Las ratas (1962). Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010).
Ediciones Destino, 1980. Octava edición. Narrativa, 175 páginas.
En sus
novelas más campestres, si me permitís la licencia, es cuando Miguel
Delibes saca a relucir el naturalista
brillante que siempre fue, lo que no deja de ser llamativo habida cuenta de su
formación en comercio y derecho mercantil, disciplina en la que ejerció de
catedrático.
En una novela como Las ratas,
considerada por los críticos una de las mejores en la carrera del autor,
encuentro al Delibes que más me cautiva, el del mundo rural. Un trabajo con el que consiguió el Premio de la Crítica en 1962, así leemos en la
contraportada.
Huelga decir que Delibes es un gran escritor en cualquier historia que desarrolle, pero cuando vamos dejando atrás los escenarios urbanos para adentrarnos en lo rural, es palpable que el escritor se encuentra a sus anchas, en sintonía con la palabras que mejor expresan ese mundo rústico que a él le da la medida exacta de las cosas, de la existencia misma.
Me recuerda, valga el símil, a eso que dicen los futboleros: “lo tenemos que bordar, jugamos en casa”. El Delibes del entorno rural, el del campo, es un autor que también “juega en casa”, y eso se nota.
Asistimos a una suerte de trance
que sume al escritor en estado de gracia, con una prosa poderosa desde la
primera a la última frase de la narración, una escritura que se nutre de la
naturaleza, partiendo de lo esencial, lo primario que hay en ella para penetrar
en el alma de las personas que habitan el campo castellano,
rodeados de un paisaje frugal, elemental, duro e implacable, austero… tal son
sus moradores, cincelados por esos elementos. Y lo refleja Delibes con la
maestría propia de un observador minucioso, como el biólogo tomando notas en
su trabajo de campo.
"Por San Simplicio, el niño y la perra sintieron la engañosa llamada de la nieve y salieron al campo. Sus pisadas crujían tenuemente, más aquellos crujidos detonaban en el solemne silencio de la cuenca con una sorda opacidad. Ante sus ojos se abría un vasto, solitario y mudo planeta mineral y el niño lo recorría transido por la emoción del descubrimiento. Dobló el Cerro Merino y al iniciar el ascenso de la ladera, el Nini atisbó el rastro de una liebre."
"Por San Simplicio, el niño y la perra sintieron la engañosa llamada de la nieve y salieron al campo. Sus pisadas crujían tenuemente, más aquellos crujidos detonaban en el solemne silencio de la cuenca con una sorda opacidad. Ante sus ojos se abría un vasto, solitario y mudo planeta mineral y el niño lo recorría transido por la emoción del descubrimiento. Dobló el Cerro Merino y al iniciar el ascenso de la ladera, el Nini atisbó el rastro de una liebre."
Delibes aúna la perseverancia y el
rigor del biólogo, sin serlo, con la sensibilidad del escritor, atento a
cualquier estímulo vital para ser trasladado a la cuartilla, y convertir la
llegada de las avefrías surcando los cielos meseteños, o el vuelo del azor, o
el merodear de la corneja, o el graznido de los cuervos, o el chasquido de los
juncos cuando los atraviesan las ratas, o la granizada de abril, o la
sementera, o el ulular del viento, haciendo danzar a los trigales cimbreados
por su furor o… en acontecimientos que para el Nini, protagonista central, un
niño vivaracho y astuto, son hechos
trascendentales que le aproximan al conocimiento de los humanos.
Para él la humanidad son los 15 o
20 aldeanos de su pueblo. Cada uno de ellos, esos “cuatro gatos”, revelan
claves de la humanidad entera; la violencia con el débil, la sabiduría
silenciosa, la ignorancia, la nobleza de carácter, la brutalidad, la
honestidad, la codicia, la generosidad, la infancia como etapa de descubrimiento, la madurez… todo envuelto en el ciclo inexorable de
la vida y de la muerte.
