P. Castillo

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viernes, 15 de octubre de 2021

 

Mi punto de vista. Søren Kierkegaard (Copenhague, 1813-1855)

RBA Editores, 1985. Traducción de José Miguel Velloso. 203 páginas.


Estos días días parecían propicios para acompañarme de Kierkegaard, lo rescaté de mi escritorio y tras encarar unas primeras líneas se acrecentó mi curiosidad, total; decidí llevármelo a los caminos y leerlo por ahí...




El vehemente Kierkegaard se proponía en su “Punto de vista” que no nos llevemos a engaño respecto al tipo de escritor que es y evitarnos falsas expectativas, que nos enterásemos de una vez por todas; él no es un “escritor estético”, lo que en su orden de cosas viene a ser literario.

No, por encima de todo hemos de saber que es un escritor religioso. Eso sí, deja claro que se ayuda de la estética por aquello de de resultar más efectivo en su mensaje.

Se proclama autor religioso por una sencilla razón, le duele en el alma ver como sus coetáneos dicen ser cristianos… cuando él observa que solo lo son a rebufo de la costumbre, porque así son las cosas y “eso” tenemos que ser en el rebaño ovejuno.




Pero a un pensador como él, que desde su propio cuestionamiento cuestiona todo lo demás, le enerva la situación; ¿la gente afirma ser una cosa sin conocer la cosa en sí? Y lo que es peor; ¿sin tener el mínimo interés en conocerla?



Preguntas, me digo, que podrían ser colocadas junto a un nacionalista de nuevo cuño, a otro que se proclama liberal, a este que se nombra conservador, a uno más que está en contra del sistema y se identifica antisistema, al de más allá que jalea su patriotismo frente al nacionalista, etc, etc.

¿Sabrá cada uno el exacto significado de lo que dice ser?




Ocurre que la férrea insistencia de Kierkegaard por proclamar su  verdadera condición de autor me llega a fatigar, o exasperar. Página tras página se agarra como una rémora a su verdad cristiana, a su cruzada, y mi ánimo ahora está lejos de atravesar una crisis mística y sacarle jugo a la obra. Decido saltarme algún capítulo, algunas páginas, y hacer una lectura muy sui géneris.

De lo que no me cabe duda es del compromiso adquirido por Kierkegaard en favor de sus ideales, tanto es así que no titubea en abandonar a su prometida; Regina Olsen, al considerar que la relación y el futuro matrimonio podrían desviarle de su particular cruzada ideológica. Él confesaría más tarde que la dejó por un “mandato divino”.

Como no puede ser de otra manera, pienso que ante Kierkegaard el equivocado soy yo con mi desgana, no es demérito del pensador danés, sino un momento de mi existencia que se convierte en muralla infranqueable para el libro.



Por eso digo que en esta lectura me hubiera venido fenomenal padecer una crisis de fe, pero no ha sido el caso, qué le vamos a hacer. No obstante dejo el libro cerca, pues nadie esta a salvo de la zozobra, y sé lo que digo.

Pero colegir de esto que el encuentro con Kierkegaard ha sido un ejercicio baldío sería erróneo, para nada es así.

Siempre hay unas palabras deslumbrantes, o dos o tres frases que crecen como una ola enorme de pensamientos, y ahí el campo florece con algunas flores dignas de entusiasmar al más reticente.


“Este es el secreto de ayudar a los demás. Todo aquel que no se halla en posesión de él, se engaña cuando se propone ayudar a los otros. Para ayudar a otro de manera eficaz, yo debo entender más que él, pero ante todo, sin duda debo entender lo él entiende. Si no sé eso, mi mayor entendimiento no será de ninguna ayuda para él. Sí, de todos modos, estoy dispuesto a empenacharme con mi mayor entendimiento, es porque soy un vano o un orgulloso, de forma que, en el fondo, en lugar de beneficiarle a él, lo que deseo es que me admiren.” (p.55)

“Cuánto he escrito hasta ahora no ha sido, en un sentido, agradable de escribir. Hay algo doloroso al estar obligado en hablar tanto de uno mismo.” (p.109)

Toda una declaración.

En verdad, hay una cuestión en la que no me siento distanciado de Kierkegaard; las crisis de uno jamás las alcanzan a comprender los otros, valga esto para todo el que atraviese su desierto. Así sea, larga vida al enigma que somos.



