P. Castillo

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miércoles, 24 de junio de 2020


Tumbarse junto a los charcos…


Hace poco más de un año escribí lo que viene a continuación. Fue una de tantas anécdotas reales en mis andanzas campestres.




A veces paseando me tumbo junto a los charcos con la intención de fotografiarlos. Especialmente los de lluvia recién caída desde el cielo, obvio… de donde iba a ser, al no ser pisados su agua tiene una delicada y límpida transparencia.

En ocasiones los he visto con hormigas a la deriva, náufragas entre restos de espigas, dientes de león,  sin faltar alguna pluma de urraca ondulando de una orilla a otra.





Un día, mientras hacía una foto al charco de tal guisa, tendido, se cruzó por el solitario sendero un señor entrado en años.


"Una Aldea", Ivan Bunin

Nos saludamos:

“Hola, qué hay”. Dije.

“Buenas”. Contestó el caminante.

Fijándome en su mirada furtiva adiviné la extrañeza que le causaba mi acción, tirado junto a un charco, cámara en mano, manchado de barro.

Volteé la cabeza para verlo alejarse…






Tiene bemoles que me considere estrafalario. Él, que rondaría los 80, sin camisa y en pantalón corto, desafiando unos fresquitos 10 grados positivos mediado marzo.



Él sí que era para sorprenderse, pensé recostado junto al barro, cual libélula mimetizada con los elementos.







Eso sí, procedí cuidadoso para no dañar a las pequeñas verónicas, las centaureas y tantas flores silvestres rodeándome…













Uno de mis imprescindibles.


Y al delicado musgo verdísimo, o al llamado musgo rojo, que en realidad no es musgo, sino la Tillaea muscosa (Crassula tillaea), que cuando encuentra tierra inerte la resucita con una transfusión de sangre vital, tapizando de rojo su avance.


Fotografía de Paco Castillo

Gente rara sin más, mascullé hacia la silueta del intrépido paseante, difuminándose entre las retamas.



El diente de león continuaba su vaivén ante las desafortunadas hormigas.



Una curiosidad sobre el humilde musgo rojo; la mayor intensidad de su tono carmesí lo alcanza ya al final de su ciclo, que irónicamente coincide con la eclosión primaveral, tan vivificante todo… y me digo, ¿por qué hay elementos que adquieren su gran esplendor en el ocaso de la vida?, ¿qué mensaje, o aprendizaje nos querrán legar en esos instantes últimos?



No sé… hay personas que acuden a misa y leen la Biblia con el consuelo de hacer más llevadero este enigma de nuestra existencia, de esclarecerlo un poco, lo respeto absolutamente.


La investigación, Stanislaw Lem


Yo, desde que tengo uso de razón, sustituí la lectura de la Biblia por la de la tierra. A la tierra la puedes tocar con las manos, acariciarla con los dedos, tumbarte con ella, y no encontrarás en su “alfabeto” palabras como lascivia o pecado.

                                      Fotografía de Paco Castillo

Intento leer los granos de arena, leo al musgo rojo admirando esa viveza del color cuando está cerca de su finitud… pero ignoro la lección a extraer, aunque jamás su belleza, seguramente es un aprendizaje para no ser verbalizado, y sin embargo es tan profundo… creo que esa es la enseñanza; sentir. Hacer perceptible tu ser a partir de la otra presencia, reconocerte en ella, advertir esa íntima conexión. 

“El libro de la almohada”, Sei Shōnagon


Seguimos. Yo estaba a lo mío, echado sobre la tierra para fotografiar a ras del suelo, intentando captar reflejos de las nubes en el charco, encuadrando un trozo de cielo para dejarlo en mi escritorio… qué pretenciosos somos los humanos, llevarnos una porción de cielo.



"La canción de Salomon", Tony Morrison


Recuerdo estar al inicio de la primavera por varios detalles, pero resaltaré éste; al llegar a casa y despojarme del abrigo, había una margarita adherida a mi chaquetón verde, se había escondido en la capucha, acurrucada entre el borrego sintético del forro, supongo que no encontró lugar mejor.



Me gusta llevarme este chaquetón en los días frescos y montaraces. Tiene unos bolsillos generosos para meter libros, la cámara y otras cosas. Alguna vez he tocado las cáscaras de una mandarina, ya con la textura del pedernal, que merendarían mis hijas y allí fosilizaron cual trilobites.





Ya digo,  son estupendos para meter libros. Luego hago esas fotos que publico en las entradas; un ejemplar cerca de un charco, arrimado a un escarabajo, encima de la hierba o el musgo, según me ofrezca el entorno y la imaginación...


