P. Castillo

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domingo, 10 de junio de 2018


Pueblo. Azorín (Monóvar, 1873 – Madrid, 1967)

Colección Austral, impreso en Argentina, 1949. 148 páginas.



Sí, he leído a Azorín, ¿pasa algo?

Jaja.

Ignoro si el enjuto Azorín se hubiera extrañado de que alguien comience comentando uno de sus libros con esa chulería castiza.

La verdad es que sí se habría extrañado, no del macarrismo, sino de tener un lector, a día de hoy.





Mira por dónde, parece haber algún ligero repunte de sus obras en el mercado editorial, según compruebo. Tampoco para lanzar cohetes, sea dicho.


Irrumpo con esa boutade del principio para ilustrar el desencuentro del lector actual, no ya con Azorín, sino con tantos coetáneos suyos, sean sus colegas noventaochentistas u otras figuras del pasado literario español, sin remontarse mucho en el tiempo. 

El caso es que estas personalidades pretéritas, a tenor de sus escasas apariciones en los foros literarios (virtuales o no), brillan por su ausencia.




Aunque conviene hacer un inciso con Azorín. Es verdad que buena parte de la intelectualidad de su época le afeó el gesto de benevolencia que, ya en su madurez, mostró con el franquismo… no le perdonaron que el otrora joven de ideas anarquistas y libertarias, autor de notables e incendiarios artículos contra los estamentos más conservadores, desplegase una simpatía, puede que impostada y por ello patética, hacia la dictadura y sus correligionarios.

En vida del autor disminuyó drásticamente la lectura de sus obras, en cualquier género que se prodigase. Supongo que por entonces, con las heridas tan recientes, esa reacción de lectores anónimos y sobre todo de sus colegas (fueron los que más se alejaron), hasta cierto punto era comprensible.

Pero desde la distancia que supone leerlo en pleno siglo XXI, es saludable desprenderse de algunos prejuicios y centrarse en disfrutar su literatura, hacer mutis por el foro.




Tampoco comparto el viraje ideológico de Vargas Llosa y, no obstante, me entusiasman todos sus trabajos. Por cierto, ya que estamos con Llosa, el discurso que pronunció para su ingreso en la RAE (1996) versaba sobre la figura de… Azorín.

Aquí os dejo un fragmento:

-ELOGIO DE VARGAS LLOSA-

En opinión de Mario Vargas Llosa, que le dedicó su discurso de ingreso en la RAE —Las discretas ficciones de Azorín— en 1996, «Azorín fue un creador más audaz y complejo cuando escribía artículos o pequeños ensayos que cuando hacía novelas».

«La ruta de Don Quijote (1905) es uno de los más hechiceros libros que he leído. Aunque hubiera sido el único que escribió, él solo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra preciosa, una obra de consumada orfebrería artística», dijo entonces Vargas Llosa.



No es la primera vez que me encuentro con Azorín, había leído hace bastante tiempo otra novela suya, “El escritor”, una obra claramente autobiográfica en donde el protagonista, quien fuera insigne figura literaria, empieza a asumir el olvido de su obra y su persona, desgranando brillantes reflexiones sobre el sentido de su oficio y no exentas de cierto nihilismo. Una foto reciente del libro.




Así que… heme aquí, con este castigado ejemplar de “Pueblo”, como si abrir un libro de Azorín fuera un desagravio, o desacato a la modernidad, ese gran totem con sus luces y sus sombras, que siempre parece exigirte una prueba de claudicación hacia las flamantes novedades, ya sea en la ultimísima serie televisiva, lo último en prendas de moda, el gadget tecnológico más reciente… o lo último que causa furor en los escaparates literarios.


No predico ignorar la novedad literaria, cual dinosaurio, nada de eso. Yo mismo las he adquirido, anunciadas con toda esa pompa mediática que despliega la modernidad. Sin problema.

Pero es bueno que nuestra mente descanse de tanto estímulo novedoso, y serenarse con aquellas palabras que brotan de lo esencial, precisas porque describían una realidad no concernida por lo virtual, porque no se perdían en el laberinto de descifrar la multiplicidad de realidades que engendran hoy las nuevas tecnologías.




