Martín
Fierro (1872), José Hernández (Argentina, 1834-1886)
Alianza
Editorial, edición de 1985. Notas de Santiago M. Lugones. 286 páginas.
Martín
Fierro, o como una
historia infausta es contada de una manera bellísima, con una fuerza dramática muy envolvente, provocándome la misma sensación que al contemplar una gran tormenta estival, sobrecogido por la belleza trágica de ese cielo amenazador.
Sin
embargo, he aquí la paradoja, tal vez sea su estilo lo que desanima a muchos
lectores. Aunque seguramente sea el olvido, sin más.
Precisamente su estilo es para mí lo ideal. Es su
forma, como poema narrativo, la que otorga a esta epopeya toda su intensidad, propiciando
la fascinante cualidad musical que te llega al leer sus estrofas, como cantos o
lamentos las más de las veces. Una prosa telúrica en donde la palabra muta
también en imagen, al ser una narración en primera persona que te hace vivir y observar la figura de Martín Fierro (voz narrativa), tratando de encontrar
“su lugar” en aquella época hostil.
Un gaucho
luchando contra la ingratitud de su existencia, derivada de las injusticias
sociales. Vidas aguerridas por soportar esa geografía indómita que es el llano
patagónico, de ahí lo telúrico; la influencia que tiene para el carácter de sus
moradores la orografía que habitan.
No
concibo de otro modo el estilo, será por la fuerza de la costumbre, pues retorno a Martín Fierro en ocasiones, como quien regresa a un lugar añorado.
Sirva un breve y explícito párrafo de la Wikipedia:
“Martín
Fierro logra la interpretación sociológica de una época y de una sociedad, aúna
lo lírico, lo descriptivo, lo satírico y lo épico, alcanzando los caracteres de
una epopeya.”
Su autor, José Hernández, fue un
criollo (argentino de raíces extranjeras; españolas, francesas e irlandesas, si
no me equivoco) simpatizante del mundo gauchesco, con los que mantuvo una
estrecha relación desde muy joven.
Fruto de esta inmersión en la
realidad del gaucho, vería la luz una de las grandes obras maestras de
la literatura latinoamericana y, por extensión, de la lengua castellana; “Martín Fierro”, corría el año 1872.
Os hago un retazo de lo que acontece.
Entre las paredes de una pulpería, lo que vendría a ser una cantina, Martín Fierro, al compás melancólico de su guitarra, recita a la concurrencia su errante y desgraciado periplo hasta recalar ahí.
El gaucho es separado de su
familia; mujer y dos hijos, a los que deja a su suerte en la modesta casa que
habitan en tierras patagónicas. Ha sido reclutado forzosamente por el ejército
argentino y destinado a las remotas fronteras para vigilar, y si fuera
necesario combatir, a los indígenas, a quienes nunca consideró sus enemigos.
Su estancia acuartelada es un
auténtico calvario, primero el propio reclutamiento, algo antinatural para un
gaucho, hijos como son de los horizontes
inabarcables, del viento al que acompañan a los lomos de sus caballos, del
silencio y la soledad, amigos inseparables de sus guitarras en las noches
heladoras de la pampa, mientras acarician a su perro junto a una hoguera crepitando bajo las estrellas…
Es sometido a un régimen castrense
que le sume en una profunda desesperanza. Arrancado de su mujer e hijos. Pasa
hambre, es humillado, trabaja de sol a sol sin más recompensa que algún trago
furtivo de licor. Además, él y otros gauchos son utilizados en beneficio propio de los oficiales, faenando en sus "chacras", es decir, en las fincas que poseen el general o comandante de turno. Tiranos y brutales en el trato.
Después de tres años pasando
incontables penurias se fuga. Regresa a su casa, en donde solo encuentra un lugar desangelado y entregado a los yerbajos. Ni rastro del hogar que guardaba en su memoria.
Es tenido por desertor y perseguido sin tregua.
Intenta soportar la tristeza de alguna manera, se aficiona al trago en las
pulperías, a la mala vida, mata a otros hombres en diversas afrentas, tratando de defenderse.
