P. Castillo

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martes, 12 de mayo de 2020

Los pescadores (1923). Raul Brandão ((Foz do Douro, 1867 — Lisboa, 1930).

Miraguano Ediciones, 1992, Colección Amura, dirigida por Carlos González del Pie. Traducción, introducción y notas de María Tecla Portela Carreiro. 166 páginas.




Raul Brandão, "Los pescadores". Foto, Paco Castillo.


En el salón de casa tenemos un cuadro que mi mujer y yo compramos hace unos 14 años, curioseando una mañana dominical por el Rastro madrileño, vimos una tienda de artilugios varios en donde todo se dispone en “caótico orden”, como esos antiguos desvanes custodiando sus reliquias que vemos en el cine, en el fondo el Rastro es eso, un desván con todas las pertenencias de los abuelos… o, matizando situación mediante, era eso.


Araceli se encaprichó del cuadro por una razón, le recordaba mucho a su pueblo peruano, cuando de niña recogían el maíz y el café de sus chacras.


El cuadro del salón.


Frente a este cuadro he terminado hace poco el libro, por la mañana temprano. Cerré la última página mirando a esta pintura de apacible escena rural, transmitiendo serenidad en su humilde combinación de colores, los justos y necesarios; el azul del cielo, el dorado de los cereales en el campo, algo de verde en unos árboles, y el blanco conciliador de las  casas encaladas, con esa nota alegre del faldón rojo de la campesina.



A saber en qué hora del día situaría el artista dicha estampa, pero el cuadro ya pertenece a mi mirada, y como hay algo de mí en él y viceversa, veo a esas campesinas faenando al despuntar la mañana, al ser una claridad que me gusta apreciar en el paseo campestre, así es la pincelada horaria que añade mi imaginación.

Este despertar matinal en el cuadro, tiene mucho de los amaneceres de pueblo silencioso que el confinamiento ha recuperado para mi localidad, que ya hace muchos años renegó de su condición de pueblo, convirtiéndose en una rutilante ciudad a las puertas de Madrid.

Paradójicamente, el coronavirus nos ha devuelto al pueblo (al menos en el silencio y tranquilidad) que ya no éramos, lo disfrutaremos en esta extraña pausa que se ha tomado la existencia, algo es algo.

Podría comentar, sin ninguna pretensión artística por mi parte, ese cuadro campesino con sus cuatro colores, azul en el cielo, el dorado de la mies (el cereal ya maduro), el verde de los árboles y el blanco de las casas… y las impresiones serían válidas para "Los pescadores" de Brandão, pues uno y otro parecen emanar del mismo espíritu creador, en donde los colores de la vida, unos pocos nos bastan, determinan el sentido de todo lo que importa a los ojos, la mente y el corazón de esos pescadores lusitanos.




Me quise llevar el libro a Lisboa cuando estuve el año pasado, pero se me olvidó en el escritorio junto a otro candidato, Invierno en Lisboa, de Muñoz Molina.

Los dejé preparados por lo noche en la silla del escritorio y ahí se quedaron, junto a mis prismáticos para observar a las gaviotas y las aves marinas sobrevolando a los pescadores lisboetas en sus bateiras, pero igualmente los contemplé.

Al menos unos libros sí me llevé, no os creáis; escritores portugueses, como Brandão aunque se quedara.

Ansiaba leer en alguno de esos libros la palabra “saudade” en su feudo atlántico, asomado al balcón de mis anfitriones (un familiar de mi mujer) en el tranquilo vecindario lisboeta de Verderena, y doy fe que viví la experiencia, fue una mañana asomado al balcón viendo caer (y mojándome con placer) lluvia fina, mientras miraba a una señora mayor, con un caminar algo derrotado bajo su paraguas, alejándose, pero sin prisa por llegar a ningún lugar, por la callejuela que moría en un trocito de cielo grisáceo, pero eso ya lo contaré, si me apetece, cuando invite de nuevo a Fernando Namora por aquí con su Río triste.


