P. Castillo

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viernes, 23 de marzo de 2018


Cien años de soledad. Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – Ciudad de México, 2014)

Editorial RBA, 2004, “Biblioteca García Márquez”. 510 pp.






Este es un libro de los buenos, dicho así, sin ambages, como lo diría un genuino Buendía, esa estirpe de seres solitarios atrapados en el recóndito Macondo, asediados por las telarañas que teje el olvido de todos y de todo.

Bueno, esa irrupción está bien, pero… qué puedo comentar de una obra así, se podría decir todo, agotar las posibilidades de este blog, o no decir nada, solo rumiar el placer de la lectura en un silencio apacible. No, claro, algo tendré que añadir, que sembrar fuera de mi mente… para eso es este pequeño rincón.

Pocos festines literarios debe de haber más suculentos que enfrascarse en “Cien años de soledad”. Tal es el poderío que García Márquez despliega sobre la palabra, el juego de malabares que ofrece con ellas al lector, que Gabo podría describir quince veces la misma escena sin repetir una sola expresión.



“A veces, ante una acuarela de Venecia, la nostalgia transformaba en tibios aromas de flores el olor de fango y mariscos podridos de los canales. Amaranta suspiraba, reía, soñaba con una segunda patria de hombres y mujeres hermosos que hablaban una lengua de niños, con ciudades antiguas de cuya pasada grandeza solo quedaban los gatos entre los escombros. (p. 138)”

Y bajo esa arquitectura estilística que es el realismo mágico, deslumbrante en su puesta de escena narrativa, Gabo nos hace ver el andamiaje, la estructura oculta sobre la que se soporta nuestra condición humana en el vano intento de sobrevivir al tiempo, frente a la claudicación final ante la muerte, pero jalonada por innumerables “victorias y derrotas menores” acontecidas a lo largo del camino.




Sin embargo las palabras de Gabo te llevan por la historia de los Buendía en un estado de sosiego extraño, tal vez porque el transcurrir del tiempo que envuelve los destinos de Macondo y sus moradores, bastante más de un siglo a juzgar por la edad que alcanzan algunos personajes (Pilar Ternera llega a los… ¡¡145 años!!), flota en una atmósfera atemporal, pues la muerte de un Buendía siempre deja la simiente en nuevo descendiente, como la semilla de un fruto maduro que dará lugar a una nueva planta que habrá de florecer para volver a pudrirse, un ciclo de vida y muerte que dibuja círculos concéntricos… extraño, el discurrir de las cosas en un tiempo que se ha cristalizado, y esa rareza parece tan real que se acaba convirtiendo  en algo mágico. Realismo mágico, lo que quiera que eso signifique.



"Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro, y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación, hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta donde estaban los límites de la realidad." (p. 276)

Dicen que esta obra es la quintaesencia del Realismo Mágico. Así será.

Tampoco me he puesto a indagar ahora en sus señas, prefiero que estas líneas fluyan desde el territorio virgen de mis impresiones, lejos de acotaciones teóricas, serán muy importantes, desde luego, pero yo estoy en otra historia, la del libro sin ir más lejos.



Una obra que ha conseguido algún logro impensable conmigo, bueno, tampoco es nada del otro mundo, me explicaré.

Leo con una frugalidad monacal, lento. Tal vez esa lentitud que exaspera a los trastocados por la velocidad de nuestra época. Yo a lo mío. Cuando leo lo que leo (se entiende la tautología, ¿no?), me importa un comino despacharme 98 o 18 libros al año.

Pero, he aquí la paradoja, estas 510 páginas se me han hecho cortas, una carrera de cien metros lisos, una prueba de sprint para un corredor-lector de larga distancia.

¿Por qué ha sido así? Otros libros también me han entusiasmado, pero los he leído con la cadencia de una vaca rumiando alfalfa.

Sencillamente, aún no lo sé con claridad, todo es reciente.
Imagino que en el transcurso de los días se irá despejando el horizonte.



A lo mejor es un hecho a priori inconexo con la lectura…
¡Eureka, eso es! Y una penumbra de mi cerebro se ilumina al instante.

Puede ser una tarde cualquiera conduciendo hacia el colegio para recoger a mi hija mayor… se cruza en mi trayecto un mirlo de vuelo rasante, y en una milésima de segundo toco levemente el freno para salvarlo. Su vida alada roza la carrocería mortífera de mi coche, un rapidísimo acto reflejo para mirarle y comprobar que la belleza de su vuelo sigue alejándose, intacta. Esto que cuento ya me ocurrió.

