P. Castillo

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martes, 16 de junio de 2015

Adolfo. Benjamin Constant (Lausana, 1767 - París, 1830) 
Libro, Editorial Planeta, 1983, 128 páginas. Traducción de Gabriel Oliver.





He pretendido hacer de Benjamin Constant y su célebre “Adolfo” (1816), un postre (pues corta es su extensión), con la misión de facilitar la digestión de un plato tan exótico y especiado como fue Clarice Lispector.
Si la autora brasileña encaja bien en esa técnica gastronómica que hace de la “deconstrucción” su seña de identidad, en “Adolfo” (o Adolphe, según la editorial de que se trate), todo se aviene a la pregnancia, es decir, el principio de estabilidad, simplicidad y equilibrio de las formas.
Pero esta novela se ha revelado como un primer plato de exquisita elaboración.

Que se aborde la historia de una conflictiva relación sentimental puede parecer tan poco original como afirmar que “la primavera es un estallido de vida y de color”. En honor a la verdad no es un tema original.
Y sin embargo esta obra es considerada una pequeña joya de la literatura clásica europea.

El perfil autobiográfico que discurre por sus páginas es evidente , algo que afirmaba tanto la crítica de la época como personas cercanas a B. Constant. Aunque él  se apresuró a desacreditar tales afirmaciones no se pueden obviar muchos paralelismos entre la obra y el autor; la naturaleza de la relación paternofilial en esta ficción guarda un notorio parecido con la real.
Tampoco se puede creer la desfachatez de que Adolfo sea en sí mismo el señor B. Constant, eso sería caer en el absurdo de reducir algo irreductible como es la compleja personalidad del escritor, o de quien sea.

Hay un hecho en la vida de B. Constant que acaparó un protagonismo casi absoluto, el tumultuoso romance que mantuvo con la enigmática y no menos compleja Baronesa de Staël Holstein, conocida por todos como Madame de Staël. Una relación que se inició en 1794, a la edad de 28 años él y 27 ella.
Una mujer cuyo ingenio y vasta cultura rivalizaban con la de los intelectuales contemporáneos, incluido el propio B. Constant, algo que por lo visto le seducía tanto como le exasperaba. Sin duda M. de Staël, cuando proceda, merece otro extenso comentario.
La relación amorosa, traumática y apasionada, entre estas dos arrebatadoras personalidades constituye, según la opinión general, la columna vertebral de la obra.

Adolfo es un joven que, recién acabados sus estudios en la Universidad de Gotinga, se muestra ansioso por seguir respirando aire fresco, lejos de la incómoda presencia del padre, un alto funcionario del gobierno francés.
Éste, aunque persona de nobles principios y siempre indulgente con su hijo, es un ser cuya patológica timidez ha provocado que sus sentimientos paternos queden aprisionados en la esfera de su ensimismamiento.

“ Mi padre era para mí no un censor, sino un observador frío y cáustico
que, primero sonreía con irónica comprensión e, inmediatamente, daba por terminada la conversación dando muestras de impaciencia. Durante mis primeros dieciocho años, no me acuerdo de haber sostenido con él una conversación que durara una hora. Sus afectuosas cartas estaban llenas de consejos, eran razonables, sensibles; pero apenas nos hallábamos el uno frente al otro, adivinaba en él una falta de naturalidad que no acababa de explicarme, y que actuaba en mí de forma negativa y penosa.”

Así es, ese terreno de la ternura y el afecto que tantos padres dejan inexplorado por considerarlo insustancial. Esa es la relación de Adolfo y su padre, cordial pero sin sustancia afectiva. Con dicho “abono vital” crecerá el joven protagonista.
Atendiendo al deseo de independencia de Adolfo, su padre le enviará por una larga temporada a la casa de un conde alemán, amigo de la familia.
Y ahí se cruzarán los destinos de Adolfo y Ellénore. Ella, otrora perteneciente a una prestigiosa familia polaca asolada por la ruina, es la amante consentida en el círculo social del conde, éste no estaba esposado legalmente a ninguna mujer, se enamoró de la bella Ellénore y ella obtuvo la protección y seguridad  que le fueron esquivas desde su infancia.
Adolfo quiere experimentar ese extraño sentimiento que es estar enamorado, asiste fascinado a la transformación que tal estado provoca en un amigo. Está firmemente decido a vivir algo así, cuanto antes. Ellénore, diez años mayor que él, será el objetivo de sus ínfulas sentimentales.
Lo que en principio se convierte en un reto amoroso, fruto de la impetuosa irresponsabilidad juvenil, acabará siendo un vía crucis para ambos.
No sin esfuerzo, el retraído e indeciso Adolfo logra vencer la reticencia inicial de Ellénore.
Adolfo se siente pletórico, no por haber conseguido su propósito, sino porque en verdad la pasión le ha desbordado.