Entonces abres el libro, “Pueblo”, y Azorín se pone a escribir sobre una silla, que está en una austera casa labriega, hecha con tosca madera de pino, que tiene cuatro patas y un respaldo.

Y no le hace falta más a Azorín, pues de esa simple descripción material, configurando la imagen humilde de la silla, su prosa sobria, y sin embargo profunda, te lleva lejísimos de dicho artilugio, haciéndote contemplar el aposento, no ya desde las afueras de la casa pobre, sino fuera de este mundo, como si pudiese admirarse el vetusto mueble desde la enormidad rodeada de estrellas y planetas… pues ahí está otra de sus obsesiones, lo inconmensurable, la eternidad que envuelve nuestro paso fugaz por la vida.

Y bajo títulos tan poco pretenciosos como Casita, Costurero, Silla, Resplandor, Candil, Perro, Gallo, Ferial, Refranes, Cayado, Romero y niebla (…), y alguno grandilocuente; El mundoLa conciencia (…), su estilo conciso y cristalino inicia una exploración por el territorio insondable del existir, una visión que solo se deja  entrever para nuestra mirada actual, confusa de tanto impacto visual.





Desde esa descripción humilde de los objetos aludidos nos hace viajar hasta lo esencial, aquello formado por nuestro sedimento vital, cualquiera que sea esa esencia, materia que compartimos con todo lo que nos rodea.

Quienes curioseen  los estudios sobre su obra, encontrarán siempre la mención a su escritura elegante, y digo elegante por sencilla, y una enorme capacidad para observar las cosas,  como pone de manifiesto en esta obra breve. 




A él le gusta detenerse en lo nimio, en lo diminuto, en lo que en apariencia parece intrascendente, en todo lo cotidiano que la mirada suele esquivar… una toquilla, esa humilde silla de pino, una discreta ventanita por la que asomarse al campo yermo, un perro cojo, un gallo… y en la descripción elemental, nada minuciosa, de esas cosas animadas e inanimadas, intenta encontrar y revelar una significación profunda de la vida en el universo, y del universo dentro de la vida.



Otro dato significativo en la biografía de Azorín es su pasión por el cine, hasta el punto de dejar testimonios como este :

«No podré decir dónde encuentro mayor goce estético, si en el libro o en la película. (...) Dicen que el cine es el séptimo arte; yo digo, sin empacho, que es el primero»

(http://hispanoteca.eu/Literatura)

Una agradecida lectura, este Pueblo de Azorín, catalogada para mi extrañeza como novela, pues nada más encarar el libro constato que desestima muchos elementos típicos del género. No hay una trama al uso, es decir, una historia lineal, así que tampoco la secuencia ordenada de un inicio, nudo y desenlace. No existen personajes principales, más allá de los objetos descritos. Cada capítulo corresponde a un tema independiente del anterior, aunque obviamente existe una conexión sutil entre todos ellos, en última instancia reflejan la singular y contradictoria postura de Azorín, como intelectual y hombre de su época.


Esa es la grandeza de Azorín, el universo, misterioso e inabarcable, puede contemplarse desde un insignificante ventanuco labriego, incluso en esa tosca e indefinible pequeñez, frente al espacio, penetra un haz luminoso reflectando viejas telarañas, un rayo cálido que proviene de una remota estrella galáctica, el Sol.




¿Por qué habría de preocuparse el Sol realzando con su luz el desolado contorno de una ventanita labriega, situada a 149 millones de kilómetros del majestuoso astro?

Azorín no lo sabe. Nadie lo sabe.

Pero existe una íntima convicción en el escritor de acercarse más al enigma de todo lo que acontece fuera indagando en sus propios misterios como humano. 

Presiento que tiene una vaga sospecha de hallar en su espíritu alguna respuesta que despeje un poco más el reinante caos exterior, de desentrañar esa entropía universal que hace del desorden el estado natural de las cosas, y que el cerebro ordena mediante una serie de mecanismos tan elementales, y a la par complejos, como el principio de la forma sobre el fondo. Sin esta operación... todo sería flotar en el éter. De facto es así.