Pero en su fuero interno hay un ser que se rebela contra los abusos de poder que ha padecido.
En definitiva, intenta aplacar su
sed de justicia, su dolor, clama su amor a la libertad, su dignidad como
hombre, su devoción a los hijos, a su mujer…
Y si la guitarra no suena en el campo, lo hace el viento cimbreando las retamas...
Ya me conocéis, me suelo llevar
libros al campo, en esos paseos, también solitarios, a los que me entrego con
la devoción de un místico.
La última vez que llevé a Martín Fierro fue el
invierno pasado, cuando ya agonizaba la estación para dar paso a una primavera
enferma y mustia por la escasez de lluvia, aunque alguna hubo.
Estos páramos en los que paseaba son de
escaso arbolado, de una vegetación rala y humilde, un paisaje casi desnudo. Siendo así, la lectura de Martín Fierro se hace
todavía más penetrante y vívida.
Unos pocos árboles hay, claro,
algunos chopos, fresnos, arizónicas silvestres, algún arce, moreras dispersas, etc. Lo que
se aprecia con más abundancia son las retamas, e hileras de juncos en el cauce
seco de un arroyo.
Yo iba por allí algunas mañanas,
en ocasiones por la tarde, aún con esa claridad tibia antes del precipitado anochecer invernal.
Son unos campos que se acoplarían
bien al espíritu poético del 98.
Muchas veces, andando por los caminillos
desiertos y yermos, me he imaginado a Machado, a Unamuno, o Azorín... ensimismados pisando la menuda hierba aprisionada en
la escarcha, apartando los guijarros con el pie, fijándose en las correntías a
ver si encuentran alguna moneda antigua, en fin, cavilando sobre su existencia,
pensando de modo poético en el transcurrir del tiempo y la vida.
Arriba con Unamuno ("Por tierras de España y Portugal"). Aquí con Azorín ("Pueblo"). Paco Castillo.
Ahí leo fragmentos de Martín
Fierro, lo hago retratando al libro junto a la modesta flora que va
surgiendo a mi paso. Arbustos discretos, flora invernal que gusta del silencio reinante
en estos pagos.
Tengo suerte y puedo disfrutar la
lectura en la serenidad del lugar. Unas líneas de Martín Fierro junto a las
pasifloras, para oler la soledad de aquellos lejanos llanos patagónicos.
Otro párrafo junto a una retama
que observo un tanto afligida, impregnándome de la angustia que asola al
gaucho.
Con la aquiescencia del campo
detengo la lectura, es bueno observar el entorno, el paisaje mustio, divisarlo
con ojos de caminante; es decir, hay que mirarlo con palabras, con algunas que
salen del corazón herido y justiciero de Martín Fierro.
No somos conscientes de la
cantidad de veces que observamos un paisaje a través de las palabras, del
pensamiento, más que con la mirada.
Al hacerlo así, el alma de libro
se acomoda en las briznas de hierba, en las pocas hojas que permanecen en los
árboles, en las retamas, en las urracas, en los juncos, en unos gorriones con
el plumaje rechoncho por las heladas.
En todas estas cosas se asienta el
espíritu de los gauchos, como Martín Fierro.
Gorriones molineros. Fotos, Paco Castillo.
Campos que se asemejan a una
ausencia, y en cuya desolación es donde encuentro su belleza, por tanto no se
hallará en el ánimo de todos, así que unos la ven y otros no.
Eso es Martín Fierro, una pasiflora rodeada de ausencia en estos páramos, sin miradas que la contemplen.
No sé muy bien porqué, pero leyéndolo me hizo rememorar mi niñez haciendo la catequesis, era lo que se llevaba antes, y hubiera sido bueno que en vez de darme un catecismo para empaparme de justicia celestial, me hubiesen puesto sobre las manos el Martín Fierro de José Hernández; aunque solo fuera para saber que la justicia tiene poco de divino, no mana del cielo sino de los hombres, con todo lo bueno y malo que conlleva. Y también que no es algo que te encuentres por ahí al nacer, pues es un logro erigido sobre la sangre de otros que lucharon por obtenerla, y que hay que continuar peleando cada día.
