La nieve es blanca y el cuervo es negro…
El pasado 25 de febrero, mientras desde un cielo nublado llovían bombas
rusas para sembrar el terror en suelo ucraniano, yo me tumbaba en la camilla del
hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, para dirigirme a quirófano, allí me
extraerían el reservorio insertado bajo la piel del pectoral.
Esto es un reservorio.
Me lo pusieron en 2011, es un sistema muy eficiente para recibir la
quimioterapia sin el riesgo que supone, por posibles quemaduras, haciéndolo por
vía intravenosa.
Once años con un cuerpo extraño bajo la piel son muchos años, debería de habérmelo quitado hace varios, pero por razones que no vienen el caso ahí se quedó instalado sin tener necesidad de ello.
Estuve esperando en una salita vacía una hora, desde las 7:40 hasta las 8:40 a.m. Al fin se acercó una amable enfermera, mayor que yo, y me preguntó:
En ese momento leía un libro, un ensayo sobre el budismo zen del maestro Daisetz Teitaro Suzuki.
Capté como su atención se desviaba silenciosa hacia el libro. Contesté a su pregunta.
“Sí, estoy tranquilo, a estos sitios suelo venir con mis propias medicinas (enseñándola el libro) para serenar la mente”. Respondí.
La enfermera sonrió.
Ya me tumbo en la camilla, ahora es una celadora corpulenta la que me dirige con una mano (impresionante), a la vez que utiliza la otra para hablar con el móvil.
De alguna manera percibo mi vulnerabilidad frente a ella, yo tendido en
la camilla, ella con paso firme y sin titubear sortea las contingencias, me veo
bajo su manto protector, la siento cual diosa Atenea (diosa griega de la
fuerza, entre otras virtudes), conduciéndome por las estancias.
No atiendo a su conversación telefónica. Miro absorto al techo de los diferentes pasillos que atravesamos, y sus luces, ora paneles cuadrados, ora redondos. Estas luces me parecen lo que son, frías y artificiales.
Oigo un rumor de voces, nos aproximamos más deteniéndonos unos instantes.
Esta vez sí pongo interés en la charla, escucho términos médicos que me
suenan complicados, palabras que tienen que ver con patologías específicas y
una conversación en la que concluyo que la hablante es una doctora, lo curioso
es que refiere algo de su padre, por lo que escucho, un señor de noventa y
tantos años creo oír, que presenta un serio problema pulmonar a tenor de lo que
dice la doctora, es decir, su hija…
“Bueno, veremos lo que sucede, a esperar…”
Retumba esa conclusión, pero el tono de las palabras es tranquilo, transmitido por alguien que está familiarizado con el milagro de la vida y la presencia inevitable de la muerte. Todo se dirime entre esas dos variables.
Iniciamos de nuevo la marcha y me percato del diferente color de los techos que he ido divisando; de color azul, luego naranja, después verdes, amarillos, etc.
Supe luego que cada tonalidad tenía su razón de ser, creí entender que
cada una respondía a una especialidad; oncología, cardiología, pediatría, etc.
Aunque no estoy del todo seguro.
Llegó el momento. Se presenta Arieta, así se llama la sanitaria que me quitaría el reservorio. Para la anestesia local me dieron una serie de pinchazos bordeando el aparatito, creo que fueron seis o siete.
Durante los aproximadamente 25 minutos de la intervención, que en
realidad era un procedimiento sin gran dificultad, Arieta resultó ser una buena
conversadora, lo que agradecí.
Comenzó diciéndome que vivía en la sierra madrileña, y que una de sus
rutinas también era pasear por el campo, como hago yo. En definitiva hablamos
de la vida, sin más. En un hospital no se empieza hablando de la muerte, sino
de la vida.
“Bueno, casi hemos acabado”, me confirmó Arieta.
Noto que se aleja, puede que a una estancia aledaña, y comenta algo con una compañera, el silencio me permite escuchar bien.
“Pero bueno, ahora que hay llovizna abrid un poco alguna ventana, que entre el olor a lluvia".
