Libro. Tusquets Editor, 1971. Colección "Cuadernos marginales" nº 23. 75 páginas. Traducción de Mirko Lauer.
Ezra Pound constituye una
de las personalidades más extravagantes y polémicas, sobre todo lo último, que
ha dado la poesía y la literatura del siglo XX. Además de crítico literario y
ensayista, es considerado por muchos uno de los poetas más sobresalientes desde
su irrupción en la escena literaria.
En “Patria mía” realiza un
ensayo de corta extensión que, sin embargo, contiene muchas claves para
aproximarse a su pensamiento, que no a entenderlo en toda su excentricidad, eso
no lo ha logrado nadie.
Las reflexiones del autor
van iluminando algunas zonas oscuras que pertenecen a la idiosincrasia de los estadounidenses,
en lo concerniente a sus instituciones literarias, artísticas o
arquitectónicas, entre otras, y que se revelan como aspectos desapercibidos
para el lector europeo.
En sus líneas se puede
leer el resentimiento del autor hacia la vertiente más pragmática y
mercantilista con la que se concibe la cultura de su país, pues sabido es que
el sistema educativo estadounidense siempre estuvo al servicio del utilitarismo
en detrimento del humanismo.
Afirma que la simplicidad
provinciana, por utilizar una expresión, de la cultura estadounidense es fruto
de la escasa o nula formación humanista de las personalidades vinculadas al
mundo literario y artístico, tanto escritores, docentes u otros funcionarios públicos.
Un escenario de
mediocridad poblado por una mayoría de intelectuales, salvo meritorias
excepciones, en los que no existe la huella de una “conciencia literaria”, que
el poso de una cultura milenaria sí ha concedido a sus homólogos europeos.
Ezra Pound sitúa a G. K.
Chesterton, nada menos, como uno de los paradigmas de ese “estado adolescente”
de las letras estadounidenses.
No era la situación de
Ezra Pound. Sus estudios de lenguas románicas en la universidad, estimularon
una profunda admiración por las manifestaciones culturales que tuvieron su
apogeo en la Edad Media.
Desde la perspectiva del
experto en lenguas románicas, su pasión por la antigua cultura europea no es
otra cosa que el reflejo de la frustración por verse, él mismo lo afirma, como
el provinciano yanquee que asiste deslumbrado a la magnificencia cultural que
siglos de historia han otorgado al viejo continente.
El esplendor de París y
Londres, o palpar en el ambiente de países como España, Italia o Grecia el
origen mismo de la cultura occidental, es una sustancia histórica y vital con la que no crecen las mujeres y los
hombres de letras estadounidenses. Aunque, dice él, algunos logran superar esa
carencia con largas estancias, a veces definitivas, en Europa, y sus obras
tienen el mérito de captar, en parte, el espíritu humanista del que carecen al
otro lado del Atlántico, pone como ejemplo a su admirado Henry James.
Nada hay en este ensayo
que haga atisbar los episodios más tumultuosos de su vida. Así que considero
oportuno presentar algunos datos de su biografía.
La gran contradicción en la
que vivía Ezra Pound fascinaba, a la vez que desconcertaba, a propios y
extraños.
Igual que sucediera con
otros intelectuales de Estados Unidos, Ezra Pound se embarcó en un largo
periplo viajero que le llevó a recorrer gran parte de Europa. En una especie de
“peregrinaje etimológico”, va al encuentro mismo de las fuentes culturales que
lo formaron en la universidad; los clásicos grecolatinos, el medievalismo, el
humanismo, los prerrafaelistas.
Sus pasos también se
dirigieron a España. Becado por la universidad, un jovencísimo Ezra Pound
recorría a pie parajes significativos de la España de principios del S. XX.
Seducido por la épica legendaria del Cid, no dudará en recorrer los caminos que
forjaron la leyenda del héroe castellano. Buscaba, de alguna forma, el santo
grial de sus ínfulas literarias.