Y también fueron instantes provechosos porque en los caminos la lectura es como un río con sus meandros, lees un pasaje, cierras el libro y observas un acontecimiento que te sumerge en otro; unas ovejas que ya no hacen trashumancia, al menos por aquí, y adviertes la mirada del pastor en la tuya, buscando un afectuoso saludo que, por unos momentos, lo despierte de su bucólico ensimismamiento, y su otredad es ahora la tuya, deambulas con un libro en la mano y alma de pastor solitario.




O te sorprenden un par de pajarracos, viejos amigos, que parecen haberse reunido después de largo tiempo, cada uno con su credo, diferentes en su estampa, pero ambos en una misma convicción, el sincero interés por conocer las vicisitudes del amigo; tan distinto y cercano a la par.

Me convierto en observador privilegiado y pongo palabras al acontecimiento.


¿Qué tal va todo, compadre?

- Ahí vamos, un otoño más.


Y un verano menos, remacha el grandullón. 


No necesitan decirse más para saber el uno del otro.

Desgraciado de mí y de kierkegaard, aprisionados en nuestras diatribas existenciales.

Después, los camaradas se entregan a un silencio amistoso, cayendo en una placentera somnolencia que les hace mirar vagamente el horizonte.

Estornino y paloma torcaz. Fotos, Paco Castillo

Es lo que tiene una amistad fraguada en los veranos que mueren y los otoños que arriban con viento frío, el mismo que mece a unas cuantas espigas que el estío, por esta vez, no pudo doblegar, igual que a esos dos viejos amigos alados, encaramados en la cumbre desnuda del cedro.

De repente constato que ya se han despedido, raudos, un poco al modo de Hamm y Clov, esos extraños personajes de Samuel Beckett (adoro la literatura irlandesa), en “Fin de partida”:


 Clov.- Te dejo.

 Pausa

 Hamm.- Antes de partir, di algo.

 Clov.- No hay nada que decir.

 

“Fin de partida”, Samuel Beckett

 



El menudo (estornino) se impulsa y sigue con su vida, allá donde le lleven sus alas al viento.




El otro apura la caricia otoñal del sol.



Vete a saber si volverán a encontrarse ese del Norte y el otro del Sur, o si yo estaré allí en el justo instante del retorno. Todo es inconsistencia, como el aire que surcan.

He aquí lo que dio de sí esta  historia con Kierkegaard y mi lectura incompleta, o tal vez completísima, es fascinante lo que se extrae de esa parte del libro no leída…

Me van a permitir estos dos viejos dinosaurios emplumados que les dedique un poema, bellísimo, de Joan Margarit, para que lo canten cuando descansen en los tejados.


Crónica, Joan Margarit. Un libro que llegó a mis manos de una manera especial, regalo de mi amigo Wineruda, pero eso es otra historia.


Es hermoso el crespúsculo, los pájaros

guardan silencio entre los grandes pinos;

el tiempo de elegir ya se ha perdido

y en la taza vacía queda ahora

el limón oxidado por el té.

El bosque se oscurece, la ladera

es una sombra verde que se extiende

hasta lo más profundo de mis ojos,

donde se guardan los  atardeceres,

silencios más antiguos donde moran

los pájaros cansados de volar,

los solitarios pájaros exhaustos.






 


23 comentarios:

  1. Hay libros que no se sabe si amar u odiar: con pasajes tediosos o ideas incompatibles con el lector, pero también con otras que son pura maravilla, revelación, constatación o incluso ambas cosas a la vez. Basta a veces un capítulo, un pasaje, un párrafo o incluso una frase para amar un libro. Hay que amar esos libros con sus contradicciones, al igual que tenemos que aceptarnos a nosotros mismos con las nuestras.
    Tengo la impresión de que Kierkegaard me provocaría sensaciones parecidas a las tuyas. No sé cómo conjugaría su insistencia en su particular cruzada, pero las citas que nos has dejado me parecen maravillosas.
    Poco más qué añadir, Paco. Me despido como tu pájaro, o como Clov, o como Samuel Beckett: no hay nada que decir.
    Un abrazo

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    1. No me importa encontrarme con un libro, sus historias y personajes, cuyas ideas sean incompatibles con las mías, incluso me atrae, la cuestión con Kierkegaard es que he sentido esta lectura desde mucha distancia, y no tanto cronológica, sino la reiteración en un tema que, aunque interesante, me cuesta conectar ahora, quizás mañana sea al contrario, pero leer también es un estado mental, y la mente es muy transitoria e inquieta. No sé si me he explicado bien ;).
      Pero he salvado de la hoguera muchas cosas, por supuesto.

