Las raíces y otros cuentos. Rafael Azuar (Elche, 1921 – Alicante, 2002)
Publicaciones de la Caja de Ahorros
Provincial de Alicante, 1971. Nº de páginas, 83.
Mis librerías (esas famosas que, dice la publicidad, convierten tu casa en una república
independiente… no mezclar con Cataluña), suelen tender a la dispersión, porque una librería se va haciendo a imagen y semejanza de su dueño, y yo en varios aspectos me disperso tela.
Aunque a veces me afano en colocar con algún criterio. Aclaro que en el resto de mi vivienda mantengo un orden razonable pero efímero, con una hija de dos años y otra de siete es lo que hay.
Aunque a veces me afano en colocar con algún criterio. Aclaro que en el resto de mi vivienda mantengo un orden razonable pero efímero, con una hija de dos años y otra de siete es lo que hay.
En esa Torre de Babel que son mis estanterías los libros conviven en
una “anarquía armoniosa” (república, anarquía… mis hijas no se aburren), lejos
de ese afán perfeccionista que no da lugar a la sorpresa, algo que a mí me
entusiasma al explorar por las baldas. Bueno, si fotografío un libro situado en
mis librerías para el blog, las apaño un
poquito.
Cuento esto ya que así, de manera imprevista, he dado con “Las raíces y
otros cuentos” de Rafael Azuar, uff ya ni lo recordaba.
De nuevo un gran autor invisible cual fantasma literario, un ánima errante
que busca la redención en un lector.
Este ejemplar avejentado y de humildes proporciones, apenas 83 páginas,
estaba apretujado tras una buena cantidad de libros, y éstos, a su vez,
permanecían detrás de otros tantos.
Llevo varios días buscando “El bandido adolescente”, una novela de Ramón J.
Sender (que tan pronto encuentro vuelvo a extraviar), peculiar por cuanto narra
la vida de William H. Bonney (1859-1881), el célebre “Billy el niño”, figura
sobre la que el escritor español indagó bastante durante su larga permanencia
estadounidense, creando esta historia singular.
Las consecuencias de encontrar y extraviar “El bandido adolescente” son irrisorias, comparadas con las de encontrar y extraviar (más bien lo último)
“el perrito” y “el monito” del puzle de mi hija pequeña.
Toda la calma y
serenidad de mi hogar para escribir estas líneas y leer algo, dependen de que estos
dos animalicos vuelvan a su casita. Sin ellos soy un ser vulnerable, como estoy comprobando in situ, ahora mismo, y vosotros no podéis ver.
Intentaré continuar escribiendo y después miraré debajo del sofá chaise longue... cuya visión es lo más parecido al Amazonas que pueda haber en mi piso.
Pues eso. Se ha cruzado el librillo por medio… capto algún detalle que me llama la atención, empiezo a leer sin expectativas y me encandila hasta el final.
Aquí estoy con “Las raíces y otros cuentos”.
Contiene diez narraciones, estos son los títulos:
Concluyo el primer cuento, “Las raíces”, y me regala una original y
bellísima alegoría, aunque imbuida de un telurismo bastante siniestro, en donde
Azuar parece extraer la veta literaria de la máxima bíblica: “Hombre, acuérdate
de que polvo eres y que al polvo volverás”.
Con una prosa cristalina, su personaje, un labriego levantino, sucumbe a
una extraña simbiosis con la tierra. La tierra, la Pachamama (madre tierra) que
veneraban los incas, sustento y tumba de los campesinos. Una perversa paradoja
en forma de cuento, pero que induce a una reflexión nada fantasiosa sobre lo
real.
O “La soga”, a diferencia del otro,
un relato de corte realista (en línea con la mayoría), donde nos vuelve
a seducir con una escritura de trágica hermosura, un equilibrado maridaje entre
sobriedad y lirismo (Azuar ante todo se consideraba poeta).
Aquí despliega una mirada nada complaciente sobre la dura vida rural. Es
más, reluce la brutalidad que solía envolver la existencia de estas gentes,
padres severos que atemorizaban a sus hijos, pequeños o grandes, niños o niñas,
propinándoles terribles varetazos cuando descuidaban las extenuantes tareas.
Infancias en donde los juegos solo tienen lugar mientras se sueña. Una violencia
que la escritura pulcra y poética de Azuar logra suavizar.