Regreso a la pasiflora, al campo...
¿Quién iría a pasear a estos
eriales ennegrecidos, envueltos en la niebla?
A mí me gusta vagabundear por esos parajes baldíos con un libro en la mano; pongamos el gaucho Martín Fierro, y
hacer del silencio que nos rodea un refugio para sus palabras.
Hace muchos años que leí a MF. Muchos, casi cuarenta.
ResponderEliminarLa historia es cruel y podemos suponer que hay un mucho de cierto en ella.
La lucha no se establece contra los "indios", que son los verdaderos habitantes de aquellos pagos, sino contra los invasores, que no dejan de ser los "emigrantes "que llegaron hacia allí desde Europa", principalmente España, Inglaterra e Italia en aquella época.
Recordemos que Argentina se independizó de España en el 1812/20, y que sus máximos líderes venían todos de Europa (San Martin se crió en Cadiz; Puyrredón es hijo de un comerciante francés; Brown era de orígen irlandés; Moreno llevaba las ideas de los enciclopedistas franceses...)
Volveré a releer la obra.
Un abrazo
Hola, Miquel.
EliminarNo sé si he entendido bien el sentido de tu afirmación acerca de que la lucha no se establece contra los “indios”. Lo cierto es que en Martín Fierro, se registra un marco temporal en el que acontece “La Conquista del Desierto” y del Chaco, que fueron campañas militares realizadas por el ejército de la República Argentina por entonces, fueron acciones para anexionarse unos territorios fronterizos que estaban poblados por pueblos indígenas como los mapuche, los ranqueles, etc, y estos fueron sometidos y deportados a reservas indias.
Se supone que es en una de esas campañas de confiscación de territorios mapuches, etc, para la que es reclutado forzosamente Martín Fierro por el ejército argentino, con el fin de vigilar las fronteras, cantando lances como estos:
“Y cuando se iban los indios
con lo que habían manotiao,
salíamos muy apuraos
a perserguirlos de atrás.
Si no se llevaban más
Es porque no habían hallao.”
“Y el indio es como tortuga
de duro para espichar;
si lo llega a destripar,
ni siquiera se le encoge;
luego sus trioas recoge
y se agacha a disparar.
Bueno, amigo Miquel, sea como fuere, harás bien en releer este magnífico libro, siempre se extrae una lectura vigente, viva, y sabia.
Un abrazo, y salut!
Leí Martín Fierro durante mi carrera filológica en una sola noche. Me sentí absorbido por los cantos y no paré hasta terminarlo. Eran los años setenta y para estudiar utilizábamos anfetaminas que se compraban libremente en las farmacias. Me tomé media y tuve siete y ocho horas de concentración absoluta durante una noche en que iba cigarrillo tras cigarrillo. Me cautivó la epopeya del gaucho. Ha pasado tanto tiempo que la había olvidado, tu sinopsis me la ha traído de nuevo. Puedo haber olvidado los hechos pero no la sensación de maravilla en su lectura. Sin duda, no es lo mismo que leerlo en la naturaleza como tú, pero para mí fue una experiencia potente. Volvería a leerlo en una noche ensimismada, qué placer. Era un tiempo en que todo lo argentino me interesaba e incluso me fascinaba. Jorge Luis Borges tiene un relato, El sur -espléndido- en que aparecen también personajes gauchescos. Paradójicamente, mi romance con una muchacha argentina hacia 1983 me hizo perder el hechizo de este país y sus pampas -y sus leyendas-. Un abrazo.
EliminarPues te cundió la noche con Martín Fierro, amigo Joselu. No me extraña que te absorbiera la historia del gaucho, la prosa es de una belleza arrebatadora, y las peripecias de Martín Fierro te mantienen expectante. Además es todo un canto a la justicia, y desde la voz humilde, pero valerosa, de ese campesino brotan grandes cuestiones sobe la condición humana, que dichas de esa forma te dejan embelesado, al menos así lo siento yo, y parece que tú u otros lectores.