Verderena, Lisboa, mañana lluviosa, de "saudade". Foto, Paco Castillo, verano 2019.



En cuanto a esta deliciosa narración, bellísimamente escrita, Brandão, hijo y nieto de pescadores, comienza con esta dedicatoria:


A la memoria
de mi abuelo,
muerto en el mar


Criado en una modesta villa de marinos, el autor nos acerca a estas gentes del mar, incluso traspasamos el umbral de sus puertas y curioseamos las modestas casas, decoradas con la humildad de los pobres, y con improvisados altares para alguna Virgen a quien rezar, cada vez que los hombres se echan a la mar, en femenino la nombran ellos, como si al ser una madre hubiera de ser más indulgente… a veces hay que ampararse en el consuelo de ciertas palabras.


Hay que señalar la excelente traducción de María Tecla Portela Carreiro, pues traducir a Brandao es todo un desafío, con una lenguaje sinuoso, de vocación lírica y registros complejos de trasladar al español. Tremendo trabajo y mérito de María Tecla.



Arranca Brandão con las calles de su niñez:

“ -Foz do Douro-

La Foz es para mí la Corguinha y el Monte con el río de la Villa atravesándolo, y la Calle de la Cerca hasta el Farol. Lo que está más allá no existe… Solo me importa el pueblo de pescadores y marineros que creció naturalmente como un ser (…).
Y aún esa Foz se reduce cada vez más en mi alma a un rinconcito: a media docena de casas y de tipos que conocí de pequeño, y que retengo en la memoria con raíces cada vez más hondas en la saudade, y más vivas a medida que me entraño en la muerte.
El mundo que no existe es mi verdadero mundo.”

Pero la misma importancia que los pescadores, tienen para Brandão sus curtidas mujeres, sean madres, hijas, hermanas, o abuelas cuyas arrugas son cauces de lágrimas por aquellos maridos, padres o hijos que el mar sepultó in perpetuum.


En el baile de la hoja
Llevada
Por el viento,
Va mi pensamiento…

En la ceniza diluida
Derramada
Por el río,
Va mi mirar frío…

Y en tu sonrisa
De la más lisa
Quietud…
Mi corazón…

CRISTOVAM PAVIA (1933-1968)



Foto, Paco Castillo, por los alrededores de casa.

Y las palabras de Brandão nos hablan a través de los colores, por ejemplo los que irradian aldeas ribereñas que se pegan como lapas a la costa portuguesa. El libro parece haber sido escrito sobre la paleta de un pintor, tonalidades que se funden con los cuatro elementos naturales que todos aprendimos en la escuela; Agua, Tierra, Fuego y Aire.

El Agua es el mar que abraza al litoral portugués y las riberas de sus pueblos pesqueros, mirando al Atlántico y al Mediterráneo. La Tierra son esas mismas villas de pescadores, lugares pobres de solemnidad, es decir, que nunca reclaman compasión alguna, solo son pobres en pertenencias, pero inmensamente ricos en la amplitud de su horizonte, y eso les reconforta en su penuria. Es parecido a lo que afirmaba Albet Camus sobre su infancia humilde, una pobreza que él no consideraba, cuando la cándida luz meridional era un tesoro que tenía a espuertas.

La niebla también es luz, una luz que se deshace como la harina entre las manos, así nos lo cuenta el  escritor portugués:

"En Sagres asistí a una neblina extraordinaria. Aparecieron primero unos copos en el cielo, y la luz se volvió luego más azul, pegando su azul a la piel, mojando de azul las manos extendidas. Después la niebla, que en Verano dura segundos, se doró y subió al aire, volviendo el horizonte más ilimitado y fantasmagórico…"


Y así mismo La Tierra son los pinares y la fragancia resinosa que Brandão, llevará hasta su muerte.



Fuego, afortunadamente en “Los pescadores” el Fuego solo es una ensoñación de la luz, una estampa de Turner como cuenta el escritor, está en los ocasos del litoral, cuando se tiñe de color fuego.