Esto último que acabo de indicar me lleva al recuerdo, por reciente, de
otro escritor. Azorín y su “Pueblo”, que traje por aquí, y a quien las biografías
sobre Azuar sitúan como una de sus grandes influencias (junto a Gabriel Miró y
el poeta Miguel Hernández).
Que Azorín fuera uno de sus referentes lo constato, al margen de la propia afirmación de Azuar, en la
pretensión del autor por depurar su escritura hasta obtener la belleza natural
de las palabras (eso mismo que encontré en Azorín, con “Pueblo”).
Ciertamente existe un paralelismo entre ambos estilos, lo que en absoluto resta
valor a la obra de Rafael Azuar, no hay que confundir las cosas.
Su maestría queda patente en este magnífico librito. Una prosa sin
artificios y, a la vez, poderosa, diáfana, sin excesos líricos, arrebatadora
precisamente por mostrarse sin “maquillaje”, sin condimentos innecesarios, al
natural.
Una trayectoria literaria avalada por numerosos galardones, entre ellos, y
resumiendo mucho, el Biblioteca Gabriel Miró, o el Premio Café Gijón de novela
corta, éste último otorgado precisamente el año de mi nacimiento, 1967.
Distinciones como el Café Gijón que, careciendo de una jugosa recompensa
económica comparado con otros, era muy codiciado por parte de los escritores,
pues gozaba de gran consideración debido a la calidad de las obras reunidas,
autores que acudían alentados por el prestigio de medirse ante los mejores y
salir triunfantes. No en vano, sin un reclamo monetario tentador, se
presentaron y ganaron figuras como Ana María Matute, Carmen Martín Gaite,
Eduardo Mendicutti, Luis Mateo Díez o Leonardo Padura por citar unos pocos.
Ya sabéis, leed a un premiado con el Café Gijón y estaréis ante excelente
literatura. Avisados.
Como suele ser en los autores de talento, Azuar emplea la metáfora sin caer
nunca en lo trillado. Veamos este ejemplo sobre una frase recurrente que
habremos leído centenares de veces en los libros; “el silencio de la noche”, y
Rafael azuar resuelve así:
Trasladando a ese escenario de calma y paz, como es la quietud de la noche,
una visión tenebrosa como el fondo amenazador de un pozo, Azuar crea un cóctel
de sensaciones antagónicas que me impacta, me fascina esa imagen mental, y son
estos pequeños destellos los que van cimentando la grata sensación de una
lectura, más allá de la trama o el argumento, sin restarles el peso que tienen
en la narración, por supuesto.
Así sucede en otro excelente cuento con el enigmático título de “Un rostro
detrás de los cristales”.
Delicada y hermosa narración sobre la vida que se nos va escapando de las
manos, no de un modo abrupto y violento, sino con la sutileza, poco
perceptible, de una hoja arrebatada por el viento, desapareciendo y arrastrando
su futilidad por una calle desierta cualquiera:
“Las hojas cayeron de los árboles, lentamente, al suelo húmedo del parque.
Cayeron un año tras otro, en una música misteriosa e inaudible. (Cada vez que
caen las hojas de los árboles, algo indefinible sucede en un ámbito que nunca
se alcanza. Se apaga un ligero susurro en las ramas desnudas…).
(…) La lluvia va borrando el perfil de los árboles y de las casas. Un halo
gris lo envuelve todo y, en el rostro de Natalia, detrás de los cristales, unas
lágrimas resbalan y caen, como las gotas de lluvia.”
Delicioso.
Temas como la soledad, la muerte, o esa rutina que poco a poco va minando a
muchos el entusiasmo por la vida, son algunas de las cuestiones abordadas en
estos cuentos.
Sus escenarios se sitúan en el entorno rural y también en la pequeña ciudad provinciana, esa que tan magníficamente han retratado escritores como Miguel Delibes.
Sus escenarios se sitúan en el entorno rural y también en la pequeña ciudad provinciana, esa que tan magníficamente han retratado escritores como Miguel Delibes.
En definitiva, un libro que deleita por unas historias muy bien narradas,
personajes perdidos en el anonimato de unas vidas grises, o duras, cuyo valor
más extraordinario reside simplemente en el hecho de vivir… a pesar de todo.
Que no es poco.
Orden y librería es un oxímoron. A veces me han dicho que coloque mis libros por orden alfabético de autores y no puedo evitar que me dé la risa. Bastante que tengo estantes europeo, español, norteamericano... Ese simple orden sirve para que no suela extraviar libros, aunque a veces tarde mucho en encontrarlos. Y eso sin niños en casa.
