“El viajero de la noche” Maurizio Maggiani (Castelnuovo Magra, Italia,
1951)
Libro. Editorial verticales
de bolsillo, 2009. Traducción de Juan Carlos Gentile Vitale. 213 páginas.
Imagen de Cubierta: Hussein Bikar, "Dialogue avec un rossignol"
Todo preparado para
trasladar las notas de la libreta al ordenador. En consonancia con el otoño me
he preparado un té hindú muy adecuado, Garam Massala, tiene un toque aromático
sutil, destacan la cúrcuma, la canela y el cilantro, aunque tiene más especias.
Un sorbito y… vamos allá.
Igual que en el anterior
texto de Llosa, las impresiones lectoras se entremezclarán con las propias de
mi viaje al Perú, no puede ser de otra manera porque ambas están
indisolublemente unidas.
Caserío de adobe familiar, Cesara, Perú.
Paco Castillo 2015
Cesara, caserío familiar. Paco Castillo 2015
La araña. Dos auténticos viajeros de la noche
haciéndose compañía. Paco Castillo 2015
Luna llena, Cesara, Perú. Paco Castillo 2015
“Escuchad, el sol se pone
sobre el cerro del Assekrem. Amarillo, ocre, celeste, azul de ultramar y
carmín. Cielo, tierra, montañas y valles.
Todo.
Pero abajo, en las
gargantas ya está el crepúsculo y la noche. Rosa, tierra quemada, violeta y
negro. La nada, allá abajo.
El aire es tan límpido que
el encrespamiento del último horizonte podría estar en el otro extremo del
mundo. Si la tierra fuese plana (p. 11).”
Con este sinestésico
fragmento arranca el relato. Colores y texturas que te transportan al petrificado
silencio del desierto. En la árida región montañosa del Hoggar, (Argelia).
Desierto del Hoggar. Foto internet
Ante una portada y
título tan bellos uno quiere que cada frase le revele algo trascendente. Por
cierto, una obra avalada por el prestigioso premio Strega en el 2005, es el más
relevante de las letras italianas.
Observo la foto de
Maurizio Maggiani, en la contraportada, y me parece que tiene un aspecto
peculiar… Se da un aire a Franco Battiato, ¿No me creéis?
Franco Battiato
A veces me encuentro con
estos libros, que tienen la capacidad de reducir lo inabarcable de un concepto,
el misterio que se cierne entre la palabra y tú, a su estado esencial.
Hay en este inicio un
anhelo de permanecer fuera del tiempo, el desierto con su presencia inmutable, tiene
ese aspecto atemporal que resulta
fascinante e inquietante al unísono.
Inmerso en la soledad y el
silencio del paisaje andino, libro en mano, no caben en mi otras consideraciones
con las que empezar.
Cesara, 80 kms al norte de San Ignacio, Perú.
Foto Paco Castillo (autodisparador)
Cesara, el libro y su lugar. Paco Castillo leyendo.
Paco Castillo 2015
Cesara, el libro y su lugar. Paco Castillo leyendo.
Paco Castillo 2015
Cesara 80 kms al norte de San Ignacio, Perú.
Foto Paco Castillo
Pueblo de Cesara, está a 1600 mts de altitud
enclavado en el valle. Paco Castillo
Cesara, mariposas. Paco Castillo.
Andes nororientales, Cesara. Paco Castillo.
Andes nororientales, Cesara. Paco Castillo.
¿Un condor? Viajeros del cielo, Cesara
Paco Castillo 2015
La belleza del silencio, de la soledad,Cesara.
Paco Castillo 2015
Apacible atardecer, Cesara, Perú.
Paco Castillo
El sol ya se se oculta, Cesara, Perú.
Paco Castillo 2015
¿Un condor? Viajeros del cielo, Cesara
Paco Castillo 2015
La belleza del silencio, de la soledad,Cesara.
Paco Castillo 2015
Apacible atardecer, Cesara, Perú.
Paco Castillo
El sol ya se se oculta, Cesara, Perú.