      Clov y Hamm son la antítesis del apasionamiento de Kierkegaard... aunque los extremos se tocan.
      Un abrazo, Lorena.

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  2. Cuando hablamos del existencialismo siempre vamos a parar al más mediático, Sartre, sin duda. Y no se entendería Sartre sin Kierkegaard.
    Kierkegaard rompe moldes por un pequeño detalle, detalle que nos hace culpables de muchas de las cosas que nosotros, los mortales, siempre intentamos zafarnos. Para él todos estamos condenados a ser libres, porque todos tomamos decisiones. Desde esclavo, porque no rompe sus cadenas aún con riesgo de su vida, hasta quien se queja de su sino cotidiano. Cada día, según el filósofo, tomamos alrededor de mil decisiones, y algunas sin darnos cuenta, luego a cada acto su consecuencia.
    Un abrazo y buena lectura. Me quedo con Margarit, es un poeta al cien por cien.

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    1. Tienes toda la razón, Miquel, a Kierkegaard se le suele relegar cuando tocamos, no ya el existencialismo, corriente que se originó a partir de su pensamiento, sino incluso de los tratados de filosofía, doy fe de esto, pues en varios que tengo por casa, especialmente cuando se trata de antologías, introducciones a la filosofía o resúmenes de escuelas… a Kierkegaard se le ningunea, y eso me escama dada la relevancia posterior que tuvieron sus ideas.

      En cuanto a la libertad, no hay que olvidar que para Kierkegaard no hay libertad sin fe, fe cristiana en su caso, pero fe desde la interioridad del individuo, desde sus angustias, dudas y propósitos, no fe prodigada en comunión colectiva, como un mandato que se asume sin más, pues de lo contrario uno es reo de la ignorancia, simple inercia en la masa, disolución de la individualidad, y esas consecuencias inhabilitan al hombre y por ende a la libertad. Por eso piensa en la libertad desde el subjetivismo que aplica a la existencia humana, algo que chocaba con la visión de Hegel, unos de sus grandes enemigos ideológicos, en donde la libertad es un concepto universal que ha de ser abordado desde una perspectiva radicalmente racional, y colectiva, algo que chocaba con el contradictorio y dubitativo Kierkegaard; uno profundamente racionalista y el otro, Kierkegaard, fervoroso idealista;, lo terrenal versus lo espiritual.

      Margarit es ambas concepciones, lo terrenal y lo espiritual, en una simbiosis perfecta… ahí ha superado a los dos filósofos ;)

      Un fuerte abrazo, y gracias por tus certeras aportaciones.

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  3. Tengo cercano un libro que compré y que quiero leer que se titula Kierkegaard, el filósofo del corazón de Clare Carlisle. Me hubiera gustado comentar tu post habiendo leído este ensayo pero no es así y mi conocimiento de Kierkegaard es limitado, solo como uno de los puntos de partida del existencialismo pues incluso la fe no deja de ser un salto trágico en el vacío. No hay seguridad en ninguna opción existencial, filosófica, religiosa... Sin duda, el punto de vista de Beckett cuando, a través de uno de sus personajes, dice que no hay nada que decir, es lo más lúcido y luminoso. Llenamos el vacío con palabras o con ruidos o con imágenes, si todo esto alcanza una dimensión estética, lo llamamos arte. Si no, es la vida cotidiana, sin más. Y para darle un sentido nos esforzamos en llenar la vacuidad porque no la soportamos... aunque la vacuidad contiene un fundamento filosófico de extraordinario valor. Yo también salgo a caminar cada semana con un amigo, pero, como conversamos, no hay tiempo de lecturas o contemplaciones más interiorizadas. No obstante, aprecio la compañía, aunque a veces sería preferible el silencio del viento y el peso del cielo. Bien por tus elecciones literarias. Un fuerte abrazo.

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    1. Tu visión poliédrica de las cosas solventa holgadamente ese limitado conocimiento que dices tener sobre Kierkegaard, como también es escaso el mío.