ResponderEliminarNo había oído hablar del autor, que veo que tiene unas cuantas novelas, aparte de poesía y relatos.
Premios Café Gijón, no he leído muchos. Recuerdo ahora Ana María Matute y José Carlos Somoza.
Espero que hayas encontrado los animales perdidos.
Un beso.
Hola Rosa.
EliminarPues no te creas, un matrimonio amigo, grandes lectores, poseen una enorme biblioteca, de muebles recios (son gente de posibles) y es ejemplo de orden y pulcritud, vamos, que yo alucino cuando los visito. Está muy bien para unos cosas... pero yo en la mía me divierto más ;)
Aunque sí tengo agrupado por materias, filosofía por un lado, historia por otro, etc, etc. Luego acaban dispersos hasta nueva colocación.
Azuar tiene una gran sensibilidad narrativa, muy buen escritor, aunque compartió panorama con insignes figuras y eso es una sombra demasiado larga, no será el primero ni y el último en tal tesitura.
Echaré un vistazo a J. C. Somoza.
Mi hija mayor encontró el monito. El perrito no habrá ido muy lejos... es de madera, jeje.
Un beso.
Leí mucho a Somoza hace años, pero terminó por cansarme. Es bueno, no pienses, creo que el problema es mío. Demasiada fantasía para mi gusto, pero no cabe duda de que es un autor interesante.
EliminarSi lo leíste con profusión no es mala señal. Me gusta la fantasía en la literatura, sin duda, creo que la clave siempre es saber dosificar, eso hace que sea un lector ecléctico, no me prodigo mucho en nada, y de todo cato un poco (jaja, parece un refrán de la abuela).
EliminarMe ha ido bien así, odio perder tiempo con un mala lectura, cuando alguien me dice que lleva una mala racha con las lecturas... me sorprende, hay mucho buen libro donde escoger, odio malgastar mi tiempo, al final elegir un buen autor es muy fácil, ojo, que no digo esto por ti, Rosa, veo tu postura similar a la mía.
Un beso.
Lo de los juguetes, los niños y los sillones es un trinomio a estudiar. Lo bueno es que, si bajo los últimos no encontramos el primero en cuestión extraviado, algo seguro aparece que puede ocupar su lugar.
ResponderEliminarAl autor no lo conocía pero la temática de sus relatos me interesa. Echaré un ojo a ver.
Un abrazo
Uyy,Lorena, te aseguro que un sillón es un mundo lleno de posibilidades para dos niñas, yo lo compruebo a diario...
EliminarLo que de verdad hace interesante esta temática es la escritura de Azuar, ese es el territorio donde siempre se establecen las diferencias.
Un fuerte abrazo!
Pues no tiene mala pinta, con los escritores españoles, los cuales suelen tener una cohorte de amigos y empleados -los actuales-suelos huir como del pan quemado, al menos hasta que pase el tiempo y le den pomada o cera, hasta entonces leo antiguos con buenas recomendaciones como la tuya.
ResponderEliminargracias.
cuídate
Rafael Azuar ha sido un feliz hallazgo, desde luego.
EliminarYo tampoco tengo mucho entusiasmo por la narrativa española actual, algunas cosas buenas hay, y excepto unos pocos autores de mi agrado, me cuesta el acercamiento...
Gracias a ti, Wineruda.
Cuídate ;)
Hacía tiempo que no visitaba tu rincón y me he sorprendido con la primera foto que lleva el nombre del blog. Es un impacto de luz y de vida...maravillosa.
ResponderEliminarBueno, lo de las estanterías y su orden...creo que fue con Anne Fadiman, quien definía muy bien todo eso de los cambios en las bibliotecas "independientes" y como si las cosas no tienen un lugar, se vuelven "vagabundas" en tu propio hogar. Espero que recuperéis a los dos animalitos perdidos...y el puzzle se sienta completo.
Si...perder libros en la estantería y tras varias mudanzas fue un buen aliciente en mi vida. Sin embargo, ahora tengo un orden algo experimental, pero conozco bastante bien, o presumo de conocerlo. Mi compañero de vida, siempre me pregunta dónde están porque él aún no ha descifrado "ese orden" que solo yo parece ser que conozco...bueno...yo y los libros, claro.
En fin...todo eso nos lleva a este libro de relatos tan bello que nos presentas, y que desconozco, pero del que tomo nota, porque las frases de alguno de sus relatos que nos invitas a leer, son magníficas...Estos son los libros con los que me suelo quedar eternizada, porque releo, mientras los leo, una y otra vez, para reflexionar sobre sus palabras y el efecto en mi vida que puedan tener...