Mientras estuvo en Italia,
sus coqueteos con el fascismo italiano de Mussolini alcanzaron la máxima
expresión en una suerte de furibundas arengas radiofónicas que, desde Roma,
lanzó contra el establishment de su propio país, los Estados Unidos, y
extensibles a los aliados contra el fascismo, (se podrían comparar, salvando
las distancias ideológicas y temporales, con las que protagonizó el difunto
Hugo Chávez).
Sus amigos estadounidenses
se preguntaban si las excentricidades del poeta habían hecho que sucumbiese a
los cantos de sirena con los que le engatusó el fascismo italiano. Pero el
hecho que terminó por desconcertar del todo a sus conocidos fue, desde su
estancia italiana, el incipiente antisemitismo, pues algunos de sus mejores amigos
eran judíos, y hasta entonces no había mostrado acritud alguna por motivos
raciales.
Conviene matizar que el
fascismo de Ezra Pound se revistió con su misma extravagancia, sus biógrafos y
muchos intelectuales no dudan en afirmar que su apasionada defensa del fascismo
se fraguó en la repulsa que le producía el capitalismo despiadado de su país,
al que siempre acusó de pervertir el espíritu humanista de la cultura, algo que
a E. Pound le repugnaba.
Parece que vio en el
fascismo la única alternativa eficaz de frenar el capitalismo que condenaba.
Sea como fuere la polémica estaba servida y le acompañaría hasta el día de su
muerte.
Ni que decir tiene que
pagó un alto precio por esa actitud suicida de caminar al borde del precipicio.
Fue capturado por los aliados, declarado culpable por alta traición y condenado por su país.
Se libró de la pena capital por la presión de numerosos escritores e
intelectuales estadounidenses y europeos, que asistían, con más pena que
gloria, a su decadencia moral, consternados por sus furibundas incoherencias, conscientes
de que algún elemento externo había perturbado esa mente privilegiada. Consiguieron
que lo declarasen demente y librarlo del patíbulo. Pasó doce años en un centro
psiquiátrico de Washington.
No obstante, toda esa zona
sombría de su personalidad llegó a convivir, sin aparentes fricciones internas,
con una generosidad y altruismo pocas veces visto en una figura literaria. Bien
lo comprobó T. S. Eliot, a quien apoyó, editó (incluso corrigió), y posibilitó la publicación de su obra, “La
tierra baldía”. Y la lista es larga, si Joyce consiguió que su “Ulises” viese
la luz, fue gracias a la protección y apoyo económico que le brindó su gran amigo,
Ezra Pound.
Similar entrega agradecieron D. H Lawrence, Hemingway o Yeats, por
citar algunos. A todos ayudó, y a parte de T. S. Eliot, a más de uno osó
corregir. Su labor de promoción a jóvenes talentos fue siempre incansable,
incluso los asistía en las situaciones personales más acuciantes.
Como hecho curioso de este
ensayo, destaco una suerte de “endemismo biológico” que parece caracterizar a reconocidas
figuras del panorama artístico y literario de Nueva York; Ezra Pound reivindica
su condición de neoyorquino (ciudad a la que se trasladó en su infancia), por
encima de su procedencia estadounidense, de tal forma que todas las maldiciones
de su país a penas tocan de refilón a Nueva York, y las excelencias de Estados
Unidos rara vez salen del área metropolitana de la “Big apple”. Con similar
actitud podemos recordar a personalidades como Woody Allen, por citar un
ejemplo cercano.
Hablando de Nueva York,
esta es una descripción que hace de la “Ciudad de los rascacielos” en el ensayo:
¿Y es Nueva York la ciudad
más hermosa del mundo?
No dista mucho de serlo.
No hay noches urbanas como las suyas. He contemplado a la ciudad desde la
altura de ciertas ventanas. Es cuando los grandes edificios pierden realidad y
asumen sus poderes mágicos. Son incorpóreos, es decir, que uno no ve sino las
ventanas encendidas.
Cuadrado en llamas tras
cuadrado en llamas, engastados en el éter. Aquí hay poesía, pues hemos hecho
descender a las estrellas.