Paco Castillo 2015
Andes nororientales,Paco Castillo, retratado por
Paco Castillo (autodisparador)
Caminando por los Andes norteños.
Un viajero y su viaje. Paco Castillo 2015
Caminando por los Andes norteños.
Un viajero y su viaje. Paco Castillo 2015
Mientras leo esos párrafos, en los que el protagonista ensalza la simplicidad del paisaje, en donde uno se despoja de todas las cosas inútiles para conservar lo primordial, no puedo evitar cerrar el libro y dejar a mis pensamientos y mirada divagar en este lugar remoto del Perú que me acoge.
Comité de recepción para darnos los
buenos días. Abriendo las puertas de
la habitación a un nueva jornada.
Cesara. Paco Castillo 2015
Campesinos hacia su chacra cafetera, Cesara, Perú.
Paco Castillo 2015
La abuela, el nieto, los cuentos. Lo simple, lo esencial.
Cesara. Paco Castillo 2015
Pavo, no tientes a tu suerte antes de tiempo.
Aquí hay pocas concesiones.
Cesara. Paco Castillo 2015
Nuestra vecinita paseando con su loro.
Su expresión me dice que es todo lo que necesita.
Cesara. Paco Castillo 2015
Gentes de Cesara. Paco Castillo 2015
Día de procesión, Cesara. Paco Castillo 2015
Complicada ascensión a la quebrada...No puedo
resistirme a estas cosas, cuando era más
jovencillo hacía escalada, así que allá que voy...
Valles de Cesara. Foto Wilmer, cuñado,
y guía en esta incursión. 2015
Objetivo conseguido...He sudado lo mío.
Gracias Wilmer.
Subiendo a la carrera por los cerros andinos.
Me gusta estar en forma. Paco Castillo 2015
(autodisparador)
Municipalidad de San Ignacio. Región de Cajamarca, 10 de octubre, 2015
Unos maduritos para el camino, San Ignacio.
Hacienda familiar. Paco Castillo 2015
Estoy en la aromática población de San Ignacio, voy y vengo de San Ignacio a Cesara. San Ignacio es pequeño asentamiento en la estribación nororiental de los andes peruanos, ya limítrofes con sus hermanos ecuatorianos.
Un lugar que, a pesar de
sus pequeñas dimensiones, tiene fama mundial para quienes trabajan en el
comercio del café.
No en vano el que aquí se
cultiva ha sido considerado por los expertos, en más de una ocasión, el mejor
del mundo.
Todo el proceso (cultivo,
recolección, secado, descascarillado, etc), lo hacen de forma artesanal.
Es muy agradable caminar
por las callejuelas acompañado del aroma a café, y otro no menos atractivo, el
de la exuberante vegetación empapada por los chaparrones tropicales, la lluvia
es frecuente en estos valles verdísimos… Y qué extraño es percibir las
sensaciones áridas de la lectura, como si la fina arena desértica se me
escapara entre los dedos, aquí, expuesto a la humedad del verdor andino.
En este sitio prosigo la
lectura, llevando el libro en la mochila, junto a la cámara. Un viajero leyendo
“El viajero de la noche”. Deliciosa simbiosis.
Población de San Ignacio, Perú. Paco Castillo.
Casa familiar. Cerro Campana, San Ignacio.
Paco Castillo
Secado natural del grano de café, Cerro Campana
Paco Castillo
Secado natural del grano de café, Cerro Campana
Paco Castillo
Secado del café. Hacienda familiar.
Paco Castillo
Izaskun, Araceli y su tío Felipe, saliendo de casa.
Paco Castillo
Calle de San Ignacio, secando café.
Aromático paseo. Paco Castillo
San Ignacio...Qué no falten los libros!
Paco Castillo
Leyendo en la moto-taxi. Enfrente hay otra
similar, San Ignacio. Paco Castillo
El protagonista, y
narrador, es un etólogo italiano especializado en las migraciones de las
golondrinas y los osos de los montes balcánicos.