De momento, tengo muy pendiente un libro algo singular que debí leerme en el verano y que intentaré coger carrerilla este fin de semana. Ahora leo algo menos, pero lo que leo me alimenta. Es como estar con un "haiku"...palabras que se quedan conmigo a lo largo del día y demás.
Parece que el Otoño está ya llegando. Por aquí algunos árboles dan cuenta de ello, y dejan hojas que crujen en el suelo. A seguir disfrutando de todo...y en especial de los libros y de la naturaleza...y de quienes queremos. Eso siempre.
Un abrazo
Es una buena foto, María, tuve la suerte de capturar ese instante preciso, con todo lo que tiene de significativo.
EliminarUff, sé lo que son las mudanzas con libros y librerías por medio... un verdadero rompecabezas, siempre hay contratiempos. Más allá de eso, con hijos pequeños el orden es una quimera, más que un logro, eso afecta también a las librerías, y además yo no me obsesiono con la perfecta organización.
Esta misma mañana me fui al campo, sí, ya se empieza a notar el otoño en el ambiente. Pienso que la lectura de Azuar se acomoda bien a estos vientos otoñales tempranos.
Un abrazo!
¿Qué tal el verano, Paco? Me sorprendes de nuevo con esta rareza, una temática muy atrayente para mí porque me he criado en ese entorno duro y nada complaciente. Me recuerda a "La casa del corazón" de Manuel Villar Raso, otro autor fantasma, premio Nadal de antes y que además escribió mucho (y bien) sobre África.
ResponderEliminarPor cierto, tengo una versión parecida del mismo puzle, en casa se nos perdía siempre el cerdo, jaja.
Un abrazo.
Hola Gerardo, pues creo que el verano ha sido bien aprovechado, nos fuimos algo más de una semana a Asturias, a nuestro retiro de todos los años, y luego unos días a Cádiz, visitando a unos buenos amigos. La lectura ha sido intermitente, como cada verano.
EliminarEs cierto que este libro se podría definir como rareza, una mirada pesarosa reflejada con prosa de belleza serena, sensibilidad poética desde la sencillez estilística, que siempre suele ser consecuencia de una larga maduración de estilo.
Miraré también a Manuel Villar Raso, que no conozco.
Jeje, ayy lo de los puzles, he tardado más en encontrar algunas piezas que en leer un librazo, y no leo rápido.
Gracias, Gerardo. Un abrazo.
Desde que leí MOSÉN MILLÁN de Ramón J. Sender, éste se convirtió en mi escritor favorito durante bastante años. También tuve oportunidad de conocerlo directamente cuando regresó del exilio en 1976.
ResponderEliminarHe leído mucho de este autor, incluido El bandido adolescente, héroe de muchas novelas de "vaqueros" de mi infancia/adolescencia.
Me ha hecho mucha ilusión ´que hayas publicado esta entrada en su homenaje. Te felicito, Paco.
Un abrazo
No he leído ese título de Sender que citas, tomo nota. Es un magnífico escritor, y además lo conociste en persona, fenomenal!!
EliminarMe complace darte esta pequeña satisfacción, amigo Luis Antonio.
Muchas gracias, abrazo.
A esta altura, solo me pregunto de dónde sacas estos libros, Paco. Lo del Café Gijón me recuerda el Goncourt. Sólo el hecho de figurar en su lista, sin recompensa económica.
ResponderEliminarNada. Ni de autor ni de obra. Gracias por traer a tu casa a ambos. Tus líneas hacen que suenen interesantes. Me pregunto si habrá algo en las inmediaciones...
Besa a tus hijas de mi parte. Un poco de caos nunca viene mal. Hasta le venía bien a Maxwell Smart!
Recibe un fuerte abrazo, amigo!
Marcelo, son libros que tengo por casa desde hace mucho, están por ahí escondidos y no reparo en ellos durante años... hasta que un buen día me pongo a leerlos ;)
EliminarHay unos pocos premios literarios que conviene mirar su nómina de ganadores, garantía de excelente literatura, como los mencionados.
Me consta que será un libro que no circula de por tu tierra, bueno, libros meritorios hay bastantes, siempre habrá uno apetecible a mano.
Gracias por tus buenos deseos!!
Jaja, me encantaba Maxwell Smart!!!