Edición y prólogo de Carles Álvarez Garriga
Libro. Editorial Punto de Lectura, 2014 Alfaguara Grupo Editorial. Imagen de cubierta: Cortázar en Bekerley, 1980. Foto de Carol Dunlop. 305 páginas.
Imaginad
que tenéis la oportunidad, apelando a vuestra imaginación, de meteros en la
piel de un estudiante en la Universidad de Bekerley, para asistir a un
curso universitario sobre literatura que impartirá Julio Cortázar durante dos
meses, allá por 1980.
Pues
esas experiencias, la convivencia en las clases con sus alumnos, las preguntas
que éstos le hacen, las respuestas que él da… o lo que se le ocurre comentar
sobre el jazz, la política, su obra o su vida está fielmente reflejado en este
emocionante libro, y cuando digo fiel no bromeo:
ALUMNO: ¿ Y Luis Buñuel? No ha hablado nada
de Buñuel.
-
Mira, la lista de las personas de quienes no he hablado parecería la guía de
teléfonos de Oakland. Claro Buñuel… Vi que en el campus dan estos días La edad de oro.
ALUMNO: Esta noche.
-
¿Esta noche? Ojalá estuviera yo aquí esta noche porque creo que la volvería a
ver por décima o vigésima vez (p. 272).
Quiero
que este comentario empiece ya a tomar cuerpo con esta anécdota, la cita
Cortázar en relación al componente fantástico en la literatura:
“(…)
el desconcierto que me produjo una vez que le presté una novela a un compañero
de clase a quien quería mucho.
Debíamos
tener doce años y la novela que le presté (…) me había dejado absolutamente
fascinado, una de las menos conocidas de Julio Verne El secreto de Wilhelm Storitz (…)
Se
la presté a mi compañero y me la devolvió diciendo: «No la puedo leer. Es
demasiado fantástica», me acuerdo como si me lo estuviera diciendo en este
momento. Me quedé con el libro en la mano como si se me hubiera hundido el
mundo, porque no podía comprender que ése fuera un motivo para no leer la
novela” (p. 50).
Los
que denostan el cuento, porque su método de pervertir y fantasear con la
realidad les resulte poco serio, han de saber que muchas veces es la clave más
seria concebida por el autor para situar la realidad y, claro está, revelarse
ante ella. Él lo sintetiza así:
(…)
no acepto nunca ese tipo de fantasía, de ficción o de imaginación que gira en
torno así misma y nada más (…)
La
fantasía, lo fantástico, lo imaginable que yo amo y con lo cual he tratado de
hacer mi propia obra es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más
claridad y con más fuerza la realidad que nos rodea (p.108).
De
ese sentimiento devastado que refería Cortázar en la anécdota de su infancia se
desprende, al menos para mí, la actitud ideal de un lector, alguien que no
pretende del libro que sea éste quien se adapte a su cosmovisión, no, lo
fascinante del libro es aceptar su invitación y adentrarte en la propuesta de
realidad que te ofrece.
Hay
muchas reflexiones que hacer según vas leyendo.
A
veces la “realidad” que muestran determinados periódicos o medios de
comunicación, es mucho más fantástica que el relato más delirante de Cortázar.
La
inmersión de lo fantástico en la realidad y viceversa le sirve a Cortázar para
cuestionarse (y cuestionarnos) la inapelable racionalidad y pasividad con la que
asumimos la realidad, el estado de cosas que nos es dado por decreto, como
dogma indiscutible.
Y
sin embargo lo metafísico convive con lo lúdico en su obra sin aparentes
fricciones, se entremezclan y retroalimentan. El juego, desde su infancia, ha
sido un factor determinante en la vida del autor.
Así
pues, la lectura atenta de sus historias siempre premian al lector con un
mensaje valioso. Unos textos de corta extensión que preceden a una profunda
reflexión, a mí eso me resulta una experiencia intelectual muy excitante.
Cortázar
también reivindica la legitimidad que ampara al escritor para no confinar su
creación literaria a los límites del compromiso ideológico, o político, si no
lo siente así. Aboga por la literatura, ante todo, como un espacio en donde el
autor, desde su intimidad, ha de dar rienda suelta a su imaginación,
creatividad e intelecto sin que tales aspectos tengan por qué estar supeditados
a ensalzar un ideal político.
