P. Castillo

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jueves, 4 de octubre de 2018


Cuentos de Odesa y otros relatos. Isaak Bábel (Odesa, 1894 – Moscú, 1940)

Alianza Editorial, edición de 1985. Traducción de José Fernández Sánchez. 187 páginas.





Os comenté la vez pasada mi pretensión de unir a estos dos grandes narradores, Sholem Aleichem e Isaak Bábel, en una sola entrada, y expuse los motivos para hacerlo.




Sin embargo, ante el previsible empacho por la extensión lo desestimé.

Ahora sí, vamos con la Odesa de Bábel.








Issak Bábel, así lo percibo, no puede reprimir una sensación de pesadumbre en sus relatos, si bien se nota un esfuerzo por no recrearse en la violencia pura y dura, pues él prefiere sugerir lo tenebroso, como hacía Hitchcock en sus películas. También cuenta historias que no son trágicas…  o al menos ésta pasa de refilón.

A diferencia de Aleichem, en donde resulta menos evidente, existen claros rasgos autobiográficos en buena parte de sus cuentos.

En otro orden, Aleichem torna en burla y grotesco lo que pueda haber de perverso y trágico en la existencia. Utiliza el sentido del humor para escribir, quiere que pases un buen rato leyendo las miserias y grandezas de la comunidad yiddish, con esa socarronería sui géneris que se saca de la manga.





Para Bábel el humor es un elemento accidental, no narra desde el humor, como Aleichem, pero no lo rehuye si es menester, tampoco lo reclama, viene y va como en la vida misma.

Isaak Bábel. Internet

En ese sentido Bábel es unamuniano (“El sentimiento trágico de la vida”, Unamuno), esto se refleja muy bien en el cuento que ya adelanté en la entrada anterior, “Historia de mi palomar”, relato sobre la devastadora vivencia de un progrom a través de la perplejidad y confusión de un niño. Un cuento fascinante, para mí una obra maestra.

Y Aleichem es valleinclaniano, hay algo de esperpento en sus personajes, un tanto hiperbólicos a lo Max Estrella en "Luces de Bohemia", (Valle-Inclán).

Repasando la biografía del autor caemos en la cuenta de su terrible final. Detenido, torturado y ejecutado por el aparato staliniano. Una de las tantas sinrazones de los regímenes totalitarios en su caza de brujas hacia tantos intelectuales, casi siempre eran los primeros en caer.

Isaak Bábel. Foto internet

En la primera parte hay una serie de cuentos agrupados bajo el título, “Cuentos de Odesa”, cimentados en el ambiente gansteril que padeció Odesa, como otras ciudades. Aquí nos va narrando en diferentes historias la irrupción y el ascenso del joven Benia Krik a la cúspide del hampa, que teje su red en la Odesa más oscura.

El tono narrativo adquiere ese aire canalla que se gastan los malechores callejeros, prevaleciendo una mirada sórdida sobre una Odesa de arrabales enlodados.

Benia Krik, rodeado de una serie de personajes estrafalarios, nos lleva por un recorrido geográfico y vital en una Odesa oculta a la majestuosidad que deslumbra al visitante extranjero. Nos adentramos en los trapicheos que se cuecen por antros de mala muerte. Son relatos excelentes, y acabamos engatusados por el carisma de Krik.

Aunque en la primera parte hay más de una narración que prescinde de Benia Krik y el hampa.




Tal es el caso de la mencionada arriba, “Historia de mi palomar”, un hermoso cuento que va bordeando la fatalidad sin que el lector llegue a percibirlo claramente. Bábel nos lleva caminando plácidamente al borde de un precipicio que la vegetación nos impide ver.

Un relato a través de la mirada confusa de un niño, que cruzando la ciudad para cumplir su sueño de comprar unas pocas palomas… empieza a advertir un enorme barullo, caos, golpes, gritos, lamentos… y no sabe que está ocurriendo, solo que tiene que salir corriendo ante el pavor que lo invade. Acaba de vivir un progrom. Impresionante.

Rescato un fragmento sobre esa cara menos amable de las ciudades que aparecen. En esta ocasión, Kiev, en el cuento “El camino”:

“En el mundo no hay espectáculo más deprimente que la estación de Kiev. Unos barracones provisionales de madera de madera desde hace muchos años profanan la entrada a la ciudad. En las tablas mojadas crujían los piojos. Desertores, especuladores, gitanos yacían mezclados. Viejas de Galitzia meaban de pie en el andén. Un cielo bajo estaba sesgado por nubes, saturado de tinieblas y de lluvia.” (p.145)





Hay un cuento titulado "Guy de Maupassant" que me ha sorprendido por algunas alusiones a España. Ya al inicio irrumpe así:

“… En el invierno de año dieciséis aparecí en San Petersburgo con pasaporte falso y sin un céntimo. Me cobijó Alexei kazántsev, profesor de literatura rusa.

