Narraciones Fantásticas. Antología.
Biblioteca Universal Caralt, 1ª edición, 1978. Traducción
de Ramón Hervás y Antonio –Prometeo Moya. 228 páginas.
Estos persistentes y generosos chaparrones han reavivado
el peculiar olor a libro viejo que dormita por mis estanterías, a veces
mezclado con un penetrante aroma a té verde con menta, que suelo tomar, ahora
lo hago mientras observo los torrentes del aguacero desde la ventana y, por
supuesto, todo embriagado por la intensa fragancia a lluvia, en cuyo aroma se
alían tres elementos que reaccionan mezclándose; el ozono, la geosmina, bella palabra
ya familiar en mi blog, (es vapor de moho que emana de plantas y suelo húmedo)
y el petricor (otra preciosa palabra, que es el aroma «fresco, dulce y suave,
emitido principalmente por las rocas»).
Y con tales olores viajo a mi niñez, cuando me deslumbraban las lecturas de Salgari, Verne, Stevenson… en definitiva, que no he encontrado mejor estímulo para acompasarme a la cadencia de estos días nublados y húmedos que un viejo libro de relatos, uno de aquellos ejemplares en donde cada palabra, para un niño de mi edad, era un territorio pleno de sensaciones y evocaciones, donde todo estaba por explorar, palabras que se extienden como una pradera inmensa, y en la que corres con todas tus fuerzas, sintiendo la suavidad de la hierba al rozar tu piel, así es cuando eres niño ante un libro abierto, palabras en las que cabe un mundo hecho de praderas interminables, o de sueños.
Además, es reciente el grato recuerdo que me dejaron Erckhmann- Chatrian en sus memorables Cuentos a orillas del Rin.
Así que he curioseado por mis estanterías, cual arqueólogo literario, en busca de aquellas sensaciones lejanas sobre las que tanto ha llovido, nunca mejor dicho. Entre pilas de libros colocados en un metódico desorden, doy con un magnífico candidato.
Es una obra excepcional, por la altísima calidad de sus relatos, algo que no sorprende con la selección de autores en esta castigada antología, pero ha envejecido con bastante dignidad, dicho sea.
Reza así la contraportada:
"Nueve (…) relatos fantásticos, seleccionados entre las mejores narraciones de los maestros del misterio (…), desde el Romanticismo hasta hoy, integran este volumen. La antología no ha sido concebida con una selección hecha al azar ni tampoco con la única finalidad de agrupar algunas obras destacadas, pues, aparte del mérito de reunir tan prestigiosos autores, se ha pretendido dar fe de las distintas formas de alienación e instrumentalización a que el hombre puede ser sometido por unos poderes de ficción que, tan a menudo, parecen haber sido extraídos de la más palpitante actualidad.
Sobre todo, cuando tales poderes proceden de la (…)
más genuina galería de escritores malditos: Villiers de I´Isle Adam, Edgar
Allan Poe, Gustavo Adolfo Bécquer, Kafka, Akutagawa, E. T. A. Hoffmann, William Polidori,
Gerard de Neval y Maupassant."
Pues sí, tenemos la oportunidad de acercarnos al Bécquer más lóbrego, lejos del candor poético acostumbrado.
Estos son los relatos:
“La esperanza”, Villiers de I´Isle Adam
“El caso del señor Valdemar”, E. A. Poe
“Maese Pérez, el organista”, G. A. Bécquer
“Los engranajes”, Akutagawa
“El artista del hambre”, Kafka
“El consejero Krespel”, T. A. Hoffmann
“Pandora”, Gerard de
Neval
“El vampiro”, John William Polidori
“El horla”, Maupassant
Todos los cuentos son fascinantes. El de Akutagawa es impactante, en un alarde de imaginación extraordinario, nos muestra el periplo callejero de su protagonista, un hombre de familia y escritor de cuentos publicados. Aquejado de una angustiosa manía persecutoria, cree ver en buena parte de los acontecimientos que se suceden, en un devaneo incesante por las calles de su ciudad, se supone que Kioto, una premonición funesta de su “suerte” a corto o medio plazo.
