P. Castillo

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miércoles, 16 de septiembre de 2015

La acompañante. Nina Berberova, (San Petersburgo, Rusia, 1901 – Filadelfia, Estados Unidos, 1993)

Libro. Editorial Seix Barral, 1987. Traducción del francés por Enrique Sordo y Carolina Rosés. 190 páginas. Cubierta: “retrato de Nadejda Jdanovich al piano”, de Pavel Fedotov.






La acompañante.

Es un libro con dos relatos independientes pero que tienen escenarios en común, San Petersburgo y París. La primera por ser la ciudad natal de la escritora, la segunda por haber residido ahí varios años. 
Las mujeres que vertebran estas historias tienen un denominador común : el efecto devastador de una época sobre sus vidas.

Estamos frente a un primer relato carente de sutilezas y alardes estéticos, los pasajes descriptivos son concisos y elocuentes pero es una escritura que se ajusta como un guante a la anodina protagonista.

La escritora rusa Nina Berberova utiliza un lenguaje parco, que no pobre.
Y la verdad es que necesita muy poco para dar relieve a una vida, la del personaje, que solo quiere recluirse en su propia miseria.

Tal vez haya echado en falta más recorrido psicológico en el personaje antagonista, Maria (aparece sin acento por la acepción rusa), pero reconozco que aislar a Sonetchka de los demás personajes, el que éstos sean, en cierto modo, “fronterizos” acentúa la devastación anímica que infringe la soledad en la joven, una persona que tiene la insana tendencia de regodearse en su insignificancia, según la consideración que tiene de sí misma, de sentirse despreciable e invisible ante los demás.

La causa de su nula autoestima, de su falta de pundonor para asumir con dignidad su presencia en el mundo, hay que buscarla, como es habitual, en la infancia.
Criada junto a su madre, la ausencia del padre las avocará a una humillante subsistencia. La madre, profesora de piano, a duras penas logra obtener un dinero con sus escasísimos alumnos particulares que les permita llevar una vida digna. Todo ello bajo la angustia que supone vivir en una ciudad, San Petersburgo, acosada por la incertidumbre de la incipiente Revolución Rusa, en 1917.

El hecho de que Sonetchka se vea como una hija ilegítima, el considerarse una muchacha fea y vulgar, comprobar que el sentimiento que despierta en otros es la compasión, cuando no la indiferencia, sembrará en su corazón un lacerante resentimiento hacia las personas que hayan sido agraciadas en la vida, a saber, con la belleza, el dinero, la fama y admiración del resto, etc.

Con ese pesado lastre llega a la juventud, conviviendo silenciosamente con el estigma de ilegítima que tan devastador resulta para su alma. La vergüenza es el tamiz por el que va diluyéndose su vida y la de su madre:   

No sé cómo llegó aquello, pero ella me contó que mi padre era un antiguo alumno de mamá que, por entonces, sólo tenía diecinueve años. Y mamá no había amado a nadie antes que a él.
(…) Sentía piedad de ella, tanta piedad que tenía ganas de acostarme y de llorar, y de no levantarme hasta que toda mi alma se vaciase en sollozos. Sentía que perdía la cabeza cuando pensaba en el autor del ultraje: si hubiese venido, (…) le habría sacado los ojos, le habría mordido la cara. Pero, además de esto, sentía vergüenza. Comprendí que mamá era mi vergüenza, lo mismo que yo era la suya. Y que toda nuestra vida era una irreparable vergüenza (p. 12).

Gracias a los contactos de un alumno su madre, logra ser contratada como pianista acompañante de una soprano que goza de cierto prestigio.
Maria Nikolaevna, la soprano, es diez años mayor que Sonetchka y posee todos los atributos que la convierten en odiosa a ojos de la joven. Es una artista cuyo talento le hace merecedora del aplauso,  es una mujer inteligente y hermosa, codiciada por los hombres y admirada sin distinción de géneros. Es, en suma, una mujer triunfadora.

Para colmo, y esta dimensión del personaje me parece un gran acierto de la escritora, Maria Nikolaevna es una persona atenta y considerada con Sonetchka, que alaba y reconoce su talento como pianista, siempre tiene una palabra amable para ella. El trato cariñoso que la dispensa hace que Sonetchka la vea aún más cerca de la perfección, eso acrecienta el rechazo. En la medida que asiste a la perfección de Maria, Sonetchka se hunde en el fango de sus imperfecciones. Su semblante adquiere una patética mueca de felicidad al imaginarse algún sufrimiento de María, o pergeñar furibundas ideas que puedan arrasar la bienaventuranza de su mentora, minutos después el sentimiento de culpa la sume en una profunda melancolía, la admiración y el rechazo se entremezclan continuamente.