      Está claro que desde nuestra perspectiva (agnóstica, panteísta, atea, nihilista… o lo que te quieras atribuir excepto religiosa) la fe no deja de ser un salto al vacío, aunque sin duda no será así para un fervoroso religioso, pero no diría un “trágico” salto, pienso que la fe tiene la capacidad de atenuar lo trágico, sin embargo la falta de fe propaga sin miramientos todas las tragedias habidas y por haber por nuestra senda existencial; como escribí hace poco, Edgar Morin ( a quien no podemos considerar “religioso”), lo ilustra perfectamente en esta reflexión: “la angustia es el leimotiv más constante en mi vida”. Así transitamos muchos.
      Es esa misma angustia la que hizo a Kierkegaard buscar desesperadamente una respuesta en la idea que él defendía de Cristianismo, un acercamiento desde lo individual a Cristo, y es esa misma angustia de Kierkegaard el embrión que originó la corriente existencialista a la que aludía Miquel.

      Es curioso, Joselu, cuando incluí a Samuel Beckett en esta entrada, no caí en la cuenta de haber puesto frente a frente a un nihilista de manual (Beckett, si nos atenemos a su obra) y a un convencido cristiano, desde el acercamiento más sincero que se pudiera tener, luego, después de `publicar la entrada y releerle, me di cuenta del detalle… ¿te imaginas una conversación entre los dos? Menuda historia para un libro, jeje.

      Sí, el vacío ha sido uno de los principales caldos de cultivo para la filosofía, una bonita paradoja; lo que se presume como ausencia de contenido ha llenado de contenido a la filosofía y estimulado miles de reflexiones posteriores.

      Caminar junto a un amigo y mantener una buena conversación es una manera muy provechosa de usar el tiempo, hacerlo en soledad y silencio tiene mucho encanto también, sin duda.

      Un fuerte abrazo Joselu, y gracias por tu presencia que, dadas las circunstancias en tu blog, agradezco enormemente.

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  4. Yo también he pillado libros de esos que, por una parte, a ratos te matan de tedio y, por otra te fascinan con ciertas ideas, ciertas frases perfectas, ciertas sentencias.
    A Kierkegard lo leí antes de lo que recuerdo. Debía de tener unos dieciocho años. Imagino que no era tampoco un buen momento.
    Hoy en día se pone de moda ser algo y se apunta un montón de gente sin saber lo que se trae entre manos.
    Un beso.

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    1. Nadie está libre de eso, ¿verdad? menos mal que la parte fructífera nos salva de dar por enteramente perdida una lectura, algo que ni por asomo me ha pasado ahora con Kierkegaard, la he sacado provecho como le comentaba a Lorena.

      Kierkegaard no es un autor fácil, en lo que he leído de filosofía, y he leído algo, puedo asegurar que es de los más complejos... aunque no sé si la altura de kant (vaya tela, merecida fama!). Por tanto, leerlo joven como fue tu caso, tiene bemoles, no te creas ;).
      Totalmente de acuerdo, Rosa, la gente va como ciega al mogollón, dicen ser esto o aquello sin saber que es "esto o "aquello".
      Un beso.

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  5. Me pasaba que mirando los libros que tenía, muchos, me juraba no leer nada que antes me hubieran incomodado: pongamos un filósofo, y decidía reunir todos los libros que tenía suyos, y les encontraba acomodo en algún lugar recóndito, pasaban los años y lo revivía y hacía que salieran a la luz,arrepentido; pero ahora me pasa más a menudo , que ya tengo algunos años, que me dedico a leer a filósofos que amo, de los demás sé que no aprenderé, sé que sus enseñanzas a veces son endogámicas, para patalear en los charcos propios de los filósofos, para diatribas bizantinas incluso numántinas, y que luego al siglo siguiente ya son superadas, así que disfruto no sé si del conocimiento pero si de las bellezas de las ideas de pocos, muy pocos filósofos antiguos, Spinoza, y de la inteligencia actual de Byung-Chul Han.
    gracias Paco
    cuídate mucho

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    1. Curiosa tu táctica con esos autores "malditos" para ti, yo leo a mis filósofos predilectos, pero a otros que no son santo de mi devoción, pues también, siempre he sido un eterno indeciso, necesito el ying y el yang, al menos en la filosofía, aunque la verdad es que apenas tengo filósofos marginados... yo me trago casi todo, jeje. En cualquier caso, pienso que la filosofía es atemporal, siempre nos hicimos determinadas preguntas, y así seguiremos hasta el fin. Me gusta Spinoza, a quien he leído, y tengo que ponerme ya con Byung-Chul Han, de quien cuentan maravillas.
      Gracias a ti, querido Wineruda.
      Cuídate, y habla con algunos viejos que veas, su filosofía también es valiosa.