Y la continuación de este
fragmento acaba con una mención que, por estos lares, a más de uno sorprenderá:
“En cuanto al puerto, y a
la ciudad del puerto, la última vez que fui allí, un inmenso irlandés se paró a
mi lado y trató, en vano, de expresarse repitiendo:
-
Supera a Londres.
-
Supera a Londres.
Yo he visto Cádiz desde el
mar. Los lotos, blancos y delgados, más allá de un sorprendente azul. El irlandés
solo pensaba en el tamaño. Yo pensaba en la belleza, y a su lado Venecia parecía
una escenografía chillona.”
¡Vaya! Para Ezra Pound ni
la mismísima Venecia superaba en belleza el esplendor de Cádiz, erguida sobre
el azul calmo del Mediterráneo.
Por cierto, os dejo un par de fotos que hice, precisamente, en Rota (Cádiz), hace unas semanas.
Por cierto, os dejo un par de fotos que hice, precisamente, en Rota (Cádiz), hace unas semanas.
Concluyo con un enlace,
una magnífica semblanza que realizara Manuel Vicent en 2010. Os animo a leerla,
me consta que alentará la curiosidad por indagar en la vida y obra de Ezra
Pound, y os recompensará con uno de esos deliciosos momentos literarios que
logran aislarnos del tiempo… y a los de por aquí, espero que del calor.
Seguimos.
Aquí me has pillado con todo el equipo, Paco. No he leído nada de Ezra Pund y además es prácticamente un desconocido para mí. Y mira que es raro que se me escape un extravagante :)
ResponderEliminarSe me ocurre que si Ezre levantara la cabeza y viera lo que se ha hecho con el "esplendor cultural" del viejo continente iba a pasar, cuanto menos, un mal rato.
La costa de Cadiz es hermosa, bien lo ha sabido ver.
Me voy al enlace que nos pones de Vicent, a aislarme del tiempo (ya lo estaba leyéndote a ti). Gracias Paco.
Un abrazo
Hola Ana. Bueno, todos los que amamos los libros tenemos asumida la imposibilidad de leer y conocer todo lo que hay, te ocurre a ti, a mí y a cualquiera.
ResponderEliminarEzra Pound tuvo su momento de gloria en España, aunque luego, como suele ocurrir con muchos autores, pasó al olvido. Sí es cierto que en los círculos poéticos es de sobra conocido, antes y ahora, pues siempre ha sido una figura de culto por su legendaria excentricidad.
Totalmente de acuerdo contigo, en cuanto a que "el esplendor cultural" de la vieja Europa se ha convertido en un producto más de "todo a cien". Reivindiquemos la CULTURA en mayúsculas siempre! Y hagámoslo, como en nuestro caso, manteniendo vivo el espíritu de la buena literatura, con un buen libro en las manos. Gracias a ti por tu presencia.
Un abrazo.
Leyéndote, no puedo dejar de anotar a Ezra Pound...y su apelativo a Chesterton...que me encanta. Podríamos decir que es una lectura, una viaja a la época del Cid, a la búsqueda del Santo Grial, y al mismo tiempo pasear por Italia, Londres, Paris...?
ResponderEliminarLo que me llama enormemente la atención, es su amplia gama de personalidades...puede ser llamado a la demencia, como tener un toque de dictador...(por lo que intuyo leyéndote).
Tomo nota, del libro y del autor...para el futuro, ¿quién sabe? Aunque ahora ando liada en otras lecturas, y quizá durante un tiempo, recurra solamente a los libros que no abordo de la estantería.
Disfruta de Cádiz y de lo que te rodea...yo aún no la conozco, aunque tengo amigos/as que pasarán allí el resto de las vacaciones.