El chico se gana el pan cazando ratas en el arroyo, junto a su abuelo El Ratero, hombre taciturno y parco en palabras, primitivo como el paisaje que se cierne ante ellos.
Las ratas eran una fuente de alimento relativamente frecuente en aquellos tiempos, el Nini y su abuelo las capturaban para venderlas a los parroquianos. Ambos habitan una de las cuevas que hay en los alrededores del pueblo, lo que constituye una fuente de conflictos para el alcalde, pues lo considera una mala imagen para el pueblo. Algunas mujeres intentan razonar con el abuelo para que el chico sea escolarizado, pero se esfuerzan en balde, el abuelo es inflexible, al Nini no parece afectarle la situación.
Es un niño de mente ágil y despierta, permeable a las enseñanzas de la naturaleza, apreciado en el pueblo pues siempre está dispuesto a echar una mano a los vecinos... y lo dicho, posee ese tipo de sabiduría que solo los chavales criados en el campo atesoran. Todos le consultan sobre el tiempo venidero para las cosechas, la mejor forma de criar conejos, cuando conviene hacer esta o aquella labor, etc. El Nini asume su papel de "oráculo" local con toda naturalidad, y nadie duda de su eficacia en los presagios que hace, la verdad es que no suele equivocarse.
La historia que tenemos gira en torno a estas cuestiones:
«Muerte, Infancia, Naturaleza y
Prójimo»
Son los ejes fundamentales en la
obra literaria de Delibes, como ya afirmara el autor con esas mismas palabras en varias ocasiones. Y desde luego están presentes en Las ratas.
El Nini y su inseparable perra, la
Fa, nos remiten a un mundo acaso ya agonizante, algo que de alguna manera vemos
reflejado en sus conversaciones con el Centenario, el viejo del pueblo,
compañía que el Nini busca cada vez que tiene oportunidad:
(…) el Nini bajó un rato a hacerle
compañía. Sobre el camastro pendía una lavativa y, a su lado, la pobre lámpara
un cromo de la Virgen. Le dijo el viejo sin volver la vista, sin mover un solo
músculo de la cara:
-Esta tarde, antes de acostarme,
quise oír el viento en los plumeros de las espadañas, como cuando mozo. Me tumbé
junto al arroyo y aguardé, pero el viento no sonaba igual. Todo se va; nada se
repite en la vida, hijo.”
Y eso me pasa a mí cuando paseo por el campo e irrumpe el viento, lo escucho, y lo observo arrastrando al tiempo, llevándoselo a no se sabe donde, lo eleva hacia el cielo y por ahí se escapa, acompañando a las nubes en su viaje sin retorno...
¡Hola Paco! Delibes es una maravilla. Pensaba que este libro el de Las ratas no lo había leído, pero según te leía a ti me sonaban las cosas y los nombres, creo que debí leerlo hace mogollón de tiempo, aunque con ya te dije recuerdo más "El camino" y "Señora de rojo sobre fondo gris"
ResponderEliminarMe ha encantado leerte
Besos
Delibes es un escritor que siempre merece ser visitado, como tantos otros escritores nacionales, yo procuro aplicarme el cuento de vez en cuando con nuestros escritores un tanto olvidados, y cada vez que lo hago las experiencias de estas lecturas son magníficas. Como ya te dije, me encantó saber tu aprecio por Delibes.
EliminarGracias, Marian. Besos
Esta es una de las novelas más campestres y duras de Delibes. La caza y la pesca en aquellos años sesenta y setenta hicieron grandes naturalistas. El amor por la naturaleza se lo transmitió al menos a dos de sus hijos, Miguel y Adolfo; y el de la caza y la pesca, por lo menos a Adolfo. Miguel fue director de Parque Nacional de Doñana. No llegué a conocerle cuando yo iba por allí, pero Adolfo estudió Biología en León, unos años después que yo y era amigo de un novio que tenía mi hermana por entonces.