El seguimiento de estas
aves le ha llevado hasta el desierto del Hoggar. Un lugar impregnado de la
enigmática figura del père Foucauld (un personaje real que vivió unos
meses ahí como un eremita, loco al decir de algunos tuaregs), confiriendo al
lugar cierto misticismo, y por ende a la narración.
Me gusta la humildad que
tienen las palabras en esta historia. Una humildad que es proporcional al
ridículo esfuerzo intelectual que hacen algunos escritores para alejarse de ese
valor esencial que poseen. Seguro que os habéis encontrado con libros en los
que el autor, más que ir al encuentro de las palabras, parece huir de ellas, de
la palabra humilde. No es el caso de Maurizio Maggiani:
“El primer árbol está a un
día de jeep de aquí, el segundo y el tercero, que yo sepa, ni existen (…)
Fui a ver el árbol pocos
días después de haber llegado a este sitio, es la principal atracción turística
del Centro del Universo. (…)
¿Qué se siente al tocar un
olivo en medio de un desierto a dos mil kilómetros del mar más cercano? Un
olivo que no debería estar allí, pero que en cambio está, y está desde hace probablemente
un milenio. (…)
Entonces, ¿Qué se siente?
Sentí consternación. Porque, pensé, no es bueno que una cosa viva dure
demasiado, que dure más allá del tiempo y la época que le corresponde a cada
cosa. Ahora este olivo vive en el dolor, pensé, en un tiempo que no el suyo.
Tiene sus raíces en la soledad (p. 15-16).”
Un olivo y el desierto,
tocar, el Centro y el Universo, una cosa viva, consternación, una época, raíces
en la soledad, más allá del tiempo.
Son las que dicen todo.
San Ignacio, precioso pajarillo que posó para
mi unos segundos, pero... Me recuerda a otro
pajarito que encontré en Madrid...
¿No es una increíble casualidad que el pajarito
de San Ignacio posara para mi, teniendo al
lado este libro... y su pajarillo?
¿Hay algo mágico en los libros?
San Ignacio, precioso pajarillo que posó para
mi unos segundos, pero... Me recuerda a otro
pajarito que encontré en Madrid...
¿No es una increíble casualidad que el pajarito
de San Ignacio posara para mi, teniendo al
lado este libro... y su pajarillo?
¿Hay algo mágico en los libros?
La sensación que transmite
la forma de narrar sus vivencias, con el uso reiterado del yo, que
precede, en muchas ocasiones, a un verbo pretérito: yo estuve en esa tumba…
Yo he vivido las noches del Hoggar… Y otras por el estilo, hacen que nos
imaginemos un gran relato oral, dicho tono ya se nos advierte en la portada del
libro con una breve introducción.
Ciudad de Chiclayo, Perú,
14 de octubre, 2015
Bulliciosa calle en chiclayo.
El ceviche (plato típico peruano) chiclayano es deicioso.
Paco Castillo 2015
Centro histórico de Chiclayo. Paco Castillo 2015
Fuera del centro también hay otra historia...
Que no se suele contar. Paco Castillo 2015
El ceviche (plato típico peruano) chiclayano es deicioso.
Paco Castillo 2015
Centro histórico de Chiclayo. Paco Castillo 2015
Fuera del centro también hay otra historia...
Que no se suele contar. Paco Castillo 2015
He permanecido un día en
la bullanguera y populosa ciudad de Chiclayo, en la costa del Pacífico, muy
lejos ya de San Ignacio.
Chiclayo, conocida por sus
playas surferas y la famosa ola rompiente que atrae a los devotos del surf
desde cualquier rincón del mundo. Esquizofrénica como toda ciudad peruana.
Pero ya es el momento de
partir a Lima, sin tiempo para ir a las playas. Nos espera un larguísimo viaje en bus por la Panamericana,
siguiendo la franja marítima del océano Pacífico, que de eso tiene poco, es un
mar bravucón por estas costas.
El autobús ha salido a las
18:00 p.m. y su llegada está prevista a las 08:00 a.m.