Dicho y hecho, musitaría Azorín asomado en su balcón madrileño, próximo al Congreso de los Diputados, bajo ese cielo velazqueño que solo contemplan los pintores y los poetas, más bello cuanto más se le ignora… pues eso, se dice Azorín, una hoja en blanco y a escribir(se).





El Mundo

"El éter; el éter, delgado, sutilísimo, impalpable; el éter que nos figuramos azul de día; de noche negro, intensamente negro. El éter que llena la inmensidad. En la inmensidad,  un puntito como una avellana; como un grano de mostaza; como una cabeza de alfiler. (…)



Rodando por los espacios infinitos. Hacernos la ilusión de que vemos a nuestro planeta desde lejos; desde una lejanía remotísima; confundido entre millares y millares de puntitos brillantes. Nosotros, en la noche, sentados no sabemos dónde; por la inmensidad el puntito refulgente de nuestro mundo. (…)

La angustia de vivir, nosotros, en esa cabecita de alfiler y estar lejos de ella; la sensación de tiempo y eternidad a la vez. El puntito del planeta que rueda y rueda por los espacios inconmensurables, sin que en toda su superficie haya una preocupación por nosotros, que le contemplamos en la noche, desde lejos, rodeados de oleadas del eterno éter.” (p. 17)






18 comentarios:

  1. He leído bastante de Azorín, pero ahora que dices que le gusta a Llosa, lo haré menos :) o nada :).
    Azorín tiene sus cosas… el libro que más me gusta es precisamente el que se titula "Antonio Azorín" y " "Confesiones de un pequeño filósofo" Lo cierto es que puedo romper una regla propia leyendo libros de un autor cuyo comportamiento no encaja en mis reglas(tengo mis manías), pero en Azorín encuentro en su total dejadez vital en la época franquista, más un comportamiento de derrota vital, de dejar pasar el mundo, de acomodarte en la nada y en la vida sin pensamiento, que un comportamiento digamos "vil" o "traidor", No me cae mal el enjuto Azorín. (Cosa que no pasa con el cada vez más orondo Llosa jajaj)
    En cuanto a lo que hablas de no elegir como primera opción (digámoslo así) la reciente edición, te diré que debo ser socio de honor de varias librerías de segunda mano por toda España, creo que me quieren tanto como las quiero yo , me considero un especialista en libros de segunda mano del siglo XX jaja
    Un abrazo Paco
    Gracias
    Cuidaros

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    1. Jaja, ya veo que Llosa y tú muy buenas migas no hacéis. Bueno, cada uno que gestione sus filias y fobias como crea oportuno. Yo tengo claro que seguiré leyendo al peruano, ha forjado buena parte de mi camino como lector y eso está ahí. Además, cuando abro uno de sus libros olvido que lo ha escrito Llosa, incluso que lo ha escrito alguien, logra que me meta en la historia, es lo que pido a un libro de narrativa, y Llosa me lo da.

      De todas formas tus argumentos para no leerlo serán tan válidos como los míos para hacerlo.

      Dicen los entendidos que al mejor Azorín se le encuentra en sus ensayos y artículos... esta "novela" no tenía ninguna pinta de novela, y sí más de digresión filosófica, me ha gustado el planteamiento.
      Tu análisis sobre esa querencia de Azorín hacia el franquismo... es acertadísimo, es tal y como has expuesto.

      A mí también me quieren mucho los libreros de viejo, por ahí nos encontraremos, querido Wineruda.
      Gracias a ti, amigo.
      Cuídate!!

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  2. Azorín, ese libro y esa colección me ha llevado a muchos años atrás, lo leí en BUP o en COU y qué antiguo suena eso, así que hace muchísimos años. No lo recuerdo especialmente y me ha hecho pensar en tantísimos buenos escritores que cada vez se leen menos y han caído casi en el olvido para muchos (entre los que me incluyo) y es que tengo la impresión que con una vida no basta para leer tanto.
    Menos mal que pasearse entre tus letras y fotografías rescata de ese olvido tantas buenas lecturas, esos homenajes y entradas a escritores que ya ni suenan ni están de moda y tantos desconocidos para mi, así que muchas gracias por hacerme disfrutar con tus entradas y con esta crónica de las cosas cotidianas.
    Y a mi a veces me resulta difícil gestionar las antipatías hacía algunos escritores, aunque escriban tan bien como Vargas LLosa pero como persona es... Y al final acabo pensando que mi tiempo prefiero emplearlo en alguien que aparte de grandísimo escritor como persona valga la pena.
    Besos

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    1. Ayy, aquellos tiempos del BUP y el COU, jeje. Y cuántas lecturas, apetecibles o no, se cruzaban por el camino, aunque también creo que muchas veces era el entusiasmo del profe el empujón final para encarar la lectura con buen ánimo... de esos tuve pocos, pero alguno recuerdo por su devoción a la lectura.