En este esquizofrénico transitar sin destino fijo, uno de los periplos callejeros más delirantes y fascinantes que habrá registrado la literatura, casi todo aquello con lo que se cruza es sospechoso para su pensamiento…
Desde el color verde en la tapicería del taxi, los pedazos de papel que se arrastran sin rumbo por la ciudad, y que bañados por la luz vespertina del invierno le parecen rosas oscilando en el viento… pero ese color también le anuncia algún sobresalto. Y en esas situaciones busca con desesperación bares para tomarse un whisky o un té, según le da, y librerías, en las que entra y escoge libros al azar, leyendo pasajes en una página cualquiera, algo que hace, según nos cuenta, para calmar su espíritu condenado.
Claro, el problema surge cuando se decide por El infierno de Dante y lee fragmentos… pero también le perturba lo que lee de Tolstoi, o Strindberg, y todo ello ante la inquietud de encontrarse aquí, o allá, hombres enfundados en sus gabardinas, pero cuyos rostros no es capaz de apreciar… y sin librarse de una visión recurrente; engranajes transparentes que sugieren el mecanismo… diríase que del propio tiempo que nos va ganando la partida. Uff, ¡qué relato!
Es como desplegar la mirada por una pintura surrealista de Dalí, donde cada motivo del cuadro parece un ente aislado en su naturaleza y, sin embargo, existe una extraña conexión entre todos ellos:
"La noche. En un estante de la librería Maruzen hallé los Cuentos de Strindberg y los repasé de a dos o tres páginas. Lo que alcancé a leer relataba experiencias más o menos similares a las mías. (…)
Lentamente un
espíritu rebelde fue creciendo dentro de mi angustia, y me lancé a abrir
libros, uno tras otro, a la manera de un maniático jugador."
De nuevo sale apresurado de la habitación del hotel, con la intención de meterse en la primera librería que vea por la calle:
"(…) salí hacia una librería en busca de algo que pudiera estimular mi ánimo.
Un débil sol de invierno agonizaba sobre el asfalto, cubierto por algunos trozos de papel; esos papeles, a causa de la luz, se asemejaban a rosas. Sintiendo que algo emanaba de una cosa desconocida, entré en la librería. (…) recordé los papeles que me habían parecido rosas y decidí comprar los Diálogos de Anatole France y las Cartas de Merimée."
Por supuesto, al ojear los primeros pasajes de tales ejemplares cree advertir nuevas señales, lo que le impulsa a más incursiones callejeras, a cual más lunática.
O qué decir de Hoffmann con su cuento “El consejero Krespel”.
Es un hombre ya de cierta edad,
pero sus hábitos y ocurrencias resultan tan estrafalarios a los vecinos que lo
consideran loco de atar… aunque al mismo tiempo les causa admiración y es una
compañía codiciada en las tertulias de la taberna.
Una afición le proporciona el mayor deleite a Krespel, es coleccionar viejos violines, que tuvieron una brillante carrera al calor de un público devoto, y ahora se dedica a comprarlos en Venecia, en Cremona… donde salte la ocasión.
Su ritual es tocarlos una sola vez, después los desmonta cuidadosamente, pieza por pieza, y los guarda en un arcón de madera. A sus vecinos les encanta escuchar los delicados acordes, pues el virtuosismo del viejo ante las cuerdas es notable. Aunque la fascinación mayor de estos vecinos proviene de otro hecho, cuando Krespel toca uno de esos violines siempre puede escucharse la bellísima voz de una muchacha joven entregada al canto, pero nadie en el pueblo la ha visto nunca…
Cada cuento viene precedido por una breve biografía en la página anterior, y son muy atractivas, pues atestiguan algunas vivencias relevantes del autor que, presumo, no son del todo conocidas.