¿He dicho… prevista?
La experiencia me dice que
lo sensato es prescindir de los autobuses baratos. Son inseguros por la
naturaleza del autobús y, en ocasiones, por la naturaleza de algunos pasajeros.
El nuestro no es de los baratos pero estamos en Perú, mejor no dar nada por
sentado.
A las siete horas de viaje
(sobre las 01: 00 a.m.), el autobús está parado en algún lugar oscurísimo e inhóspito
de la ruta. Mucho me temo que pronto seré un personaje “vargasllosiano”
viviendo una situación surrealista.
Compruebo que están
haciendo el mantenimiento del bus con los pasajeros en marcha, en pleno
trayecto, ahí queda eso...
Un barrigón con camiseta
interior blanca de algodón, cual émulo de James Dean, pero con el mismo glamour
que un orinal (se emplea más bacín por aquí), está aporreando tornillos con una
maza. Me entero que tiene que cambiar dos llantas, casi nada...
A las 03: 30 a.m. parece
que ha parado de dar golpes. Explicaciones a los pasajeros ninguna, ni un
responsable que se digne a decirnos algo, Perú, para lo bueno y para lo malo.
Estoy muy irritado, y como
mis compañeros dormitan, los más, comen chifles (rodajas de plátano frito), los
menos, o miran a las estrellas, alguno… Pues me irrito aún más. El primero que
paga las consecuencias, porque es lo que tengo más a mano, es el propio libro,
musito destellos furibundos:
“El tal Maurizio es un
pelmazo repitiendo tantos vocablos en párrafos cortos.”
“Voy a cerrar el libro y
que se vaya al carajo con el barrigón del mazo”
Ya soy un personaje de
Vargas Llosa, de pleno derecho, lo mismo que mis compañeros.
Así que cierro el libro y
ya no lo abriré hasta llegar a Lima, cuando llegue a casa de mis amigos. Tengo
que reconciliarme con el escritor y la historia.
Curioso, siendo el libro
el mismo, uno puede ser cien personas diferentes por los caprichosos giros del
destino, y lo que antes me complacía de la lectura ahora me hastía. Dos llantas, un tipo sin
glamour aporreando una maza, y una noche sucia y fea a ras de la panamericana
han tenido la culpa.
Tengo algo más que matizar
del libro, es importante.
Hay un grito espeluznante
en medio de la paz desértica. De repente, el silencio del desierto se rompe en
mil pedazos por la muerte, la violencia, el horror, el sinsentido de la guerra.
Porque ahora el relato se adentra en un escenario de destrucción, la ciudad de
Tuzla, en Bosnia Herzegovina, área de estudio de nuestro protagonista etólogo, va en busca de sus querida osa Amapola :
"He tenido entre las manos el hocico de una osa, una vez. Es verdad. Se llamaba Amapola y era una osa salvaje. Sucedió en los tiempos de la guerra de Bosnia" (p. 62).
Y esa mirada conciliadora que se posa en la calma del desierto, se topa ahora con el dolor que aún aflige a la memoria.
En aquella época le sorprende el conflicto balcánico y, lo que es peor, una de las mayores
masacres perpetradas contra la población civil, la bomba que arrasó casi cien
vidas adolescentes cuando se besaban, se amaban, bailaban ignorantes del
fatídico final de sus vidas que estaba apunto de acontecer, mientras asistían a un concierto de rock en la ciuadad de Tuzla (suceso verídico, internet da amplia información de ello).
Y sin embargo, a pesar de
todo esto, el relato no pierde su humanidad. No se regodea Maurizio Maggiani en
lo cruento, tal vez porque las palabras que venían del desierto logran reconciliar
al hombre con su destino. Incluso en la muerte de estos jovénes parece soplar
un viento calmado, que acaricia y mece las hojas.
Eso mismo, un libro hecho
con palabras que el viento logra arrancar, no por lo insustancial de las
mismas, simplemente por que el viento acaba llevándose todo. Ese es el alma de
este relato, junto con algo que referiré unos párrafos más abajo.