 "Cuentos", Julio Ramón Ribeyro

"La habitación pintada", Inger Christensen

"La inteligencia de las flores", Maurice Maeterlinck


"Cuentos de Odesa y otros relatos", Isaak Bábel

"Carpe Diem", Saul Bellow

 "España, aparta de mí ese cáliz", César Vallejo

"Ehrengard", Isak Dinesen


Llegué a casa y dejé a la margarita por la librería, con la intención de guardarla entre las páginas de un libro.
Y supongo que lo haría, pues noté semanas más tarde, ya olvidado el asunto, su ausencia.

Esta idea de conservarla dentro de una novela tiene su origen en La Cuesta de Moyano, donde hace ya años compré un libro, Amiel, de Gregorio Marañón, y permaneció en mis estantes sin abrirlo ni se sabe el tiempo. Transcurridos muchos otoños me dio por ojearlo y allí encontré una flor, tal cual observáis, parece una pequeña rosa, pero dudo.



Pensé fascinado en la historia real que podría esconderse tras la flor y el libro. Ahí sigue, aprisionada en las cuitas del profesor suizo Henri-Frédéric Amiel


El “Diario íntimo” es una extensa autobiografía en la que este misterioso intelectual (poeta, filósofo, escritor, profesor universitario, crítico literario y traductor, como leeréis en la Wikipedia) se dedicó a desmenuzar buena parte de su vida, casi hasta llegar a la muerte, y que fue objeto de ensayos, como el de Gregorio Marañón, seducido por ese amargor que Amiel reflejó en sus notas. Unamuno y Tolstói también eran unos entusiastas de estos escritos que plasmó el suizo. 

En cuanto a mi margarita, desconozco que libro la custodiará, ni entre que fragmentos estarán retenidos sus pétalos.

Cualquier día lo abro y me encuentro la flor prensada, entonces regresaré a esa mañana, cuando me tumbé en la hierba junto al charco… y un abuelo descamisado en el frío matinal me sorprendió capturando un trozo de cielo, mirándome intrigado, quien sabe si para tomar nota y hacer lo propio en cualquier oportunidad, gozoso ante un feliz descubrimiento en la cima de su vida; es posible llevarse unas pocas nubes a casa.

Ese recuerdo me lo regalará un libro que ahora no encuentro, ni tampoco el charco que reflejaba un pedazo de cielo que secuestré.

Saldré por ahí a sisar más nubes, y tener algo de lo que escribir.


"Pueblo", Azorín


Y ahí paré. Refería al comenzar el hecho de recuperar estas experiencias campestres de hace un año, o poco más.


Era primavera, como la que nos acaba de dejar, pero no he salido a hurtar nubes, ni me he tumbado junto a un charco de lluvia recién caída, y tampoco me he topado con un intrépido abuelo desafiando al frío.

Ayer, hoy, mañana, pasado mañana… son adverbios de tiempo sin tiempo al que asirse en esta angustiosa primavera ya conclusa.

Buena parte la he intuido asomado a mi ventana, contemplando desde el confinamiento la libertad de los gorriones, y constatando como el paso de las horas lo marcaban cúmulos o cirros desfilando sobre la sierra de Guadarrama.


Me he familiarizando con algunos gorriones, hay un macho que todos los días se posa en un cable de la luz. Es un cable grueso y feo, pero al gorrión, también a las palomas torcaces, les agrada posarse ahí, frente a mí. 






He imaginado que vigilan el paso de la luz bajo sus cuerpos, como si quisieran impedir a la oscuridad reinar tras las ventanas... de algún modo lo han logrado.

Voy acabando, quiero asomarme, seguro que está Curro, ya le he puesto nombre a mi amigo, el gorrión.

Y luego miraré si guardé la margarita en "Muerte de un apicultor", de Lars Gustafsson que, leído en lejano 89 o 90, va mereciendo una relectura, o en "Alfanhuí" de Rafael Sánchez Ferlosio, no es mal refugio, además tiene querencia por las flores silvestres.




"Muerte de un apicultor", Lars Gustafsson


O vete a saber en que dramas narrativos o poéticos reposará… 



No descartaría sorprenderla en un cuento de mis hijas, acudo bastante a ellos, me atraen por no someterse al cansino imperativo de calcar la realidad, hay momentos, con una novela en las manos, en los que padezco sobredosis de realidad, pero tengo el antídoto a unos metros de mis librerías, en la habitación de mis hijas.