      Ni quedarse anclado en la literatura del pasado... ni vivir solo de lo novedoso y actual, hay que retroalimentarse con todas las épocas, es lo más enriquecedor, así nunca perdemos la perspectiva y eso nos ayuda a ponderar con más juicio.

      Menos mal que tengo comentaristas como vosotros, diría yo, querida Conxita ;)

      Claro, no siempre es fácil gestionar los sentimientos personales hacia el escritor sin que interfiera en la lectura de sus obras, en cualquier caso yo tengo muy definida mi opinión sobre la personalidad de un escritor y mi opinión sobre su obra, logro una escisión que me permite centrarme en la historia y apartar todo lo "exterior". Respecto a Llosa, pues ya me he pronunciado, él tiene unas ideas y yo otras, eso es todo, lo seguiré leyendo sin dudar.
      Besos :)

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  3. Yo no he leído a Azorín, pero puedo presumir con alguna boutade similar: he leído a José María Pereda, Juan Valera, Armando Palacio Valdés...
    Creo que si no he leído a Azorín es porque su faceta como novelista es menos resaltable que su papel como ensayista o dramaturgo.
    Aunque soy una persona eminentemente de izquierdas tampoco es su trayectoria ideológica la que me ha disuadido. Como tú, adoro a Vargas Llosa y tampoco me gusta su evolución en el mundo de las ideas y no he tenido problemas en leer a muy buenos escritores falangistas como Agustín de Foxá o Rafael García Serrano.
    Me ha sorprendido que Azorín amara el cine. Eso, no sé por qué, no me lo esperaba.
    Un beso.

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    1. Se nota que eres una lectora de muy largo recorrido, Rosa, tengo mucha literatura española por casa, incluidos los autores que citas, de José María de Pereda me compré un libro, estando una vez por Santander entré en una bonita librería y ahí estaba un ejemplar de título irresistible para mí, "Tipos trashumantes", que me gustó mucho. También de Armando Palacio Valdés leí "La aldea perdida", pues todo retrato de Asturias me fascina, tierra que adoro, aunque soy madrileño estoy muy unido a esa región, a Juan Valera, pese a tener alguna obra suya, no lo he leído.

      Pues, sí, somos del mismo pensamiento en cuanto a leer a escritores cuya trayectoria personal no compartimos, no pienso renunciar a una magnífica literatura por eso.

      Azorín era un entusiasta del cine, y parece que al final de su vida era lo que más le llenaba, aunque siempre le gustó.
      Un beso.

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    2. Pues a Juan Valera es al que más he leído de los tres y creo que es el mejor. También tengo muy trabajado a Max Aub, aunque este es mucho más conocido y leído.
      Un beso.

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    3. A Juan Valera tendré que perdonarle el destierro, habida cuenta de tus palabras. Max Aub también lo tengo por aquí cerquita, que yo recuerde no lo he leído, aunque puede que lo hiciese hace tanto que se me haya olvidado, miraré a ver.
      Un beso.

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  4. Juzgar a un escritor por sus ideas me parece inadecuado. Puedo cuestionar las de Vargas Llosa y las de Azorín, pero ambos escriben de maravilla. Y a un escritor hay que exigirle que escriba bien. Eso lo tengo muy claro, aunque discrepemos en qué consiste escribir bien o mal.