Afirma
que en primer lugar la escritura es una manifestación cultural al servicio de
la libertad creadora del autor. Ahora bien, cada uno es libre de tomar partido
con su escritura según le dicte su conciencia, Cortázar mismo se mueve en ambas
posiciones, igual que la mayoría de escritores. La escritura es, como tantas
cosas, un estado de ánimo.
Y
me gusta que deje las cosas claras en esta cuestión, ya que tengo la impresión
de que algunos autores, a la mínima oportunidad, se suben la carro de agitador
de opiniones (algo muy válido cuando se asume sin imposturas), sobresaliendo
más el ruido mediático que la sinceridad… En mi mente tengo algún escritor, de
reconocida calidad, que suele meterse en estos berenjenales para generar cierta
expectación, podría nombrar a M. Houllebeck, por lo demás un excelente
escritor. Ahí lo dejo.
Dice
el amigo Cortázar que algunos de sus cuentos más memorables han surgido en
momentos de absoluta distracción, de estar ensimismado mirando al infinito
mientras iba en el metro, por ejemplo.
En
ese “no estar en el tiempo”, en el mundo aparte que usa como refugio, desde el
cual observa, siente, toca, huele y escucha, ya está empezando a escribir un
cuento.
Y
me pongo a pensar en esto, pues ¿Quién no busca un “pasadizo secreto”, como
hacíamos de niños, para huir del tiempo? ¿Acaso no es la escritura un pasadizo
secreto? ¿O soñar? ¿O leer? ¿O…? Pasadizos secretos, no dejemos de buscarlos.
Por
lo tanto se nos presenta una obsesión universal, planteada desde la innumerable
diversidad cultural que nos conforma, pero siempre centrada en un mismo hecho
para todos, el transcurrir del tiempo. Algo a lo que nuestro autor argentino ha
conferido esa “denominación de origen cortazariana” tan genuina a través de su
obra. Y cita su relato “La Isla del Mediodía” como un magnífico exponente de
esa obsesión.
Habla
de sus cuentos realistas, nunca pueden quedarse en la mera anécdota, han de
llevar al lector mucho más allá del escenario que le presentan. Para ello pide
al lector que lo analice, lo piense, lo viva por debajo. En definitiva refleja
la actitud que debería adoptar cualquier lector, la que supongo que adoptamos
todos.
La
literatura, en todas su variedades, es fascinante por la forma imprevisible con
que alumbra esas recónditas oscuridades que tiene la vida. Un cuento o relato
de Cortázar lo puede hacer con una fuerza demoledora, porque con casi nada se
revela casi todo.
No
soy muy lector de novela negra, pero recuerdo una entrevista a Maj Sjöwall en
la que afirmaba, más o menos, que la escritura de este género le ha hecho
entender, mejor que cualquier disciplina, el carácter y la naturaleza de sus
compatriotas suecos. Salvando las distancias, algo así se puede decir con la
obra del argentino y de muchos más.
Cortázar,
que no deja de sorprenderme en este libro, cuenta que en su escritura se
suceden dos niveles paralelos; los aspectos estrictamente literarios
(personajes, voz narrativa, el mensaje, la historia, etc) y, a la vez, su
escritura se desliza en un nivel más profundo que de forma implícita llega al
lector… Porque todos tenemos un sentido del ritmo, más o menos desarrollado,
que está ahí. Hablamos de la musicalidad, el otro plano de su escritura. Pero,
advierte, no se refiere a esa musicalidad que buscaban los escritores del
pasado, o los poetas simbolistas, mediante repeticiones de vocales, aliteraciones
o rimas internas. Nada tiene que ver con eso según Cortázar:
"Estoy
hablando de una prosa en la que se mezclan y se funden una serie de latencias,
de pulsaciones que no vienen casi nunca de la razón y que hacen que un escritor
organice su discurso y su sintaxis de una manera tal que, además de transmitir
el mensaje que la prosa le permite, transmite junto con eso una serie
atmósferas, aureolas, un contenido que nada tiene que ver con el mensaje mismo
pero que lo enriquece, lo amplifica y muchas veces lo profundiza.
(…)
de una manera que por ejemplo me lleva a no poner coma donde cualquiera que
conozca bien la sintaxis y la prosodia la pondría porque es necesaria. Yo no la
pongo porque en ese momento estoy diciendo algo que funciona dentro de un ritmo
que se comunica a la continuación de la frase y que la coma mataría" (p.151).
Hay
otra palabra omnipresente en este libro, el Humor. Cuyo importancia ensalza
Cortázar y le otorga el valor que muchos críticos y autores le han escatimado.