En este primer relato se hace uso de la analepsis (o flashback), y está narrado en primera persona por nuestra insegura protagonista.
Asistimos al devenir de su vida junto a la exitosa soprano. Una historia en la que, aparentemente, nada extraordinario sucede más allá de lo que se gesta en la cabeza de Sonetchka. Pero ocurren cosas, claro.
Se instalan en París donde ofrecen a Maria un gran contrato. Atrás queda la inestable atmósfera revolucionaria de San Petersburgo y la nieve grisácea que parece ir cubriendo, poco a poco, el recuerdo de una madre, cuya miseria la va arrinconando tanto como la indiferencia de su hija.

¿Hay alguna relación amorosa? Por supuesto. ¿Cabe imaginar a la bellísima San Petersburgo y a la romántica París ajenas al amor? Imposible. La presencia de dos hombres, el marido de Maria y el amante de ésta, del que apenas conocemos su existencia por el distanciamiento  forzado que han sufrido ambos en los últimos años, determinará los giros que sufra la historia.

Sonetchka, que tuvo un encuentro fugaz con el misterioso amante, André Grigorievich Ber, en San Petersburgo, ya que éste le entregó una carta para María, nos desvela su alma atormentada:

Ámerica, Milán, era todo aquello a lo que Maria Nikolaevna aspiraba en Rusia, y ahora renunciaba a ello por amor. Quería permanecer al lado del hombre que amaba y que había venido en pos de ella a París. Estar juntos. Ni mi madre ni yo habíamos estado nunca juntas con nadie. Y ella despreciaba la gloria por unas citas breves y secretas. ¿Quién era aquel Ber?
Yo no tenía respuesta (…) Por el momento, solo sabía una cosa: que había descubierto el punto débil de Maria Nikolaevna, sabía el lado por el cual podría herirla. ¿pero por qué? Pues porque ella era única, y parecidas a mí había millares; porque los vestidos que tanto la habían embellecido y que luego arreglaba para mí no me sentaban bien; porque ella no sabía lo que eran la  vergüenza y la miseria; porque ella amaba, y yo ni comprendía siquiera lo que era eso (p.75)

En este fragmento Sonetchka asiste al encuentro entre Maria y su amante en un café, ellos no saben de su presencia, unas pocas palabras condensan su infinita soledad:

No se oía nada, llovía detrás de los cristales. Esa hora tan peculiar de París en que, a principios del mes de febrero, no es ni de día ni de noche y parece que el tiempo transcurre más lentamente y que la ciudad está más triste.
…María Nikolaevna se sentó a su lado y les sirvieron algo. (…)
Él tomó sus dos manos, le quitó los guantes y la besó prolongadamente.
(…) Afuera era totalmente de noche.
Yo salí anonadada. No tenía a nadie en el mundo con quien poder llorar. No tenía a nadie en el mundo… (p.88).



                                    Nina Berberova


En cualquier caso que nadie busque un relato trepidante, porque el ritmo lo marca la melancolía de quien se siente olvidada por el mundo. Si hubiera que poner una música de fondo para acompañar a la escritura en su languidez podría ser Nocturnes de Chopin (cuyo nombre aparece en el libro).

Desde el decadente ambiente ruso del principio hasta la animosa París de los bistrós en el final, la escritora narra un viaje que termina donde empezó, en el vacío de la soledad.

Una lectura muy interesante aunque la antagonista, decía al principio del escrito, ha jugado, en mi opinión, un papel demasiado plano, no me hubiese importado encontrar mayor calado personal en ella por la posibilidad de una atractiva confrontación psicológica.
Pues bien, ahora me desdigo, esta impresión que tuve en los primeros momentos al acabar el libro, me veo obligado a sopesarla tras el reposo necesario que procede con toda lectura. ¿Hubiese permitido mi “exigencia” mostrar la desolación de Sonetchka con el patetismo que me ha transmitido? Me parece que no.

Claro… Supongo que desarrollar esa confrontación equivale a otorgar una “visibilidad” a Sonetchka que no corresponde al perfil que deseaba Nina Berberova. Qué complejo puede ser escribir y, aún más, intentar comprender a quien escribe.