Sí, quizás esté por uno de ellos, no sería descabellado, cuando abro uno sé que todo puede suceder; uno de Gorki, "Samovar" comenzaba así:

"Esto que os voy a contar sucedió una noche de verano..."




Ya es hora de regresar por donde he venido...



Os dejo con esta bellísima pieza de Chopin; Spring Waltz.






31 comentarios:

  1. Muchos libros veo que llevas en la mochila. A mi me cuesta llevar uno bajo el brazo, ya me pesan. De los señalas hay un par que tengo ganas de entrarles al trapo, pero primero e de ver si están en la biblioteca, caben pocos libros más en casa y mi señora ya ha dicho que basta (me parece que no soy el único).
    Sigue haciendo fotos a los charcos, es otra visión del panorama, a ran de tierra, siempre se agradece pisar de pies en ella.
    Un abrazo
    salut

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    1. Los charcos son un termostato natural, y también refrigeran la mente cuando unos los contempla. Tu señora podría formar una temible unión con la mía... no caben más, las cosas como son, reconozco que mi mujer tiene razón. Ojalá tengas suerte en la biblioteca, esos santos lugares.
      Un abrazo, Miquel. Salut!

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  2. Tu texto es una verdadera fusión de la naturaleza con la biblioteca, una especie de "biblioleza" o "naturoteca". Se disfruta con el vaivén, con el zigzag discursivo y literario. Acabo de leer La caballería roja de Bábel y entre todas tus propuestas me ha llamado la Autobiografía de Amiel. Ahora estoy leyendo la de Canneti y, por sugerencia suya, El hombre sin atributos. Apenas he salido a la naturaleza en este tiempo. Un cordial saludo.

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    1. Me sucede igual, Joselu, apenas he disfrutado por la naturaleza, de ahí que recuperase este texto a modo de consuelo o de lo que sea... me cuesta ponerme frente al ordenador, esa es la verdad.

      Bábel, para mí, es un escritor de los grandes, a la altura o superior a otros grandes clásicos de su época bastante más conocidos.
      Los diarios de Amiel fuero influyentes para muchos escritores, entre ellos nada menos que Tolstói, como para tenerlo en cuenta.
      Gracias por tu presencia, amigo Joselu.
      Un fuerte abrazo!

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  3. Estoy sorprendido por todas las formas en que haces para obtener buenas fotos y está comprobado ..., todas las fotos aquí son satisfactorias.
    Saludos desde Indonesia.

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    1. Gracias, piensa que aquí solo pongo las mejores fotos... otras tantas no me salieron como yo quería.
      Bienvenido desde España.

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  4. Tus fotos son espléndidas. Una simbiosis entre naturaleza y lecturas. Me has recordado que tengo ganas de comprarme una cámara...una buena cámara! Acabo de leer "La Bastarda" de Leduc. Tengo en mente proximamente "La novela de un literato".
    Gracias por compartir.
    Un abrazo.

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    1. Si manejas la cámara igual que las palabras harás unas fotos excelentes. La fotografía es una forma de expresión poderosa, intento transmitir todas las sensaciones posibles, empezando por trasladaros al escenario, creo que algo consigo, ¿no?. Buenas lecturas tienes entre manos, estaré atento. Gracias a ti, Marybel, por compartir tu tiempo.
      Un abrazo.

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  5. Qué preciosas flores silvestres. me fascinan las verónicas. Son tan delicadas y pequeñas que parece mentira que tanta belleza y tanto color se puedoan contener en tan minísculo recipiente.
    Yo también creo que la flor de tu libro de la Cuesta de Moyano es una rosa, pequeñita, pero rosa.
    Yo siempre he sido de llevar bolsos grandes para que pudiera caber un libro. Lo malo es que cuanto más grandes, de más cosas inútiles se llenan.
    Preciosa entrada con mucho libro y mucha naturaleza.
    Un beso.

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    1. Sí, son preciosas, a mí me entusiasma mirarlas, y hacer fotos. Eso creo yo, me parece una rosa, aunque tanto tiempo compartido con Amiel... ha de cambiar la personalidad, jeje.
      Me pasa lo mismo con mis bolsillos, los de la chaqueta esa, las cáscaras de mandarina es literal, como digo.
      Libros y naturaleza... siempre han sido un matrimonio feliz en mi blog.
      Un beso, Rosa.

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  6. Maravillosa entrada. Veo que tienes buenos libros, te gustan las flores y los pájaros (todo eso me pasa a mí también) y haces unas fotos estupendas. Esto último, yo, menos, aunque reconozco que lo de agacharme para retratar charcos o los restos de la marea baja lo practicaba habitualmnte antes de todo lo que ha pasado en esta maravillosa primavera frustrada para nosotros (para las plantas y los pájaros, no, al contrario). Además lo explicas muy bien. Muchas gracias.

