P. Castillo

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miércoles, 4 de septiembre de 2024

 

Una mezcla de alegría y tristeza…


Agosto 2024, notas en el cantábrico.

He pausado un momento la lectura de Anne Carson; “Tipos de agua. El Camino de Santiago”, pues una formidable niebla se está desparramando por la colina que diviso al frente, y me fascina como el velo blanquecino va haciendo desaparecer el verdor tan notable de esta tierra asturiana, ya ha engullido una casita blanca encaramada en la cima.






Esta conjunción de la bruma sobre el valle y la lectura de Anne Carson me han motivado a escribir en mi libreta, impulso tan aletargado.




Anne Carson sobre la Tragedia Griega, estanterías de casa


Itziar vio y escuchó otra vez  “La Petite Fille de la Mer”, me dice que tiene una mezcla de alegría y tristeza, así lo siente. Una escueta y atinada definición de la vida, concluyo.




El orbayo, como llaman los asturianos a esa lluvia tenue que acaricia, cae suavemente.

Una lavandera se ha posado a escasos metros de mí, corretea vivaracha picoteando la hierba, sigo su periplo.



Me pregunto, sin dejar de mirar al pájaro, qué experiencias, qué momentos vividos estos días recordarán mis hijas dentro de unos 20 años…


Izaskun e Itziar, atardecer en la playa


En la serenidad del atardecer oigo el graznido distante de unos cuervos, quizás cornejas. La niebla casi ha borrado los contornos de la ladera, Rimbaud hubiese creado un soberbio poema ante tal escenario.



Por la mañana el cielo nítido no presagiaba lluvia, así la estampa me llamó mi madre:

 “Hola hijo, siento darte esta noticia, ha muerto el señor Joaquín.”

Joaquín es, era, uno de nuestros vecinos de toda la vida, había logrado superar un cáncer de próstata, pero a sus setenta y pico años padecía otros achaques.

“Ley de vida”, dice mi madre. Y todas las madres.

Me ha dejado tocado, teníamos muy buena relación.

Al tiempo que pensaba en la triste  llamada de mi madre, mi hija pequeña, Itziar (8 años), daba grandes brincos en la colchoneta de nuestro alojamiento cantábrico, rodeada de los manzanos del jardín, y perfumado su entusiasmo con la fragancia del petricor (el aroma de la tierra mojada al llover).

 

¡Papá, soy un pájaro!

Saltaba y aleteaba sus brazos con el mismo vigor que la lavandera, o la tarabilla que contemplé ayer.

Tarabilla común. No estaba en mi vieja guía de pájaros y otros animales, pero ya nos conocemos hace mucho, sé que entre las rocas y brezos de los peñascos no suele faltarme su compañía.



Supongo que mañana domingo enterrarán a Joaquín, barruntaba mientras miraba con una sonrisa melancólica a Itziar.

En el Tiempo pone que ese mismo día del entierro tendremos, por estos valles, una jornada apacible, el cielo estará despejado, azul… iremos al mar.



Va cayendo la tarde. Irrumpen diminutas lucecitas centelleando entre la bruma, destellos que anuncian la presencia de algunos hogares en la lejanía. Allí, con sus fracasos y sus logros, también resplandecen otras vidas.

La lluvia arrecia, pero Itziar ha vuelto a sus brincos sin importarle un carajo empaparse.



 Sube y sube atravesando la lluvia.

La dejo un par de minutos, hasta que la convenzo para entrar en la casa. Ya está oscureciendo.

Me asomo unos segundos por la ventana para aspirar el frescor nocturno, el repiqueteo de las gotas cayendo del hórreo es otra forma de silencio.

Antes de que mi hija sucumba al sueño, vamos a leer el cuento que empezamos ayer, quedan pocas páginas para el final.

El resto de cosas ya irán finalizando… a su tiempo, sin prisa pero sin pausa, como el orbayo de hace un ratito.

Y en breve, un par de días, cuando la lavandera esté correteando por la tierra mojada, nosotros ya nos habremos marchado del norte, igual que los vencejos y golondrinas cuando el verano se va despidiendo.



Detengo la mirada en las distantes lucecillas, y observo como se van apagando poco a poco. Reina la oscuridad en los valles.