ResponderEliminarCasualmente, por aquella época yo andaba con gente muy friki de la biología y la mayoría eran hijos de cazadores y pescadores y habían acompañado a sus padre al campo desde pequeños.
Además de la naturaleza, Delibes conoce muy bien al ser humano. Novelas como "Cinco horas con Mario" o "Las guerras de nuestros antepasados" son buena muestra de ello. He mirado por curiosidad y tengo diecinueve libros de Delibes apuntados en mi lista de leídos. Puede que sea el autor que más figura en ella.
Un beso.
Veo que conoces la obra de Delibes mucho mejor que yo, había leído El camino, en época estudiantil, y más tarde la Hoja roja y Diario de un emigrante, sin embargo me faltan, entre otras muchas, Cinco horas con Mario, tendré que ponerme un día de estos.
EliminarVaya, qué anécdotas más interesantes me dejas, Rosa, esa cercanía que has tenido con alguno de los hijos de Delibes, me da envidia, jaja. Seguro que tienes recuerdos encantadores de aquella época como estudiante de Biología. Y es cierto, Delibes conoce muy bien al ser humano, solo así se explica que sea un magnífico escritor, de lo contrario no sería posible destacar en el oficio.
Un beso, Rosa, y muchas gracias por compartir tus vivencias.
Ya hace muchos años que tuve mí epoca DElibes., Leí este, lei MI IDOLATADO HIJO SISÏ, , LA SOMBRA DEL CIPRËS ES ALARGADA, EL PRÏNCIPE DESTRONADO; EL CAMINO; CINCO HORAS CON MARIO. Y lo cierto es que tengo buen recuerdo de él, como lo tengo de mi época Baroja o mí época Bryce Echenique, o Unamuno, o con Valle Inclán...Me he puesto a pensar , por pura diversíón, cúal sería ahora el que mejor recuerdo, no porque sea mejor, sino porque encaja ahora en el gusto literario que tengo. y, es curioso, me quedo con Valle Inclán. Ahora nada más. A los demás los quiero pero los siento más lejos.
ResponderEliminarcuídate
gracias Paco
Hay muchos autores pasados que para mí, pues es un sentimiento muy personal, no tienen época, mejor dicho, no los aprisiono en una época pasada para mí. Regreso a ellos, precisamente porque yo voy madurando y encuentro en ellos muchas cosas que ahora entiendo mejor, el lenguaje narrativo, que algunos considerarán "demodé", me consta que no es tu caso, lo considero incluso atractivo, una forma de nombrar las cosas que suele tener mayor calado que el lenguaje insustancial que muchas veces encontramos ahora. Sí,volveré una y otra vez a estos autores. Valle Inclán es imprescindible, del mismo modo que Unamuno, Delibes, Baroja... son refugios que tengo asegurados, y siempre me siento perfectamente acogido.
EliminarCuídate, amigo Wineruda, y gracias a ti, faltaría más ;)
A Delibes tengo que agradecerle que me haya facilitado la tarea de hacer leer a mis alumnos. Sus libros: La sombra del ciprés es alargada, El camino, Mi idolatrado hijo Sisí, Diario de un cazador, Diario de un emigrante, La hoja roja, Las ratas, Cinco hora con Mario, Parábola de un náufrago, El príncipe destronado, El disputado voto del sr. Cayo, Los santos inocentes, El hereje...siempre fueron bien acogidos sobre todo por del antiguo COU.
ResponderEliminarRecuerdo una conferencia que dio en la Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona. La asistencia de alumnos al Aula Magna fue impresionante.
También tengo en la memoria la obra de teatro Señora de rojo sobre fondo gris que se representó en el Teatro Romea y protagonizada por José Sacristán.
¡ Grande, Delibes !
Bueno, Luis Antonio, a Delibes y a ti, a tu buen hacer, ¿no? Tú tienes mucha culpa también de ese hecho afortunado. Tiene varios títulos para satisfacer las diversas inquietudes de muchos lectores.