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  6. ¡Hola Paco!
    Me parece genial eso que haces de leer libros en tus paseos campestres, en este hasta ovejas había..., me parece una idea genial porque disfrutas de dos cosas al mismo tiempo, del campo y la naturaleza y del placer de la lectura.
    Ya sabes que no voy a leer a Kierkegaard (cuestión de preferencias, ya sabes), y no porque crea que este "pensador" o "escritor religioso" no merezca la pena, porque seguro que como dices, aunque en algunos momentos te haya saturado con su insistencia por declararse "autor", has sacado unos cuantos pensamientos, y párrafos de esos para anotar y guardar. Por cierto he estado pensando que cuantos de esos que se proclaman cristianos lo son únicamente por seguir al rebaño, seguramente unos cuantos habrá. ¡¡Me encanta tu vena filosófica!
    Un beso!

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    1. Ya sabes, Marian, esos paseos campestres libro en mano, ya son marca de la casa.
      Sí, por descontado sabía que no leerías a Kierkegaard, pero como bien dices, cada uno se debe a sus apetencias lectoras y tú lo tienes bien claro, disfrutas con lo que lees y además lo transmites muy bien, doy fe.
      Kierkegaard es un autor exigente, un tanto intrincado, hay que buscar el momento adecuado.
      A muchos se les llena la boca proclamando que son tal y cual, y apenas tienen idea de lo que están hablando, meros charlatanes.

      Últimamente se impone mi vena filosófica y poética, pues son los géneros en los que estoy prodigándome más.
      Un beso!

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  7. recomiendo leer el pensamiento de Pierre Teilhard de Jardin (1880-1950 aprox), Como yo creo. Fue un jesuita paleontólogo y filósofo. Murió en New York silenciado por la orden de Ignacio. Su postura es la reconciliación entre la fe y la teoría de la evolución. Para él dios es/será el hombre en su ultimo grado en la cadena evolutiva. Un dios hombre. Era tataranieto de Voltaire. Creía en la fuerza del hombre comunicado, en lo que hoy llamamos globalización, no alienación, que no lo es, saber del otro es un motor de desarrollo. Los que viven en el "primer" mundo no se dan cuenta, se entiende, es que llevan años mirándose al espejo, bueno en realidad algunos no tanto, apenas desde 1492. Estoy segura que el pensamiento de Teilhard de Jardin te interesará. Si Soren viviera por estos días dirían que más tiene insania que de filósofo, enfermedad heredada de sus padres. Un ser egoísta, etc., etc. Me gustan Baruch y Hume, paso bien leyendo a Schopenhauer. De los nuevos está complicado, Rawls tal vez.
    Dicen que dijo Napoleón, no temo gobernar a un pueblo sin dios, no sin religión. Y a la prueba nos remitimos, tremendo.
    Sdos.

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  8. Hola, Selva.
    Tengo unas viejas revistas de filosofía coleccionadas cuando tenía 25 o 30 años, y en ellas desfilan, obviamente, multitud de filósofos, haciendo un acercamiento a su obra y trayectoria personal, entre ellos está Pierre Teillhard, pero confieso que no he leído sus libros, lo tendré muy en cuenta después de tu mención. Si Soren viviera en esta época se habría hecho ermitaño, viendo la deriva que han tomado las posturas religiosas, o la propia iglesia católica, cuya componente espiritual ha devenido en empresa comercial... Y Kierkegaard era un cristiano en la concepción más íntima del término, nada de adoptar la pose cara a la galería.
    Tampoco he leído a Baruch, y algo, poco, de Hume; pero coincidimos en pasarlo bien con Schopenhauer. A Napoleón no le importaba gobernar un pueblo sin dios porque para dios, él, así mismo se veía, como otros amos del mundo momentáneos, megalómanos.
    Miraré también a Rawls, Selva, de los actuales no sé gran cosa, pero tengo interés por la filosofía de mi tiempo, sin duda, me atraen, entre otros, Martha Nussbaum, Richard Rorty (falleció en el 2007), este me gusta especialmente, polemista como Schopenhauer pero desde otra perspectiva, estaba en contra de la praxis de todos, y todos estaban contra él, también admiro a Mario Bunge, fallecido hace un año, a mi admirado Edgar Morin, casi cien años, y algunos más.
    No soy religioso, pero nuestra experiencia del mundo no se entiende sin la religión; no todo es patrimonio de la razón.

