P. Castillo

Safe Creative #1802170294390

miércoles, 10 de junio de 2015

Un soplo de vida. Clarice Lispector, (Chechelnik , Ucrania, 1920 -  Río de Janeiro, Brasil, 1977) 




“Digo lo que tengo que decir sin literatura”

Con esa sentencia de la propia autora, quien afronte la lectura de Clarice Lispector no ha de esperar que ésta le guíe de la mano por el recorrido del libro.
Los libros de Clarice no tienen avenidas principales por las que transitar, no tienen una geometría rectilínea por la que discurra la prosa; inicio, nudo, desenlace. Sus libros no se acaban porque la primera página podría ser la última y ésta última el principio de todo. La historia huye de un mundo sin formas.

Página primera:

“Vivir es una especie de locura que la muerte comete. Porque en ella vivimos, vivan los muertos”

Antes de continuar… he de decir que esas palabras las he grabado a fuego lento en la memoria. Ese enunciado puede tener más profundidad que algunos libros enteros.
Al abrir el libro por curiosidad, en un lugar cualquiera de Madrid, me crucé con esa frase. No me hizo falta leer más, me lo compré. Tuve el libro de Clarice entre mis manos y éste me hizo ser como ella, impulsivo e imprevisible como el aleteo de una mariposa. A veces suceden esas cosas.

Sigo.

¿Veis? Yo hubiese firmado ahora mismo que esa frase de Clarice es el final del libro. Pero a ella le apetecía  que la muerte estuviese escrita en el principio.
Iluso de mi, pensaba que la vida era el comienzo de todo, no el final.

Las historias se deshacen en sensaciones que van flotando por el libro. Ha sido escrito por impulsos de inspiración. Su escritura no es literaria, es sensitiva. Lo sensitivo es inasible y la complejidad reside ahí, en afrontar la libre interpretación del mundo sensorial de Clarice.
Búscate la vida, parece decirte ella:

“Éste es un libro silencioso. Y habla, habla en voz baja.
Éste es un libro flamante: recién salido de la nada. Se toca al piano, delicada y firmemente al piano, y todas las notas son límpidas y perfectas, unas separadas de las otras. Ésta libro es una paloma mensajera. Escribo para nada y para nadie. Si alguien me lee será por su propia cuenta y riesgo. No hago literatura: solo vivo al paso del tiempo. El resultado fatal de que yo viva es el acto de escribir. Hace tantos años que me perdí de vista que vacilo en intentar encontrarme. Me da miedo comenzar. Existir me da a veces taquicardia. Me da tanto miedo ser. Soy tan peligroso. Me pusieron un nombre y me apartaron de mí “ (pag. 16)

Eso no es el prólogo, ya es la obra en pleno desarrollo.

El libro es una encrucijada de caminos, sin direcciones definidas, complejo, un adjetivo que siempre va asociado a esta autora:

“Ángela: Ayer el mundo me expulsó de la vida. Hoy la vida nació. Ventolera, mucha ventolera. ¿Por qué siempre se dice: lo dejamos para la semana que viene? Yo estoy aquí, aquí, esperando. Vivo ahora y el resto que se vaya a la puta mierda. Y mi perro que no ha hecho nada. Solo es. Yo también soy: sí. Yo con la bandera echa jirones.
Hay viejos que mueren en primavera: no soportan la germinación de la tierra.
Quiero una muerte elegante. Por otra parte, ya he muerto y no lo supe. Soy mi fantasma inquietante.” (pag.150)

De ascendencia judía, nacida en Ucrania pero criada en Brasil.
El Amazonas es Clarice. La prosa de Clarice es amazónica, sus palabras son exuberantes y frondosas como la flora del gigantesco pulmón verde.
En la selva hay belleza que te arrebata, también mosquitos que te desquician, y la luz pasa tamizada a través de la oscuridad. La lectura de Clarice te arrebata y te desquicia, te ofusca y te libera.
No pocas veces hay que apartar las raíces, lianas y demás vegetación para avanzar en esa “prosa amazónica”, en ocasiones acabas agotado. Su lectura me alienta y tiempo después puede fatigarme. Lo dejo entonces, me voy a tomar un té, leo un cuento a mi hija, salgo a pasear por un campo solitario cerca de casa. Al regresar veo el libro en la mesa del salón, titubeo, pero esa frase tremenda es mucho más poderosa que yo, me vence y sigo leyendo. Y luego volveré a parar. Y así continuamos el libro y yo.