“¡Desgraciado del hombre que al iniciar una relación amorosa no cree que será eterna!
¡Desgraciado del que, incluso en el primer beso, conserva una funesta lucidez, y sabe que es posible que todo se acabe!“

La secreta y ardiente pasión inicial a la que se entregan los nuevos amantes en estos primeros meses irá diluyéndose ante una certeza que no ha dejado de atormentar a Adolfo desde el princio, él no la ama. Ella está dispuesta a morir por él.
La compasión será lo que impida al insensato de Adolfo abandonar a Ellénore. Fatídica elección.
Cuando Ellénore está junto a su pretendido, quien a pesar de no amarla la colma de atenciones y ternura, es ella misma, se libera de fingir amabilidad y gratitud hacia una clase social que siendo en todo exquisita y amanerada con la misma pérfida elegancia la desprecia.
Ellénore ama con locura a Adolfo, de hecho es la primera vez que ama a un hombre, y piensa que su amor es correspondido de igual modo.
Él, consciente del inmenso dolor que su confesión causará a Ellénore va postergando indefinidamente el fin de la relación. Adolfo considera que el sufrimiento padecido por aguantar esta unión, que solo le reporta la privación de su libertad, es más soportable que asistir al hundimiento de la bella Ellénore.
El deber ético que uno mismo se impone para impedir el dolor de otro, es la única razón, extinguidas las demás, para sustentar la relación. El fracaso está asegurado. La compasión hacia ella es una forma sutil de sufrimiento para ambos.
El protagonista se ha metido en un endiablado laberinto, arrastrando a su vez a Ellénore, del que no ve manera alguna de salir.
El mundo libre y la tranquilidad de espíritu que anhela están de puertas afuera, cuando parece que tiene la salida a su alcance vuelve a enredarse en ese amor imposible. Vive con la terrible angustia de perder la libertad cada vez que está a punto de alcanzarla.
Ellénore aún no es consciente de la peligrosa trayectoria que ha tomado la relación, pero lo será, por supuesto. Y cuando llegue ese momento se desvivirá, más si cabe, por él, hasta el punto de que Adolfo se maldiga a sí mismo por su desamor, desea amarla con todas sus fuerzas pero su corazón dice que no. Imposible salir bien parados de semejante situación.

Benjamin Constant construye un intenso relato narrado en primera persona por el protagonista, mediante esa prosa elegante que, en torno al amor, solo los autores franceses saben destilar.
B. Constant maneja con maestría la hondura psicológica de los personajes, y es capaz de mantener la tensión del lector sin recurrir a la mención explícita de sexo, algo que solo está al alcance de los grandes.
Esos complejos resortes psicológicos que actúan sobre los amantes para comportarse de la forma que lo hacen están expuestos con la clarividencia que suelen brindarnos los autores clásicos.

Ya he dicho que la historia no es original, pero las reflexión que suscita en cuanto a la dificultad de conciliar amor y personalidad me ha resultado de enorme interés, y al ser cuestiones intemporales nunca dejan de ser actuales.

Me hubiera gustado un poco más de recorrido en el personaje de Ellénore, pero teniendo en cuenta el carácter autobiográfico de la trama es lógico que el peso narrativo recaiga sobre Adolfo. Aunque la novela no se resiente por el “pero” que expongo, ni mucho menos.
Queda patente la imagen de la mujer, a través de Ellénore, como reflejo fiel de la época, es la de un ser absolutamente desvalido fuera de la protección dominante del hombre.

Hay un mensaje claro de B. Costant. El triunfo de la hipocresía social, una postura que se sustenta en la falsedad, sobre un sentimiento verdadero, la pasión de un amor incondicional. La falsedad se reproduce en la medida que la autenticidad no hace sino acrecentar su extinción.
El trágico final de la novela duele, porque lo auténtico, que siempre parece mostrarse en toda su plenitud, puede ser tan frágil como una gota de lluvia.