Y
asiento convencido ante tal consideración. No es ninguna nadería el humor. ¿Por
qué? Si con sentido del humor la humanidad está como está… ¿Os imagináis dónde
estaríamos sin él? Da miedo siquiera pensarlo.
Por
eso aplaudo que dicha palabra atraviese desde la primera a la última página. Me
ha provocado el efecto de contemplar un arcoíris de un extremo al otro del
horizonte.
Deja
clara la distinción entre comicidad y el humor, algo que no tengo que explicar
pues todos conocemos perfectamente la amplitud y el sentido de uno y otro.
Os
pongo un fragmento:
ALUMNA: Habló de la música y el humor
juntos, y me gustaría saber qué influencia hay de Boris Vian en su escritura.
-
Hoy es el día de las muy buenas preguntas (…). No creo que se pueda hablar de
influencia; cuando comencé a leer a Boris Vian creo que estaba viendo mi camino
con suficiente claridad como para hablar de influencias. (…) Desgraciadamente
murió muy joven (…). Durante mucho tiempo nadie lo tomó en serio; es lo que
pasa con los humoristas: la gente tiende a no tomarlos en serio hasta que
finalmente un día descubre que en el fondo ciertos humoristas estaban hablando
mucho más en serio que muchos escritores autocalificados de serios.
(…)
paralelamente con poemas comenzó a escribir novelas. Escribió cinco o seis en
donde la influencia de la música – comprendo el sentido de su pregunta- y
específicamente del jazz es muy fuerte.
Era
músico de jazz, tocaba la trompeta y si lo buscaran podrían conseguir un disco
en el que toca la trompeta con una formación de jóvenes de su tiempo en París;
por cierto que tocaba muy bien y cultivaba un estilo tradicional, el llamado Dixieland. (…) hospedó en su
casa, se hizo entrañable amigo de músicos como Louis Armstrong al que cita
tantas veces en sus obras.
Desde
su visión de la literatura Cortázar invitaba a sus alumnos a fijarse en el
valor humorístico que atesoraban algunos escritores, como su colega francés,
aunque sea humor negro, humor es.
Pensarán
algunos que han sobrevivido bien sin apenas sentido del humor, que han llegado
en perfecto “estado de salud” hasta dónde están. Yo me pregunto si tal hazaña
no se debe, en un porcentaje importante, a estar rodeados de personas que sí lo
tenían, a buscarlo incluso de forma inconsciente. Es más, creo que el sentido del
humor ha curado en este mundo tantas, o más, dolencias que los propios
antibióticos convencionales.
Fijarse
en lo leído, que decía Cortázar.
Leer
es hacer un alto en el camino y pensar en el trayecto recorrido, y en los
itinerarios que se abren ante nosotros conforme avanzamos. Leer para hacerse
preguntas, también así, afirma Cortázar, concibe la literatura.
Otro
aspecto excitante ha sido descubrirnos que hay detrás de una novela como “Rayuela”, que impulsos motivan
la creación de los “Cronopios”.
Y
probablemente suceda que después tengas una gran tentación de leer (o releer)
esas obras. Sobre todo cuando descubres que la particular naturaleza de esas
propuestas no son consecuencia de sesudos experimentos metaliterarios (como
hacía Unamuno, por ejemplo), sino que responden a situaciones mucho más
triviales de lo que algunos imaginan, lo que no implica que el proceso pasara
por ciertas fases de complejidad.
Afirma
el autor que utilizó la creación de Rayuela,
entre otras cosas, para cuestionar las pautas convencionales que rigen nuestra
vida y ordenan nuestra realidad. Su personaje, Oliveira, fue un vehículo perfecto.
Y
todo en esta novela pasa por el tamiz crítico del autor. Sin ir más lejos la
cruzada que emprende Oliveira contra el idioma estandarizado, aquel que está
colonizado por incontables “muletillas” para moldear la realidad según el
interés de instituciones, gobiernos, etc.
Hasta
que punto una lectura como Rayuela tiene sentido, valor y profundidad en
su contenido.
En
este orden de cosas pienso que leer para encontrar una justificación de nuestro
parecer es lícito, todos lo hacemos. Pero leer para que te cuestionen y
desordenen tu realidad no solo es aconsejable, es además necesario para
someterte a una saludable “descontaminación intelectual”. Hay que abrir las
ventanas del cerebro para airearlo. Entregarse exclusivamente a todo aquello
que te justifica, aparte de aburridísimo, empacha el ego, lo sobrealimenta.