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    1. Muchas gracias, me alegra encontrar a alguien que se agacha (o lo hacía) para retratar charcos o la marea baja, a veces devuelve cosas dignas de retratarse. Ha sido una primavera vista y no vista pero, como muy bien señalas, las flores y los pájaros han sacado mucho provecho de nuestra ausencia.
      Gracias, Granuribe, por tu tiempo, estas en tu casa.
      Cuídate.

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  7. La naturaleza y los libros que muestran tus imágenes dicen mucho y bueno de tu sensibilidad y buen gusto, Paco.

    Vuelvo a felicitarte por las enseñanzas que nos transmites.

    Un abrazo

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    1. Agradecido siempre por tu presencia, querido Luis Antonio, el gusto es mío al tenerte por aquí.
      Un fuerte abrazo!

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    2. "ALFANHUI" de RTVE. ¡Cuantos recuerdos me trae esa imagen¡ En su día los coleccioné todos. Ahora deben dormir el sueño de los justos en el desván de la casa del pueblo...

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  8. Gracias por compartir tus lecturas y tus paseos. Un saludo

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  9. Gracias a ti, Esther, espero compartir más paseos y lecturas. Un saludo.

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  10. ¡Hola Paco! Es una pena que esta primavera no hayas podido tumbarte al lado de los charcos para hacer fotografías. Me imagino a ese anciano mirándote y pensando "¿Qué hará ese tipo ahí tirado en el suelo con una cámara de fotos"? Y a ti en el suelo viéndole ir con sus ochenta tacos, pantalones cortos y sin camisa y pensando ¡Qué tipo mas raro...!! Jeje, la imagen me saca una sonrisa. Y es que raros somos todos, todos hacemos cosas que cualquiera podría calificar de rareza (yo siempre me he considerado un bicho raro)
    ¿Sabes? yo también les pongo nombre a unos cuantos pájaros que vienen a visitarme cada día cerca de mi ventana. ¡Me encanta tus fotos campestres con libros!
    Besos

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    1. Hola, Marian. La verdad es que la primavera se esfumó de un día para otro, todo ha resultado muy extraño, qué vamos a decir a estas alturas ya...
      Jeje, a veces lo pienso, tiene que ser raro pasear por el campo y cruzarte con alguien recostado junto a un charco, haciendo una foto o lo que sea. Pues yo me considero muy normal, pienso que a todo el undo le tendría que gustar hacer esas cosas, jaja, pero en serio, me veo un tipo muy normal.

      Marian, de ti no esperaba menos en cuanto a lo de poner nombres a los pájaros... pero se más original que yo, ¿vale? ;)
      Besos!

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  11. Parafraseando a Gorki, has venido aquí a contarnos lo que sucedió un día de primavera.
    Me has hecho recordar mi lectura de La palabra más hermosa de Margaret Mazzantini. Uno de los personajes también era un fotógrafo de charcos. Me pareció una imagen preciosa cuando lo leí y aún me la sigue pareciendo.
    Vendrán otras primaveras y podrás salir a leer la tierra, que por lo que cuentas veo que, al igual que la literatura, ofrece más preguntas que respuestas.
    Un abrazo

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    1. Lorena, como apunté se trata de un escrito antiguo, bueno de hace un año, y me dio por recuperarlo, también es cierto que estoy un poco apático, y me va apeteciendo tomar distancia, respirar más allá del ordenador. No sé si anote ese libro que mencionas, pero ya lo hago, me fío mucho de ti.
      La tierra me proporciona muchas lecturas, y además profundas, de ahí que me pase temporadas en las que apenas lea narrativa, simplemente asimilo lo ya leído.
      Un abrazo!

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  12. Un placer de visita.
    Cuida de ese tesoro de sensibilidad, es todo un mérito mantenerla.
    También todos los contrapesos habrán colaborado a su presente permanencia. Qué sería de los sensibles sin ellos? Acaso volarían sin pausa hasta disiparse?
    Lo óptimo para algunos consiste en desarrollar el propio contrapeso interior para no depender, sin embargo es lo que las más amplias mayorías denostan.
    Muy respetable todo pero también contrapuesto. Mas la materia, sin adjetivos, se forma mediante la aglomeración de diminutas particulinas..

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    1. Un placer tu presencia, Emejota.