Abrazos y felices momentos de lectura
Hola María. La verdad es que el nombre de Ezra Pound está vinculado a no pocos escritores, con varios de ellos fue una especie de ángel protector, como he comentado apoyó mucho a James Joyce, cuando éste tuvo problemas para publicar Ulises en Estados Unidos, Ezra Pound consiguió que se lo publicaran en París, gracias a su círculo intelectual, entre las que estaba Sylvia Beach, la joven estadounidense que abriría en París la librería Shakespeare and Co., ella fue la que asumió el reto de editar el Ulises de Joyce. Ya ves que todo lo que rodea a Pound es fascinante.
ResponderEliminarAinss, llevo ya varias semanas sufriendo el calor de Madrid, fuimos a Cádiz invitados por unos amigos residentes ahí. Pero yo siempre tiro al Cantábrico, el verdor, la bruma matinal y el olor a eucalipto son mi hábitat natural. Un abrazo y disfruta del verano.
¿Has visto María? Estaba mencionando la librería Shakespeare and Company sin caer en la cuenta que es... ¡ la misma que aparece en la cabezera de tu blog!
EliminarQué extrañas e interesantes son las conexiones que existen entre nosotros, los lectores, los escritores y sus obras, ¡sorprendente!
Me parece que éste de momento lo dejaré pasar, pues no acaba de convencerme.
EliminarGenial reseña.
¡Nos leemos! :)
Gracias por tu visita. Sea cual sea la elección espero que disfrutes de tus lecturas en este agobiante verano :)
EliminarUn saludo.
Una reseña que da para muchos comentarios. Resulta que coincido con Pound en sentirme de una ciudad y no del país, en mi caso Zaragoza, pero entonces no me encaja mucho el título de esta obra que reseñas.
ResponderEliminarEl fascismo es una ideología moderna, del siglo XX, que encandilo a muchos intelectuales, no fue Pound una excepción. El antisemitismo, para que hablar, estaba muy extendido en Europa. Así que no pareciéndome excepcional, me lo hacen al autor bastante desagradable, por no utilizar palabras mayores. Pese a ello, comparto que se le pueda leer puesto que desde hace tiempo (cosa que no hice de muy joven) procuro diferenciar la obra de un escritor de su ideología.
Conocía su generosidad con los escritores modernistas, por ejemplo con mi admirado Joyce. Y eso me provoca simpatía, claro.
Un hombre peculiar y contradictorio. Tú haces un buen balance en tu reseña.
Abrazos!!
Pdt: me voy a ver el enlace :)
¡¡Uyy, que descuido!! Cádiz me encanta y no me extrañan esas palabras. Tus fotos muy hermosas.
EliminarLaura, entiendo bien tu postura en cuanto al desagrado que puedan provocarte ciertos autores. Creo que todos hemos pasado por esas fases de ignorar a determinados escritores, por ideologías políticas, lo razonable es ir superando reticencias y quedarse con el valor literario, aunque a veces no es fácil. Zaragoza me ha parecido siempre una ciudad con mucha personalidad, imagino que se lo ha conferido su legado histórico.
EliminarAh sí! Cádiz, quien no quisiera sentir la luz del Mediterráneo en un sitio así!!
Gracias. Abrazos!!
Nos has brindado, querido amigo, dos regalos con esta reseña. Primero, el sacar del olvido a un gran poeta como Pound. Luego, lo has hecho a través de un libro desconocido al menos para mi.
ResponderEliminarTus líneas despiertan la curiosidad por transitar alguno de sus trabajos y conocer algo más acerca de su vida.
Espero poder leer algo suyo al regreso de mi semana de vacaciones.
Recibe un fuerte abrazo, Paco!
Hola Marcelo. Hay autores condenados a un injusto olvido, no ya los más antiguos, que son obviamente los más castigados, sino muchos contemporáneos del siglo XX , incluyo también el XIX , imprescindibles para entender la realidad social de hoy. Pound es uno de ellos, sin duda alguna.
EliminarDisfruta de tus vacaciones y buen provecho lector.
Un abrazo, amigo.
Y esas fotos de Cádiz, Paco, que me dan ganas de volar hacia allí...
Eliminar¡ Qué atardeceres mediterráneos tan luminosos, verdad !
EliminarUn abrazo Marcelo.