Vivía él en Peskí, una calle congelada, amarilla, maloliente. A su mísero salario añadía lo que ganaba traduciendo del español; entonces adquiría fama Blasco Ibáñez.

Kazántsev no había estado en España ni de paso, pero el amor hacia ese país llenaba todo su ser, conocía sus castillos, jardines y huertas de España.”





Y otra mención que aparece casi al final del relato:

“En casa, Kazántsev dormía. Dormía sentado, estirando las piernas flacas con botas de fieltro. (…)

Se había dormido al pie de la estufa, reclinado sobre un «Don Quijote» editado en 1624. El libro llevaba en el título una dedicatoria al duque de Broglie.”

No me resisto a otro fragmento, que nada tiene que ver con lo anterior, pero me encanta, pertenece al cuento “El despertar”, narrado en primera persona por el niño protagonista. Es otro relato de la primera parte sin relación con los gánsteres de Benia Krik.

Se trata de un niño que se escabulle de las clases de violín para holgazanear junto a otros en los muelles de Odesa. Allí conocen al fascinante Níkitich, un viejo culto que se dice a sí mismo filósofo naturalista;

«los niños judíos se morían de risa escuchando las historietas de Níkitich sobre pescadores y animales»





El joven protagonista, apasionado por la escritura, le entrega una tragedia que había escrito la víspera, lo hace en una breve visita a solas con Níkitich:

"Ya me imaginaba que escribías –dijo Níkitich-, tienes mirada de eso… Por lo general no miras a ninguna parte…

Leyó mis escritos, movió un hombro, pasó la mano por su pelo crespo y canoso y paseó por la buhardilla…

-Cabe pensar (…) que tienes madera…

Salimos a la calle. El viejo se paró, (…) y me miró fijamente.
¿Qué es lo que te falta?... La juventud es lo de menos, eso se remedia con los años… Te falta el sentido de la naturaleza.

Con el bastón señaló un árbol de tronco rojizo y de copa baja.
¿Qué árbol es ese?
Yo no lo sabía.

¿Qué crece en esa mata?
Tampoco lo sabía. Caminábamos por un jardincillo de la avenida Alexándrovski. El viejo señalaba con el bastón todos los árboles, me tomaba del hombro cuando pasaba un pájaro y me hacía escuchar sus trineos.
¿Qué pájaro canta?

No lograba responder a ninguna de sus preguntas. El nombre de los árboles y de las aves, su clasificación por órdenes, adónde vuelan los pájaros, de donde sale el sol, cuando es mayor el rocío
–Yo desconocía todo eso.

¿Y te atreves a escribir?... El que no vive dentro de la naturaleza como vive en ella la piedra o el animal, no escribirá en su vida dos renglones dignos… Tus paisajes parecen una descripción de decorados. 

¿En qué diablos estuvieron pensando tus padres estos catorce años?..."





Es un cuento claramente autobiográfico, ese chico era el alter ego del Bábel que fuera chiquillo, él mismo se solía escapar al muelle de Odesa con sus amigos, zafándose de los extenuantes  e inacabables estudios a los que eran sometidos aquellos niños judíos. Niños al fin y al cabo.


Creo que unas líneas sobre la obra de Isaak Bábel merecen un final así. Lejos de la crueldad, junto al vuelo de algún pájaro abandonando el puerto hacia no se sabe donde…








10 comentarios:

  1. Estoy pensando que igual me va más Bábel que Aleichem. Va a resultar que soy más unamuniana que valleinclaniana. Tiendo literariamente un poco a la desesperanza. Me gusta también encontrarme con guiños autobiográficos en la obra de un autor. Nuevamente, una propuesta muy interesante la que nos traes.
    Un abrazo

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    1. Hmm... es una difícil tesitura para mí decantarme por Bábel o Aleichem, seré diplomático y te confesaré que, más que gustarme el invierno o el verano, me atrae la transición entre estaciones, aprovechar lo atractivo de cada una... no me he "mojado" nada con la cuestión, jaja.

      Bábel es magnífico, desde luego. Lorena, hay una edición ilustrada preciosa, con una gran traducción (Editorial Nevsky). Te invito a ver este enlace para que lo compruebes:
      https://www.librosyliteratura.es/cuentos-de-odesa.html

      Un abrazo!