Es una mujer de campo, sí…
Se me acerca, da un último retoque y me dice: “ya está Francisco, todo
muy bien. Ahora te llevan a recoger tus cosas. Qué tengas un buen fin de
semana”.
“Muchas gracias, Arieta”, es todo lo que acierto a decir. Ella sonríe afectuosa ante mi sentida muestra de gratitud.
Acto seguido pienso en el libro, recordando que lo dejé guardado en un amplio bolsillo del chaquetón. Me acucia el deseo de leer algún pasaje mientras abandono el edificio.
El libro del zen. El aroma a lluvia. Bombas que caen desde un cielo distante.
La realidad es extraña, a veces se convierte en un manto nebuloso en donde todo se (con)funde.
Daisetz afirma que vivimos aprisionados en nuestra dualidad:
Y a partir de ahí juzgamos y analizamos la realidad.
Y dice, más o menos; es aquí donde nuestro leguaje cotidiano falla para transmitir con rotundidad el significado exacto de las cosas.
Por eso el maestro zen no juzga ni analiza la realidad, solo observa en silencio.
Pero claro, yo no soy Daisetz, ni lo pretendo.
No obstante, me resulta enriquecedora su lectura, aunque solo sea para
zafarme un momento de la endogamia intelectual, contemplando el panorama desde
otro punto de vista, un saludable intercambio de perspectivas. Sumar.
Sí, enseguida me viene a la cabeza el asunto de Ucrania… y me digo que allí lo que cae del cielo son bombas, y que el aroma de lluvia se ha convertido en un terrorífico olor a pólvora y muerte. Y esto no es un juicio, es una siniestra certeza.
Pasado un rato llamo a mi mujer, sobre las 9:45 am
“Todo ha ido perfecto”
“Ay, qué bien”. Responde ella.
¿Y las niñas?
Siguen durmiendo, dice Araceli.
Bueno, salgo para casa.
Me voy a casa… y algo tan cotidiano se transforma en un inmenso
privilegio.
Regreso a mi hogar, donde posiblemente encontraré a mis hijas en un cándido sueño aún.
A la par, miles de personas salen de sus hogares en Ucrania, atemorizadas,
ignorando si podrán volver a su casa, si se mantendrán en pie tras las bombas que
los asedian, o solo quedarán escombros chamuscados.
Dejan a sus espaldas toda una vida, se percibe la angustia con el ruido de las sirenas.
Llego a casa, a unos pocos metros de entrar. Ningún ruido. En los alrededores reina la calma y el silencio, amenizado por el trino de los mirlos, hermanando sus cantos, como decía Valle Inclán en "Sonata de primavera":
"Los mirlos cantaban en las ramas, y sus cantos se respondían encadenándose en un ritmo remoto como las olas del mar"
Antes de acceder al calor hogareño alzo la vista hacia el perfil montañoso de la sierra. En las cumbres más altas de Guadarrama la nieve hizo acto de presencia por la noche, extendiéndose cual fantasma sigiloso por los riscos.
Al aproximarme al portal veo la luz de la cocina encendida. Sé que mi mujer acaba de preparar café para los dos.
Empieza a llover suavemente, respiro hondo el aire limpio y recién lavado, una intensa fragancia a arizónicas flanquea mis pasos.
“La nieve no es blanca, el cuervo no es negro.”
La lluvia me moja con delicadeza, como una caricia de rocío… Qué
complejo es todo.
Cavatina...
Me alegro sobremanera de que todo haya ido bien.
ResponderEliminarLlevo insertado un DAI, es aparatoso y me produce ciertas molestias, pero son más las ventajas que los problemas que tendría sin él. Se a lo que te refieres.
Un abrazo fuerte.
Sigue escribiendo y mandando fotos del campo, me gustan.
Salut!!!!!
Era una intervención muy sencilla, Miquel, sin gran relevancia excepto por el acontecimiento simbólico de despedirme del aparatito... Once años dentro del cuerpo. Lo tuyo, el DAI, es más complejo, mi madre lleva un marcapasos, uno aprende a vivir con esta "compañía".
EliminarMuchas gracias por tu presencia, amigo.