Por
eso me resulta imposible escribir sobre un libro (leerlo) sin aludir a otras
cuestiones más allá de la historia que nos cuenta. ¿Cómo disociar un libro de
la vida?
Fijaros
que curioso, escribo los párrafos de arriba, cuando aún no había concluido el
libro, quedaba muy poco, y unas páginas más adelante me topo, mira por dónde,
con esta afirmación de Cortázar:
(…)
el autor de Rayuela es un escritor que pide lectores cómplices; no quiere
lectores pasivos, no quiere el lector que lee un libro y lo encuentra bueno o
malo pero su apreciación crítica no va muy lejos y se limita simplemente a
aprovechar todo lo que el libro le da o a sentirse indiferente si el libro no
le gusta, pero sin tomar una participación más activa en el proceso mismo del
libro (p.222).
Un
título muy recomendable, un libro en el que se capta muy bien la humildad con
la que se veía a sí mismo Cortázar, siempre reticente a las medallas y los
honores, una persona algo tímida y solitaria (pero no distante en el trato) que
sentía pudor, y cierto asombro, cuando se referían a él como genio de la
literatura.
Uno
de los intelectuales más cultos de su generación que nunca alardeó de ello. Eso
sí, admite haber perdido la cuenta de los libros que ha leído en su vida, pero
cree que antes de los treinta ya eran más de mil. En todo caso hay en la mirada
de Cortázar, en su prestancia, una aureola que irradia sencillez. Y no es
casual porque la genialidad suele brotar de lo más sencillo.
Bueno,
¿Qué me han transmitido todas estas páginas?
Pues
el día en que la lectura me parezca mero entretenimiento, no constituya para mí
un hecho vital, un lugar en donde no quepa la posibilidad de soñar despierto,
un acto que prive a la imaginación de emprender un viaje fantástico, que
trascienda esta espesa y previsible realidad que me constriñe, entonces los
libros habrán perdido, al menos para mí, parte de su alma, leer será una acto
ausente de emoción, carecerá en gran medida de sentido.
Necesito
que Cortázar me tienda una mano, o Maupassant, o Monterroso, o Oscar Wilde,
Saint- Exupéry, o…
Necesitamos,
seamos conscientes o no, que a través de sus relatos nos rescaten de la fealdad
de este mundo, respirar fuera de esas boinas contaminantes que nos rodean y
asfixian, surcar el mar y llegar a una isla misteriosa, que un niño nos rescate
en mitad del desierto, atravesar la nieve y, por qué no, las estrellas.
Yo
sé que CUENTO con un refugio allá… en algún lugar, en algún libro.
En mis tiempos de universitaria me atiborraba de Vian y, cuando ya no podía más, tomaba algo de Cortázar de postre. Pero, como no soy muy golosa, prefiero al primero, sobre todo "El otoño en Pekín". Sinceramente, no creo que haya entendido a Cortázar. Tendría que volver a leerlo...
ResponderEliminarsaludos
Agnieszka,creo que este libro salda las cuentas con aquellos lectores que, como tú, creen no haber entendido a Cortázar. Te puedo decir que Cortázar nos revela ( a sus alumnos) claves fundamentales para leer sus relatos, novelas, con otra mirada, porque te descubre matices que ayudan a entender situaciones o planteamientos de sus obras que pudieran presentarse, como tu sugieres, algo borrosas. Si quieres volver a leer a Cortázar, te recomiendo encarecidamente este título como "entrenamiento previo". Además es una delicia para cualquier amante de la literatura, haya leído o no a Cortázar.
ResponderEliminarSaludos.
me parece que ya hemos hablado en tu blog de que soy una auténtica fan de Cortázar (este libro no lo he leído y es para mi una alegría). También que lo leí casi completo de veinteañera y que siempre digo que tengo que releerlo.
ResponderEliminarTu texto me sugiere un montón de cosas: emociones, reflexiones, comentarios... He elegido aquellos aspectos que más me han llamado la atención.
En primer lugar la referencia que haces a la actitud ideal de un lector, alguien que no pretende del libro que sea éste quien se adapte a su cosmovisión, no, lo fascinante del libro es aceptar su invitación y adentrarte en la propuesta de realidad que te ofrece. Comparto completamente esta manera de leer. Aunque no concuerdo con otras personas, no me busco en los libros, al contrario, busco conocer otras maneras de ver la vida, de pensar, de soñar. Es cierto que, a veces, encuentro coincidencias conmigo misma, pero acostumbro a pasar por ellas de puntillas.