El lacayo y la puta.






Nina Berberova construye un relato absolutamente devastador. La vida de Tania, una historia de degradación personal que te arrastra en picado hacia el abismo, cuando el peso de la existencia se convierte en una carga miserable con la que has de arrastrar la poca dignidad que aún no te ha arrebatado la vida.

Tania, hija de unos funcionarios petersburgueses, vive junto a sus hermanas en un entorno sin dificultades económicas, una familia de clase media, bien avenida y relacionada.
Pero Tania es una mujer cuya ambición o delirios de alta alcurnia le hacen contemplar un futuro alejado del tedioso provincianismo que, para ella, supone lo que la rodea.

No tendrá inconveniente en seducir a quien considera un prometedor partido, Alexei Ivanovich, representante de un banco japonés que, además, se proponía entrar en los Servicios de Información.
El perfecto paladín para sus cosmopolitas aspiraciones. El amor ya vendría, y si no, ¿acaso importaba?
Logrado el matrimonio se instalan en Shanghai, los nueve años que residieron ahí fueron, seguramente, los más felices y “serenos” para la protagonista, así y todo, tuvo un aborto y sendos romances con un norteamericano y un ruso de los que su marido nunca sospechó.

Tras ese periodo a Tania se le ocurrió que la vida parisina estaba hecha a la medida de su matrimonio, y  él iría hacia donde decidiese Tania, la bella Tania.
Llegados a París todo parecía deslumbrante, y en verdad lo era. Sin embargo las cosas no resultan tan fáciles como pensaban. A duras penas dominan el francés, Alexei no consigue el trabajo ambicionado y el súmmun del infortunio llega tiempo después con la muerte repentina de él.
Y de un día para otro, sin el sustento de su marido, Tania se ve obligada a alojarse en una pensión hedionda… La escasez de dinero empieza a ser un problema serio.

Va pasando el tiempo… Comienzan los días de pasar hambre... ¡Inaudito! La hermosa Tania que hubo un tiempo en que se "comía el mundo", de deambular con sus vestidos, otrora finos, ajados, sucios y desconchados, con su pelo enmarañado, y en su rostro se ha instalado la expresión de la brutalidad con que puede tratarte la vida.

Dos o tres amigas rusas residentes en París, también azotadas por el destino serán el único apoyo para que no caiga en la más absoluta indigencia. La desesperación la lleva a frecuentar restaurantes o antros de mala muerte en busca de algún hombre que pueda fijarse en ella… Puede que al principio sienta repugnancia por acostarse con él, y que solo quiera sexo fácil, rápido y barato pero… quién sabe, tal vez acaben en una relación convencional y… pueda comer, vestirse bien, arreglarse las uñas, el pelo, comprarse un perfume, tomarse una copa en un café elegante, sí, tal vez pueda volver a ser… esa mujer por la que todos suspiraban.

Pero hay algo de “ gran dama rusa” que no pierde vigencia, apenas es un vestigio pero está ahí. Incluso su aspecto descuidado, cuando ya empieza a abandonarse, se nos aparece con un trasfondo de elegante decadencia, como si la vulgaridad no fuera consustancial a quien antaño fue la bella “dama rusa”.

Nina Berberova conjuga de forma soberbia esos matices que delimitan sutilmente unas percepciones de otras; la palabra y/o la expresión justa para separar la vulgaridad de la decadencia, lo que es vulgar, lo es sin decadencia, lo que es decadente, lo es sin vulgaridad. Esta distinción queda patente en la relación final de Tania, él (un camarero ruso), con su aspecto, sus gestos, su conversación y su mortal aburrimiento se consume en la vulgaridad, ella, degradada física y moralmente, va perdiendo todo su esplendor en una espiral imparable de decadencia, pero su ocaso es cualquier cosa menos vulgar… Solo de una decadencia atroz.

En ese sentido, no hay en la escritura de Berberova concesiones gratuitas a la violencia verbal, al adjetivo malsonante y, sin embargo, todo lo que vas leyendo resulta demoledor.
Si el genio de Hitchcock provocaba pavor en los espectadores sin mostrar una gota de sangre, simplemente con el arte de sugerir, Nina Berberova hace lo propio con los lectores que se asoman a esta obra. Toda una lección de como sugerir mediante la palabra. No conozco ejemplos más impactantes de trasladar a la literatura “Los dolores del mundo” (ese enunciado filosófico de Schopenhauer), que los llevados a cabo por los escritores rusos.