Brincos rebosantes de alegría, y últimos suspiros de los que se fueron.

 

Cierto, hija (pienso en Itziar), la vida es una mezcla de alegría y tristeza.

Ahora sí, ya duermen todos; mi mujer, mis hijas y los pájaros…






martes, 2 de enero de 2024

 

Por un final feliz…

 

A pesar de la política y la hostilidad imperante, incluso a pesar de los bombardeos y las tragedias que nos oprimen el alma, a pesar de todo esto, permitidme que comience, aunque sea una vez, con un final feliz.

Sí, mañana será todo igual, las bombas caerán sin piedad, volveremos al ring político y el insulto, lo sé, pero aunque solo sea por esta vez, durante unos minutos…, un final feliz. Falta nos hace.




Feliz año

lunes, 9 de enero de 2023

 

Unas notas de días atrás



En la mesilla del dormitorio reposan un par de libros de los que leí algunas páginas por la noche (hace ya algunas noches).

"La serpiente de oro"; Ciro Alegría. "Más allá del bien y del mal;" Nietzsche.


Tal vez sea extraño leer “Más allá del bien y del mal” (Nietzsche) en tiempos navideños, pero en tales fechas, cuando muchos se entregan a ciertas acciones bienintencionadas (nunca está de más) y otros tantos siguen haciendo el mal, me acordé de Nietzsche, que no está, al menos en este libro, ni en el terreno del bien ni en el del mal… sino más allá. 

Después pasé a una lectura más auxiliadora, la novela que tengo entre manos; “La serpiente de oro” de Ciro Alegría, alterar este orden antes de dormirse sería contraproducente, no dejes que Nietzsche te acompañe el último, él no te entregaría a los brazos de Morfeo, más bien te dejaría frente al abismo, y uno necesita serenarse antes de dormir, mejor Ciro Alegríamáxime con ese apellido (Alegría) que le daría urticaria al filósofo alemán. Eso sí, me quedé con una frase magnífica de Nietzsche.



A veces escribo con música clásica de fondo, seleccionando un compositor u otro según mi ánimo.



 

Con los días otoñales o invernales prefiero piezas de aire melancólico, y en esta lid muchos músicos del Romanticismo y el Impresionismo (s. XIX hasta principios del s. XX) poseen algunas composiciones magistrales.

Quizás Chopin sea el melancólico por antonomasia de todos ellos.

Estaba con Debussy, uno de mis predilectos, es inspirador, también lo creía Marcel Proust cuando escribía escuchándolo, pues afirmaba que su música le resultaba muy provechosa.

Después de un buen rato con Debussy he pasado a Erik Satie y su deliciosa “Gymnopédies”, y con ella continuo. Pongo la música a bajo volumen, como el rumor lejano y placentero de un oleaje. 


Erik Satie, “Gymnopédies”

Tomé un café sobre las 7:30. Al abrir el balcón ha penetrado una densa niebla.


Foto, Paco Castillo


He ahuecado los labios para exhalar el vaho, como hacía de pequeño imaginándome con un cigarrillo, o empañando las ventanas del autobús escolar. Luego he cogido la bolsa en donde tengo pedacitos de pan, y al correr la cristalera los gorriones se han apostado raudos debajo… ya lo saben, recibieron su lluvia de migas en animado jolgorio. Ahí los dejé, parecían chiquillos alborotados en el recreo.

Y así, envuelto en la bruma, salí después al campo. Con esta atmósfera brumosa de horizontes un tanto inciertos, consideré apropiado llevarme Aldous Huxley y la "Filosofía perenne".





Se asemejaba el paisaje a un boceto de contornos desdibujados, predominando los tonos parduzcos y grisáceos.




Me recordó a una pintura de Turner, o mejor aún, de John Constable, que era más paisajista que Turner, y además miraba a las nubes tanto como yo.

Grandes bandadas de jilgueros y verdecillos asaltan las eras y caminos, cual bandoleros de Sierra Morena, alterando la uniformidad cromática, dándole un sutil toque naíf al cuadro de Constable que es el campo en neblina, me gusta.




 


Los días pasados arreciaron las lluvias gracias a los vientos ábregos del Atlántico, que ya referí.