Un soplo de vida es lo que le quedaba a Clarice cuando finalizó este libro, murió poco después. Ella misma afirmó que fue “escrito en agonía”, según nos dice Olga Borelli, su secretaria personal, en la escueta presentación de este título.
Clarice transmite su peculiar “horror vacui” en cada párrafo, éstos son una especie de abismos que se precipitan al vacío.

Una narración gestada en  lo intrincado de indagar sobre si misma y en la persona que su propia escritura  le ha revelado.
El ejercicio de introspección al que se sometió Clarice, desde los inicios de su trayectoria literaria, parece llegar al culmen en este “collage literario” que supone “Un soplo de vida”.

De nuevo me encuentro una no-estructura igual de caprichosa que los vaivenes de una cometa al viento.

Lo ha escrito para preguntarse sobre el sentido que tiene su vida, si es que lo tiene. Sobre el sentido que para ella tiene escribir, si es que lo que tiene. Para ello ha creado dos personajes que, claro está, son su álter ego:

Él, escritor, a quien simplemente llama Autor, además ha querido que sea hombre.
Ella, la propia protagonista del Autor, Ángela. Ella ha nacido de un sueño que tuvo el Autor, y él, a su vez, fue un “destello” onírico de Clarice.
Así habla El Autor de su creación, Ángela:

“No sé que esperar de ella: ¿tendré solamente que transcribirla? Debo tener paciencia para no perderme dentro de mí: vivo perdiéndome de vista. Me hace falta paciencia porque soy varios caminos, aun el fatal callejón sin salida. Soy un hombre que eligió el gran silencio. Crear un ser que se contraponga a mí es posible dentro del silencio. Clarinete en espiral. Violonchelo oscuro. Pero consigo ver, aunque a duras penas, a Ángela de pie junto a mí. Hela ahí que se acerca un poco más. Después se sienta a mi lado, se cubre el rostro con las manos y llora por haber sido creada. La consuelo haciéndole entender que también yo padezco la vasta e informa melancolía de haber sido creado. Ojalá hubiese permanecido en la inmanencia sagrada de la Nada. Pero hay una sabiduría de la naturaleza que me hace, después de creado, moverme sin que yo sepa para qué sirven las piernas. “  (pag. 27)

“ (…) también yo padezco la vasta e informe melancolía de haber sido creado” … ufff !

No lo digo yo, lo dice ella claro y alto:

“Si alguien me lee será por su propia cuenta y riesgo”

Acepto el envite, señora Clarice, después de todo hace años que la sigo en silencio.
Adelante con los retos, fuera con la mediocridad. Una proclama que parece gritármela ella.

¿ Y por qué leo a Clarice?

- Porque cuatro o cinco frases suyas contienen más profundidad que las trescientas o cuatrocientas páginas de muchos libros. Si para hallar ese tesoro tengo que abrirme paso por sendas farragosas y no pocos obstáculos, asumo el esfuerzo, en la medida que cuesta llegar a algo percibes la plenitud del gozo final.

- Porque siento que vuelvo a nacer como lector, porque una lectura suya es una transfusión de sangre nueva, que me limpia y descontamina de mil lecturas anteriores.

Esto es válido para mí, cada uno que decida el o el no en función de su naturaleza.

Cuando lees un libro que te remueve por dentro, tú mismo eres ese libro andante, eres todo eso que has leído durante unos días, tu vida se expande más allá de la piel porque el libro usurpa tu alma, después todo vuelve a desvanecerse.

Iba a decir que había algo que buscaba en esta lectura, descubrir esas palabras que se aferran al último aliento de vida, que habitan en el paisaje íntimo del yo cuando se ha llegado al final del camino, sin embargo siento que han sido ellas las que me buscaron a mí.