    Un abrazo, Selva, y gracias por estar, cuídese.

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  9. Recomiendo fervorosamente la lectura de Teoría de la justicia, una concepción de la justicia a la que adhiero fervorosamente aunque también sé que en alguna situación me costaría aceptar.
    Hume es el Rawls del SXVIII.
    Y no te pierdas a Teilhard, en particular Como yo creo. Estoy segurísima que será un antes y un después.
    Sdos.

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  10. y desde luego no pierdas el tiempo con el surcoreano que disfruta de Berlín, no tiene ni idea. Bueno, eso ya lo sabías.

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    1. Perdón Paco, pero ya que me citan hola querida Selva , tengo día curioso hoy :), de tal modo que he entiendido que siempre será mejor leer al fundador de la autoayuda.. Schopenhauer.. que al surcoreano ...para eso Coelho... 🙂
      Saludos🐱🙂

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  11. te recomiendo leer China, Kissinger. China no tiene religión, se trata de otra cosa. No lo entendí hasta que fui y vi. Kissinger inicia el libro diciéndonos que China tiene un rasgo característico, parece no tener principio.

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  12. Coelho bien podría ser, tanta gente no podrá estar equivocada. No he tenido ocasión ni el gusto de leerle pero vaya uno a saber. Al coreano sí, apenas una hojeada de atrás hacia adelante, me sonó a este señor no sabe nada de los que vivimos de este lado, donde lo único que tenemos en común es que somos todos distintos.
    Arthur con un rico té, qué bien se pasa.

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    1. Perdon Paco
      De tal modo que prefiere a un tipo que no hace lo que dice, Schopenhauer, o a Kissinger conocido por su neutralidad manifiesta en todo y por organizar la matanza en Chile...

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  13. Un debate intenso, Selva y Wineruda.

    Selva, yo sigo mi propio criterio a la hora de elegir un autor u otro, lo que para uno pueda ser pérdida de tiempo para el otro sea ganancia (ahí tenemos el concepto filosófico de subjetividad y relatividad), y acudo a la manida, pero certera, frase de que cada lector es un mundo aparte, por ello rara vez me inclino por recomendar autores (manías de uno), eso sí, sin dejar de mencionarlos, claro, y sin parecerme mal que otros recomienden, pues se puede encontrar algún matiz que me interese a priori, como ocurre con tus apuntes y lo agradezco.

    La única manera que tengo de saber si será provechoso o no Byung Chul Han para mi visión de las cosas es leerlo, y sin duda lo haré.

    Y a pesar de las ideas de Wineruda sobre Schopenhauer, reitero lo dicho, lo seguiré leyendo por el significado que tiene para mí, que para nada tendría que coincidir con el de otro, y si lo hace pues perfecto.

    No tienes que disculparte, Wineruda, no hay nada que de lugar a ello.

    Un fuerte abrazo a ambos y gracias por el tono ;)

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  14. Lo conozco superficialmente, pero sus temas, tales como la angustia, la libertad, la fe, la duda, la responsabilidad, las emociones... afectan a una gran mayoría de personas. Los amantes de la psicología y de la teología deberían leer alguna de sus obras. Su interpretación de la vida continúa siendo universal. Por lo tanto, doscientos años después...no ha perdido actualidad.

    Recuerdo una de sus frases: "La única respuesta estratégicamente inteligente a los horrores de la vida es desafiarlos con la risa"

    Un abrazo

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  15. La filosofía interpela a la conciencia humana, es atemporal, de ahí que toda obra, pasada o actual, tengan mucho que decir a la sensibilidad presente.
    El humor es una actitud necesaria en la vida.
    Gracias, Luis Antonio. Abrazo.

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