Sigo escribiendo y retratando la vida del campo. Cuídate y salut ;)
Rusia es culpable, Ucrania, inocente.
ResponderEliminarRusia no es culpable, Ucrania no es inocente.
En este caso, también hemos de considerar la no dualidad. Nadie es inocente, nadie es culpable. Ambos son inocentes, ambos son culpables.
La no dualidad choca con nuestros registros mentales binarios.
Me interesa el libro de Introducción al budismo zen de Teitaro Suzuki. Uno siempre está comenzando.
Abrazo.
Así es, estimado Joselu, somos prisioneros de ese pensamiento binario, por eso nuestros juicios y análisis caen amenudo en el simplismo ramplón.
EliminarAhora bien, es un hecho indiscutible que Putin (me parece más apropiado decir Putin que Rusia) está bombardeando Ucrania, y acabando con la vida de civiles indefensos e inocentes. Tendrá que responder de ello ante el mundo y la historia, y acarrear con las consecuencias. El libro de Teitaro es muy gratificante, si no lo encuentras me dices.
Un abrazo!
Muy bueno tu texto y muy buenas las fotografías que lo ilustran. Gracias. Y muchas gracias también por acordarte de los mirlos, como Valle Inclán. Me identifico plenamente con las cosas que dices y con cómo las dices. Me alegro que todo haya ido bien. Por cierto, un poco de zen creo que no me vendría mal, seguramente mejor que el Tranquimazín...
ResponderEliminarHola, G.Uribe. Gracias a ti, que me dedicas tu tiempo.
EliminarLos mirlos son pájaros muy ligados a mi niñez, cuando era pequeño, la ventana de mi habitación daba a un jardín con un bonito pruno, y allí siempre anidaron mirlos, era lo primero que escuchaba cada despertar. Pues sí, un poco de zen nos vendría bien a todos, tal y como está el patio...
Un fuerte abrazo y a cuidarse!
Te leo en silencio tratando de entenderte
ResponderEliminarUn abrazo desde la vida y las playas
El silencio es sanador. Un abrazo que te envío con el viento, aquí no tengo playa.
EliminarQué entrada más curiosa. Me maravilla como eres capaz de enlazar una estancia en el hospital para una pequeña intervención, con un libro de introducción al budismo, la lluvia, el color (mentiroso) de la nieve y el cuervo y tu casa y tu familia en la mañana. Por no hablar de la sombra de Ucrania que lo cubre todo con un manto de terror e irrealidad. Menos de treinta años desde que se desangró Yugoslavia, y Europa vuelve a sangrar. No voy a preguntar si es que nunca se aprende de errores pasados. Ya sé la respuesta.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Rosa.
EliminarDesde pequeño tenía esa tendencia mental a asociar cosas e ideas en apariencia dispares, e incluso escribía mis historietas aplicando ese "juego". Luego ya es cuestión, a edad adulta, de buscar las conexiones o construir los puentes entre las diversas orillas, no hay más, yo creo que lo puede hacer cualquiera que disfrute escribiendo y leyendo, tú lo has hecho muy bien en algunos de tus relatos, para los retos blogueros que has participado.
Es obvio que no podemos zafarnos de la realidad, y ésta ahora tiene un nombre; Ucrania, Ucrania y Putin para ser más exactos.
Efectivamente, amiga Rosa, la respuesta a esa pregunta la sabes tú y la sabemos todos. La historia de la Humanidad está atravesada por la rivalidad y las guerras entre pueblos, vecinos, países... Triste recorrido el nuestro.
Un beso.
No hay nada enteramente negro ni nada enteramente blanco, pero parece que no sabemos entender el mundo de otra manera porque, ciertamente, todo es muy complejo.
ResponderEliminarQué cierto también eso de que un regreso cotidiano a casa puede ser un inmenso privilegio.
Tu entrada trasmite mucha calma, supongo que por esa mezcla de lectura budista, lluvia y ambiente aséptico de hospital, el cual siempre me hace pensar en el color blanco. No viene mal esa calma con la loca situación entre Rusia y Ucrania.