En el relato se entrelazan los diálogos en primera persona con el narrador omnisciente.
En el pasaje que os voy a mostrar, Tania está en un buen restaurante, después de pedir dinero prestado, al final no ha habido “suerte” con ningún comensal… Nadie ha reparado en su presencia. Bueno, tal vez el camarero que le sirvió, además es ruso y de San Petersburgo, es un hombre mayor que ella, calvo y de rostro castigado por el alcohol pero, y esto les sume en una inusitada expectación, tenían conocidos comunes, él trata de recordar la cara, ahora triste, de ella. Han estado charlando toda la tarde entre idas y venidas por las mesas. Y así se le describe al camarero:

Abrió la puerta del sombrío guardarropa que olía a cola y a trajes viejos. Allí (…) estaban las americanas oscuras de los camareros (…) Reconoció la suya por la ligereza del cheviot . Cogió la manga vacía, la estrujó, reflexionaba. Sentía un vehemente deseo de reconstitución, pero no sabía como hacerlo. Era de esas personas que cuando oían las palabras
–las ventanas de la casa daban al jardín- se representaba toda su vida la misma casa vislumbrada en alguna parte, una vieja casa de campo que sin parar monta la guardia en la memoria (p. 149).

La parte que hace referencia a la casa con ventanas al jardín es una de las mejores frases que he leído en un libro.

En definitiva, Nina Berberova , una mujer que tuvo una vida itinerante, como le sucedía a muchos de sus compatriotas en aquella época. Hay muchos pasajes autobiográficos en este libro. Una escritora muy poco conocida en España que, sin embargo, merece un lugar de honor entre los grandes nombres rusos. La forma en que conoció a su contemporáneo, Nabokov es, cuanto menos, peculiar.
Apuntad el nombre de esta escritora.



P. D. Aprovecho para deciros un breve “hasta luego”. Tomaremos (mi mujer, mi hija y yo), un vuelo a Perú esta tarde (hoy, sábado 17 sep.), doce horas seguidas, Madrid – Lima en avión… ¡Tengo que elegir cuatro o cinco libros para llevar! Aunque buscaré en Lima una avenida llena de librerías destartaladas que me encanta, Jirón Quilca. Luego proseguiré  viaje hacia la sierra norte del país, en plenos Andes y a no mucha distancia de la región amazónica, es un lugar remoto, sin duda ideal para leer, pensar, observar, soñar… sentir la vida. Estaremos en el Perú un mes y algunos días, nos vemos a la vuelta.  Cuidaros mucho!!

12 comentarios:

  1. No la conocía, así que gracias por presentarme a esta escritora que me parece, como poco, interesante. Me vino a la memoria la excelente película británica "La condesa rusa" y una de las novelas de Modiano, "Calle de las tiendas oscuras".
    saludos

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  2. Agnieszka, es una autora muy desapercibida al menos en España, así que lo normal es que no se la conozca, pero no te equivocas, es una autora interesante y, como no podría ser de otra manera, tiene el sello tan distintivo de los escritores rusos, en el hecho de transmitir la melancolía como si fuese una especie de muerte "dulce y lenta". No conozco la película que mencionas ni ese libro de Modiano...Los echaré un ojo. Gracias a ti amiga. Un abrazo.

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  3. Tampoco yo la conozco a la autora, la literatura rusa la tengo un tanto abandonada, a quien le gusta mucho es a Marcelo Z.
    Las dos historias parecen tener a la mujer como centro de la trama y mujeres que tienen dificultades y el amor no ocupa un lugar principal en sus vidas. Quizás esa desgracia constante, esa incapacidad para ser feliz y para amar es lo que me ha llamado más la atención de los dos relatos.

    Qué maravilla un viaje de un mes en Perú, qué envidia (sana ehh), ya empiezo a echar en falta tus reseñas pero también a esperar tu regreso para que cuentes algo de ese viaje. Seguro que encontrarás lecturas allí.

    Aunque no lo leas, mis mejores augurios para vuestro viaje. Un fuerte abrazo!!