EliminarDebió de ser una delicia esa conferencia, no sé como lo llevaría Delibes, siempre huyendo de las multitudes, pero con estudiantes es diferente, el mismo era catedrático.
Grande Delibes ;)
Cuídate.
Me has llevado con tu reseña al mundo rural de Delibes. Tengo que retomar a estos autores tan de antes pero tan de siempre, porque desde lo particular escriben de lo universal. Es una asignatura pendiente que tengo y que lamentable e inconscientemente siempre postergo.
ResponderEliminarPor cierto, ¿La foto de fondo es de tu biblioteca?
Un abrazo
Ese es el Delibes más inspirado, el del mundo rural, ahí "juega en casa", como comentaba.
EliminarEs muy gratificante volver a estos autores, yo tengo clarísimo el refugiarme en estos libros, siempre me resulta edificante.
Así es, Lorena, esa foto es parte de mi biblioteca, por ahí merodean los clásicos grecolatinos y bastante filosofía, y también literatura clásica.
Un abrazo!
Creo que identifico a Delibes por su uso rotundo del lenguaje y su amor por la naturaleza. Y su naturaleza es sincera, sin artificios, a veces cruel y otras acogedora como sus protagonistas.
ResponderEliminarY es un autor que seguro se sentiría de maravilla en este blog, con tu combinación de fotografías de la naturaleza, de libros paseantes y sobre todo de esa pasión por la literatura.
Besos
Delibes maneja con maestría muchos registros de nuestra lengua, como amante de la naturaleza era un profundo observador y escuchaba atentamente, dotes imprescindibles para ser buen escritor.
EliminarPues no sé si sentiría de maravilla, amiga Conxita, pero yo si me siento de maravilla con estas lecturas, me reconfortan. Libros paseantes y pasión por la literatura... jo, que halagador es eso, Conxita ;)
Gracias amiga, besos.
Paco, Delibes me cuesta mucho. Ya lo intenté con cinco horas con Mario...y este bueno...pasó bien en mis horas de adolescencia, pero después cogí con muchas ganas "El hereje"...y bueno...la verdad es que no lo terminé. No dudo que su lenguaje es envolvente, y que escribe de una forma increíble...pero no es mi escritor...no entra dentro y se queda. Mira que lo siento...porque sin duda pienso que es un gran observador de la vida diaria, de nuestro entorno, y siempre he querido mirar como él. Pero como bien dices, a ti te hace sentir bien...te lleva de viaje rural...Y eso es lo que importa...hay que disfrutar como en Ítaca del viaje...sin pensar en la llegada.
ResponderEliminarUn abrazo, y felices lecturas por el campo.
Hola, María.
EliminarCon la literatura no hay lamentaciones que valgan, si tus intentos con Delibes no han sido afortunados, nada de sentirlo... corriendo sin perder tiempo a por otro libro y autor, nunca hay oportunidades perdidas, sencillamente es imposible leer todo, sigue a tus impulsos.
Abrazos, María!
A veces haces que me sorprenda, Paco. Leo tus líneas, que casi siempre me descubren un autor o un título, y acabo de darme cuenta que no sólo tengo éste, sino además varios de Delibes, de quien sólo he leído 'Los santos inocentes'. Puff, cuántos libros he dejado esperando!
ResponderEliminarOs leo a vosotros, que 'juegan de locales' como lectores de Delibes, y me doy cuenta de que sus letras las conocéis bien.
Tu reseña ha logrado algo, al menos: que incluya alguno de los libros de Delibes en próximas lecturas.
Un gran abrazo, pibe!
Delibes logra que el lenguaje se adapte a la perfección en esos personajes sencillos que discurren por su obra, es una delicia leerlo, sencillez y profundidad, una paradigmática combinación que atesoran los grandes escritores. Prueba de nuevo con él, Marcelo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!!