    Un abrazo, Paco

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    1. Estoy de acuerdo con tu apreciación, son escritores que cuentan historias de maravilla, y no me las quiero perder, así de claro. Jaja, sí, lo de escribir bien... según vaya la vaina para cada uno ;)

      Un abrazo, Luis Antonio

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  5. Se me ha ido... lo siento. Decía que esta entrada podría titularse, Azorín y las flores, preciosas fotos las que acompañan al libro.
    He leído poco a Azorín y hace mucho tiempo, pero lo que explicas me encanta.
    Concuerdo contigo respecto a Vargas Llosa en no compartir ideas pero apreciar su literatura. Si se aplicara la mirada de género, apenas se podría leer nada. No pienso renunciar a la literatura por ese motivo.

    Abrazos.

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    1. Ayy, Laura, la primavera está hermosa y florida como pocas veces he visto, me dan ganas de trasladar mi biblioteca al campo, jeje.
      Azorín nunca ha sido un escritor pretencioso, siempre tuvo claro que las cosas había que contarlas de forma sencilla, precisa, cuidando el lenguaje por supuesto. Por eso disfruto sus lecturas.

      Muy cierto lo que apuntas sobre la mirada de género... uff, menuda purga habría que hacer entonces. Seguiremos leyendo buena literatura, a pesar de los pesares, claro que sí.

      Abrazos!!

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  6. Pues no, no he leído a Azorín. Aquí no voy a plantar un qué pasa chulesco. Pasar no me pasa nada por no leerlo, seguiría en mi ignorancia; más bien me pasaría si lo leyese. Veo que escribe de lo grande desde lo pequeño y eso me gusta. Y sí, reconozco que no solo tengo a Azorín olvidado sino también a muchos de sus coetáneos, así que se agradecen pequeñas reivindicaciones como la tuya.
    Un abrazo

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    1. Claro, Lorena, los que estamos por aquí tampoco hemos de reprocharnos no haber leído a tal o cual escritor... ese reproche, más bien, tendrían que hacérselo los que no han leído a ningún autor, porque no son capaces de abrir un libro. Nosotros estamos en las antípodas de eso, afortunadamente.

      Pues yo agradezco tus palabras, siempre bien pensadas, pertinentes.
      Un abrazo!

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  7. Azorín fue el "creador" de la ruta del Quijote y quizá por eso su nombre suena más por estos lares. Parece que los escritores contemporáneas reniegan un poco de la generación del 98, al menos leyendo "La España vacía" de Sergio del Molino me llevé esa impresión. A mí me gusta mucho Unamuno, "Abel Sánchez" es tremenda.
    Creo que las fotos acompañan muy bien la idea de ese libro de Azorín, reflexiones sobre objetos cotidianos que llegan a lo más profundo. Como dices, no está mal leer sobre aquellos tiempos de pausa y aprender otra vez a mirar.
    Un abrazo.

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    1. Es curioso, Gerardo, ese renegar hacia los noventaochentistas, pues a dicha Generación se le reconoce el mérito de romper, mediante el uso de la prosa y otras cuestiones de estilo, la ruptura con buena parte de la literatura anterior, de una prosa decimonónica, por tender más hacia la idealización que al "realismo sucio" (aunque, como todo, son producto de su época y así conviene entenderlo).
      Así que los buenos escritores de hoy han bebido de la fuente noventaochentista, esa impronta, aunque a veces sea poco perceptible, o se quiera ver así, está. El estilo "valleinclaniano" de lo grotesco ha sido un magnífico mentor de muchos escritores contemporáneos.

      También me gusta Unamuno, cada vez que lo he leído disfruté mucho, y lo seguiré haciendo.

      Como le decía a Laura, esta primavera es una de las más hermosas que recuerdo, un libro junto a unas florecillas bonitas, ilustran bien la esencia de "Pueblo".

      Un abrazo.

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  8. También yo alterno autores olvidados con novedades literarias, Paco. Es que hay mucho por leer y no siempre tan bueno. Me aúno a quienes opinan que hay que separar al escritor ejerciendo su oficio, del hombre común y político. Maradona era genial dentro de una cancha de fútbol; fuera, es uno más.
    No he leído nada de Azorín, salvo algún fragmento para la escuela secundaria, al estudiar la generación del '98. Eso ha sido en... la prehistoria.
    Con lo que narras, parece interesante abordar alguna de sus obras. Apunto al autor.
    Gracias por regalarnos un autor a descubrir, y tantas flores bonitas!
    Un abrazo, Paco!

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