Valga como muestra esta de William
Polidori, magnífica, casi tanto como su cuento El vampiro, de enorme influencia
posterior en creaciones de Poe, Alejandro Dumas, Gogol, Tolstoi y, sobre todo,
en el personaje de Drácula, de B. Stoker:
«Secretario y médico de Lord Byron durante un viaje del poeta a Italia, Polidori fue uno de los reunidos en la famosa villa Diodati de Ginebra, donde la noche del 15 de junio de 1816 se estableció entre Byron y sus amigos la apuesta que habría de dar lugar a dos novelas excepcionales: el Frankestein, de Mary Shelley y EL VAMPIRO, de Polidori. Las diferencias entre Byron y su médico se hicieron cada vez más profundas, sobre todo después de que el poeta descubriera que estaba enamorado de Aulbrey Byron (hermana del autor).
Las burlas del poeta hacia su médico y secretario fueron constantes, llegándole incluso a revelar la relación incestuosa que le unía a su hermana. Polidori, despechado, refleja en EL VAMPIRO la silueta del propio Byron y, en 1821, se suicida, añadiendo así otra nota trágica al drama que uniera a todos los huéspedes de villa Diodati.»
Y qué añadir de Kafka, Poe, Nerval, I´Isle Adam… de Maupassant en “El horla”, donde me ha encantado la sutileza del ambiente que recrea al inicio, describiendo lo que contempla el protagonista asomado a la ventana, en su casa de Rouen. Una atmósfera apacible a orillas del río Sena… antesala de una narración que te apresa en su desasosiego:
"Desde mis ventanas, veo el Sena que corre a lo largo de mi jardín, (…) casi a mi puerta, el grande y ancho Sena que va desde Rouen al Havre, cubierto de barcos que pasan.
A la izquierda, allá lejos, Rouen, la vasta ciudad de tejados azules, bajo las lanzas puntiagudas de los campanarios góticos. Torres innumerables, endebles o recias, dominadas por la flecha de hierro fundido de la catedral, provistas todas ellas de campanas que tocan en el aire azul de las hermosas mañanas, trayendo su suave y lejano bordoneo de hierro, su canto de bronce que la brisa me trae, ya fuerte ya debilitado, según el viento se despierte o se adormezca. (…)
¿De dónde vienen esas influencias misteriosas que truecan en desánimo nuestra felicidad y en angustia nuestra confianza? Se diría que el aire, el aire invisible, (…)"
En fin, que si uno ha tenido una
experiencia mediocre con uno de esos “ladrillos” de 600 páginas, sin que el
tiempo invertido haya sido fructífero, acudan a estos narradores, a su obra, a
sus cuentos, es muy posible que la reconciliación con la literatura se obre de
inmediato.
Me encantan loe relatos o las narraciones o los cuentos (aunque hace poco me abroncaron por llamar cuentos a unos que deberían ser relatos que los cuentos son para niños y tienen moraleja-eso me dijeron- es lo que tiene estar en cursillos de lectura o escritura o cosas de esas:) ) A lo que iba, Paco, me encantan, de los que tú has leído he leído a Poe sus dos tomos de narraciones extraordinarias de bruguera (creo recordar), Y a E.T.A. Hoffmann que me gusto mucho, y a Akutagawa, que en mi libro lo citan como Ryonusuke: A Bécquer lo leí en el instituto, y a Maupassant. Y, claro a Kafka, el primer escritor que me sorprendió cuando lo compré todavía en EGB en una librería que cerraban , creo recordar con Hijos de la ira de Dámaso Alonso, y algo de García Márquez (sí, era muy raro de niño jaj), los demás no los he leído, pero reconozco el lujo de leer algo que recuerda el pasado, y refugiarte al menos en un momento en un instante que no es de ahora, pararse en el tiempo y leer...un placer
ResponderEliminarcuídate Paco
Wineruda, a estas alturas del camino puedo decir que ambos nos acercamos a la literatura con una sensibilidad similar. Es verdad, también he leído muchas veces sobre las diferencias entre cuento y relato, de hecho solo iba a emplear "relato" en mi comentario, pero al final he mezclado a propósito "cuento" y "relato", pues he querido prescindir de tecnicismos y hacer prevalecer mis sensaciones, que en cuanto a estos relatos son las mismas que me provocan los buenos cuentos, por eso he usado indistintamente uno y otro término.