El Aire es la luz, elemento por excelencia en la narración. Es esa claridad que, huyendo de la inmensidad oceánica, entra a raudales en los pueblos meridionales, y sus casas encaladas reciben el azul del cielo y el azul del mar en los días generosos del estío. O se ven desdibujados por las pinceladas vaporosas, un tanto impresionistas, del otoño y el invierno.

Pero aquí, porque así habrá querido Brandão, campea más el azul, en el cielo y en el mar, a veces el cielo roba más azul al mar, y en otras ocasiones se lo hurta el mar al cielo, pero lo hacen sin acritud, son pequeños botines que ambos se dejan sisar.

Sabe Brandão lo que ofrece, como hijo de pescadores criado en uno de esos pueblecitos con modestos altares y relicarios en las casas, en donde todos hablan de bateiras, saltadoiros o caldeirada (plato de pescadores).

Y desfilan nombres de esos pueblos inmemoriales de pescadores, hermosos nombres…

Povoa de Barzim, Ancora, Gontinhaes, Belinha, Nazaré, Mira…


También, claro está, conoce la dureza de esa vida en pugna con el mar, pues los pescadores siempre conviven con la angustiosa certeza de que ellos necesitan al mar, mas el mar no tiene ninguna necesidad de ellos. Y lo demuestra en no pocas ocasiones, cuando un amanecer parte la bateira de Belinha, pongamos un villa, y el amanecer da paso a la noche, y esa noche a todas las noches de una vida consumida por la pena, pues de aquellos pescadores que partieron jamás se tuvo noticia, nunca regresaron a tierra, simplemente fueron engullidos por la mar invernal.

 “Las nieblas anuncian el invierno. Empiezan a llegar las nieblas compactas, que se meten por las narices y huelen a mar y a humo.”

Esa mar reclamó su tributo de muerte que los pescadores y, sobre todo, sus mujeres llevan incrustado en su alma.

“Mi abuelo paterno partió un día en su lugre; mi abuela Margarita lo esperó desde los veinte años hasta la muerte, desde los cabellos rubios que le llegaban a los pies hasta los cabellos blancos con que se fue a la tumba.”



A pesar de ello, como decía un percebeiro gallego, Paco, tocayo mío, que vi en un documental de TVE hace poco, al preguntarle  si le merecía la pena el enorme riesgo de su oficio, respondía…

“El mar es tu horizonte, es una manera de ser, es parte de tu vida.”

Afirmaba esto mirando al mar, frente a uno de esos ocasos en los que Brandão echa mano de Turner, y especialmente del Fuego, que es ese sueño vespertino que tiene la luz cuando se harta del mundo, y se retira hasta un nuevo amanecer.

Puede que allí anhelen llegar los pescadores que jamás regresan, al lugar que hay más allá del mar, a donde descansa la luz…




Nazaré, pueblo portugués de pescadores, Brandao lo cita. Y aquí lo llama el susurro del mar, solo el mar, pues lo único que se escucha…




Pero también os regalo una poesía de la portuguesa Almeida Garret, "Barca bela", cantada por Teresa Silva Carvalho, deliciosa voz...


24 comentarios:

  1. Sin haber abierto el libro ya me has trasladado a él.
    Una bellísima disertación que ya querrían muchos escritores cuando les presentan un libro. ¡y mira que he asistido a presentaciones desde mi otra página de Escritores Recónditos¡
    me gusta la comparación con el cuadro, que si es simple de factura pero complejo en su belleza. Tampoco es fácil pintar, como no lo es el escribir.
    Yo sólo he escrito un libro, el otro era un compendio de libros, y me fue complejo, y no vendí nada, si a nada se le puede decir no más de trenta ejemplares...
    Buena presentación, insisto. Veré si cuando esto acabe o se tranquilice lo podré encontrar en la biblio. Ahora se empiezan a acumular lecturas, y no de Hegel y demás vive el hombre.
    Un abrazo
    Salut

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    1. Agradecido por tus palabras, me resultan muy estimulantes, y lo mejor de todo es haber logrado que te traslades al libro, ese es mi objetivo, no tanto exponer los detalles literarios del libro (aunque a veces también, pero en muy menor medida), como expresar mis sensaciones, por eso jamás llamo a mis entradas reseñas literarias, porque no lo son ni lo pretenden, para eso hay otros más apropiados que yo, y que además leo, no a todos, eso sí. A mí lo que me interesa es transmitir no ya la historia del libro, sino la historia que acontece entre el libro y yo, ese es el objeto de mi blog.

