor , Zsigmond Móricz.. (De ellos especialemente Szabo , Nadas y Krasznahorkai no los encuentro o están extremadamente caros o no coinciden tiempo y capacidad:)...)Sí tengo a Imre kertész y a Péter Esterházy, con lo que sumados a Sandor Marai o Zilahy (que no son de mis gusto) sí conforman un paisaje literario extenso y bueno y , sobre todo en general desconocido.
    POr ello, gran reseña e ilustrativa la tuya...
    cuidaros
    gracias Paco

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    1. El posesivo con los libros me supera, :) Tengo en mi lista de búsqueda a la lista extensa, y tengo libros, ya, de Kertész y Esterházy.. :) era por centrar la idea con tanto "Tengo", perdón
      :)

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    2. Ayy, amigo Wineruda, pues se ha juntado el hambre con las ganas de comer... que dirían las abuelas. Tengo algunos de los que mencionas, a ver; Dezső Kosztolányi (Alondra), Zsigmond Móricz (Pajarito del cielo, relatos escogidos), kertész ("Sin destino", "Yo, otro; Crónica del cambio").

      No tengo a Magda Szabo, aunque ya la tenía fichada, igual que a Peter Nadas, y tomo nota de Krasznahorkai, Laszlo Nemeth y Adam Bodor, pues apenas tengo referencias de ellos aunque me suenen algo.

      Añado otros que tengo por casa, no sé si los conocerás; Ferenc Körmendi (Aventuras en Budapest), János Békessy, que firmaba con el seudónimo de Hans Habe (“Ilona”), René Fülöp-Miller (El gran oso), Endre Fejes (Cementerio de chatarra), Endre Németh (Reservado para una tertulia) y Mór Jókai (La rosa amarilla).
      Por supuesto, tengo al mítico Lajos Zilahy... recuerdo que mi padre, sin ser un fecundo lector (pero algunos libros tenía) contaba con algunas novelas de Zilahy que yo leí jovencillo, y con gran entusiasmo. Creo que aquellos viejos best sellers de Zilahy situaron a Hungría en el mapa para muchos lectores españoles, y no hay librería de viejo que se precie, que no cuente con algún ajado ejemplar de L. Zilahy... o Laszlo Passuth, abrieron una senda que explorar a más de un lector, justo es reconocerlo.
      Gracias a ti, querido Wineruda, cuídate ;)

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  3. Siempre que me he acercado a la literatura centroeuropea he salido muy bien parada de ella. Es cierto que detecto en ella cierto fatalismo y melancolía que yo ligo, no sé si acertadamente o no, al contexto histórico de esos países, de manera que aunque esté leyendo una historia intimista siento que en realidad esta se puede extrapolar a algo mucho más grande y hacer varias lecturas de ella.
    El escritor y el título que hoy nos traes son para mí completamente desconocidos. Pero me gusta esa premisa de que un azaroso error nos desvíe del camino marcado y falsamente elegido y nos plante en la disyuntiva de atrevernos a ser lo que íntimamente somos.
    Un abrazo

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    1. Me ocurre lo mismo, Lorena, la literatura centroeuropea siempre me ha deparado muy gratos momentos de lectura, creo que tu impresión es acertada cuando relacionas ese sentir melancólico al contexto histórico de todo el área geopolítico que comprende Centroeuropa, abarcando también un poco la zona eslava, tantas veces en tensión por las guerras sufridas en su suelo.

      Me alegra mucho darte a conocer un escritor, también tú lo has hecho conmigo ;)
      Guíate por esa premisa... no te fallará.
      Un abrazo!