6 comentarios:

  1. Paco, construyes de maravilla todo el libro, y a pesar de que no me interesa mucho el tema, consigues que sea apetecible.
    A veces los libros, dicen que los buenos libros, son lo que nos llegan a transmitir sensaciones...
    No creo que caiga en la tentación con esta novela autobiográfica, por muy bien escrita que esté,...no me atrae la relación de Ellénore...su forma de quedarse sujeta a una vida con tan pocos alicientes. ¿Es eso amor? ¿Permanecer sin motivaciones personales en una relación? Y de relaciones conflictivas, ya tengo bastante en el trabajo...Sin embargo, lo que más me ha gustado, es como nos la presentas. Quizá le dedique unas horas a ojearla...¡¡quién sabe!! ¡¡Con los libros todo es posible!!

    Muchas gracias, Paco, y que tengas un feliz día lleno de buenas lecturas.

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    1. Hola María. Hay partes que no he contado para no destripar todo el libro, y para que no sea una reseña interminable. Ah, no, no creas que Ellénore se quedará sujeta a esa vida que lleva con el conde, esa sí tiene pocos alicientes. Ellénore hará todo lo contrario, dejará a su conde compuesto y sin novia, nunca mejor dicho. Lo abandona, deja atrás toda su vida anterior construida sobre una mentira, deja su posición social, la seguridad económica, la protección del conde y huye con Adolfo, ella se lanza al vacío con él, porque prefiere morir en el intento de sentir el amor verdadero, lo deja todo por abanderar la única causa que le ha merecido la pena, estar junto al hombre´que de verdad ha amado en su vida. Fue una verdadera osadía hacer eso, Adolfo se hundió aún más ante la responsabilidad de no hacer sufrir a alguien que había dado todo por él. ¿Cómo podría ser capaz de dejar a Ellénore después del sacrificio que asumió por él? La compasión de Adolfo fue al final más terrible que su desamor. Un abrazo María, espero haberte aclarado algo más el asunto.

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  2. Entre un primer plato y un postre no sabría cuál elegir, la verdad. Al primero llegas con hambre y al segundo con placer. Historias originales ya quedan pocas que abordar, por eso es importante el "cómo" ¿verdad?, o los matices que se ponen en primer plano. Y la parte autobiográfica en mayor o menor medida parece inevitable en un momento dado, en alguna obra de cualquier autor.
    ¿Por qué habrá tantas relaciones amorosas que además de apasionadas son traumáticas? La compasión en una pareja es letal...No he podido evitar leer el comentario de María y el tuyo posterior y no puedo más que estar de acuerdo contigo: la compasión es más terrible que el desamor.
    Por cierto, ya tengo en casa, y le he ido echando vistazos, Un soplo de vida...

    Un abrazo

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    1. Hola Ana, jejeje ¡ menudo dilema gastronómico acabas de plantear! Dicho así… tampoco yo tengo clara mi elección :(
      Sí amiga, me he preguntado muchas veces lo mismo, por qué la literatura tiene esa obcecación por el binomio amor-sufrimiento, quizás la indagación psicológica en ese escenario resulta más desconcertante, y por ello más atrayente, que la que pueda surgir de una personalidad complacida con todo. No tengo una respuesta clara, la verdad, pero desde que Adán Y Eva mostraron a la humanidad que no se puede amar sin sufrir… así nos va :))
      ¡Qué bueno que te hicieses con Un soplo de vida! Me alegra saberlo. Eso de ir echándole vistazos me parece una sabia decisión, Ana. Un abrazo!

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  3. Siempre había pensado en B. Costant como filósofo y político, no había pensado en acercarme a una de sus novelas.
    Les preocupaba mucho el amor, empezaban a considerar que la mujer tenía, incluso, sentimientos propios que no tenían porque ser los estereotipados y someterlos a los deseos del marido (bueno, esto solo minorías, claro).
    Que Ellénore se saltara el modelo de "buena" mujer y se arriesgara por encontrar el amor de "verdad" es una irreverencia que en el XIX aparecerá con cierta frecuencia y que siempre acaba mal para la mujer ¿será este el caso? Me da que sí.

    Abrazos!!

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    1. Hola Laura. Es cierto que el B. Constant político y filósofo ha suscitado más atención para los historiadores que el literario, su colaboración con Napoleón y las discrepancias que mantuvieron habrán acaparado el interés mayoritario. Aunque dicen las biografías que su novela "Adolfo" fue un "Best seller" de la época. Tu intuición sobre Ellénore no va mal encaminada, parece que Constant quiso ajustar cuentas consigo mismo y mostrar la falsedad del ambiente social en el cual creció. Un abrazo amiga!

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