      La vida es un complejo equilibrio de contrapesos, no se puede entender la delicadeza de un amanecer sin sentir el peso de la oscuridad en la noche.
      El respeto descontamina en buena medida la mente.
      Así es, todos somos resultado de un conglomerado dispar, diverso, la pureza es una palabra desconocida para la Naturaleza.

      Gracias por tus palabras y las reflexiones que atesoran.
      Un abrazo.

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  13. Siempre es bueno leerte, Paco. Haces que lo cotidiano resulte una novedad. Como habitualmente, tus fotos son el mascarón de proa de esa nave que son tus letras que, cada tanto, tiende a alejarse de las costas de rutina, para rescatar lo esencial -aquello que es invisible a los ojos, según Saint Exupéry- que habita en lo que nos rodea y entregarnos una mirada que combina mágicamente el paisaje en derredor con el amor por los libros y la lectura.
    Tu musgo rojo me ha hecho evocar a mi madre, quien pocos días antes de partir, recordaba lúcidamente parte de su infancia, allá por la década del '20. Legar la propia memoria debe haber sido su último canto. Un postrer esfuerzo de dar muestras de haber vivido. Como tu musgo rojo.
    Un fuerte abrazo, amigo.

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    1. Gracias por tus motivadoras palabras, Marcelo. Saint Exupéry es también una fuente ideal para encontrar inspiración, eres un lector con mucho criterio cuando sacas a la palestra estos nombres, siempre se aprende con tus comentarios.

      Me complace traerte un bonito recuerdo en torno a tu madre, y que nos lo cuentes, muchas gracias de nuevo, amigo.
      Un fuerte abrazo para ti!

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  14. No sé si lo creerás, pero tengo todos los libros que fotografías menos el de Amiel. Supongo que tengo un hermano de libros por el centro o sur, bueno mi sur.
    Cuida de no cambiar.

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    1. Por supuesto que te creo, cuando me hablas de libros tengo el convencimiento de que hay que creerte sí o sí, sabes muy bien de lo que hablas. Amiel es una biografía muy interesante.
      Cuídate, Wineruda, gracias por estar.

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  15. Jajajaja, reconoce que estar tumbado al lado de los charcos no es frecuente, pero fíjate que entrada más bonita nos has regalado, que reflexiones tan interesantes, que colección de libros nos has ido presentando...
    Yo también fotografío reflejos del cielo en los charcos de la playa, y no es raro que haga fotos al cielo y el mar, azul con azul...

    Abrazos!!

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    1. Jeje, pues sí, un poco raro tiene que ser encontrarse a un hombre maduro tumbado junto a un charco... bueno, el caso es que me lo paso pipa. ;)

      Doy fe de tus buenas fotos, solo hay que ver las que pones en la cabecera, me encantan.
      Abrazos, Laura. Gracias!

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  16. Paco tengo que reconocerte que como dice Laura, estar tendido fotografiando un charco como mínimo es curioso, no me extraña mucho que el paseante sin camiseta a 10 grados te mirara un poco asombrado jajaja, aunque estoy contigo que lo suyo tampoco era muy habitual, espero que me perdones las risas y desde luego puedo imaginar perfectamente esos paseos de un amante de la naturaleza porque solo se tiene que saber mirar y disfrutar de tantísimas maravillas que tenemos a nuestro alrededor. A mi me parece muy relajante mirar las nubes, o ver lo incansables que son las hormigas, o las mariquitas que siempre me producen ternura y el prodigio de los hilillos de plata de las telarañas aunque las arañas me espantan y asquean por igual y ya puedes imaginar que leerte, con esta combinación de naturaleza y de libros me ha encantado. Este año por desgracia la primavera se nos ha pasado asustados y confinados pero mientras nosotros estábamos recluidos la naturaleza ha seguido su curso y casi ni la hemos visto y ya tenemos aquí el verano, a mi ya sabes que me gusta mucho pero entiendo a los que os gusta menos, pero si algo nos ha enseñado este tiempo confinados es que hemos de disfrutar de cada momento como he disfrutado leyéndote y escuchando la fantástica música que nos has dejado, me ha encantado.
    Besos

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    1. Jeje, he de reconocer que verme así no es una estampa muy normal... ;)
      Pues sí, nos quedamos sin primavera y ahora el asunto tampoco es muy claro, pero tenemos que adaptarnos a la situación, es lo quw hay.
      Últimamente estoy algo apartado del ordenador, de ahí mi demora en contestarte, disculpas por ello, Conxita.
      En fin, espero que nos vayamos sobreponiendo de esta situación, paciencia y ánimo, no nos queda otra.
      Cuídate mucho!!

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