Como la mirada se me va de los charcos a las nubes, y de éstas vuelta a los charcos, advertí en uno levísimas y diminutas ondas; dos insectos a la deriva, parecían Ephemeras (mariposas efímeras).


Estaban a punto de morir ahogadas, nada nuevo.

No me canso de repetir que en el campo me topo siempre con  esa secuencia de “El séptimo sello”; una partida de ajedrez entre la vida y la muerte, la muerte va cobrándose sus trofeos, y la vida, a veces, esquiva la fatalidad hasta el siguiente lance.

Esta vez intervine yo en la contienda, y adiviné el jaque inminente de la muerte a las efímeras. Pero ya veremos el próximo movimiento en el tablero…



Así la cuestión, las saqué cuidadosamente y las puse en un tronco de retama, esperé unos segundos a ver si reaccionaban… y sí, comenzaron moverse por el tronco, eureka.



Reincidí alterando el guion escrito por la Naturaleza, pero solo borré un par de líneas, nada más, en lo sustancial apenas variará. Añadí a las ya fugaces vidas de estos seres algún aleteo más.

Proseguí un tanto meditabundo con mi reciente acción, y a cuestas con “La Filosofía Perenne”, de Aldous Huxley


Leyendo por el campo sigo, en cierto modo, el ejemplo de Huxley, cuando éste paseaba por el desierto de Mojave (allí se fue a vivir) ojeando sus lecturas, pues decía que le inspiraba leer en el desierto, tan simbólico y bello para él. Lo mismo yo en el campo.

Es muy posible que Huxley se llevara una de sus lecturas favoritas; “El Libro Tibetano de los Muertos”, quizás quería impregnarse de esa serena mentalidad tibetana ante la muerte, libre del desgarrador paroxismo que aquí vivimos.



Abrí "Filosofía Perenne" y me puse a leer…


En referencia a este texto del filósofo Chuang Tse que selecciona Huxley, supongo que éste (Huxley) escribe la palabra Dios para que los lectores (a buen seguro sus coetáneos occidentales), se sitúen mejor en la idea que pretende transmitirles con el fragmento… lo digo porque Chuang Tse nació entre los años 369 y 290 a. C (a quien se le atribuye uno de los textos fundacionales del taoísmo; el Libro de Zhuangzi, siglo IV a. C), y ese Dios cristiano que el lector pueda tener en mente ni estaba ni se le esperaba hasta varios siglos después. Pero Huxley puede permitirse esta licencia para una mejor captación del fragmento por parte del lector, faltaría más. 

Dicen los estudiosos del remoto Chuang Tse, que la principal característica de su obra es el escepticismo. En ese sentido rescato un significativo pasaje en una de sus obras:

- Zhuangzi le expresa lástima a un cráneo que ve tirado al lado del camino. Zhuangzi lamenta que el cráneo esté ya muerto, pero el cráneo le contesta, "¿Y cómo sabes que es malo estar muerto?" -

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Zhuangzi

En esa página 148 del libro tenía guardada una hoja con ciertas notas de Rose Ausländer (Chernivtsi, 1901-Düsseldorf, 1988), aquella deslumbrante poeta ucraniana.

Pensad que yo había rescatado a unas ephemeras, cuya vida más larga es al estar en crisálida bajo tierra, precisamente ahí parecen más muertas, y cuando están más cerca de la muerte es estando pletóricas de vida ya en el exterior, volando bajo el cielo. Y estas notas de Ausländer dicen así:



“No te preocupes por mi muerte. Yo viviré también bajo tierra. Ella me alberga, me guarda en su respiración, juntas crecemos.”


“Escribe tu propio mundo, hasta el final, antes de que el mundo te prescriba.”

Rose Ausländer


Hmm, no sé… tal vez un amanecer más para estas efímeras sea casi una eternidad.

¿Quién quiere vivir para siempre? (Who wants to live forever?), cantaba Freddy Mercury.


La niebla se ha disipado poco a poco. 



Sopla una brisa fresca, el paisaje me envuelve con sucesivos y magníficos claroscuros por el vertiginoso desplazamiento de las nubes sobre mi cabeza, para esto existe una palabra en gaélico (nosotros no tenemos): rionnach maoim

Parece que las nubes se hubieran contagiado de nuestro trajín navideño, cuando miles de viajeros acuden a reunirse con sus seres queridos. 