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    1. Hola Laura. En realidad, la mujer del primer relato y la del segundo son muy diferentes en cuanto al sentimiento de inseguridad y/o inferioridad de la primera y a la firmeza y seguridad que muestra la segunda respecto de lo que desea y, en cierta medida, consigue cuando es más joven, engatusar a un hombre de futuro prometedor, aunque luego su carácter egocéntrico le pase factura.
      Pues aquí estamos ya, siii un mes intenso porque cualquier estancia en el Perú siempre tiene esa cualidad de intensidad. Contaré algunas experiencias, claro! Gracias y un abrazo.

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  4. Y otra más... que no conocía a Nina Berberova, y el caso es que tengo que revisar algún papel de los que me rodean, porque me suena mucho. De hecho el primer relato que comentas, La acompañante... me suena de una película ¿puede ser? Ando un poco caótica últimamente, asi que mi memoria no es nada fiable.

    Haces bien en dejar claro que parquedad en las palabras (o en los adjetivos) no es lo mismo que parquedad en el lenguaje. Bien combinadas bastan pocas palabras para que se perciba contundencia, desgarro, o toda una vida.

    Y cuando tú vas, yo vuelvo (a la blogosfera, que ir, no me he ido a ningún sitio). Un mes en el Perú... envidia sana, pero alegría por ti y por los tuyos y porque los que por aquí pasamos disfrutaremos luego de esa sosegada y rica energía con la que, estoy segura, vendrás.

    Un abrazo fuerte

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    1. Hola Ana :)
      Como le comentaba a Agnieszka lo normal por aquí es que no se la conozca. Me ha gustado la personalidad de esta escritora, como está adherida a la historia y el hecho de que su presencia de la réplica, en la voz de una mujer, a los omnipresentes nombres de las letras rusos, hombres en su mayoría. La anécdota de su encuentro con Nabokov resulta curiosa.
      Así es, Ana, uno siente la energía de la "pachamama" (la madre tierra), que dicen los andinos en quechua.
      De alguna manera se siente algo que no se puede explicar racionalmente, tanto mejor, porque en estos parajes me seduce mucho más estar rodeado del misterio, que de lo previsible ya vamos bien sobrados en nuestras ciudades. Un abrazo fuerte para ti.

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  5. Yo tampoco la conocía, me parece muy interesante lo que cuentas y si además contiene el ingrediente autobiográfico debe resultar muy enriquecedor leer esta obra.
    Saludos.

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    1. Hola Andrómeda.
      Desde luego que para mí ha sido un descubrimiento muy interesante. Si te das cuenta, en la literatura rusa del siglo XIX y XX (no sé como será ahora), parece que la voz de las escritoras ha estado acallada o arrinconada por el relumbrón de sus homónimos masculinos, merece la pena descubrir a estas autoras. Un saludo.

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  6. Paco, tomo nota del libro y de la autora,...me han cautivado. Gracias por ofrecernos un acercamiento a sus palabras...
    Me suelen fascinar los relatos rusos, así que...algún día, no muy lejano, me acercaré a la estantería de una librería y nos iremos juntas.
    Saludos y espero que nos cuentes más cosas del viaje...¡¡Qué fascinante ha debido de ser!!

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  7. Hola María. Que una escritora rusa de enorme talento desnude su alma a través de un libro, es una "delicatessen" para cualquier amante de la literatura. Las escritoras me permiten asomarme al interior del alma femenina, territorio que siempre me ha parecido tan fascinante como misterioso. Espero que lo encuentres. Un abrazo amiga!

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  8. Vaya! Había leído tus líneas casi sin tiempo, y dejé pasar la ocasión para releerlas cuando lo hubiera. Pensar que he tenido en mis manos este mismo ejemplar -en el que también aparece en portada el título del segundo relato- y lo he dejado pasar. Debe haber sido que esperaba tu detallada reseña, Paco, para decidirme en buscarlo.
    Como dice U-topía, me gustan los rusos; no andan por las ramas, narran crudamente y componen personajes algo estereotipados pero contundentes.
    Apuntado queda.
    Magníficas líneas, Paco!
    Un gran abrazo.

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  9. Hola Marcelo.
    Menuda casualidad! Aquí no es un libro muy conocido ya que es una autora desapercibida, por tanto es sorprendente la afinidad que este libro nos ha procurado : )
    Sí, me había dado cuenta de tu querencia por los rusos, gusto que alabo porque a mí también me apasionan. Totalmente de acuerdo en tu atinada descripción de su estilo narrativo.
    Apúntalo, sin duda.
    Gracias Marcelo, un fuerte abrazo!!

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