Hace poco me comentaba una magnífica blogera a la que aprecio, que buscaba plantearse preguntas en los
libros, imagino que consciente o inconscientemente es uno de los objetivos
cuando leemos. Pero eso me ha hecho pensar, al menos para mi, creo que no solo
se trata de lo que pueda ofrecerte un libro, tan importante es lo que tú puedas
darle a él, hasta donde estás dispuesto a llegar con el libro que tienes frente
a ti, en cualquier caso cada uno es un mundo, cada cual que ande su camino.
Ciudad de Lima, 16 de octubre, 2015
Distrito de Los Olivos, Lima. Paco Castillo 2015
Fiesta de aniversario de un colegio público, Lima.
Paco Castilo 2015
Alguien, por encima de esa persona, ha escrito
que "Cristo le Ama" ¿ Y, Alguien, cómo puede
saberlo? Lima, Paco Castillo 2015
¿Cómo puede saberlo?
Lima, Paco Castillo 2015
Retomando ya las últimas impresiones del libro.
Tanto
en el escenario del desierto como en los devastados Balcanes, el etólogo no
deja de recordar ciertos momentos entrañables de su infancia junto a su padre,
en el hogar familiar. La figura de la madre no se menciona. Ni da explicaciones
de tal omisión.
Siguiendo la estela de
este relato cuasi oral, hay, casi al final, un sentido homenaje a
Jack London, imagino que es una muestra de gratitud a un escritor que, con sus
relatos, le brindó uno de esos preciados tesoros que guardamos en la memoria.
Hace mención a una
historia concreta, un hombre solitario atrapado en el Gran Norte, ha de
encender una pequeña hoguera para sobrevivir al menos una noche más. Esa
pequeña hoguera es la otra pieza del alma, el alma de esta historia… Una
sencilla hoguera, fue ese primer fuego, débil y vacilante, lo que puso en
marcha a la humanidad.
Tal es el mensaje que nos
quiere transmitir Maurizio Maggiani, lo más poderoso de la vida hay que
buscarlo en lo elemental.
Aquí concluye este viaje,
realmente literario, literariamente real. Recién comenzado noviembre con este
ambiente otoñal tan genuino que decía al principio, ojas esparcidas por los
parques con los petirrojos de inquilinos, lluvias, setas, una brisa campestre
fría y limpia. Eso, las cosas simples.
PD. Una última
recomendación… No se os ocurra leer este libro en un autobús, especisalmente si
el tipo que lo conduce es barrigón y lleva una camiseta blanca de algodón. Avisados estáis
Tu viaje me recordó el que hice yo, hace unos años, desde Cuzco a Arequipa (de vuelta cogí el avión, jaja) - en el autobús iban gallinas y durante 8 horas podíamos delectarnos con una película de Bollywood. Una experiencia francamente inolvidable. Hay que ir siempre acompañado de un buen libro- hace las cosas más llevaderas.
ResponderEliminarsaludos
¡ Qué bueno que conozcas el Perú!
EliminarDe los países y lugares a los que he viajado, Cuzco, pero sobre todo Machu Picchu, es uno de los dos o tres sitios más increíbles en los que he estado ¿Viste la ceremonia del Inti Raymi? Espectacular !
Arequipa, igual que Cuzco, hace muchos años que la conozco, el mejor pisco sour que me he tomado en el Perú fue en su preciosa Plaza de Armas. Tienes toda la razón, un viaje acompañado de un buen libro, es un viaje más completo...
Saludos!!
¡Vaya pedazo de entradón! Eres un regalo :)
ResponderEliminarNo sé ni por dónde empezar. Las fotografías son magníficas, sólo con eso ya tengo para un ratito largo deleitándome.
¿Así que también eres de té?...
El libro no lo conocía, no sé porqué me ha recordado a Thoreau y Whitman, supongo que por la parte de la exaltación de la naturaleza, tan sinestésicos ellos también.
