P. Castillo

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sábado, 21 de marzo de 2015

Mientras escribo. Stephen King. El arte de la novela. Milan Kundera.





Hace unos días, aprovechando que estaba por la Gran Vía madrileña, me dejé caer por La Casa del Libro. Quizás arrastrado por el influjo de mi última lectura, “ El arte de la novela” ( Milan Kundera ), acabé rebuscando en la sección de “ Estudios literarios y lingüística”.
No tardé en toparme con dos títulos apetecibles, por el autor y, aún más, por el precio. Son, “ El escritor y sus fantasmas ” (Ernesto Sábato) , y “ Sobre la escritura ” (James Joyce), dos libros de apenas doscientas páginas.

Cuando consideré dada por buena la incursión, apunto de enfilar hacia la caja, me topo con el señor Stephen King mirándome desafiante, a través de la portada de su libro… 
¡ Qué tío, mírale ahí disputando lectores a Sábato, Joyce o Unamuno, entre otros, sin cortarse un pelo ! No sé si fue mi pensamiento literal, pero más o menos.

No pude resistirme a su osadía y acabé ojeando algunas páginas y, de nuevo... 
¡ Joder, has dado en clavo con esto que dices, has disipado una de mis nebulosas mentales y ahora entra más luz en mi cerebro!
Presa de la excitación, abro el libro de James Joyce, por la mitad, y veo que está en pleno debate metafísico sobre la naturaleza del escritor, “ claro, es James Joyce”,  musito con escasa emoción.

Entro en el juego morboso de la comparación, que nunca procede, pero siempre hago, y vuelvo a retar al señor King abriendo su libro al azar :

“ Además, me encantaba la idea de cagar como los vaqueros. Ni corto ni perezoso, adopté el papel de Hopalong Cassidy de cuclillas entre los arbustos con la pistola en la mano, para que no me pillaran desprevenido en un momento tan íntimo. Acto seguido… y, siguiendo las indicaciones de mi hermano me limpié el culo escrupulosamente con hojas lustrosas y verdes. Eran ortigas.”

Señor Joyce, no se moleste, nos veremos, seguro. Ahora necesito saber como se las apañó S. King después de semejante experiencia, y en qué medida condicionó su prolífica carrera. Sin olvidar que en sus años salvajes, este tío de dos metros se bebió la mitad de las Budweiser que se vendieron entre Maine y Nueva York, además de sus excesos con la cocaína. Todo ello hace presumible que King tenga alguna cosilla curiosa que confesarnos de su vida literaria.
Así que discúlpeme señor Joyce, siga descansando junto a Unamuno, nos veremos. King y Sábato se vienen conmigo.

Nunca había leído nada del señor S. King, por dos razones; la temática de sus libros no me interesa mucho. Y la segunda razón; consideraba que la calidad literaria de este autor no iba a satisfacer mis exigencias como lector. Me ratifico en lo primero. Asumo mi equivocación en lo segundo. Si, admito que he padecido cierta ceguera literaria. Mea culpa.

Lo primero que se advierte en esta lectura es un lenguaje claro, sin caer en academicismos de teoría literaria, que por cierto conoce, no hay que olvidar su pasado como profesor de lengua en la enseñanza secundaria.

Señalábamos un vocabulario sencillo y con un sentido del humor que no escatima en detalles de todo tipo, escatológicos también. Dicho de otra manera, rezuma esa ingenuidad infantil que tan espontáneamente muestran las personas adultas sin sentido del ridículo, o sea, un montón de norteamericanos.

Otro detalle. Sorprende la humildad con que se ve a sí mismo un tipo que lleva cuatro décadas en el Olimpo de los autores más leídos. Si, ya sabemos que hay malos escritores que venden mucho, el propio King lo menciona, pero en su caso es un hecho que no debemos tomar a la ligera, son cuarenta años en la cima y más de trescientos millones de libros vendidos. Si, más de 300 millones. Algo tendrá el señor King, aunque se empeñe, una y otra vez, en quitarse méritos.

Habla de su niñez enfermiza, de sus excesos con la coca y el alcohol, de la relación con su madre, su primera lectora, y después con su mujer, de la dificultad para sacar una familia adelante, y como ha revertido todo eso en su forma de escribir.

Su actitud humilde y discreta no es algo impostado, se notaría más pronto que tarde y, leyéndole, esa impresión nunca te llega a asaltar. Siempre ha tenido presente su infancia en la precariedad económica, su vida en barrios sórdidos. Eso se refleja en su actitud “antidivo” , pese a sus números. Incluso parece incomodarle que le cataloguen de intelectual. Dice que es un vecino más del pueblo, punto. La crítica, la mayoría de las veces, se le ha tirado a la yugular, parece curado de espantos y va a lo suyo. Algunos recordaran el virulento ataque de Harold Bloom, cuando King recibió el National Book Award honorario,en el año 2003.  