Un abrazo, Paco. Me alegro de que, aun tratándose de una intervención sencilla, todo haya ido bien.
Se hacen juicios muy simples, análisis desde el salón de casa sobre esto y aquello y lo de más allá...
EliminarEn ese sentido pretendía, mediante el ejemplo de la nieve y el cuervo (tomado del libro de D. T. Suzuki), mover a la reflexión sobre la complejidad de tantas cosas que nos rodean, por ejemplo esta infame guerra encabezada por Putin, un personaje siniestro.
Y a la vez, he contrapuesto esa actualidad ingrata con la cotidianidad de una persona normal y anónima como yo, que observa la guerra desde la distancia, viviendo mi vida, como no puede ser de otra manera a pesar de todo.
Esa mañana de la intervención fue a primera hora y, efectivamente, el día despuntó con calma y silencio, con la promesa de una lluvia necesaria para el campo. En un mismo minuto ocurren las cosas más dispares en el mundo.
Muchas gracias, Lorena, un fuerte abrazo!
¡Querido Paco!
ResponderEliminaruna suerte toparte con una mujer-sanitaria de campo para hacerte menos pesada la intervención, me alegra que te hayas quitado el reservorio, señal de que todo va viento en popa
Lo de Ucrania..., pues es tremendo que a estas alturas de la vida, del mundo, se vivan cosas así, que la gente como tú y como yo, tenga que vivir algo así, que de la noche a la mañana no tengan una casa, un hogar al que regresar, por un loco con ansias de dominio y poder y da miedo el futuro, mucho miedo.
Me siguen encantando tus entradas hablando sobre cosas tan distintas, pareciendo como si todo estuviera relacionado y me encanta y me alegra leerte
Besos, amigo!!
¡Hola querida Marian!
EliminarDesde luego que fui afortunado, em encontré unos profesionales comprometidos en que estuviese lo más cómodo posible, pienso que somos privilegiados por contar con los sanitarios que tenemos, se los rifan en el extranjero, por algo será.
Es un mazazo para la moral asistir a estas guerras, que la paz y estabilidad del mundo, la paz entre millones de personas, dependan de la personalidad megalómana de unos pocos individuos; Putin (como antes Trump, Kin Jong-un, etc ), es una ecuación que no debería existir, una aberración en el funcionamiento del mundo. Nos afectará a todos.
Gracias por tu compañía, apreciada Marian.
Besos!
Me alegro de que la cirugía haya salido bien, como dices en momentos así nos volvemos conscientes del privilegio de lo cotidiano.
ResponderEliminarNo hay verdades absolutas y en el drama de Ucrania hay desde hace muchos años una población divida en dos sentimientos muy diferentes, lo que me plantea dudas sobre si los buenos son tan buenos como parecen y los malos, tan malos como nos dicen.
El mundo está revuelto, pasamos del caos de la pandemia al caos de la guerra, parece una pesadilla. Pero en el refugio de nuestra cotidianidad, mientras podamos, podemos ampararnos en el amor que damos y que recibimos.
Besos
Muchas gracias, Ana.
EliminarComo decía, fue una intervención sencilla, y lo cierto es que el reservorio ya llevaba de inquilino mucho tiempo... ¡había que echarlo! jeje.
Así es, Ana, no hay verdades absolutas como bien dices, y sin embargo buena parte de la humanidad actúa como si estuviesen en posesión de algún dogma incuestionable, inamovible, y eso termina por generar fricción y conflicto.
Ampararnos en en el amor me parece una idea maravillosa, son esas grandes ideas que tenéis las mujeres con mucha mayor frecuencia que nosotros, los hombres.
Cuídate, besos!
Me alegro que estés bien
ResponderEliminarpara que el círculo se cierre como curiosidad y partida, Arieta en euskera significa : peñascal, pedregal, lugar de piedras.
supongo que debía ser así;)
cuídate mucho
Me cuidaré, querido amigo.
ResponderEliminarAhora que me explicas el significado de Arieta en vasco, puedo explicarme bien la naturaleza caminante de Arieta. Y cierro el círculo.
Gracias, Wineruda. Cuídate.