EliminarCreo que el marco en el que se lea Martín Fierro se vivirá, igualmente, la experiencia lectora con sumo placer, yo lo he catado en diferentes sitios, en el campo, en mi casa, viajando, etc.
Me gusta la literatura argentina, por supuesto, aunque tiro más a Cortázar que a Borges (que también me gusta mucho), sin embargo son los autores peruanos mis predilectos, y no niego que hay muchas razones sentimentales, por mi amor al país, que conozco desde hace muchos años.
Ayy... los romances, a veces su regusto amargo se extiende, como el chapapote, a otros escenarios y paisanajes.
Un fuerte abrazo, Joselu. Gracias.
M Fierro es un gaucho que va contra todo. Contra los mapuches porque le obligan, pero contra sus superiores porque MF encarna la tragedia del campo (sigue actualmente), y su desamparo, donde se ve que la organización política se acentúa al mando del Juez o del Comandante Militar ( y estos están puestos por el Gobierno de turno, y el gobierno no está mandado por indios), y de ahí, en esa parte, las aventuras de un gaucho contra también, las autoridades.
ResponderEliminarEso es lo que a grandes rasgos quería decir.
Salut
Ahora te he entendido claramente, Miquel. Parece que no capté bien lo que querías decir. Y la lucha de Martín Fierro es justo la que señalas, empezando por la tragedia del campo y terminando por el despotismo de la autoridades.
EliminarSalut, amigo!
No he leído "Martín Fierro", pero según iba leyendo tu entrada, me iba acordando de "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta" de Pablo Neruda que leí varias veces de muy joven. A Neruda me lo tengo leído casi entero de la época en que aún leía poesía. No es que tenga mucho que ver... aunque igual sí porque ambas tratan de personas obligadas a abandonar su tierra, bien voluntariamente (para poder subsistir) o bien a la fuerza (como en este caso, reclutado por el ejército). También en ambas se pierde la familia y el héroe se ve obligado a impartir una Justicia que está ausente.
ResponderEliminarInteresante tu costumbre de ir leyendo por los campos. Yo cuando salgo a caminar lo hago deprisa. Salgo para hacer ejercicio y o voy en silencio o me pongo el podcast de "Un libro, una hora", un programa que dan en la Ser las madrugadas de los domingos y que en una hora te habla de un libro, su autor, la época, etc. Está muy bien.
Un beso.
He leído poesía de Neruda, aunque no la narración que mencionas, "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta", y según te leo sí que tienen varios puntos de encuentro una y otra obra, empezando por ese abandono forzoso de su tierra, una suerte de desarraigo de la tierra y también la justicia, me parece interesante así que tomo nota.
EliminarNo siempre que estoy en el campo lo hago con un libro, muchas veces solo llevo los prismáticos y la cámara de fotos, en busca de lo que llame mi atención, especialmente pájaros, me apasiona la ornitología, creo que ya te lo comenté alguna vez, y en otras ocasiones mis salidas son deportivas también, voy a correr, con la bici... aunque ya no soy tan "machaca" como antes, estoy más relajado. Pero cuando paseo por el campo cercano a mi casa, es raro que no lleve un libro, no sé... me encanta esa sensación de leer en el campo, solo, relajado, en silencio, jaja pues lo mismo que en casa, ¿no? :)), en fin, cosas mías.
¡Qué bueno lo de la SER! desconocía eso, estaré atento. Gracias, Rosa.
Un beso.
Durante varios años, los últimos en León, estuve con un grupo de gente muy aficionada a la ornitología. Se conocían casi todos los pájaros de España por sus cantos. También les gustaba la fotografía de la naturaleza. Casi todos eran biólogos. Fueron unos años para mí de mucho monte y mucha naturaleza, pero me alejaron de mi verdadera pasión que es la literatura y finalmente volví a ella. Coincidió también con mi marcha de León a Cantabria y siempre hablo de mis dos vidas, aquella y la actual.