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  4. Me ha gustado mucho ese equivocarse de dirección y acabar aceptando que igual es el destino el que se empeña en ponernos en la dirección correcta, en hacer aquello que no nos atrevemos a verbalizar y eso en el marco de la bella Italia hace del libro una propuesta muy sugerente. No sé si es melancólica o no pero para mí quizás la note como más pausada, dando tiempo a la vida para que se explique y nos explique.
    Buena propuesta que investigaré.
    Por cierto me ha gustado mucho esa explosión de primavera en la cabecera del blog y las imágenes que nos regalas.
    Besos

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    1. A veces una equivocación te sitúa en la senda adecuada, otras todo va peor, el azar es caprichoso e indiferente a nuestros intereses.
      Es una propuesta literaria muy recomendable para la reflexión serena pero profunda.
      La primavera está con un esplendor deslumbrante, ese paisaje está muy cerquita de casa, la foto la hice hace unos días.
      Besos, Conxita!

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  5. Una vez más, estimado y admirado Paco, tengo que agradecerte la labor extraordinaria que llevas a cabo en tu blog reseñando y comentando lecturas elegidas con exquisito criterio.

    Voy haciendo una lista con tus propuestas y poco a poco me voy descargando tales obras.

    Un abrazo

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    1. Amigo, Luis Antonio, tus elogiosas palabras siempre me estimulan a seguir adelante en este rincón virtual que, con vuestra presencia, nunca lo siento como tal.

      Me alegra enormemente que saques algún provecho de este espacio, es gratificante saberlo.
      Un abrazo, y de nuevo, gracias.

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  6. Soy una entusiasta de la literatura mitteleuropea, así que esta novela, que encaja perfectamente en ese tipo de literatura, va a la lista de posibilidades.

    La historia me atrae pese a que no es novedosa, el fondo florido de tu página es precioso y las fotos del libro también. Feliz primavera.

    Abrazos.

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    1. Lo sé, Laura, en tu blog, del cual espero seguir disfrutando y conociendo, has dado muchas y magníficas pruebas del entusiasmo por las letras de influencia mitteleuropea.

      La historia no es novedosa, pero como toda gran novela, sus rasgos fundamentales son atemporales, y creo que una parcela del carácter húngaro está muy reflejada en el libro. Bonitas fotos, sí, con este esplendor primaveral no es difícil. Abrazos!!

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  7. Pensaba estos días en que hay países, principalmente del este y del centro de Europa, cuyos autores escriben libros con unos títulos que son en sí mismos pura poesía y, por supuesto, todo un reclamo para algunos lectores. Y también que construyen personajes de gran profundidad psicológica en un clima nostálgico. Este libro encaja ¿verdad?

    Para haber leído así como con hipo, interrupciones in-voluntarias, les has sacado mucho jugo.

    La vida que nadie vive... Puto imaginario. Está claro que la esperanza es bastante traidora.

    Me lo anoto, claro.

    Un abrazo fuerte.

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    1. Desde luego, Ana, encaja en esos aspectos que, como magnífica observadora que eres, has destacado con acierto.

      No es ningún secreto que el carácter eslavo y centroeuropeo está "tocado" por cierta melancolía, nostalgia, algo que se reflejó muy en los grandes compositores de música clásica, fíjate en ese tono melancólico que deja escapar la música para piano de Chopin, bellísima, o en las composiciones del checo Antonín Dvořák, etc, etc.

      No ha sido fácil leerlo con tanta interrupción, pero al final hemos llegado a buen puerto ;)

      De vez en cuando hay que "desbrozar" el imaginario colectivo, quitar las malas hierbas.

      Un fuerte abrazo, Ana.

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  8. Me gustan las letras húngaras de varios autores citados por Wineruda. Éste no lo conocía, como tampoco al título que nos prodigas. Hay cierta melancolía de la que habla Krasznahorkai en sus libros, inherente a la naturaleza magyar. Apuntado queda.
    Gracias por tu texto y por tus fotos, Paco. Sin desperdicio, como siempre.
    Fuerte abrazo!

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    1. Los narradores húngaros destilan una prosa elegante, nada alambicada, simplemente buscan las palabras idóneas para aquello que quieren expresar. Así es, Marcelo, esa melancolía siempre subyace en estas letras, es un estilo muy seductor para mí.
      Gracias a ti, querido amigo, por estar ahí.
      Un fuerte abrazo, cuídate!

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