Más cosas. Y esto es lo que más me interesa. Stephen King conoce bien el oficio que tiene entre manos, domina con soltura los entresijos de la escritura y eso lo advierte enseguida el lector. Sabe de lo que habla y se permite decir que Lovecraft era genial escribiendo cuentos macabros, pero como dialoguista era un desastre. Lo ilustra con un fragmento de dicho autor en “ El color surgido del espacio ” que no reproduciré para evitar alargar esto demasiado, pero es un ejemplo esclarecedor, doy fe. De todos los argumentos que esgrime King para refutar su opinión me quedo con el último:

“ Para aprender a escribir diálogos conviene hablar y escuchar mucho, y fijarse en los acentos, los ritmos…”
“ A los solitarios y tímidos enfermizos como Lovecraft suele salirles mal el diálogo, o poco espontáneo…”

Lo más valioso del libro, sin duda, son los consejos que Stephen King brinda a quién de verdad se sienta escritor. Para el autor son aspectos que todo aprendiz debe tener presentes, qué ha emplear un futuro escritor y en qué no puede incurrir. Lo explica con pelos y señales. Pone sus propios errores juveniles como ejemplo, y muestra otros cometidos por figuras reconocidas. Vamos, una joya para cualquier apasionado de la escritura.
Algún botón de muestra, entre otros muchos :

“ Yo también tengo mis antipatías… habría que poner en la pared a cualquier persona que empleara la expresión “ qué legal ”, y que los usuarios de otras mucho más aborrecibles, como “ en aquel preciso instante ” o “al final del día “, se merecen acostarse sin cenar. “

“ Te recomiendo evitar la voz pasiva. Me parece que es una afición propia de escritores tímidos. La voz pasiva no entraña peligro, no obliga a enfrentarse con ninguna acción problemática… Dos páginas seguidas en voz pasiva, ( hay kilos y kilos en narrativa barata ) me dan ganas de gritar. Queda fofo, demasiado indirecto, y a menudo enrevesado. ( El primer beso siempre será recordado por mi memoria como el inicio de mi idilio con Shayna. )
¿Qué tal? Un bodrio, ¿no? Hay maneras más SENCILLAS de expresar la misma idea, y con más ternura y más fuerza. ( Mi idilio con Shayna empezó con el primer beso. No lo olvidaré. ) No es que me encante por el doble “con” pero al menos nos hemos desmarcado de la voz pasiva maldita. “

“ Desconfía de los adverbios. Recordarás, por las clases de lengua, que el adverbio es una palabra que modifica a un verbo, adjetivo o a otro adverbio. Son las que acaban en -mente-. Mediante los adverbios, lo habitual es que el escritor nos diga que tiene miedo de no expresarse con claridad y de no transmitir el argumento o imagen que tiene en la cabeza. “

Prosigamos. Acabo de escuchar en la SER, mientras me preparaba un té verde hace dos minutos, un comentario del Gran Wyoming, que está siendo entrevistado, ha dicho : “ Para disfrutar de la vida, una mente compleja con gustos sencillos, es una buena combinación ” . Ese es S. King.

Pues eso, un libro, sobre todo, escrito con franqueza y valentía. Directo a mi mesilla de noche.



5 comentarios:

  1. Paco, tienes un blog de lo más interesante...
    Ha sido un placer pasear por aquí.

    En esta entrada, una se da cuenta de lo poco que lee...a Stephen King le tengo en el banquillo. Aún no sé si le daré una oportunidad, o quedará pendiente para otra vida.

    Con Ernesto Sábato estuve en su Tunel, que me causó sensación...desde entonces no me he encontrado con él de nuevo...tampoco con Joyce.
    Me gusta como enlaza los encuentros con los libros.

    Un saludo y feliz día

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    1. Hola María. Yo tampoco tenía un especial interés por Stephen King, aunque este libro se sale de lo habitual en su obra. No tengo reparos en admitir que S. King domina su oficio. Que un escritor escriba muy bien es una obviedad, y sin embargo resulta inaplicable para no pocos de los actuales. Es un libro frecuentado en los talleres de literatura, recomendado por varios escritores. S. King habla de su profesión con una honestidad y humildad difíciles de encontrar en el gremio, argumento de peso para leerlo, además te gana para la causa ya en las primeras páginas, logra que te consideres el único destinatario de su mensaje, (habilidad de un buen escritor).
      Me chocó lo divertido que puede ser un tipo empeñado en asustar a media humanidad. Gracias por tu visita.

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    2. Pues anoto el libro...puede que el Sr King y yo nos encontremos después de todo. Gracias

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  2. A mí Stephen King me encanta. IT, con sus 1503 páginas, fue uno de los 3 mejores libros que leí el 2014. No solo habla del terror sino de esa transición terrible y maravillosa de la infancia a la adultez. es mucho más hondo de lo que parece.

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  3. Hola Pierre. Todo me lleva a pensar que Stephen King es un escritor al que no se le ha hecho justicia. Ahora parece que muchos críticos están poniendo en liza la verdadera valía de S. King como escritor. Más vale tarde que nunca. Gracias amigo.

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