EliminarUn beso.
«Campos que se asemejan a una ausencia, y en cuya desolación es donde encuentro su belleza, por tanto no se hallará en el ánimo de todos, así que unos la ven y otros no.
ResponderEliminarEso es Martín Fierro, una pasiflora rodeada de ausencia en estos páramos, sin miradas que la contemplen».
Qué bonito lo que dices en estos párrafos, Paco.
Tanto Martín Fierro como su autor eran para mí hasta leerte completos desconocidos. No me desanima su estilo narrativo, al contrario, contemplaría con gusto esta historia poemada para que se sintiera menos sola.
Un abrazo
Pues me alegro de darte a conocer esta gran obra, son autores que ya han caído en el olvido, así que es normal que muchos lectores desconozcan su existencia. A mí me parece una bellísima narración, Lorena. Espero que te animes.
EliminarUn abrazo!
Me has traído a la memoria un texto que comentamos en clase hace ya unos cuantos años. Dicho texto sigue siendo tremendamente actual:
ResponderEliminar"A naides tengás envidia: es muy triste el envidiar; cuando veás a otro ganar, a estorbarlo no te metas: cada lechón en su teta es el modo de mamar"
La lectura de esta obra y unas cuantas razones más me motivaron para visitar Argentina. Valió la pena: Iguazú, Perito Moreno, Buenos Aires, Rosario, la gastronomía - el coredero patagónico, inigualable - sus gentes, su acento chulesco...
Un abrazo por despertar bellos recuerdos
Es un texto muy vivo y actual, sin duda.
EliminarArgentina ha de ser un país impresionante, bello y de grandes contrastes, envidia me das!
No sabes lo que me alegro cuando te traigo esos bonitos recuerdos a la memoria.
Un abrazo, Luis Antonio.
Que bien lo explicas Paco, tan bien que conforme te leía imaginaba esos paseos entre lecturas, andanzas observando la flora y fauna y pensamientos...
ResponderEliminarMe encantaría ir a Argentina, quizás algún día...
Abrazos!!
Hola, Laura.
EliminarLa verdad es que el libro me llevaba "en volandas" a la hora de transmitirlo, esa prosa de José Hernández y la figura de Martín Fierro son poderosas, te arrastran con un torbellino de sensaciones.
A mí también me encantaría ir por allá.
Un abrazo, amiga.
Hola Paco
ResponderEliminarEl tipo que he conocido que más sabía de literatura era un tipo, también, de la lejana llanura patagónica, él adoraba, no, no adoraba, sabía cada línea de Fierro, tanto lo adoraba que su profundo odio por Borges, aparecía por el desprecio que este tenía por Fierro, no sé, al final si por el personaje, por el autor, o por lo que el personaje de Fierro significa(me quedo con esto último).
Me entremezcla, siempre lo ha hecho el personaje de Fierro, con las figura, la voz, las canciones de Jorge Cafrune, pero supongo el verdadero Fierro de las palabras, de las ideas, es Atahualpa Yupanqui, y sus maravillosas Coplas del payador perseguido.
cuídate
gracias
Hola Wineruda.
EliminarSí, me suena ese tipo al que te refieres, alguna vez me has comentado su gran conocimiento literario, y si conocía al dedillo el poema de Martín Fierro, no podría caerme mal un tipo así, bueno, yo no odio a Borges, pero tampoco le sitúo en un pedestal. Martín Fierro es una narración sentida, intensa, yo la leo... y siempre me transmite una emoción interior difícil de explicar, hay cosas que me conectan a ese gaucho, no sé, cosas raras.. La voz de Jorge Cafrune da mucha entidad a Martín Fierro, de hecho el propio Cafrune era un típico gaucho, pero es verdad que Atahualpa Yupanqui es un "trovador" que igualmente te deja deslumbrado, toda una eminencia en la Argentina, lo he escuchado durante años, y coincido contigo en la admiración por sus coplas del payador perseguido.
Gracias, amigo Wineruda. Cuídate!
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