      El mundo del escritor apartado de los laureles es arduo, la satisfacción se queda en haber logrado escribir un libro, que ya es todo un esfuerzo, tú lo sabrás bien.

      Ojalá consigas leer Los pescadores, muy bella narración.
      Gracias, Miquel, cuídate.

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  2. Has tocado dos asuntos que me cautivan: Portugal y una aldea de pescadores y la vida de los mismos. Soy un enamorado de Portugal, una tierra donde nunca me siento fuera de casa y donde he sido tratado con enorme consideración y respeto. Me encanta Lisboa, el año pasado estuve dos veces en pocos meses. Y he pasado navidades en el Algarve donde hay pueblos de pescadores con Lagos y otros cuyos nombres ahora no recuerdo. No hay para mí recuerdo más feliz que los de esos inviernos pasados en pueblecitos costeros del sur de Portugal. Tiene para mí Portugal un ritmo, una música, un estilo elegante y moderado que me seduce. Los portugueses hablan en voz baja y eso me gusta mucho a mí que soy tan gritón como maño que soy. Desconocía a este autor, de hecho conozco poco de la literatura portuguesa salvo algunos clásicos y el admirable Saramago. Puede que el progreso nos haya traído bienes maravillosos como la medicina, tal vez la tecnología -aunque esta es a la vez el progreso más limitador de la libertad-, pero la vida de antes, la que refleja este libro tenía una belleza y una bondad que nuestro tiempo no posee. Un cálido abrazo.

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    1. Conocí el Algarve hace muchos años, cuando era un veinteañero y fuimos la pandilla madrileña a Huelva, teníamos un apartamento alquilado entre cinco amigos, pero decidimos ir para allá dos días antes del alquiler... total, que en esos dos días nos pasamos al Algarve y por allí estuvimos deambulando, durmiendo en una pensión y el segundo día en la playa durmiendo la borrachera, lo que queríamos era algo de juerga y playa. No fui más a Portugal hasta el año pasado, claro... ya con una mentalidad y propósito en las antípodas de mi escapada juvenil. Mi mujer tiene un familiar allí, en el vecindario de Verderena, en las afueras de Lisboa, pues está en la orilla opuesta de Tajo, por lo cual tomábamos el transbordador fluvial y en 10 minutos nos dejaba en Lisboa, ciudad de la que quedé absolutamente prendado, bellísima, muy elegante y además acogedora, eso sí, por entonces atestada de turistas... ya no. Yo tampoco es que haya leído mucho de su literatura, excepto unos pocos autores, pero podría recomendarte a Fernando Namora si nunca lo has leído, sobre todo la Llanura de Fuego, que a mí me deslumbró. Creo que el Síndrome de Stendhal con Florencia bien lo podría aplicar yo con Lisboa, volveré, sin duda.
      La vida del pescador es de una dureza sin par, sin embargo tiene un enorme poder de seducción en su faceta literaria, ahí tienes Moby Dick.

      Los pescadores de Brandao tienen en su esencia esa saudade de la que hablan los portugueses, a mí me ha llegado de algún modo.
      Un cálido abrazo, Joselu.