ResponderEliminarPoco se puede decir que no se haya dicho ya de estos magníficos autores, lo sorprendente es que la mayoría tuvo una vida casi más fantástica que sus propios relatos, y en la mayoría de los casos con un final trágico... igual que sus historias.
Por cierto, adivina que tengo ahora entre manos, ya que lo nombras... a García Márquez y sus "Cien años de soledad", una antigua cuenta pendiente, el comienzo no ha podido ser más prometedor ;)
Un placer tenerte aquí.
Cuídate Wineruda
Pues te confesaré que yo daría muchas cosas por tener aquella sensación que me dejó leer cien años de soledad por primera vez:)
ResponderEliminarCuídate
Muy sugerentes las palabras que dedicas a la lluvia y a los recuerdos que despierta en ti. A mi también me gusta la lluvia pero por aquí llueve poco y cuando lo hace la vida se complica mucho...
ResponderEliminarEse refugio que se encuentra en algunos libros es algo que no tiene precio, poder disfrutar del sencillo placer de leer es siempre una experiencia gratificante para quienes estamos cautivados por ese "vicio". He leído algunos de los autores que mencionas, pero no a Akutagawa y me has despertado la curiosidad.
Los fragmentos son todos excelentes al igual que las fotos.
Un fuerte abrazo.
La lluvia es una bendición, supongo que a estas alturas algunos estarán aburridos con tanto chaparrón... pero a mi no me incordia, al contrario.
EliminarEs muy cierto que hay literatura a modo de refugio, aunque sea temporal, para estos tiempos aciagos que vivimos, en ese sentido pienso que quienes leemos somos más afortunados.
Akutagawa es un escritor peculiar, una imaginación brillante al servicio de la escritura, para disfrutar. En realidad, todos estos narradores de la antología son magníficos, narraciones con un dominio magistral del lenguaje, la tensión narrativa y, como decía, la imaginación.
Gracias, Laura.
Un fuerte abrazo.
Me has llevado con tu reseña a esos días interminables de verano de la infancia en los que se podía leer sin límite. Aunque ya me hubiese gustado a mí leer con esa edad un elenco tan extraordinario de autores. Muy apetecible el libro que reseñas, no solo por los relatos que contiene, sino también por los curiosos apuntes biográficos que los precede. Como siempre, una magnífica propuesta, Paco.
ResponderEliminarUn abrazo
Ayy, esos veranos sin fin de nuestras infancias ;), yo leía mis cuentos... pero mucho más estaba en la calle y por el campo jugando con mis amigos, qué gozada. Es impresionante la selección de autores, ¿verdad?, lo que se traduce en deliciosos momentos de lectura, narraciones para dejarse llevar y olvidar la celeridad que siempre nos apremia.
EliminarLas biografías son tan sorprendentes como los relatos, me han encantado :)
Un abrazo, Lorena.
Después de tres semanas de lluvia casi ininterrumpida está el campo que parece merengue, dan unas ganas de calzarse las botas y salir al barro. Por desgracia, los catarros tienen a los pequeños en cuarentena. Por el lado bueno, tengo algo de paz para ordenar mis libros. Es curioso esos ejemplares arrinconados, casi caídos en el olvido. Aunque como cada cierto tiempo me deshago de los libros que no voy a releer, tengo una biblioteca muy escogida y con poco margen para la sorpresa (salvo un libro de Bernardo Atxaga, "Dos hermanos", que ha salido de un rincón).
ResponderEliminarConocía el relato de Hoffman, el de Bécquer también me suena. La historia de Polidori es tremenda, si que dio de sí aquella reunión alpina. Sin duda, cantidad no es calidad y es cierto que leer a los clásicos te reconcilia con la literatura.
Feliz domingo, Paco.