Creo que una de las cosas que más me fascinan de algunos libros y algunos autores es, precisamente, esa capacidad para poner palabras de forma aparentemente sencilla y fluida conceptos que en tu interior son tan inmensos que no eres capaz de transmitir más que con miradas o, simplemente, estando, esperando que quien esté a tu lado (si es que hay alguien) simplemente SIENTA lo mismo.
No es fácil decir simple cosas complejas y bellas y Maggiani parece hacerlo. ¿Y sabes cuál es el problema? Que no sólo me metes ganas de leer el libro, sino de hacerlo también por esos sitios que nos has enseñado.
La foto del pajarillo es HERMOSA. La composición, los colores… Y la semejanza con el pajarillo de la portada es… ¡BRUTAL! Claro que hay algo mágico en los libros, claro que lo hay…
Está bien que adviertas de ese grito espeluznante que termina por surgir en el relato, no está mal ir prevenida, que aunque Maggiani no se regodee el lector sabe y debe encajar los golpes en el estómago porque así es el mundo, y la vida.
Y sí… el lector también le da a los libros. Ponemos de nuestra parte, dejamos mucho de nosotros en ellos también. Pero eso no hace falta que te lo cuente ¿verdad?
Gracias por este pedazo de entrada, el libro, las fotos, tu lectura, tu viaje, tú…
No suelo viajar en autobús ¿vale tren?
Un abrazo
Gracias Ana : ))
EliminarVaya recibimiento! Me siento algo abrumado, pero para que nos vamos a engañar... Encantado!!
Muchas veces yo tampoco sé por donde empezar, mi forma ideal es hacerlo sin saber cómo... Saliendo al paso, supongo, jajaja : ))
Perú es un paraíso para cualquiera que le guste la fotografía, aunque lo idílico y lo trágico se dan la mano continuamente. Por lo demás, suelo tener el ojo atento, ya está entrenado, para captar una potencial instantánea, nunca se sabe... Siempre hay que congelar un "pedazo de tiempo" memorable.
Maggiani se acerca a la escritura con humildad y eso lo aprecio por el valor que tienen las cosas infrecuentes. Es un escritor que busca contar una historia a su lector, no exhibirse con la escritura, esos son los que me atraen. Tienes toda la razón Ana, te tengo por una lectora que, frente al libro, a la historia, eres capaz de captar una cantidad de matices impresionante, por eso cuando dices que "no es fácil decir simple cosas complejas y bellas" lo dices con una mirada y un sentido profundo sobre la frase, no de cualquier manera. Es un libro que exige su momento y su lugar (¿Cómo todos?), algo que cada lector tendrá para sí, y para el libro, cuando su cabeza y su ánimo lo consideren. En algún momento del viaje terminé hastiado de la cadencia narrativa, de la historia, mi cabeza y mi sangre bullían a mil revoluciones, entonces el libro y yo éramos planetas distantes. Es un buen libro, tampoco es de los memorables, pero ha sido leído en un viaje memorable (todos los viajes, en un sentido u otro, lo son), por tanto la historia se ha impregnado de esas vivencias únicas que yo he trasladado al relato y todo adquirió un brío especial.
Wow !! El pajarillo viajero de la portada y el pajarillo viajero del Perú que me encontró... ¿Son mágicos los libros? Por supuesto, Ana.
Me encantan los trenes : ))
Gracias... Sencillamente : )
Abrazo
Gracias por compartirnos tamaño viaje, Paco. Me he tomado parte de la mañana de este sábado para leerte al completo; todo, el relato del libro así como tus líneas no tienen desperdicio.
ResponderEliminarNo he estado en el Perú aún, pero acabo de hacer el viaje contigo y ver lo que tú has visto. La verdad, es que sigo asombrado de tanta belleza natural.
Respecto del libro, parece haber sido el más apropiado a tu periplo; no suele ser habitual hallar un compañero semejante, pero le has sacado el jugo. Voy a ver si hay algún ejemplar por aquí. Lo del pájaro... inenarrable! No creo en las coincidencias; él sabía que tú andarías por allí con ese libro y quiso dar testimonio de no ser solo un dibujo.