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  3. Precioso el cuadro y preciosa toda tu entrada sobre "Los pescadores" y sobre Lisboa. Es una ciudad que, por desgracia, ha sido tomada por el turismo y me dicen que se ha destrozado de tanta gente como la visita(ba). Imagino que la situación de alarma habrá revertido esa situación.
    La última vez que estuve en Lisboa fue en 2010 y era un sitio asequible en el que podías ir a cualquier sitio sin problemas. hace dos años, fueron unos amigos y me contaron cosas increíbles: miradores atestados de gente, colas para el ascensor del Chado, dificultades para coger un tranvía, la Alfama llena de turistas... Un virus leve es lo que hoy emplea la Tierra para ponernos en nuestro sitio. Como sigamos retándola nos enviará uno grave y a ver qué hacemos.
    Por cierto, la foto que pones "por los alrededores de casa", más parece un cuadro que una foto. Es preciosa.
    Un beso.

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    1. Has tenido justo la sensación que yo tuve con esa foto en los alrededores de mi casa, cuando la vi tuve el mismo pensamiento; parecía una pintura, a mí me encanta, de hecho tenía pensado ponerla ya de cabecera en el blog, y es lo que haré.

      Así es, Rosa, Lisboa es otra de las ciudades en las que resultaba difícil moverse por la enorme cantidad de turistas, aunque ya ves ahora el panorama...
      Los pescadores ha sido una lectura muy sensitiva, inspiradora, y eso me ha condicionado, para bien, al escribir la entrada, a veces sale todo muy fluido... y otras me cuesta un mundo encontrar las palabras y el tono que quiero, c´est la vie, que dicen los franceses.

      La Naturaleza tiene mucho aguante con nuestras tropelías, pero estamos tensando demasiado la cuerda, y...
      Muchas gracias, Rosa.
      Beso.

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  4. «El mundo que no existe es mi verdadero mundo». Y tan solo se necesitan cuatro colores para pintarlo porque en lo básico está lo importante. Parece que se nos olvida, que se lo lleva el mar. Será por eso por lo que los pescadores han de salir a faenar.
    ¿Y cómo es que ahora pintas fotos, Paco? Bien podrías poner tu fotografía de por los alrededores de tu casa junto al cuadro del salón.
    Un abrazo

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    1. Esa frase que has remarcado es de las mejores, una de las que más me han dicho con menos.
      Los pescadores, a parte de la vida que magistralmente se narra de ellos, es toda una oda cromática. Esa gran foto me costó varios intentos fallidos...
      Un abrazo, Lorena.

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  5. ¡Hola Paco! curiosamente el coronavirus igual que nos quita, algo nos devuelve a cambio, en tu caso te ha devuelto ese pueblo que aunque ahora no lo pueda disfrutar, ya sabes que es un poco mío porque mi trabajo está en él. Por cierto, me enacanta la foto nueva de la cabecera de tu blog, y como ha captado los colores de esa primavera que está ahí afuera pero que los que vivimos en la ciudad no podemos disfrutar. Que maravilla tener esos alrededores de tu casa.

    Respecto al libro, ya sabes que yo me muevo por otros argumentos, pero me parece muy interesante (como siempre) todo lo que cuentas sobre él y algunos de los párrafos que destacas, denotan esa parte poética del autor (el de las nieblas, curioso en plural, no en singular, compactas, que se meten por las narices y huelen a mar y a humo, es genial)
    Esperemos que pronto puedas (podamos) volver a nuestras bibliotecas, aunque creo que eso de andar cotilleando entre las estanterías, hojeando uno y otro, se va a acabar de momento (algún día supongo que todo será como antes, tengo esa esperanza)
    ¡Un besote!

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    1. Hay que ver la luz en las penumbras, Marian, algunas cosas de esta situación lamentable pueden analizarse desde otra óptica más tranquilizadora, sin que ello nos haga perder la dimensión del asunto, claro está. Ignoro si conocías Pozuelo mucho antes de tu trabajo, yo me he criado aquí, así que he vivido el ambiente de pueblo que tuvo, y después su crecimiento imparable hasta convertirse en la ciudad que es hoy, bueno, como todo, tiene sus pros y sus contras.