Así me imagino a las nubes, viajando por encima de montañas, ríos, pueblos, rascacielos urbanos, solitarias dehesas con el pastor y su rebaño, centros comerciales atestados de coches y gentes apresuradas, comprando esto, aquello y lo otro, edificios parlamentarios llenos de diputados haciendo ruido con mensajes sin contenido, y parques infantiles vacíos de niños y silenciosos, aunque llenos de hojas marchitas y mensajes con contenido…




A saber a qué parajes remotos se dirigen las nubes, pero de algún modo van atravesando nuestra vida con esas luces y sombras sobre el horizonte... justo como contemplo ahora mismo en los páramos rebosantes de verdor.



De tal suerte que; ora camino por la oscuridad, ora por la claridad.

Las nubes te ofrecen sus conocimientos de la existencia, lo hacen a través de reveladoras metáforas, solo tienes que observarlas atentamente.



Sobre este y otros tantos escenarios uno ha de transitar las luces y las sombras.

Por momentos las nubes cubren todo y reina lo sombrío, para dar paso a un claro que se va ensanchando y llena la realidad de matices  y texturas.

La luz trota veloz por los páramos y la múltiple gama de verdes resplandece con destellos en todas las direcciones.



Claridades que resaltan las montañas en la lejanía en una visión idílica.



Sombras que vuelven a oscurecer el panorama. Pero he de continuar hacia delante, seguir caminando.

 
Las lluvias han dejado varios charcos, si me acerco y agacho hallo la tragedia flotando suavemente, si me levanto y doy unos pasos atrás, sus aguas se convierten en un bellísimo reflejo, mostrándome un trozo de cielo azul radiante, es la vida misma opacando la muerte de hace unos instantes.


Nubes que llegan y se marchan galopando en el horizonte, luces y sombras entre el cielo y la tierra; es trágico y es bello. 
Es la vida...


 



Seguiremos caminado en este 2023. Os deseo buen año.

Yo, caminando a lo largo del sendero...


P.D., Todas las fotos son autoría de Paco Castillo.


viernes, 4 de noviembre de 2022

 

Noviembre


Foto, Paco Castillo

Ha escampado ligeramente y la lluvia matinal de hace unos instantes (por ayer) me ha dado una tregua. Hoy se parece mucho más al otoño; estación que a estas alturas del año no termina de presentarse con todas sus credenciales. De momento está siendo más un "veroño" (que dicen) que un otoño.

Salgo a la calle. Un viento cimarrón sacude mi flequillo y lo ha virado hacia la derecha, ¡Dita sea!, espero que no sea un mal presagio... 

Si fuese un marino me pondría a contar ahora los designios que traen los vientos, pero no soy marino, y no me gustaría serlo, pues en las novelas que he leído sobre ellos… las pasan canutas.


Hace unos años leyendo a Herman Melville, hablando de marinos… ya os imaginaréis el título. Foto, Paco Castillo.


Escuché a la mujer del tiempo que este viento bravucón en la meseta central, se ha escapado del Océano Atlántico, entrando por Galicia y las costas portuguesas con sus pueblos de pescadores, este viento... aquellos vientos que hacían naufragar y morir a los pescadores lusos en la bellísima novela de Raul Brandao, inundando las villas marineras de esposas casi fantasmales, soportando la penitencia bajo el severo negro de sus vestiduras hasta el fin de sus días.

Hoy el viento de aquí, tierra adentro, lo que hace naufragar son innumerables hojas amarillentas. Tendríais que ver el espectáculo que contemplo ahora, una ventisca arremolina y esparce las hojas por doquier. 


Foto, Paco Castillo

La ventolera ha despojado con violencia las hojas de los árboles, y éstos también se ponen de luto a su manera, mostrando las ramas desnudas, huesudas, como si todo el árbol fuese un esqueleto lleno de fémures, costillas y tibias que castañean en el roce mutuo por mor del viento.


Foto, Paco Castillo

Estando así las cosas, me ha acompañado al campo un libro donde el Viento también me habla, no en vano le ha dado voz el poeta Miguel Hernández; “Viento del pueblo”. No creáis que por estar guardado en un libro este viento es menos rebelde, de eso nada.