¿Y eso qué tiene que ver con lo leído?

Pues claro qué tiene que ver… pero todavía no lo sé, habrá que atar cabos. En Cien años de soledad llegan a morir muchos pájaros. 
El mirlo se salvó.

Un personaje de Akutagawa leía fragmentos de libros al azar pensando que le aclaraban (más bien oscurecían) su vida, el iluso estaba equivocado. Uno se detiene en momentos de su vida para explicarse ciertos libros. Los libros no explican la vida, es la vida la que esclarece los libros.

Como siempre, me voy por las ramas, pero es que esta historia, dicen, es realismo mágico, y mi cerebro se entretiene mucho haciendo “magia con la realidad”.




Ah, qué no se me olvide. Hay una cosa, sobre todas, que estos Buendía han aprendido viviendo “cien años de soledad”. Morir en paz.



Gracias por la lección, Gabo.



"No habría podido concebirse un cortejo fúnebre más desolado. Habían puesto el ataúd en una carreta de bueyes (...) pero la presión de la lluvia era tan intensa y las calles estaban tan empantanadas que a cada paso se atollaban las ruedas (...)

Los chorros de agua triste que caían sobre el ataúd iban ensopando la bandera que le habían puesto encima, y que en realidad era la bandera sucia de sangre y de pólvora, (...)

- Adiós, Gerinaldo, hijo mío -gritó-. Salúdame a mi gente y dile que nos vemos cuando escampe."



13 comentarios:

  1. Entre :"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo" y la frase: "porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra." Están algunos de los momentos más hermosos de mi experiencia con los libros. Con cualquier libro. De alguna forma todavía ando conociendo hielos y desapareciendo con todas las Úrsulas, o todos los Aurelianos O José Arcadios que se perdieron entre el paisaje de aquellas hojas...
    Un abrazo
    cuídate

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    1. Así es, Wineruda, entre la frase primera y la última de "Cien años de soledad" está la mejor literatura que un lector podría desear, así que no me extraña que pervivan tus sensaciones con esta obra, seguro que me pasará a mí también, creo que es un libro que deja una huella profunda, he disfrutado mucho leyendo esta historia, embelesado diría.

      Otro abrazo, cuídate amigo.

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  2. Estimado y admirado Paco, me vas a permitir que "presuma" un poco.
    En casa de Gabriel García Márquez:

    http://lperezcerra.blogspot.com.es/2014/04/en-casa-de-gabriel-garcia-marquez.html

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    1. Qué gran sorpresa, amigo Luis Antonio ;)

      He leído tu entrada de cabo a rabo, y he disfrutado un montón descubriendo aspectos muy notorios de Gabo y su obra que solo pueden salir a la luz de esa manera, en una agradable conversación con él en su casa... ¡¡caray como te envidio!! jaja.

      La anécdota del librero catalán que conoció en Colombia, e incluyó en Cien años de soledad (el sabio catalán) me ha parecido espléndida. Y la ingenuidad de aquellos jóvenes, alumnos tuyos, pensando que las musas lo resuelven todo, jeje.

      Gabo despliega un léxico tan rico y exuberante que es una delicia leer su narrativa. Pero conversar con el él, en una charla amigable... eso ya es impagable.

      Muchas gracias, amigo, por compartir esas líneas, menudo regalo bueno me has hecho. Un abrazo :)

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  3. Morir en paz, que no es poco. Supongo que para ello habrá que aplicarse a vivir en paz, al menos en paz con uno mismo, allá los demás con las guerras en las que nos pretendan involucrar.
    Me ha encantado lo de «los libros no explican la vida, es la vida la que esclarece los libros». Cierto, interpretamos los libros a través del prima de nuestras vivencias y nuestra realidad. Supongo que de ahí la magia de sentir real esa ficción.
    La novela, ese monumento de la literatura que dicen que es, para mi vergüenza y sonrojo la tengo pendiente. Y eso que aún hace poco que resistí a la tentación de una edición ilustrada. A ver si le pongo remedio pronto.
    Un abrazo

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    1. Lorena, a decir verdad la estirpe de los Buendía no se caracteriza por tener una vida pacífica, sus experiencias vitales son bastante cañeras; violencia, guerras, inquinas y odios entre ellos, incomunicación, etc. Por eso creo que ante la muerte inminente se despojan de todos "los demonios", y encuentran consuelo en esa paz definitiva, al menos es así con unos cuántos Buendía, no temen gran cosa a la muerte, porque la vida siempre será más turbadora...