      Sí, conozco tus preferencias lectoras, y suponía que este libro no es uno de tus candidatos, nada que decirte al respecto, tú sabes mejor que nadie aquello que te interesa y has de disfrutarlo.
      Me sumo a tu último deseo.
      Cuidaros mucho, Marian!!

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  6. Hola, soy Marybel del blog Anonyma Veneciana (https://anonimaveneciana.blogspot.com/) y es mi primera visita a "Palabras a favor del viento". De entrada decir que desconocía esta obra y su autor; de literatura portuguesa sólo he leído a Saramago, Pessoa, algo de Tavares... y todos tienen esa virtud tan difícil de reseñar como esencial que Stevenson llamaba “encanto“. Tu propuesta parece que sigue la misma línea.
    Gracias por compartir.
    Un saludo

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    1. Hola, Marybel. Bienvenida por aquí. Siempre es satisfactorio dar a conocer un autor, con eso ya me doy por contento. has leído a magníficos representantes de las letras portuguesas, siempre que pienso en ellas, me digo aquello de... tan cerca, tan lejos, por el escaso eco que tienen aquí.

      Encanto es una palabra muy acertada para definirlos. Gracias a ti por tu tiempo, Marybel.
      Un saludo

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  7. Los autores de los libros que presentas deberían otorgarte un galardón. No sé si los libros son tan buenos como manifiestas, pero sabes contagiar las sensaciones que te han transmitido y eso provoca en tus lectores - me incluyo - deseos de conocerlos directamente.

    Un abrazo, Paco

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    1. Bueno, Luis Antonio, ciertamente los libros que presento son mucho mejores de lo que expresan mis palabras, pero sí es cierto que me inspiran y me hacen crecer, mediante las palabras, al comentar mis impresiones.
      Muchas gracias, amigo.
      Cuídate.

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  8. Son poco conocidos o leídos los escritores portugueses en España, quitando a los consagrados y mira que los tenemos a tiro de piedra. Todavía tengo pendiente a Fernando Namora y este nuevo autor que nos traes me recuerda a Manuel Rivas, en cuyos cuentos también el mar está muy presente y escribe en gallego con parecidas resonancias. Seguro que hay más paralelismos. Siempre he querido visitar Portugal a fondo, especialmente la región del Alentejo (la culpa es un tema de los Shadows) mi única experiencia fue cuando asistí a un festival de música en Setúbal y me gustó mucho la zona.
    Un abrazo.

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    1. Las letras portuguesas tienen mucho y bueno que ofrecernos, Gerardo. Raul Brandao escribbe del mar con conocimiento de causa, y lo hace con una narración hermosa donde las haya.

      Fernando Namora es un grandísimo escritor, con una sensibilidad exquisita, sí has de empezar por una novela... sin dudar, "La Llanura de fuego", muy barojiana en algunos detalles, pero con una impronta exclusiva que no pertenece a nadie más que a Namora. No he leído a Manuel Rivas, aunque siempre lo tengo ahí, a la vista. El Alentejo tiene su "mísitica", igual que tu llanura manchega, son escenarios poéticos y duros a la vez, una mezcla de lo más estimulante para crear.
      Un abrazo.

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  9. Adoro Portugal y su literatura. Lisboa es una ciudad que he visitado varias veces y que no me importaría volver a ella (la última vez fui siguiendo a Pessoa que acaba de leer y de quedar encandilada.
    No conozco a Brandao pero todo lo que has explicado de su novela ha captado mi interés. También esa vuelta a ser "pueblo" del lugar en el que vives. Realmente la pandemia nos ha ofrecido una cara muy distinta del espacio en el que vivimos. A mi me ha impresionado el silencio de la mediana ciudad en la que vivo, un silencio por el que debería haberme sentido atraída porque me encanta el silencio pero que me inquietó mucho sobre todo las semanas de cierre total.

    Abrazos!!