"Viento del pueblo" (Miguel Hernández). Fotos, Paco Castillo

Arriba he citado a la mujer del tiempo, anunciaba ella con unas isobaras que este viento potente ha nacido en el océano...

Yo de joven quería ser un hombre del tiempo (verídico). Escuchaba muy jovencito a Mariano Medina, y sobre todo a Pilar Sanjurjo pronunciar palabras que, al margen de conocer o ignorar su significado, encontraba bonitas (pudiera ser por la musicalidad de su acento gallego).

Ahora sé casi todos esos significados, los he aprendido  porque deseaba conocer que hay detrás de esas palabras evocadoras junto a las que crecí.

Vientos ábregos”, refería Pilar Sanjurjo, y yo escuchaba cautivado su voz cuando lo pronunciaba. Ábregos; los vientos llovedores que así conocen los agricultores, pues portan la ansiada lluvia otoñal que será providencial para la Sementera (las tierras cultivadas).


Entrañable Pilar Sanjurjo, descanse en paz.


Sí, emprendemos la niñez junto a ciertas palabras, vamos creciendo en compañía de otras tantas, y moriremos con algunas, pocas, muy pocas, ya no harán falta muchas palabras para explicar... casi nada. Acaso unas pocas donde esté casi todo; "Te quiero". Si pronuncias esto a un hijo, hija, madre, padre, pareja, ya le habrás dicho prácticamente todo, o todo, lo que tenías que decirle en la vida, quizás no sea la única vez que lo hayas dicho, pero sí es la última vez que lo dirás…

La profesión del hombre y mujer del tiempo es bella y extraña a la par; asistimos con expectación y entusiasmo al pronóstico del tiempo, es decir, aquello (el tiempo) que en definitiva nos va exprimiendo la existencia, es un oficio muy metafísico, sin duda.

Los más de doscientos años de este enorme pino… se hicieron añicos en segundos, lo fulminó un rayo, yace ante mí. Vivir es pura contingencia, riesgo permanente a la vuelta de la esquina. Foto, Paco Castillo


Os aseguro que ni por asomo venía hoy a escribiros esto.


Foto, Paco Castillo

Yo pretendía comentaros sobre un poeta chileno (omitiré su nombre), incluso ya tenía casi lista la entrada. Pero al salir de casa el viento enfurecido me ha deshojado todos los pensamientos, como si fuese también un árbol a su merced. 

 

¿Los habrá retornado al mar de donde partió?


Cabo Peñas, Asturias, 2022. Foto, Paco Castillo

Si alguna vez el viento os roba los pensamientos, sabed que van a parar al mar.


Al mismísimo Faro de Cabo Peñas me llevé “El viejo y el mar” de Hemingway, un marco perfecto para su lectura. Foto, Paco Castillo

 “Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes (…) empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como el género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores (…)”. 

El viejo y el mar. Ernest Hemingway


El mar está lleno de pensamientos náufragos que le regalan los vientos, de eso escribió Hemingway, y Herman Melville con su Capitán, Ahab, o Ignacio Aldecoa en “El Gran Sol” y por supuesto Raul Brandao con “Los pescadores”.

Vendrá el verano y el Tiempo nos concederá el sol, entonces mis hijas volverán a correr tras las olas de la playa. Llegará el invierno y los niños se lanzarán bolas de nieve.

Mi hija pequeña en aquella memorable nevada, cuando recién estaba comenzando... Foto, Paco Castillo.

Mas, entre corretear las olas y hacer bolas de nieve, pasa el Tiempo, y los hombres y las mujeres del tiempo pasan, pasan con él. Y sucede igual con las mujeres y los hombres que no trabajan con el Tiempo; pasarán, porque el Tiempo sí trabaja con ellos…

Me hubiese gustado ser un hombre del Tiempo, oficio hermoso y a la vez extraño que refería.

Y así os anunciaría que en la mañana los vientos traerán “un tiempo para construir”, y al atardecer un “un tiempo para derrumbarse

Y al día siguiente vendrá un frente con “un tiempo para reír”, al que seguirá “un tiempo para llorar”.

Pues hay, como dicen The birds en la canción, “un tiempo para cada propósito bajo el cielo”, hasta el día que nos marchemos y cada uno se guarde su último propósito…