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  2. Obviando la calidad de Babel como escritor, lo describes tú tan bien que decir que es muy bueno queda redundante. Sin embargo me viene a la cabeza lo que dices de que son en los intelectuales donde empiezan las purgas, y me viene el presente a la cabeza y me viene con dos extrañas idea:, una que me dice que los que se enfrentan al poder quedan aprisionados y atacados, hasta ridiculizados, por su maquinaria política y propagandística ( digamos que es el periodismo actual al servicio del poder, siempre me ha sorprendido esa extraña devoción de la gente por los periodistas que insultan como mayor rasgo de inteligencia), y por otra parte, y quizá por aquello, es que ya quedan pocos críticos,. y los que hay casi todos ya son más que mayores.
    Y se me cae el humor a los pies, el alma ya ni tengo.
    Gracias Paco
    cuídate

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    1. Gracias Wineruda. Efectivamente, Bábel es muy bueno, el retrato de Odesa, la fea y sucia, es magistral. Te diré que cuando leía las historias del gánster Benia Krik, me acordaba de un cuadro de J. G. Solana, maestro del tenebrismo, que ambos conocemos, "Los chulos" (1906), esos rostros duros y desafiantes del hampa madrileña, los veía en los cuentos de Bábel.

      A la gente le va el histerismo radiofónico y televisivo, el insulto zafio. Las tertulias radiadas y televisadas son los nuevos libros de filosofía. Los buenos críticos huyeron en cuanto empezó a subir el ruido, hicieron bien, menos mal que han dejado algunos libros.

      Si se te cae el humor a los pies, lee a Aleichem, o Monterroso. No hace falta tanta homeopatía, Monterroso es el copón.
      Gracias a ti.

      Cuida ese alma, hombre ;)

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  3. Yo no conozco a esta autores. Lo que me costaría es decidirme entre Valle Inclan y Unamuno. Tiendo a ver la vida de un modo un poco trágico, pero también me gusta reírme de la tragedia.
    Tomo nota. Aunque ya lo había hecho en tu anterior entrada.
    Un beso.

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    1. Hola Rosa, lo habitual, por estos lares, es no conocer a estos autores, la obra de Bábel se ha editado algo más por aquí que la de Aleichem, pero poco más...

      Hay sobradas razones para tender a ver la vida un tanto trágica, pero estoy contigo, reírse es un contrapeso necesario para no caer en el derrotismo.
      Un beso.

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  4. Interesante Paco.
    Me quedo con ese sentido del humor que ayuda a sobrellevar incluso lo más difícil, si escribir puede ser terapéutico, reírse también lo es. Poder poner humor a situaciones de lo más dolorosas ayuda a sobrevivir, ayuda a poder seguir luchando por acabar con lo que duele, por dejarlo atrás sin que hunda aunque en algunos casos ni siquiera con humor es posible sobrevivir. Y es un gran legado que algunos escritores nos han dejado, esa capacidad de hacernos sonreír o reír incluso a carcajadas mientras leemos historias de lo más negras, devastadoras, de esas que te rompen el alma y te hacen dudar del ser humano pero reír también ayuda a poder leerlo.
    Besos y muy feliz fin de semana

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    1. Hola Conxita, me considero una persona con buen sentido del humor, ya sé que no está el panorama para tirar cohetes... ¿pero lo ha estado alguna vez?

      Es cierto que no me levanto cada mañana y digo: ¡qué maravilloso es el mundo! claro que no, pero cuando se tienen hijos pequeños te contagian mucho el entusiasmo que tienen por todo, por la vida simplemente, y la verdad es que nunca me he regodeado en el pesimismo, me niego a vivir en un eterno lamento, como tampoco lo hago en la carcajada sin fin... normalidad, sin más.

      En la literatura soy cambiante, voy buscando aquello que me estimula en cada momento, lo que me provoque interés por una circunstancia dada, unas veces es lo trágico, otras al contrario, a veces la realidad, otras la fantasía... jaja, yo nunca he tenido zona de confort, no sé lo que es eso por que no tengo zona.
      Besos y disfruta del finde!

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  5. De Bábel, sólo visité 'Caballería Roja'. Los judíos suelen tener un gran sentido del humor y reírse de ellos mismos, Paco, mucho más que cualquiera. Eso les hace perder solemnidad y los vuelve más fluidos con el resto de la gente.
    Bábel fue ejecutado por haberle infligido la mayor derrota al aparato represor de Stalin: criticarlo con inteligencia. Por eso el periodismo actual ha ocupado el lugar de la crítica con el mediatismo del insulto y la agresión; no vaya a ser cosa que a alguien le quedan ganas de pensar...
    Un abrazo, chaval!

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  6. Dicen que ese libro, "Caballería Roja", es uno de los mejores libros de Bábel, no lo he leído pero le tenía echado el ojo. Así es, Marcelo, el sentido del humor judío es antológico, supongo que ha sido un antídoto para soportar tanto sinsabor histórico que han sufrido desde tiempo inmemorial.

    La muerte de Bábel es un ejemplo más de lo que peligroso que ha sido, en determinadas épocas históricas, tener voz propia y valentía para criticar el abuso del poder. El periodismo actual no da un paso sin consultar a las grandes corporaciones económicas que sustentan a tantos medios de comunicación... se salvan cuatro contados.

    Un libro muy interesante por el retrato desconocido de una Odesa carente del esplendor que uno esperaba de ella.
    Un abrazo pibe!

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