Gracias por tanta foto bella y tantas líneas emotivas. Se ve que tienes un bella mujer y una niña fantástica. Dales a Araceli e Izaskun un beso de mi parte.
Para ti, nuevamente gracias, y recibe un fuerte abrazo, amigo!
Muchas gracias a ti, Marcelo. Lo que escribo tiene un valor especial en la medida de quienes lo lean, más claro no puedo ser.
EliminarAhora mismo es un momento extraño, te estaría escribiendo con una sonrisa en los labios, pero no me sale. Hace unos minutos estaba boquiabierto viendo las noticias… Y el horror que unos cometen contra otros me deja sin palabras, pensativo sin saber muy bien que pensar, como si mi cabeza fuese una nebulosa impenetrable. No sé cuantos muertos habrá ya en París. Tampoco sé que pasa por la cabeza de un potencial terrorista, de veintipocos años, para vaciar el cargador de una metralleta y acribillar a cientos de jóvenes, como él mismo, demasiados interrogantes para tan pocas respuestas, me temo. París, una ciudad preciosa en la que he pasado momentos especiales…En fin.
A veces, cuando suceden cosas así, pienso en todo lo que los libros me han dado, no pretendo caer en la ingenuidad de pensar que los libros y la lectura, vayan a solucionar una maldad que convive con el hombre desde el principio de los tiempos, ojalá, pero no lo veo así. Sin embargo sé que los libros han hecho de mí un ser más humilde, porque me han hecho entender, entre otras muchas cosas, que la verdad no es patrimonio de nadie… ¿Y sabes una cosa, Marcelo? No te imaginas con que convencimiento me aferro a los libros, a la lectura, cuando asisto a tales actos de inhumanidad. La lectura puede que no solucione el sinsentido del terrorismo, pero indiscutiblemente me acerca mucho más a lo humano, y eso queda tan , tan lejos de lo otro, de la barbarie… Creo que un libro me alimenta de humanidad, eso es.
“El viajero de la noche”, fatalmente, narra un episodio casi idéntico, que fue real, que mató a cientos de jóvenes en un acto vil y terrorista pertrechado en el escenario de la Guerra de los Balcanes. La realidad, siempre, es mucho más siniestra que la ficción.
Me complace que “viajases” conmigo al Perú, estupenda compañía.
Espero que encuentres el libro!! Me gustaría que alguien como tú lo leyese, estaría en buenísimas manos.
Otro beso de parte de Araceli e Izaskun :)
Cuídate amigo
Amigos somos los lectores, Paco! Desde ayer, el libro está en casa.
EliminarOtro abrazo.
¡¡Wow, cuánto me alegro Marcelo!!
Eliminar¿Lo encontraste en alguna librería?
Espero que disfrutes la lectura y nos lo cuentes. No lo clasificaría como un relato excelso, memorable, aunque sin duda fue un estupendo libro. Pero por la forma de leerlo, propiciada por el entorno y las circunstancias que me rodearon fue un libro especial.
Un abrazo amigo y me alegro de veras.
Maravillosa reseña. Esa oralidad que resuena en tus apreciaciones y esa dedicatoria del autor (Mauricio Maggiani) a Jack London. Acaso se podría decir algo así como "dime a quien admiras y te diré quién eres". Creo que sí. En el reconocimiento a los otros, está el reconocimiento propio.
ResponderEliminarSaludos.
¡Qué grata tu presencia de nuevo, Pilar !
EliminarEn Cesara, el pueblito donde he tomado las fotos de los cerros andinos, no hay prensa, ni televisión, ni internet... Solo la voz de la gente, las palabras y el "idioma" de la naturaleza, tratándose del libro que menciono, leerlo hay fue, de alguna manera, escuchar al libro mientras me hablaba... Tal era la sensación. Tienes toda la razón, "dime a quien admiras y te diré quién eres". Nada que añadir :)
Cuídate!