En segundo lugar, esa afirmación de que el autor, desde su intimidad, ha de dar rienda suelta a su imaginación, creatividad e intelecto sin que tales aspectos tengan por qué estar supeditados a ensalzar un ideal político. No me gusta que en literatura se haga política partidista, me desagrada profundamente. Es una de las razones por la que he dejado de leer a Almudena Grandes. Cortázar tuvo un momento muy politizado, cuando quedó encandilado con Cuba, lo que le valió romper con su primera compañera, que por otro lado le acompañó hasta su muerte (Aurora Bernárdez) pero me parece que logró superar ese momento.
Me parece que también te he comentado que los cuentos no suelen gustarme, pero los de Cortázar... eso es otra cosa y quizás por lo que apuntas: Un cuento o relato de Cortázar lo puede hacer con una fuerza demoledora, porque con casi nada se revela casi todo.
Y el humor... me cuesta tomarme las cosas con humor, pero con lo que está pasando en Cataluña, no me queda otra. Por fortuna, la sabiduría popular es muy creativa y me llegan motivos para la risa con frecuencia.
Y aquí lo dejo que llevo un montón de rato con este comentario porque me han interrumpido tres o cuatro veces.
Un fuerte abrazo!!
Vaya, he empezado en minúscula, que mal me sabe!! Lo siento.
EliminarHola Laura. Sí, me acuerdo de tu devoción por Cortázar, hasta el punto de haberte leído casi toda su obra, algo que me parece admirable, pues ya me gustaría haberme leído casi todo lo suyo.
EliminarPues sí, no concibo otra actitud lectora que no sea esa. En cuanto al tema de buscarse o no en el libro es un impulso que me sobreviene según sea la lectura, lo que me cuenta, a veces me lo quita.
Más que buscar una similitud (por la propia historia, los personajes, etc) en el libro que me corrobore, si procede la expresión, busco que pudiera haber de mí en algo totalmente ajeno a mi persona, y siempre que me embarco en ese experimento encuentro algo, bueno o malo, eso me lleva a valorar y reflexionar muchas cuestiones sobre mi propia realidad, a repensar desde otra óptica. Otras veces no sucede esto, hay multitud de variables que confluyen en el binomio libro – lector, muchas de estas variables son absolutamente arbitrarias y se presentan, o no, de una forma u otra según que circunstancias. En cualquier caso, lo que me gusta de los libros es que cada uno supone una experiencia diferente desde la cual observar el mundo. Totalmente de acuerdo contigo, no me gusta que se utilice la literatura para hacer “propaganda política”, el propio Cortázar lo discute en el libro y dice, en todo caso, que duda de su efectividad si ese es el propósito, y que hay géneros mucho mejores para eso, como el ensayo.
Tu frase para decir que te cuesta tomarte las cosas con humor tiene, en sí misma, bastante sentido del humor con esa alusión a Cataluña….jeje :)
Un abrazo grande!!
Nadie es profeta en su tierra, dicen. Probablemente eso se cumpla en mi caso. He leído 'Rayuela' y 'Bestiario', de su autoría. Y si bien reconozco que 'Casa tomada' es un relato emblemático, sus letras me agradan sin convencerme. Será que he leído muy poco; pero como no soy de relatos, pues...
ResponderEliminarNo obstante, querido amigo, me recuerdas que tengo poca inclinación a leer a autores locales. Deberé ponerme seriamente a despuntar el vicio. Pero si me preguntas, me inclino por Roberto Arlt o por Néstor Sánchez; me siento más afín con ellos.
Gracias por rescatarme este texto de un maestro al que tengo un poco relegado.
Un fuerto abrazo para ti, y besos a Ara e Izas.
Amigo Marcelo, por fin encontré un momento adecuado para escribir. Tampoco soy un gran lector de relatos, pero últimamente estoy disfrutando con algunos, lo que me lleva a pensar que al final se trata de encontrar placer en la lectura, sin dejarse condicionar por el formato. Te diré que este libro ha logrado que me reconcilie con Cortázar en muchos aspectos... porque después de leerlo te dices: ¡Oh, así que era eso! Y te vas a por uno de sus libros y empiezas a redescubrirlo con otra mirada. Te lo recomiendo amigo.
EliminarUn abrazo para ti y tus seres queridos.