Gerardo, ayer estuve por el Monte de Pilar (Majadahonda), con mi hija mayor, y es como tu señalas con esa bonita metáfora, merengue en su punto, tierra muy mullida y grandes extensiones de lodazal, los cielos limpios y jalonados con nubes son todo un espectáculo, espero que tu prole vaya remontando el vuelo, nosotros ya hemos pasado unos cuantos...
EliminarSeguro que con tus expurgos encuentras alguna reliquia digna de una buena lectura, a veces me sucede encontrar algún ejemplar que daba por desaparecido... debería también poner un poco de orden con mis libros. El de Bernardo Atxaga parece un buen hallazgo, me gusta el autor.
Habrá gente que se sorprenda encontrar a Bécquer en esa Antología, fuera de la lírica, pero como buen autor del Romanticismo arrastra un halo de escritor maldito, ducho en "relatos oscuros". Las líneas biográficas de Polidori son tremendas, desde luego... la verdad es que un buen número de estos autores seleccionados acabó suicidándose :(
Buena semana, Gerardo. Un abrazo.
Justo ayer tarde mientras veía nevar me preguntaba sobre el motivo por el que la nieve siempre me hace sacar a mi niña interior, me encanta ver nevar y todas esas sensaciones que se despiertan, no sé el motivo. También mientras leía tu búsqueda de lectura he pensado que tocaría poner orden en el caos de mi librería a ver si redescubro alguna de esas joyas que has nombrado. Recuerdo alguno de esos cuentos y otros ni siquiera los conocía. Me ha parecido entrañable ese reparador de violines y la anécdota de Byron que me ha resultado cruel con el enamorado.
ResponderEliminarUn placer leerte, que tengas un feliz domingo y a ver qué nuevas lecturas te traen las lluvias que para los próximos días anuncian más.
Besos
Me sucede algo parecido, Conxita, hay ciertos acontecimientos ligados a las estaciones que está muy conectados a momentos de nuestra infancia, y presenciarlos es un viaje hacia aquellos días emocionantes, en donde cada descubrimiento era fascinante.
EliminarEl caos en las librerías particulares es más común de lo que parece, jeje, pero también tiene su lado emocionante, nunca sabes que puedes encontrar por ahí perdido, puede ser un viejo libro que despierte recuerdos en ti, imágenes que parecían desterradas de tu memoria.
El cuento de Hoffmann es maravilloso, tienen una imaginación prodigiosa estos escritores, algo que parece darse por hecho en cualquier autor y, sin embargo, no todos tienen la capacidad de sorprendernos en ese sentido, ni mucho menos.
El placer es tenerte por aquí, Conxita, feliz semana... aunque creo que no te entusiasma tanto la lluvia, bueno, ya no falta mucho para los días luminosos y cálidos ;)
Besos
Qué bueno resulta tener dónde acudir en busca de esos libros antiguos, que sólo evocan el placer de la lectura de cuando uno era niño. Es como vivir dos veces aquella infancia.
ResponderEliminarPor supuesto que he leído a Poe, Akutagawa, Kafka y otros autores, aunque no todos los que figuran en la lista que nos acercas.
No soy muy amigo de los relatos, pero no les niego cualidades a ninguno de aquellos que he leído. Y parece que esta colección reúne una serie imperdible -que incluye 'El horla', nada menos-.
Gracias por allegarnos tamaño deleite, tus fotos siempre expresivas y tu mirada sobre la lluvia, claro.
Un abrazo, campeón!
A mí los relatos cada vez me gustan más, y lo mismo la poesía, aunque no vale cualquier libro, desde luego. Una antología como esta haría las delicias de un buen lector, como tú, Marcelo. "El horla" de Maupassant es sublime, igual que el resto, si tuviera que escoger... tal vez el de Akutagawa, logra recrear una atmósfera tan delirante que la narración te atrapa en ese torbellino que vive el protagonista, en fin, todos son magníficos.
EliminarGracias a ti, como siempre.
Un fuerte abrazo ;)