Página final del libro, últimas palabras:
“ Por mi parte, estoy. Sí.
  Yo… yo… no. No puedo acabar.
  Creo que… “

¿Veis? Los libros de Clarice no acaban…


6 comentarios:

  1. Fantástica entrada, Paco. Me encanta Lispector y sin embargo no he leído ningún libro suyo. Tengo varios en casa, este no (por poco tiempo, espero). Y me he aficionado a coger uno de ellos al azar, leer un trozo aquí, otro allá... Y volver a dejarlo en la estantería mientras yo tengo la sensación de que tengo mucho que digerir de lo leído. De momento así estamos Lispector y yo, cortejándonos.

    He visto más comentarios sobre Lispector en cuanto a que su escritura es muy sensitiva, y a fe que los pedacitos que leo lo son. Como microbombas, a mí me estallan dentro cada vez que ojeo alguna frase al azar de cualquiera de los libros de ella que tengo.

    Me ha fascinado tu entrada, Paco, casi tanto como cuando me asomo a Lispector. He hecho mías todas y cada una de tus palabras y tu forma de leer. Gracias.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Ana, muchas gracias por tus palabras, intuyo que tu naturaleza sabe captar matices muy sutiles. El placer de leernos es mutuo.
      Teniendo en cuenta que Clarice Lispector escribía muchas veces por impulsos, tu forma de leerla al azar, por impulsos, sea también la manera ideal de apreciar la volátil esencia de Lispector. Sigue con el cortejo, tal vez si formalizas la relación se rompa la magia. Creo que este libro que comenté es Clarice en estado puro, por eso su lectura ha sido espaciada, imprevisible, cercana, distante, placentera, agobiante… es Clarice. Un abrazo y gracias, Ana.

      Eliminar
  2. leí a principios de año Cerca del corazón salvaje. Una novela compleja, explora la personalidad de Juana a través de un diálogo interior al estilo de Joyce. Se dice que el título podría venir de un fragmento de Retrato del artista adolescente, cuando el protagonista recordaba su adolescencia:

    Estaba solo. Abandonado, feliz, cerca del salvaje corazón de la vida.

    ¡¡Qué frase!!

    Hablaba en la reseña de fogonazos de vida cotidiana, de sensaciones al modo de un diario de percepciones.
    Coincidimos en que su lectura es una especie de aventura que nos adentra en personajes siempre peculiares, normalmente amorales.

    Tengo que seguir leyéndola pero me he ido por otros andurriales, pero estoy segura que acabaré recalando de nuevo en ella y en esas frases que te dejan sin aliento.

    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Laura. Atinada apreciación cuando refieres la condición amoral de sus personajes, totalmente de acuerdo contigo, sus personajes, las más de las veces, dejan sus pensamientos al libre fluir de la vida, algunos parecen moverse allá donde los lleve el viento. Los sitúa en un escenario psicológico muy difícil de acotar y eso los libera de clichés que cercenan su discurrir. Tal vez padezcan la angustia de su propia indefinición, o quizás esa angustia solo resida en el lector, esos personajes son como las mariposas del campo que revolotean entre las flores sin una dirección aparente. Una gran frase la que has seleccionado, estupenda retroalimentación de sensaciones entre todos los comentarios. Gracias y un abrazo.

      Eliminar
  3. Una entrada colosal para una autora colosal. Sólo he leído 'La pasión según G. H.' hace unos años y aun recuerdo todo el tiempo que me tomé para reflexionar sobre sus líneas argumentales y su propuesta.
    Profunda observadora, comparto contigo que una frase suya tiene más sustancia que algunos libros que he leído.
    Supongo que volveré a su obra, pero es para tomarse el tiempo de leerla y meditar.
    Mi reconocimiento a tamaño esfuerzo, Paco. Gracias por recordarnos su literatura.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Hola Marcelo. Ante todo gracias a ti por comentar y hacerlo en la forma que lo haces. Alguien que tenga esa capacidad de contemplar la vida con tal profundidad y decida compartirlo, nos está haciendo un verdadero regalo. El día que menos te lo esperes estarás con uno de sus libros entre las manos, todo en Clarice es imprevisible, esa es su magia. Gracias, amigo. Un abrazo.

    ResponderEliminar