      Sí, "Cien años de soledad" es un monumento de la literatura, sin duda lo creo así, la riqueza de su léxico es impresionante, y Gabo ha hilvanado la historia de tal manera que literalmente (nunca mejor dicho) te absorbe!!

      Has de leerla, Lorena, solo encuentra el momento idóneo... y a por ella ;)

      Un abrazo

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  4. Vaya bonita entrada Paco, de esas que te dejan con una sonrisa y con las ganas de releerlo y esa es mi asignatura pendiente con Cien años de soledad. Después de tu entrada no me queda más remedio que rebuscar en mi librería y leerlo ahora, con mis años y con la vida que he vivido y ahora sí, disfrutarlo. Soy de las que creo que no somos nosotros sino son los libros los que se ponen a nuestro alcance para que los leamos y entonces sí es el momento de hacerlo.

    Y me ha encantado Los libros no explican la vida, es la vida la que esclarece los libros, precioso inciso a una gran entrada.

    Besos
    Pd. Y sí tienes razón que soy más de sol que de lluvias pero pasear por el campo después de una buena tormenta es una delicia.

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    1. Gracias, Conxita.
      Por lo que comentas veo que lo leíste en su momento, es un libro perfecto para releer pasados los años, el paso del tiempo sienta bien a historias como esta de los Buendía. Coincido contigo, tengo la impresión de que son los libros los que eligen a uno... al menos me gusta pensar que es así.

      Esa frase mía que citas cobra todo su sentido con el acto de releer, por ejemplo, es tu experiencia de vida la que, tiempo después, te revelará aspectos de un libro que antes pasaron desapercibidos.

      Un abrazo.

      Pd. Parece que aún seguirás paseando por el campo recién llovido... lo que no deja de ser, como dices, una delicia :)

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  5. La frugalidad lectora es un activo a día de hoy. A mí me cuesta cada vez más centrarme. Incluso aunque logre el silencio y la concentración, es como si todo ese ruido creara una capa impermeable en mi cerebro. Cosas mías.
    Puede que sea como dices, estoy esperando el momento para releer "Cien años..." y seguro que me habla de otra manera, porque yo tampoco soy el mismo. Vi además una edición ilustrada que sacaron con motivo del 50 aniversario, con una tipografía especial diseñada para la efemérides y por esa será la elegida.
    Me tienes que decir quién es el autor del poema de la cabecera, que le doy vueltas y vueltas, no sé porqué.
    Un abrazo.

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    1. Conozco bien esas sensaciones que visualizas tan bien en torno a la concentración, hay muchas veces que me cuesta un mundo.

      Como le comentaba a Conxita, la experiencia adquirida con los años sienta bien para releer "Cien años de soledad". Me acuerdo de esa edición conmemorativa,, preciosa, daban ganas de salir corriendo a por una.

      En cuanto a la poesía que despierta tu curiosidad, he de decirte que su autor no es fácil de localizar, se trata de Jóhann Hjálmarsson, poeta islandés del que tengo una obra suya titulada "Búsqueda" (aparecida en mi blog), lo releo con mucha frecuencia, abriendo el libro al azar, me encanta. Estudió un tiempo en Barcelona, como dato curioso, y es un enamorado de la obra poética de un grande en ese campo, el peruano César Vallejo, quien aparece en alguno de sus poemas... y algunos pueblos españoles, también. Este es el enlace del blog, por si quieres echar un vistazo, hay bonitas fotos que pueden gustarte:

      https://palabrasafavordelviento.blogspot.com.es/2016/07/con-la-llegada-del-verdadero-sopor.html

      Un abrazo, Gerardo.

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  6. Creo haberlo encarado siete veces durante quince o veinte años, antes del intento definitivo. No podía atravesar las primeras cien páginas. La última, me permitió disfrutar de las sustanciosas páginas finales.
    No he leído otro título de él; a mi madre le regalé en su momento 'Vivir para contarla' y se aburrió. Será cuestión de tomar otra obra, para seguir disfrutando de sus letras.
    Gracias por tan buena reseña.
    Un fuerte abrazo, campeón!

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    1. Ningún lector está libre de esos desencuentros con un libro que todo el mundo alaba, a veces se confluyen determinadas variables para hacerte desistir de un libro, cosas que pasan.

      Si no es éste pues habrá otro libro, o autor, hay magníficas opciones. Me encanta saber que tu madre es buena lectora, abrazos para vosotros, cuídate campeón y gracias, siempre ;)

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