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    1. Laura, conozco tu devoción por Portugal y su literatura, es fascinante viajar a un país siguiendo la estela de un escritor admirado, el viaje adquiere una singularidad especial.
      Brandao es muy poco conocido fuera de Portugal, allí sí es una figura célebre. Tiene una escritura muy bella, próxima a la poesía, esa manera de narrar tan portuguesa, en donde el tiempo parece detenerse, imbuido de saudade.
      El silencio me gusta, aunque preferiría que fuese en otras circunstancias, claro.
      Abrazos!

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  10. Preciosa tu mirada al libro y al mar, Turner es una fijación para mí, como la literatura portuguesa. Brandao tiene algo de padre de los escritores modernos portugueses, en mi inmensa lista de escritores portugueses que debo comprar (muchísimos), que debo leer -los que tengo- (muchos) se posan probablemente la mejor escuela o grupo de escritores nacionales que ahora existan, no sé si en cantidad pero sí en calidad...Y solo hablo de los vivos (sin mirar a Saramago, o a tu Namora o a Brandao o Cardoso Pires o a Agustina Bessa-luis, o Vergilio Ferreira o a GRaça Moura o Miguel TOrga. o Eugenio de Andrade...) Porque solo con los que aún están y van a crear, ya les sirve para ser una literatura pasmosa: "mis queridos"... Lobo ANtunes, o Gonçalo M. Tavares, o Peixoto, o Mafalda Ivo Cruz, Helia Correia, Lidia Jorge, Mafalda Ivo Cruz. O los que espero que lo sean Fernanda Botelho, Manuel A. Pina, Mario de CarVALHO, MARIA Velho da Costa . Valter Hugo Mae... Adoro esa literatura, y me gusta tu forma de ver este libro que se adentra en la forma de ver el mundo-su mundo- de muchos escritores(y como representantes de una vida son por ello la forma de verlo de muchos de los portugueses)
    agradecido
    cuíde de cuidarse

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  11. Gracias, Wineruda, en parte te debo mi entusiasmo por estos escritores.
    Seguiremos en el camino compartiendo el mar, aunque sea el que está en los libros.
    Me cuidaré, te pido lo mismo.

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  12. No tenía idea ni de libro ni de autor, Paco, pero tus líneas me descubren otro de esos buenos libros que ofrecen una mirada distinta de los lugares y de sus gentes.
    Queda debidamente apuntado. Nuevamente, has logrado rescatar del olvido o del paso del tiempo algo que merece ser leído.
    Un fuerte abrazo, pibe!

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  13. Es un escritor muy poco conocido, Marcelo, incluso aquí, que somos el país vecino. Siempre tengo la sensación de que el lector español lee muy poca literatura portuguesa, una pena, se pierden auténticas maravillas.
    Sin duda, amigo, merece ser leído.
    Muchas gracias por tu presencia, cuídate pibe!!

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  14. Tomo nota, y me encantan los cuadros que ya forman parte de uno/a cuando los encuentra, quizá en el azar, pero seguro que por alguna razón desconocida...los encuentros de ese tipo no suelen ser casuales.

    Me gusta pensar que hay rincones que vuelven a recuperar un poco sus orígenes, a vivir de lo que nos rodea, y que así, como el mar lo es para un pescador, también el pueblo o rincón en el que vivimos. Nosotros también estamos sintiendo que las personas se saludan con alegría de verse, cuando nos toca salir...y eso es esperanzador. También tratar de ayudar a nuestros comercios de calle...los míos están lejos, pero saben que en cuanto pueda, saldré a adquirir productos a sus puertas.

    Aún no conozco Lisboa, aunque si he transitado a menudo por tierras portuguesas.

    Un abrazo,

    P.D. Por cierto...cuando hablas de Turner, te refieres al pintor?

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  15. Lisboa es una ciudad sencillamente deliciosa, de las que tienen más encanto en Europa, y mira que he estado en unas cuantas del Viejo Continente.

    Sí, Turner el pintor, es mencionado en el libro de Brandao, que es una maravilla, con esa prosa de querencia lírica tan seductora. Es una lectura para detener el tiempo...

    Un fuerte abrazo, María, cuidaros!

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